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C A P I T U L O. 7

Dos mese y medio habían transcurrido desde la inesperada llegada de la gemelas a la vida de todos. Y desde entonces la vida de Park Jimin dio un brusco giro de ciento ochenta grados, gracias a todo lo que conllevaba la presencia de sus hijas. Sin embargo, debía admitir que las cosas no habían sido tan malas como había pensado y esos dos meses habían sido la prueba de que podía ser un buen padre, claro con la—gran.—ayuda de JungKook, quien se había convertido en su pilar y en el de las pequeñas. Y era por lo que le estaría eternamente agradecido.

No obstante, muchos cosas habían pasado en esos dos meses. Pero la más importante era los resultados de la prueba de ADN que Jimin se habia realizado para ver comprobar su paternidad. La cual dio un resultado de un noventa y nueve punto noventa y nueve. Dejándole muy en claro que no había forma que negara su paternidad sobre las pequeñas. Y entre otra de las cosas más importantes era el hecho de que las pequeñas ya se habían integrado por completo a su vida escolar.

A pesar del sin fin de situaciones a las que las pequeñas se habían enfrentado a su corta edad, esos dos meses habían sido más que suficientes para adaptarse a su nuevo estilo de vida. Un estilo de vida donde recibían la atención y el cariño necesario en su día a día. Y es que, desde su llegada ambas pequeñas habían logrado robarse el corazón de todos. Tanto así que Jiyeon y su esposo, TaeHyung, YoonGi y sus respectivas parejas las visitaban cada que tenían oportunidad solo para llenarlas de regalos o llenarlas de mimos, como también para prestarse a sus juegos. Y dichos juegos habían llevado a YoonGi y a JungKook a una pequeña disputa para ver quien era el mejor para hacer el papel de mojo jojo. Sin embargo, YoonGi había ganado esa pelea con el sostenible argumento que él era pequeño y amargado, mientras que JungKook era grande y casi parecido al profesor Utonio.

Aunque YoonGi debía de admitir que toda esa disputa fue únicamente por la atención de las pequeñas; todos parecían ser buen recibidos por las pequeñas. Bueno, casi todos, por Jung Hoseok era la excepción a la regla. Todo gracias a que las gemelas habían desarrollado un tierno e infantil amorío por TaeHyung, quien cada que llegaba al departamento o entraba al campo de visión de las niñas era recibido con pequeños besos en las mejillas, abrazos y palabras dulces, causándole pequeños tics nerviosos a JungKook.

Para Jeon JungKook, EunChae y ChaeWon era sus niñas, y TaeHyung no era más que un tonto que quería robárselas. Jimin por su parte disfrutaba ver cada una de las ocurrencias que sus pequeñas tenían.

Con el reloj marcando casi las siete y media de la mañana, Jimin se encontraba corriendo de un lado a otro, mientras trataba de terminar de preparar todo para salir lo más rápido posible. Tenía el tiempo en contra y todo porque se había quedado dormido. Y no hubiese sido por sus pequeñas muy probablemente aún seguiría dormido.

—¡EunChae!—Jimin gritó desde la barra de desayuno donde se encontraba empacando el almuerzo de sus hijas.—¡Trae el peine y las ligas de cabello!—ordenó a su hija.

No pasó mucho para que la pequeña nombrada apareciera en su campo de visión con lo que se le había pedido. A pesar de no ser un experto en peinados, tanto él como JungKook habían aprendido un par gracias a la ayuda de los videos de YouTube. Sin perder más tiempo de lo necesario comenzó a desenredar el lacio cabello de EunChae.

—¡ChaeWon ve por tu mochila y la de tu hermana!—Jimin le ordeno a su otra hija quien se encontraba sentada en el sofá viendo la televisión.—¡Rápido, porque necesito peinarte!

La pequeña corrió hasta el pequeño rincón que JungKook le había asignado para que colocara sus útiles. Tras revisar que tanto ella como su hermana tuvieran los cuadernos adecuados para ese día corrio con su mochila y la de su hermana, hacia donde su padre, quien tras unos segundos comenzó a hacerle el mismo peinado que el de su gemela.

Tan solo viente minutos después Jimin se encontraba abandonado el interior del ascensor de la mano de sus pequeñas, para rápidamente adentrarse al estacionamiento de su edificio en busca de su automóvil. Cuando llego hasta su vehículo, no tardó en abrir la puerta de los asiento traseros, para comenzar ayudar a sus pequeñas a sentarse en sus respectivas sillas de seguridad. Y una vez estuvo completamente convencido que las pequeñas estaban seguras en sus sillas, cerro la puerta trasera, para abrir la puerta del conductor e ingresar.

—¿Están listas?—Jimin le preguntó a sus pequeñas, recibiendo así una pequeña respuesta afirmativa por parte de estas.—Bien. Pongamos en marcha.

Dicho eso encendió el motor del vehículo y seguidamente se puso en marcha.

Para suerte de Jimin el tráfico se encontraba ligero cuando comenzó a desplazarse por las calles y avenidas de la ciudad, lo que le permitiría llegar un par de minutos antes de las puertas del jardín escolar cerrarán.

Con el sonido de canciones infantiles y las voces de sus hijas resonando en el interior del vehículo, Jimin se detuvo cuando uno de los semáforos se colocó en rojo, por lo que aprovechó para bajarle el volumen a la música infantil y así poder hablarle a las gemelas.

—Hoy tengo que trabajar en la noche.—Jimin dijo con claridad hacia sus hijas.—Así que, JungKook pasará por ustedes cuando salgan.

—Está bien, papi.—dijeron las pequeñas al unísono.

Jimin asintió con levedad.

—¿Recuerdan las reglas?—le preguntó a sus hijas.

—¡SI!—respondieron las dos al unísono.

—¿Cuáles son?—preguntó.

El semáforo se puso en verde, por lo que Jimin puso el vehículo nuevamente en marcha.

—No podemos irnos con nadie que no seas tú o koo, a menos que tú nos lo digas.—ChaeWon.

—Tampoco podemos irnos solas porque un carro podría golpearnos o alguien nos podría robar.—Esta vez fue EunChae la que habló.

Jimin asintió con levedad.

—¿Y?

—No debemos hablar con desconocidos.—ChaeWon continuó.

—Tampoco debemos aceptar dulces o regalos de desconocidos, porque nos podrían robar, ¿Verdad papi?—EunChae habló.

—Cierto. Pero, les hace falta una regla más, ¿La recuerdan?

Las pequeñas ladearon levemente sus cabezas tratando de recodar la última regla, la cual llegó a sus pequeñas cabecitas unos segundos después.

—Si.—ambas respondieron al unísono.

—A ver, ¿Cuál es?

ChaeWon tomó un pequeño suspiro antes de hablar.

—No debemos dejar que ningún adulto nos dé besitos en la boca, papi.—dijo la pequeña con seriedad.

Jimin asintió.

—¿Por qué no deben dejar que los adultos las besen en la boca, EunChae?—Jimin le preguntó a su otra hija.

—Porqué eso es algo que solo los adulto deben hacer y nosotras somos niñas.—la anteriormente mencionada respondió.—Tampoco debemos dejar que nadie nos toque o bese nuestra vagina, papi.

Si bien la palabra vagina sonaba un poco grotesca para una pequeña de cuatro años de edad, pero no era correcto colocarles nombres a esa zona íntima, no cuando era necesario que las pequeñas supieran como se llamaba y sobre todo que no debían ser tocadas por nadie, porque su vagina era un lugar que ningún adulto debí tocar o besar.

—¿Por qué?—Jimin preguntó.

—Porque ahí no se toca, ni se besa, Papi.—ChaeWon respondió con rapidez.

Sin perder el hilo de la conversación que Él y JungKook solían mantener con sus pequeñas cada que salían, Jimin se adentró a la calle donde se encontraba el jardín preescolar.

—Perfecto. Y como última pregunta.—Jimin comenzó a buscar un lugar seguro para estacionar el automóvil.—¿Qué deben hacer si alguien las toca o las besa ahí o si ven que alguien toca a uno de sus compañeros en sus partes íntimas?

—Si alguien nos toca debemos decirte a ti y a Koo. Porque ustedes nos van a creer y ayudar.—EunChae dijo con seguridad.—Y si alguien toca a uno de mis compañeros debo decirle a la maestra o a ti.

Jimin asintió con un fuerte sentimiento de orgullo y tranquilidad en su pecho. El hecho de que sus gemelas estuvieran más que consciente de las cosas que no debían hacer le hacía sentirse aliviado, pero sobre todo el hecho de que comprendieran que nadie debía tocarlas o besadas en su parte íntima, porque como médico que trabajaba en un hospital del sistema público le había permitido ver un sinfín de casos donde tanto niños como niñas llegaban con fuertes signos de abuso sexual. Y como todo padre no quería que sus hijas fueran un caso más. Así que por ellos tanto él como JungKook habían establecido esas reglas para las pequeñas.

Reglas que para algunos no era más que absurdas e innecesarias, pero para muchos no eran más que las necesarias para preservar la seguridad de sus hijos e hijas.

—Bien, llegamos.—Jimin dijo apagando el motor del auto, para segundos después bajar e ir hasta la puerta trasera, para ayudarlas a bajar.

Para suerte de los Park, había llegado cinco minutos antes del cierre, por lo que caminaron sobre la acera hasta llegar al portón del jardín con tranquilidad. Al llegar hasta su destino, saludaron al guardia de seguridad y a las docentes que se encontraban esperando a sus alumnos, pero sobre todo a la maestra de las pequeñas.

—Adiós papi.—las pequeñas dijeron sin mirar a su padre ya que su vista estaba fija sobre sus compañeros.

Jimin frunció levemente su entrecejo. ¿Desde cuando sus hijas se despedían así de él? Siempre le sonreían y le daban un pequeño abrazo antes de la ingresar a la institución.

—¿Y mi abrazo de despedida?—Jimin les preguntó al mismo tiempo en el que se colocaba de cuclillas.

Tanto EunChae y ChaeWon se giraron hacia su padre para darle su abrazo de despedida. Sin embargo, esa mañana agregaron algo más.

Tras darle al mismo tiempo el pequeño abrazo a su progenitor, ambas pequeñas se alejaron levemente de este, para darle un pequeño, tierno e inocente beso en las mejillas de su padre.

—Adiós papi, te quiero.—ambas niñas dijeron al unísono antes de salir corriendo hacia el interior del jardín donde sus compañeros las esperaban.

No obstante, ese pequeño beso y esas últimas palabras removieron algo desconocido en el interior de Park Jimin. Algo que lo hizo sentir cálido y amado durante todo el día y toda su jornada de trabajo.

Pero esa tarde, cuando la hora de salida del jardín llegó y las pequeñas notaron la presencia de JungKook entre los primeros de la multitud de adultos no dudaron en correr hacia él para abrazarlo y darle pequeños besitos en las mejillas de este. Las pequeñas gemelas Park sin duda alguna querían demasiado a su querido profesor Utonio. Lo querían tanto como a su papi.

Y como cada tarde que JungKook recogía a las pequeñas las llevó hasta el pequeño puesto de banderillas, donde la dueña del puesto solía regalarles uno que otro dulce.

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