23. TAEHYUNG
Conduje hasta el hotel Lotte de Seúl, en donde luego el ascensor nos disparó al piso treinta para llegar a Noir; un exclusivo restaurante en el que fuimos recibidos por su anfitrión cuando la puerta se abrió.
—Buenas noches —saludó, ubicándose frente a nosotros —. ¿Cuentan con alguna reservación?
—Si, tengo una mesa para dos a nombre de Kim Taehyung —respondí, colocando la mano en la espalda baja de Ninah. No en un acto de pertenencia, más bien de necesidad genuina por mantenerla cerca de mí sin verme en la obligación de ocultarlo, al menos por esta noche.
El anfitrión corroboró mis datos después de escucharme, echando un vistazo rápido a la pantalla de su tablet y finalmente indicó:
—Síganme por aquí, por favor.
Caminamos entonces bajo las luces suavemente atenuadas conforme éramos guiados a una zona privada, en donde la melodía del jazz sonaba exquisita y nuestra mesa se ubicaba justo a lado de unos paneles de vidrio con vista a Namsan.
—Es precioso ¿No crees? —dijo Ninah cuando nos quedamos solos, dejándose caer en el asiento de una manera que me resultó encantadora de ver. Sobre todo porque traía un vestido corto, lo suficientemente ceñido arriba y suelto en la falda que no me permitía concentrarme en otra cosa.
Así que no fue hasta un momento después, sentado frente a ella, que noté que seguía sonriendo hacia mí esperando por una respuesta.
—Disculpa, ¿Qué? —. Mi voz sonó ligeramente inestable, pero a ella pareció no importarle porque sólo apuntó al panel de cristal, invitándome a echar un vistazo.
—Allá afuera —señaló en un tono suave —Se ve precioso.
Una amplia extensión de montaña fue lo que llamó su atención, una en dónde la N Tower se alzaba en medio de la noche e iluminaba parte de Seúl como si se tratara de un poderoso guardián.
Tenía razón, era mágico contemplarlo y me quedé mirándolo junto a ella en silencio, hasta que el camarero se acercó.
—Con permiso, traigo la carta —habló, inclinándose cuidadosamente para colocar cada menú frente a nosotros.
Tomé el mío, desplazándome entre las opciones de una carpeta de cuero oscuro con el logo dorado del restaurante justo en medio.
—Para mí, un bistec a la plancha con glaseado de moras —escogí finalmente y levanté la mirada para averiguar si Ninah tenía claro lo que iba a comer también.
—Ordenaré salmón en salsa de vino blanco —agregó con seguridad después de mí y sonreí hacia ella en señal de aprobación.
—Perfecto —dijo el camarero, anotando nuestra orden —¿Querrán algo para tomar?
—¿Tiene alguna opción de la casa que podría recomendarme? —pregunté interesado.
—Château Mani, Señor. Cosecha del 2009. Tiene un hermoso aroma de fresa con grosella negra.
—Entonces lo ordenaré también.
Y, durante la siguiente hora me permití saborear cada bocado de la exquisita cena, mientras escuchaba como Ninah hablaba de todas aquellas cosas que la entusiasmaban. Descubrí además lo expresiva que podía llegar a ser, porque movía sus manos acompañando sus relatos, entre risas dulces que me mantuvieron fascinado, pero para cuando terminamos en el restaurante todavía me sentía necesitado de su compañía, así que propuse un paseo por el parque de Namsan.
—Fue culpa del cansancio, no había enroscado completamente la tapa del biberón de Yeonjun, entonces la leche acabó derramándose sobre mis hojas —confesé, caminando mientras Ninah entrelazaba sus dedos junto a los míos.
—Eso debió ser horrible —. Escuché la preocupación en su voz, haciéndome sonreír.
—¿Honestamente? Si. Tenía tantas ganas de llorar —dije, recordando vívidamente —. Había invertido toda mi tarde en esa tarea, pero luego tuve que quedarme despierto hasta la madrugada para compensarlo, a pesar de que debía ir a trabajar temprano al otro día.
—Fue difícil para tí ¿Cierto? —preguntó.
—Fueron días complicados, eso no lo voy a negar. Pero puedo decir que si miro en retrospectiva en este momento, se que ha valido la pena cada desvelo, cada lágrima, cada esfuerzo hecho por mi hijo, por mí.
Hubo un momento de silencio entre nosotros, uno en el que ella aprovechó para colocarse frente a mí, caminando de espaldas sin soltarme la mano.
—Creo que eres un hombre maravilloso —dijo como un cumplido, con esos ojos iluminados robándome una risa fácil que rápido me obligué a ocultar mirando hacia mis pies.
—Hablo en serio, te admiro porque no cualquiera consigue lo que tu has podido. Tenías tantas cosas en contra e hiciste un gran trabajo, ahora entiendo por qué Yeonjun es un gran chico.
Quise besarla después de oír eso, apartarla de la gente a nuestro alrededor para tomarla entre mis brazos y hacerle saber que me sentía tan entusiasmado por ella que no había forma en que pudiera dejarla ir ahora que la tenía, pero entonces algo en su rostro cambió, deteniendo cualquier impulso.
—Mi papá era maravilloso también —dijo finalmente, en un tono más apagado mientras caminaba de nuevo a lado mío —. Fue él quien me llevó a mis primeras clases de arte. A diferencia de mi madre, no lo recuerdo cuestionando mis decisiones sino todo lo contrario, creía en mí y se aseguraba de hacérmelo saber —Hizo una pausa, casi quebrándose en la última palabra —. Estaba tan acostumbrada a tenerlo allí, hasta que un día se fue.
No quise ser indiscreto, tampoco presionarla para que siguiera hablando, así que en su lugar esperé pacientemente antes de aventurarme a preguntar.
—¿Qué sucedió con él?
—Enfermó —admitió —. Le diagnosticaron cáncer colorrectal y por supuesto, siguió un tratamiento, incluso se sometió a una cirugía pero fue cuando todo empeoró.
—¿Por qué?
—Se suponía que debían remover la parte dañada, pero no lo hicieron por completo... Fue solo cuestión de tiempo para que el cáncer se extendiera a todas partes después. Recuerdo esos días horribles cada tanto, porque lo vi deteriorarse en tres meses antes de que el cáncer se lo llevara para siempre.
Su historia aplastó mi corazón, reconociendo esa sensación de inmediato.
—¿Qué edad tenías cuando sucedió?
—Estaba a punto de cumplir trece.
Me la imaginé entonces luchando contra las dificultades de su propia adolescencia mientras veía a su padre apagarse cada día un poco más, tal y como alguna vez me tocó ver a alguien que amé así también.
—Siento mucho que tuvieras que pasar por eso tan temprano. Imagino lo duro que debió ser para tí.
Encogió sus hombros.
—Está bien, he tomado todos sus recuerdos en estos últimos meses para convertirlos en mi mayor motivación —habló, queriendo sonar firme, pero no había duda de que quería llorar porque sus ojos brillaban tristes, así que la tomé de la mano para arrojarla contra mí, sosteniendola tan fuerte como pude. Ella se aferró de la misma manera a mi cintura y permanecimos allí durante un minuto, quizás dos o tres antes de que volver a hablar.
—Puedo asegurar que si tu padre estuviera contigo aún, seguiría sintiéndose orgulloso de tí—dije, intentando reconfortarla mientras levantaba la mirada hacia mí y quise confesarle además otras cosas, expresarle lo increíble que era ella con esa firme convicción que la caracterizaba, pero de repente solo la sentí vulnerable entre mis brazos, así que en lugar de eso, tomé un mechón de su pelo para colocarselo detrás de la oreja antes de continuar —. Pero ahora también me tienes aquí, y estoy dispuesto a protegerte, respaldarte o sostenerte siempre que lo necesites...
℘
Era medianoche cuando salimos del parque. Me encontraba ajustando el cinturón de seguridad, en el asiento del auto antes de regresar a casa pero entonces Ninah llamó mi atención.
—Quiero que sepas que me ha encantado nuestra primera cita —confesó, curvando sus labios en una sonrisa que hizo palpitar mi corazón, pero de repente tan rápido como llegó, se esfumó —. ¿Sabes? Hablar sobre mi papá no es algo que haga con frecuencia. A mis trece no tuve a alguien que me consolara cuando todo pasó. De alguna manera mi madre estuvo habitando su propio duelo, completamente ajena al resto, así que tuve que aprender a guardar lo que sentía sólo para mí.
Tragué duro, comprendiendo mejor ahora por qué hace un momento intentaba ser fuerte mientras hablaba de su padre, así que busqué rápidamente unas palabras para ella pero antes de que pudiera decir algo, continuó.
—Que me permitieras hablar de él hoy, me hizo entender que no hay nada de malo en ello, merece vivir en mi corazón, pero también en mi voz ¿Cierto?
Asentí mientras me miraba a los ojos durante un momento que no interrumpí.
Dios. Ella era hermosa, pero ahora que me hablaba así, lucía tan radiante que podía percibirlo incluso en su silueta recortada entre la oscuridad del auto y las luces de la luminaria que se filtraban en el parabrisas.
De repente se inclinó, acercándose lo suficiente hasta que sentí la presión de sus labios contra mi mejilla y me quedé quieto. Con los ojos cerrados, demasiado atrapado en la forma en que se separó apenas para susurrar justo a lado de mis labios.
—Gracias por eso.
Quise decirle que no tenía que agradecer,
que lamentaba tanto que la persona que se suponía debía cuidarla no pudo estar ahí, entre otro montón de cosas más, pero los pensamientos salieron volando cuando su aliento tibio chocó contra la comisura de mis labios, atrayéndome hacia sí con un magnetismo al que no me pude resistir.
Y entonces la besé.
Fue una exploración lenta, con la delicadeza que se requería para hacerle saber cuánto la adoraba. Sus labios rozaron los míos, húmedos mientras inclinaba la cabeza a un lado buscando profundidad a medida que el juego de mi lengua contra la suya emitía chasquidos a nuestro alrededor, pero luego ella llevó sus dedos hasta mi nuca, en donde los enredó entre los mechones de mi pelo y mi cuerpo entero reaccionó.
Busqué la forma de tomarla de la cintura. Necesitaba tanto hacerlo, aún con la guantera interponiéndose en medio de nosotros mientras la besaba pero no estaba funcionando. Era molesto, demasiado incómodo, así que me aparté a regañadientes para sugerir.
—Podemos ir atrás.
Ella asintió, mordiéndose el labio inferior con dos de sus dientes delanteros de una forma que me hizo querer tomarla de nuevo allí mismo, pero descarté cualquier pensamiento y me obligué a salir del auto para meterme en el asiento de atrás.
—Ven aquí —dije, palmeando mi regazo mientras separaba las piernas con la intención de que Ninah acomodara las suyas en el espacio que había dejado en medio, pero en lugar de eso decidió sentarse a horcajadas encima de mí.
Dios mío. Quería controlarme, de verdad quería hacerlo pero cuando mi cabeza cayó contra el respaldo del asiento y me encontré con sus ojos oscuros fijos encima de mí, tomé consciencia de sus manos acariciando mis hombros, de la visión de su cuerpo dispuesto bajo ese vestido, además de sus piernas desnudas a cada lado de mi cintura, y terminé de ponerme jodidamente duro.
A pesar de eso reuní la fuerza necesaria dentro de mí y me resistí.
—Solo vamos a besarnos —, le advertí en un tono que salió más profundo de lo que esperé mientras ella se inclinaba para callarme besándome otra vez.
Devoré su boca, sus labios llenos. Esta mujer me hacía sentir como un adicto, tenía todo de ella pero quería más, necesitaba más y joder, era tan dificil mantener el control.
Mis manos subieron hasta sus muslos, apretándola mientras tomaba una respiración entre sus besos y tuve que acomodarme bajo su cuerpo en el momento en que los pantalones comenzaron a apretarme demasiado, pero de alguna manera el movimiento que hice con la pelvis se sintió como un empujón en su punto exacto, porque la hizo gemir de una forma tan erótica que me enloqueció.
—Lo siento, no pude evitarlo —murmuró, e intenté ocultar una sonrisa cuando sus mejillas se ruborizaron, obligándola a enterrar su cara en mi cuello, como si mi advertencia anterior la hiciera sentir avergonzada de estar necesitada.
Ella quiso apartarse –sin tener idea de que en realidad adoré su reacción– así que levantó una de sus piernas y por supuesto que no se lo permití.
La acorralé entre mi brazo izquierdo envolviendo por completo su cintura e inevitablemente mi mano se sumergió aún más por debajo de su falda hasta alcanzar su trasero.
—Mi amor, no tienes que pedir disculpas por eso —murmuré en su oído, aún en ese tono profundo, mientras la acariciaba.
Ella se estremeció.
—Pero tú dijiste... —su voz salió ahogada. Estaba luchando también contra su propio deseo, mientras apoyaba la palma de su mano en mi pecho para incorporarse de nuevo.
—Olvida lo que dije —respondí, demasiado cerca de la piel de su cuello al quedarme a esa altura, llevando mis dedos hasta sus bragas completamente mojadas para presionar por encima de la tela de encaje —. Dime, ¿Te sientes necesitada aquí?
—Si —respondió en un suspiro tembloroso.
—Entonces tendré que hacerme cargo, porque no puedo dejarte ir así.
Aparté sus bragas después, las hice a un lado para deslizar mis dedos entre sus pliegues húmedos, mientras ella respiraba agitada contra mí con los labios entreabiertos. Comencé arriba tazando círculos al encontrarme con el caliente botón de su clítoris y luego llegué hasta abajo para tantear su hendidura mientras me imaginaba como se sentiría tener esa deliciosa sensación contra mi erección.
—Mírate, estás hecha un lío —le dije, con la imaginación todavía nublandome tanto la mente que podía sentirme a mí mismo palpitando debajo de ella.
Mierda. Si tan solo supiera lo mucho que estaba aguantando yo como para no tumbarla ahora mismo en el asiento y hundirme en lo más profundo de ella.
Pero no iba a hacerle eso, no quería que me recordara como quien solo la tomó en la parte trasera de su auto la primera vez, porque cuando sucediera me aseguraría de hacerlo jodidamente bien.
Así que en lugar de mi erección, fue mi dedo medio el que se hundió.
—Dios —, murmuró entredientes, cerrando sus puños en mi camisa, sobre mis hombros para aferrarse a ellos.
Su espalda baja se curvó de inmediato, ofreciéndose a mi mano que la tocaba por detrás y deslicé mi dedo de adentro hacia afuera, demasiado lento primero. Luego regresé a su clítoris en donde lo apreté ligeramente con ayuda de mi dedo índice, hasta ubicarme finalmente en su entrada empapada para introducir los dos.
Otro suspiro tembloroso se le escapó.
Comenzó entonces a mover sus caderas, pidiéndome más, como una chica codiciosa y sentí como una oleada de calor emanó de su interior mientras empujaba aún más rápido mis dedos en ella.
Gimió más fuerte, respiró más agitada, estaba desarmandose en mis brazos mientras la follaba y sus sonidos fueron melodía dulce para mis oídos, un impulso para continuar dándole lo que quería hasta que empezó a apretarse alrededor de mí.
—Se siente tan bien. No se cuanto más pueda aguantar —dijo, como si yo le hubiese ordenado que soportara estar así.
Volví a sonreír.
—Entonces quiero que seas una buena chica y te corras para mí.
Aumenté el ritmo de mis dedos para que lo hiciera. El aire estaba tan cargado, de sus gemidos, del sonido sucio de mi mano chapoteando contra ella, del olor que desprendía su excitación que me concentré enteramente en trabajarla hasta que de repente tembló.
—Mmh, justo ahí... —dijo, soltando un gemido tan intenso mientras jadeaba que fue la anticipación de la ráfaga caliente que se derramó de su interior después, delatando lo duro que finalmente se había corrido.
Ella se desplomó contra mí, intentando recuperar el aliento, así que le di un momento mientras la ayudaba a sentarse en mi regazo como quise en un principio. Con sus piernas juntas, estiradas, descansando en el resto del asiento mientras se recostaba en mi pecho y su cara permanecía enterrada en mi cuello.
—Tú... sigues duro —susurró, rompiendo el silencio —¿Quieres que te ayude?
Me negué.
—No es necesario —dije, llevando las manos por debajo de su falda, hasta sus muslos desnudos, en donde alcancé el encaje de sus bragas —. Pero esto —señalé y deslizándolo por sus piernas, se lo quité —me lo quedaré para después.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro