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S I E T E

La luz del sol se colaba por las cortinas de seda que cubrían las ventanas de la habitación, el aroma sumamente dulce a vainilla le añadía un toque distinto a las cuatro paredes color caoba, haciéndole saber a cualquiera que una mujer se hallaba allí dentro. MiNa abrió sus ojos sintiendo un gran dolor de cabeza, por lo que llevó una de sus manos a su cabeza cerrando nuevamente sus ojos. Suspiró y giró su rostro cuando unos ligeros toques a su puerta captaron su atención, un ronco adelante salió de sus labios dando apertura a una de las trabajadoras del hogar que llevaba años sirviendo en su familia.

—Buenos días, señorita – sonrió dejando una bandeja de madera sobre sus piernas – ¿Cómo se siente?

Se sentó con lentitud encogiendo sus pies para no tirar la comida.

—Tengo un poco de dolor de cabeza, pero nada de que preocuparse – MiNa vió a un lado de su desayuno una pastilla – ¿Ya sabías?

—El joven Taehyung pidió que se lo pusiéramos junto a su desayuno, ¿Desea que se la retire?

—No, sólo preguntaba – tomó un trozo de kiwi para después introducirlo a su boca – ¿Y mi hermano?

—Está en el despacho de su padre desde hace un rato, ¿Quiere que le avise que ya despertó?

—No, yo misma iré a verlos.

Dejó el tenedor a un lado de su plato y cargó momentáneamente la charola dejándola en el suelo, se colocó sus pantuflas y salió de su habitación caminando a pasos agigantados hacia el despacho de su padre, antes de entrar escuchó como su padre discutía con alguien más, no pudo distinguir la voz así que se acercó, pegando su oreja a la puerta.

—Oh...HakSan, te prometo que pronto te llegará tu recompensa – rió – claro, ¿Nos vemos más tarde en el club de golf?

Escuchó como el teléfono fue azotado sobre la mesa, haciendo que se sobresaltara.

—Papá, yo...– nuevamente escuchó como algo impactó sobre el escritorio.

—¿Sabes cuántos millones de wones me costó tu descuido?

—Mi prioridad era ella, papá – Taehyung bajó su mirada – esos desgraciados la drogaron para poder abusarla, no tenía cabeza para recoger el arma.

—¿Y los hombres que te llevaste? ¿No estaban ahí?

—Estaban recuperando las bolsas – tragó saliva – yo sólo me enfoqué en ella.

—¡Nuestra reputación estuvo en grave peligro, Taehyung! – Suk se acercó intimidante a su hijo alzando su rostro con agresividad – ¿Te imaginas que hubiese sucedido si estos rumores llegaran a la prensa?

—Probablemente nada – posó sus ojos en los de su padre – un fajo de billetes lo solucionaría todo.

—¡¿Eres tarado o te haces, Taehyung?! – gritó en el rostro frente a él – ¡Todos nuestros secretos quedarían al descubierto!

—¡¿Entonces te interesa un comino la integridad de MiNa?! – el chico se levantó de la silla – a mi no me interesa perderlo todo si tengo que protegerla.

La mano de Suk aterrizó en la mejilla de Taehyung, haciendo que girara su cabeza y que el anillo en las manos del adulto le lastimara.

—Tú no sabes nada de este mundo – rió – en tu mente sólo está presente MiNa, no observas más allá de tus estúpidos valores.

—Es preferible que ignorarlos y convertirme en un ser humano podrido, justo como tú.

MiNa despegó su oreja de la puerta alejándose de ahí, las palabras que habían intercambiado parecían de dos enemigos que se odiaban a muerte, intentó buscar más allá de su entendimiento una razón sólida y válida para que ellos se trataran de esa manera, pero simplemente no la encontraba. La noche anterior fue Hyuk, hoy era Taehyung, se cuestionó a sí misma quién sería la próxima persona que le diera motivos para indagar más a fondo el pasado de su padre.

Divisó en su campo visual como Taehyung se dirigía hacia el patio trasero de la mansión, por lo que se apresuró a seguirlo y trotar para lograr alcanzarlo, en el camino tomó un pañuelo que encontró sobre la mesa del comedor para limpiar las pequeñas gotas de sangre que se deslizaban por su mejilla izquierda, las cuales había visto sólo de reojo.

Notó como se encontraba sentado en el suelo sin moverse, su espalda estaba encorvada y tenía ambas manos sobre su nuca, escondiendo su rostro. Alentó sus pasos intentando ser cautelosa, avanzó poco a poco hasta llegar a su lado, se sentó junto a él haciendo que posara su mirada en ella. Inmediatamente intentó ocultar con su mano la pequeña herida sangrante de su mejilla, sin embargo, ella tomó su extremidad, bajándola con lentitud.

—Déjame limpiarte, ¿Si?

Se concentró en limpiar los alrededores de la herida sin lastimarlo, de pronto se sintió intimidada por aquellos orbes negros profundos que le veían con atención, observó como su manzana de Adán subía y bajaba.

—¿Estás bien? – los ojos de MiNa se conectaron con los de su hermano – ¿No te hicieron daño?

—Heroína – mencionó – eso vaciaron en mi bebida, esos hijos de puta sabían que eso era de efecto rápido. Afortunadamente pude mantenerme cuerda hasta que llegaste.

—Eso fue muy estúpido de tu parte, ¿Sabes?

—Había visto la mercancía de papá ser llevada a esos cuartos – suspiró – así que acercarme al jefe de esa manera era nuestra única oportunidad para recuperarla.

—No puedes ir por la vida cometiendo locuras que te pongan en peligro – frunció su ceño – y no siempre estaré ahí para ayudarte.

—Tampoco puedes estar siempre para mí, Taehyung – respondió MiNa – papá es ambicioso y si sigues haciendo cosas por mí, no tendrá miramientos contigo para hacerte daño.

—MiNa...– tomó su mano deteniendo sus movimientos – no te involucres más en esto, por favor. No quiero que salgas más lastimada de aquí, no soportaría verte así.

—Taehyung, ya no soy una niña – sonrió – soy una mujer, puedo cuidarme sola.

Se soltó con suavidad del agarre de su hermano y se levantó del suelo regresando al interior de la casa, Taehyung bajó su vista hacia el pañuelo entre sus manos y parpadeó algunas veces, intentando reprimir sus sentimientos, tal y como lo hacía desde que tenía memoria.

—No quiero perderte...– susurró – no quiero perderte como perdí a mi madre.

Sus temores cada vez se hacían más grandes y se aproximaban más a su vida, comenzaba a creer que su sueño de irse lejos de ahí, formar una vida llena de amor y felicidad junto a MiNa y ser un hombre de bien jamás llegaría hasta que su padre muriera.

O al menos estuviera en manos de la policía, detrás de una reja, lejos de ellos.

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