V E I N T E
—Hoy será la prueba del vestido – Suk desvió su vista del monitor de su computadora para después pisarla en Mina – Hoseok te llevará y de inmediato regresarás a casa.
Ella asintió sin decir nada. Había llegado al punto de solamente disfrutar los últimos días que le quedaban a lado de Taehyung y resignarse a su realidad, aunque no quisiera. Ahora que sabía de lo que era capaz su padre no tenía la menor duda de que hiciera más daño a los demás sólo por no obedecerlo.
—¿No piensas decir nada?
—¿Estoy en condiciones de hacerlo, papá? – enarcó una de sus cejas – tú dime.
—Quiero que tengas una buena vida, hija – se levantó de su asiento hasta llegar a ella y tomando sus mejillas la miró fijamente a los ojos – eres mi pequeña.
Iba a besar su frente pero ella hizo su cabeza hacia atrás, quitando las manos de Suk de su rostro.
—Si quieres que tenga una buena vida, déjame ser libre – se levantó de su asiento y caminó a la puerta del despacho, se detuvo justamente en la puerta y antes de abrirla volteó a ver a su padre con desprecio – lejos de ti.
Azotó la puerta del despacho y cubriendo su boca con sus manos, corrió hasta el baño de su habitación para devolver todo lo que había consumido esa mañana. La presión, así como también guardar silencio ante todo la estaba matando, contener su rabia le estaba costando estragos en su salud física. El reflujo durante las noches irritaba su garganta, dejaba sensible a su estómago y la colitis nerviosa que había desarrollado en menos de un mes le impedían consumir sus alimentos con normalidad.
Bajó la palanca y la tapa del escusado para después sentarse sobre él, su teléfono vibró sacándolo de su bolsillo trasero de su pantalón. Deslizó el botón verde de la llamada entrante que marcaba la pantalla, colocando el aparato en su oído.
—Estoy aquí afuera, Mina – Hoseok suspiró – te espero fuera de la mansión.
Colgó la llamada y sin muchas ganas, salió del baño para después tomar su bolso e ir en dirección a la salida de su casa. Pudo divisar al castaño sonriéndole amablemente dentro del vehículo, así que correspondió con lo mismo al subir y cerrar la puerta.
El auto comenzó a avanzar, tomando un curso diferente al que debía seguir para ir a la tienda de vestidos, Mina frunció su ceño y fijó sus ojos en el chico.
—¿A dónde vamos?
—¿Jimin te ha caído bien? – la miró por el retrovisor – supe que se han hecho buenos amigos.
—Lo somos, pero...– ella guardó silencio un momento – ¿Qué estás haciendo?
—¿Yo?
—Nos desviamos desde hace muchas cuadras atrás de la tienda, ¿A dónde me llevas?
—Aguarda un momento, Mina.
—Por favor, dime algo, Hoseok.
Él suspiró sonriendo mientras negaba con la cabeza, así que siguió avanzando sin decir una sola palabra. Mina ya no quiso seguir discutiendo, tenía que confiar en él, después de todo, no le había dado razones para desconfiar. Pronto pudo divisar la carretera de las afueras de Seúl, recorrió un poco más de camino y se detuvo lentamente, se asustó cuando la puerta del lado izquierdo del auto se abrió y un hombre abordo el auto, sin embargo, aquel aroma varonil que conocía de sobra llegó a sus fosas nasales, se quitó aquellos lentes oscuros, la gorra y el cubrebocas negro que portaba, dejando a la vista su rostro y cabello.
—Taehyung...– ella lo abrazó de inmediato, recostando su cabeza en el pecho del mayor – ¿Qué haces aquí?
—Vamos a huir – sonrió – juntos.
Dirigió su vista hacia Hoseok quien los veía con una sonrisa de extremo a extremo.
—Por tu padre y Jingoo no te preocupes, haré que todo se vea como un asalto y que te perdiste en la ciudad.
—Jimin se encargará de reportar el vehículo como robado y nos iremos en un auto que alquilé.
—¿Y Hobi?
—Llamará para que vengan por él porque está lastimado – Taehyung lo miró apenado – tendré que golpearte, Hoseok, lo siento.
—Descuida, ya estoy acostumbrado.
El celular de Mina comenzó a sonar, lo sacó de su bolso y pudo visualizar el nombre de Jingoo en la pantalla. El pelinegro a su lado tomó el teléfono y lo apagó, guardándolo nuevamente en su bolso.
—Despreocúpate de él, por favor – tomó su mentón con suavidad – seremos personas nuevas, con vidas nuevas. Sin que nadie pueda separarnos, ¿De acuerdo?
Le entregó una credencial junto a una tarjeta de crédito, Mina las tomó y las observó con atención.
—Park Hyemin...– sonrió – lindo nombre, Tae.
—Ya no seré Taehyung – sonrió mostrándole su nueva credencial – Son Yeon.
—Oh...– ambos rieron – suena muy extraño.
—Lo sé.
—Chicos – Hoseok interrumpió su plática – su padre me está llamando.
Taehyung asintió suspirando por algunos segundos.
—De acuerdo, que comience la función.
—¡Jodida mierda, Jung! – el hombre caminaba de un lado a otro dentro de la habitación – ¿Cómo permitiste que esto sucediera?
—Eran demasiados y...– fingió jadear mientras se tocaba el estómago – no pude.
—¿El auto? ¿Dónde está?
—Lo robaron, señor – miró a Suk con detenimiento – Mina logró escapar, pero no se a dónde.
—Escúchame bien, Hoseok – Jingoo le señaló acompañada de una mirada amenazante – si algo llega a pasarle a mi prometida, juro que te voy a matar de la manera más cruel y despiadada que pueda existir, ¿Entendiste?
Hoseok asintió mostrando un temor que no tenía, al contrario, escondió una sonrisa burlona que expresaba lo superior que se sentía a aquel par de corruptos sin una neurona funcional, ni siquiera podían oler sus planes ni les pasaba por la mente que el inofensivo e inocente Taehyung estuviera detrás de toda aquella maniobra perfecta.
Todo estaba transcurriendo como debía de hacerlo, Jimin manteniendo lejos a su hermana del peligro, él desmantelando los nexos oscuros que mantenían los casinos Kim desde hace años con asesinatos, desapariciones y estafas. Por último, quedaban Taehyung y Mina, dos enamorados que por fin parecía que iban a disfrutar de su amor sin que nadie los juzgara.
O eso es lo que todos ellos pensaban.
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