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22. NINAH

      —Goguryeo consiguió repeler tres invasiones por parte de China durante la dinastía Sui en el siglo VII... —explicaba el profesor Seokjin durante su clase de historia y me encontraba resaltando las partes más importantes de la información en el libro cuando mi teléfono móvil vibró dentro del bolsillo de mi falda.

      Rápidamente eché un vistazo al profesor, asegurándome de que no estuviera mirando otra cosa que no fuera la pizarra y luego revisé por debajo de mi mesa la notificación en la pantalla.

      Era Taehyung.



      Sonreí después de ver su mensaje, porque aunque teníamos una cita pendiente para el sábado, me gustaba la idea de pasar un rato con él antes de ese día.

      El problema era que ahora debía buscar una excusa para que Jungkook pudiera regresar solo a casa por hoy, así que pensé rápido en algo, sintiendome un poco mal por él honestamente y acerqué a llamarlo.

      —Hey, Kook. —dije en un murmuro ganándome su atención —. ¿Te molestaría si no te acompaño a casa solo por hoy?

      —¿Por qué? ¿Ocurre algo?

      Negué cuando me miró confundido.

      —No, no es eso. Tengo que ir a casa de Sungie. Iremos de compras.

      —¿Un miércoles? —cuestionó, no muy convencido de mi respuesta y comencé a preguntarme si había alguna expresión en mi rostro que estuviera desenmascarando mi mentira o si solo era él siendo más curioso que de costumbre. Aún así seguí con mi plan.

      —El sábado saldré con mi madre, no tengo qué ponerme —dije y el último recurso terminó de convencerlo porque asintió más relajado.

      —Seguro, no hay problema.

      Y justo en ese momento el timbre sonó en los pasillos indicando la hora de salida, así que comencé a guardar mis cosas con demasiada lentitud en comparación a los demás, hasta que Jungkook me habló.

      —Adiós Nini. Cómprate algo bonito para el sábado —se despidió, llevándose la mochila a la espalda.

       Esbocé una sonrisa, ocultando el horrible sentimiento de culpa que ahora me golpeaba por mentirle, pero antes de verlo cruzar la puerta del salón, respondí: —Lo haré, nos vemos mañana.



    
 

      Tuve que esperar alrededor de veinte minutos en la cafetería hasta quedarme casi completamente sola, tiempo que consideré bastante prudente para levantarme de allí e ir hasta el despacho de Taehyung.

      Por el camino, escribía un mensaje a mi amiga Sungie para que me cubriera en caso de que a Jungkook se le ocurriera hacerle algún comentario al respecto, así que no me di cuenta de que alguien se encontraba en el pasillo principal hasta que habló.
     
     —Señorita Seo, ¿Qué hace aquí? ¿No debería estar de camino a casa? —reclamó, sobresaltándome.

      Era la señorita Lee, cruzada de brazos. Se veía tan alta frente a mí, con sus característicos tacones negros. Esbelta dentro de su falda tubo, en conjunto a su camisa de color beige y cuando inclinó la cabeza hacia un lado esperando un respuesta, hizo que su coleta larga se desplazara con ella.

      Me sentí intimidada de repente.

      —Debería, si —mi voz sonó asquerosamente inestable y me odié por ello, así que hice una pausa para aclararme la garganta —. Pero... antes debo entregarle algo al Director Kim.

      —Ah. Pues no sé que sea pero puedes entregármelo, yo se lo doy —ordenó y extendió su mano hacia mí.

      Me negué de inmediato.

      —Se lo agradezco, profesora Lee, pero no es necesario, puedo hacerlo yo misma. Con permiso —dije haciendo una reverencia, para alejarme antes de que mi nerviosismo delatara cualquier otra cosa y me abrí paso caminando tan rápido como pude hasta encontrarme finalmente frente a la puerta del despacho.

      Golpeé una par de veces.

      —Adelante —habló Taehyung desde el otro lado y entré, cerrando la puerta con mi propio peso porque no me acerqué a él de inmediato, sino que me quedé allí, recostada contra la madera, mientras lo admiraba un poco.

      Sonrió cuando me vio. Juntó sus cosas, tomó su saco, además de su maletín para sostenerlo en una mano y luego se acercó a mí para tomarme de la cintura con el brazo libre y darme un beso.

      —¿Nos vamos? —murmuró demasiado cerca de mis labios, pero la expresión de preocupación que hice después de su pregunta provocó que se separara y me mirara confundido.

      —Creo que no deberíamos salir aún. Me encontré con la señorita Lee en el pasillo.

      Él soltó un suspiro, frustrado; separándose de mí para se dirigirse hacia la ventana a echar un vistazo.

      —No creo que tarde demasiado, supongo que ya se iba —agregué y asintió.

      —Si, está subiendo a su auto justo ahora —respondió, así que cuando nos aseguramos de que nadie más podría vernos en el edificio, salimos de allí también.

      Durante el camino a casa hablamos de un montón de cosas. Intereses en común que habíamos encontrado durante nuestras conversaciones en ghost. Descubrí además que me encantaba escucharlo contándome lo que hacía en sus ratos libres o verlo reír por algo que se me ocurría mientras él conducía.

       De pronto pude percibir como sus dedos de entrelazaron con los míos, dejando nuestras manos juntas en medio de ambos asientos mientras conducía con la otra y no pude evitar quedarme mirándonos justo allí.

      Mi corazón se aceleró de emoción, entonces lo miré y supe que el semáforo se puso en rojo porque se detuvo. Él también me miró por un momento, antes de acercarse a darme otro beso. Pero este no fue uno demasiado corto, sino uno lo suficientemente duradero y profundo como para hacerme saber que había estado necesitado de ello.

      —Te extrañé —dijo en un tono profundo, de esa forma que me estremecía tanto cuando lo hacía. Después el semáforo cambió a verde, Taehyung se alejó y se puso en marcha de nuevo.

      Y hubo un silencio, para nada incómodo honestamente. Fue un silencio en que pudimos disfrutar de la compañía del otro por un rato, hasta que tuve la curiosidad de preguntar algo.

      —¿Qué tienes pensado para este fin de semana?

      Taehyung echó un vistazo hacia mí, sonriendo.

      —Reservé una mesa para dos en un restaurante del centro de Seúl. Tiene una vista hermosa hacia el parque de Namsan. ¿Te gusta la idea?

      —Me parece genial.




      El sábado por la noche andaba como loca, buscando el par que le faltaba a mi tacón pero no lo encontraba por ningún lado.

      —¿Mamá no has visto mi tacón? El que tiene las tiras claras —grité desde las escaleras.

      —No lo he visto. ¿Buscaste debajo de la cama? —respondió desde la sala.

      Y corrí de nuevo a la habitación porque ya iba un poco tarde.

      Me agaché a ver debajo de la cama para echar un vistazo pero nada, entonces me dirigí a uno de los muebles en donde guardaba las demás cajas. Tuve que sacarlas casi una por una hasta que finalmente la encontré.

      Tonta, lo había metido con otro par.

      Cuando me puse los tacones, fui al espejo para pintarme los labios en un tinte ligeramente claro, porque quería que mi vestido borgoña fuera el protagonista. Había pensado durante todos estos días en el atuendo perfecto, porque quería verme bien, demasiado bien para Taehyung.

      Me alejé un poco del espejo para verme de cuerpo completo, peiné mi cabello lacio hacia atrás y cuando me sentí lista tomé una respiración profunda para mirar mi teléfono justo en el momento en que sonó notificándome un mensaje.


      Tomé con rapidez todo lo que me faltaba y bajé por las escaleras con cuidado.

      Por la tarde me había excusado con mi mamá, diciendo que saldría en compañía de Sungie, aprovechando que Doyoong se encontraba con ella preparando pizzas caseras en la cocina. Porque sabía que si estaba con él ni siquiera se molestaría en averiguar quien venía por mí.

      —Mamá, me voy —dije.

      —¡Diviértete! —fue lo último que la escuché decir antes de cerrar la puerta principal detrás de mí.

      Y apenas estuve dentro del auto, un perfume amaderado pero ligeramente dulce me golpeó junto al frío del aire acondicionado e hizo que un pequeño cosquilleo se deslizara en mi vientre.

      Taehyung olía delicioso, a hombre elegante como lo era todo él está noche.

      Vestía un traje enteramente negro, pero sin corbata porque los dos primeros botones de su camisa estaban desprendidos. Su cabello estaba perfectamente estilizado hacia atrás y tuve que poner todo mi esfuerzo para saludarlo con un beso breve y no arrojarme de inmediato en sus brazos para comermelo entero.

      —Te ves hermosa —dijo, haciéndome sonreír.

      —Tú igual, estás guapísimo —confesé y luego se alejó para ponernos en marcha, rumbo a nuestra cita.

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