C A P I T U L O. 10
—No, Wonnie, primero va el rosa y luego el morado.—La pequeña EunChae le dijo a su hermana, quien se encontraban ordenando la pila de cubos de colores.
—¡No, el morado va primero!—Exclamó la pequeña Chaewon.
Por varios segundos las pequeñas permanecieron debatiendo qué color iba primero, bajo la atenta mirada de su padre y de su lindo Koo, quienes se encontraban a solo unos metros de distancia de ellas, en compañía de otras personas más en aquella sala de espera de la pequeña clínica, donde tenían casi más de media hora esperando a que fuese el turno de las pequeñas.
Ajenas a la montaña de sentimientos que tanto su progenitor y JungKook tenían en esos momentos, las gemelas se encontraban totalmente inmersas en sus juegos e intentar convencer a la otra sobre qué color debería ir primero. Y es que, las pequeñas no tenían ni la más mínima idea de dónde se encontraban y tampoco era como si fuese algo relevante. Para su pequeño mundo, ellas solo podían centrarse en que estaban en un lugar que tenía un área de juegos con diversos juguetes y lleno de muchos colores bonitos y dibujos que ellas conocían a la perfección porque eran parte de los programas y películas que solían mirar con regularidad.
Sin embargo, a diferencia de ellas, Park Jimin se encontraba ansioso y un poco asustado de lo que pudiera pasar durante esa consulta. Porque, para ser sincero, Jimin tenía un enorme nudo de emociones incrustado en su garganta y las lágrimas que se obligaba a retener, amenazaban con desbordarse en cualquier momento. Y JungKook se encontraba en igual de condiciones.
Para ambos había sido demasiado difícil comprender cómo un pequeño gesto que fue malinterpretado por las pequeñas les había hecho darse cuenta de cosas que las gemelas habían vivido con su madre. Había sido tan difícil que Jimin había llorado desconsoladamente por la culpabilidad y el terror de saber cuán traumatizadas estaban sus hijas. Darse cuenta de ello los llevó a buscar ayuda.
Sin perder demasiado tiempo, Jimin había buscado a una de las mejores psicólogas infantiles del distrito y tan pronto como había podido programó una cita previa con ella, para poder explicar la situación de lo que había vivido días atrás. Y gracias a todo lo que había explicado en la primera sesión, la psicóloga les había asignado una cita de evaluación a las pequeñas para poder ir de manera paulatina descubriendo y evaluando a profundidad todo lo que las pequeñas pudieran haber vivido con su madre, pero sobre todo, para trabajar de la manera más sana y adecuada para lograr superarlos.
Jimin quien se encontraba totalmente sumergido en el inmenso océano de pensamiento y recuerdos se vio obligado a nadar hasta la parte más consciente de su mente, gracias al llamado de una de sus pequeñas.
—¡Papi! ¡Papi! ¡Papi!—el llamado tan suave y tierno de la pequeña EunChae resonó por casi toda la sala de espera.
—¿Sí?, dime.—Jimin enfocó su vista hacia su hija, quien traía sus coletas un poco despeinadas y en su pequeño rostro se encontraba formada un pequeño mohín.
—Ya no quiero jugar con Woonnie.—expresó la pequeña.
Jimin ladeó levemente su cabeza. Se encontraba un tanto desconcertado y sorprendido por las palabras de su hija. Porque, muy pocas veces las había escuchado decir que no querían jugar juntas.
—¿Por qué no quieres jugar con tu hermana?
La pequeña no respondió de inmediato, sino que, buscó sentarse en el regazo de su padre, quien al comprender lo que su pequeña tenía la sentó sobre sus piernas. Como había sido de esperarse, EunChae no tardó en recargar su pequeña cabecita sobre el pecho de su padre.
—¿Por qué no quieres jugar con tu hermana, Chae?—Jimin volvió a cuestionar.
—Solo no quiero.—fue lo único que la pequeña respondió.
JungKook quien se había mantenido como un espectador de la situación, llevó su mirada hacia la pequeña Chaewon y para sorpresa suya, la pequeña se encontraba totalmente entretenida con su juego en compañía de otra niña. Por lo que se atrevió a suponer que EunChae se encontraba algo celosa de que su hermana jugara con otra niña; sonriendo con levedad llevó su mirada hacia Jimin, quien aún trataba de comprender qué sucedía con su hija, para explicarle un poco de su teoría, pero antes de que siquiera pudiera hablar, la voz de alguien más lo detuvo.
—Park EunChae y Park ChaeWon.—Llamó la secretaria desde el marco de la puerta que conducía al consultorio.
Inevitablemente Jimin y JungKook se pusieron rígidos en su lugar, pero segundos después ya se encontraban tomando el control de la situación. Con cautela llamaron a la pequeña Chaewon quien no tardó mucho en acercarse a ellos; bajando a EunChae de su regazo, Jimin se apresuró a explicarles brevemente la situación, cómo también asegurarles que nada malo iba a sucederles al entrar al consultorio. Y como era de esperarse las pequeñas expresaron su mayor miedo, por lo que Jimin les prometió que no les pondrían ninguna inyección, que al contrario de ello solo hablarían con alguien de cosas que divertidas.
Tomando a sus hijas de las manos, Jimin se encaminó hasta la puerta de color blanco y a solo unos cuantos centímetros de ella se dirigió a sus hijas.
—Si ella les pregunta algo, solo contesten con la verdad, ¿de acuerdo?
Las gemelas asintieron levemente.
—¿No inyecciones?—ChaeWon preguntó.
—Nada de inyecciones. Lo prometo.
Con esa pequeña promesa las pequeñas entraron al pequeño consultorio con cautela. Y en cuanto la puerta del consultorio se cerró tras la espalda de las gemelas, Jimin volvió a revivir aquella tarde.
En su mente nuevamente llegó el recuerdo de todo lo sucedido como si hubiese sido ayer.
Jimin recordaba cómo ese domingo habían tenido que contratar una niñera de emergencia, porque había surgido un pequeño inconveniente que él y JungKook habían tenido que solventar y que para desgracia de ambos ni sus amigos, ni su hermana habían podido ayudar a cuidarlas. Y fue por ello que se vieron en la obligación de buscar con urgencia una niñera y para cuando la encontraron, se encargaron de hacerle una rápida entrevista y asegurarse de que las gemelas quedaban en buenas manos y una vez conformes con la niñera, no tardaron en dejarle las indicaciones pertinentes y asegurar que llegaron antes de las seis de la tarde.
Y así fue, cuando el reloj marcaba casi las cinco y media de la tarde, tanto él como JungKook ya se encontraban caminando por el pasillo del piso donde vivían. Estaban cansados y exhaustos, pero sobre todo Jimin se encontraba alterado por la pequeña discusión que había tenido con un idiota homofóbico un par de calles atrás. La rabia, la molestia, pero sobre todo el dolor de saber que jamás podría demostrar públicamente cuanto amaba a su pareja por culpa de la sociedad tan homofóbica en la que vivía aún hervía en su sangre y brotaba en cada poro de su piel. Y aunque JungKook también había recibido parte de la discusión, él había logrado calmarse tras un par de minutos.
A pesar de que JungKook le había pedido que tratara de calmarse le fue totalmente imposible, por lo que esperaba llegar a su departamento y encontrar a sus hijas entretenidas con alguna película y así tener un poco de tiempo extra para dejar atrás lo sucedido, pero las cosas no estuvieron a su favor esa tarde. Al adentrarse al departamento se encontró con un jarrón quebrado y el bullicio de las pequeñas quienes jugaban como si ambas fueran pequeños tornados que se movían de un lado a otro.
Todo era un caos, pero tanto él como JungKook habían tratado de mantener la calma. Trataron de informarse sobre lo que había sucedido con el jarrón y por qué las pequeñas tenían una actitud hiperactiva; JungKook se había dedicado a tratar de calmar a las pequeñas, mientras que él a hablar y pagarle a la niñera. Frustrado y aún con el mal humor, Jimin regresó a la sala de estar donde soltó un pequeño grito de frustración; dirigiendo su atención a las gemelas, Jimin no tardó en reprenderlas por haber desobedecido una de las reglas que tenían para jugar dentro del departamento.
Y a pesar de su regaño, Jimin no se encontraba molesto con ellas, ni mucho menos su voz denotaba el sentimiento.
—Ya fue suficiente regaño, Jimin.—JungKook había dicho luego de un par de minutos.
—No. Ellas tienen que comprender que las reglas están por algo.—dijo con seriedad.—Son niñas muy inteligentes, JungKook. Y lo sabes.
Las pequeñas sólo permanecían en silencio en su lugar como si estuvieran esperando algo que ni JungKook, ni Jimin había sido capaz de descifrar.
Jimin por su parte se había comenzado a despojar de su saco y corbata, para ir buscando un poco de comodidad.
—Sé que son inteligentes, pero...
—¡Pero nada!—había exclamado con dureza.—No abogues por ellas en esto. No intentes tomar el papel de abogado con ellas. No esta vez.—dicho eso, Jimin se desabrochó el cinturón que había comenzado a sofocarlo, y seguidamente se lo había quitado con rapidez.
Esa simple acción sin ninguna segunda intención más allá de deshacerse del cinturón, fue un detonante que ni JungKook, ni Jimin vieron venir.
Desde su lugar Jimin fue capaz de ver la expresión de miedo que se formó en el rostro de sus hijas y cómo sus pequeños cuerpos habían comenzado a temblar.
—J-jungKook...—fue lo único que Jimin logró pronunciar con voz cortada por el shock del momento.
JungKook tardó un par de segundos en comprender lo que estaba sucediendo y para cuando lo hizo no tardó en correr hacia las pequeñas para tomarlas en brazos. Y tan pronto como habían percibido el calor y el sentimiento de seguridad que JungKook les estaba brindando las pequeñas soltaron en llanto pidiendo perdón y no ser castigadas.
Esa tarde Jimin había comprendido dos cosas: la primera y más importante, que sus hijas habían vivido una vida llena de maltrato en sus cortos años de vida, y que necesitaban ayuda psicológica con urgencia; y la segunda, que debía contratar un detective privado para investigar a profundidad qué tipo de madre había sido Kyuri con sus hijas, y averiguar qué estilo de vida tenía Kyuri el tiempo que estuvo a cargo de las pequeñas.
Con ese recuerdo tan presente en su mente, Jimin se dijo a sí mismo que este era solo el inicio para comenzar a ser un buen padre. Y no importaba que tan largo fuera el proceso, él aprendería a cuidar y amar a sus hijas de la forma correcta, y sabía que JungKook también lo harían. Porque, aunque muchos no lo notaran, JungKook también había tomado un rol de segundo padre de las pequeñas.
Y eso los hacía una pequeña familia.
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