15. TAEHYUNG
Lunes por la mañana me sentía deshecho. Más dormido que despierto, pero haciendo todo lo posible para mantener los ojos abiertos y terminar de revisar unos documentos que mi secretaria me había enviado.
La noche anterior me quedé hablando hasta las tres de la madrugada con Nancy, no pude evitarlo porque a pesar de que decidimos guardarnos ciertos datos específicos hasta revelar nuestras identidades, mis conversaciones con ella fluyeron con tanta facilidad que el tiempo pasó sin darme cuenta.
Sonreí al pensar en ella, mientras intentaba concentrarme de vuelta en mi trabajo, pero como si el solo hecho de pensarla la hubiera invocado, apareció en la pantalla de mi teléfono móvil con la notificación de un mensaje suyo en ghost.
Entusiasmado tomé mi teléfono y me dejé caer sobre el sillón de cuero para leer su mensaje.
Intenté ocultar otra sonrisa después de mi confesión pero no lo logré, incluso me sorprendí a mí mismo cuando mis mejillas comenzaron a ponerse calientes por el rubor. Pero es que... Dios, me sentía como un adolescente cuando me escribía.
—Es tan linda —murmuré un poco tímido, evitando mirar nuestra conversación pero no resistí mucho tiempo y le di otro vistazo.
Entonces escribí otro mensaje para ella pero antes de enviarlo me interrumpieron con un par de golpes en la puerta y tuve que dejar a un lado mi teléfono para incorporarme en el asiento frente a mi escritorio. Despejé mi garganta antes de hablar.
—Adelante —dije en un tono firme. La señorita Han entró después.
—Director Kim, quería avisarle que los puestos para las inscripciones del intercolegial ya están abiertos por si quiera echar un vistazo.
—Perfecto, señorita Han. Iré en un momento.
Ella asintió, mientras apretaba una sonrisa y dio media vuelta, pero cuando estuvo a punto de salir de mi oficina la detuve al ver las hojas impresas a mi costado. Así que las tomé rápidamente para meterlas dentro de una carpeta.
—Señorita Han, antes de que se vaya quiero darle estos documentos, los revisé y están perfectos. Gracias por su trabajo.
—De nada, director Kim —respondió suavemente y finalmente la vi salir.
Me tumbé entonces de vuelta en mi sillón cuando estuve solo y estiré todo mi cuerpo tratando de espabilar el sueño que aún tenía, pero no fue suficiente, necesitaba algo más.
Un café. Pensé. Si, un café me ayudaría a resistir el resto de la mañana.
Así que me levanté del asiento para guardar mi teléfono en el bolsillo e ir a la cafetería aprovechando que debía hacer mi recorrido.
℘
El pasillo principal del instituto estaba repleto de alumnos buscando los puestos para inscribirse en las respectivas disciplinas deportivas. Podía ver el interés en sus caras y me alegraba porque significaba que implementar esta actividad había valido la pena.
Se me escapó una sonrisa de satisfacción y le di un sorbo a mi café mientras continuaba mi recorrido hasta que tuve que detener mis pasos cuando reconocí una figura de espaldas a mí.
Ninah.
Me quedé allí, quieto por un momento. ¿Qué debía hacer? ¿Fingir desinterés y pasar de largo? ¿Saludarla como siempre? Me puse estúpidamente nervioso aunque no percibió mi presencia.
Agh. A quien engañaba, muy dentro de mí quería que volteara a verme, buscaba que me sonriera otra vez...
Pero entonces alguien cruzó a toda prisa a lado mío, esfumando la nube de pensamientos en la que me encontraba envuelto repentinamente y la agarró de los hombros para alejarla. Así que ella giró, si. Pero para sonreírle a él, a Jeon Jungkook.
Cerré los ojos con fuerza y me fue imposible negar la sensación amarga que me recorrió mientras ambos se dirigían hasta uno de los puestos de inscripciones, peor cuando vi la sutileza con la que las manos de Jeon se colocaron en la espalda baja de Ninah para atraerla hacia él mientras esperaban su turno.
Ah. Basta. Me reprendí a mí mismo.
Se suponía que estaba conociendo a Nancy, que ella me hacía sentir bien. ¿Entonces por qué Ninah seguía metiéndose a través de mis ojos?
Suspiré. Decidiendo irme finalmente de allí.
℘
Los días siguientes me mantuve lo suficientemente ocupado como para no pensar en la escena de Jeon junto a Ninah, además de mi vergonzosa reacción. Fue fácil porque solo tuve que poner toda mi concentración en la preparación de la inauguración del intercolegial. Sin embargo esa técnica no estaba funcionando ahora mismo porque la tenía justo frente a mí, jugando la tercera ronda de voleibol femenino del día uno.
Sentado en las gradas junto a los demás directores, intentaba disimular mi particular preferencia por mirar a Ninah mientras la veía golpear la pelota y aunque no podía decir que era excelente en el voleibol –porque de hecho el equipo contrario tenía más destreza– era lo suficientemente lindo verla divertirse.
Sonreí encantado con ella, pero tan pronto como esbocé esa sonrisa, se me borró al escuchar un golpe seco que resonó en todo el salón.
Dios mío.
Me levanté de inmediato pero me quedé congelado en medio del silencio. Ninah estaba tirada en el suelo después de que una de las chicas le diera un pelotazo justo en la cara y no fue hasta que la escuché quejarse de dolor mientras se cubría que reaccioné para correr hacia ella.
—Duele, duele mucho —consiguió decir apenas con su voz quebrándose por el sollozo.
—Déjame ver ¿Dónde te duele? —pregunté, mientras me arrodillaba a su lado para hacer que apartara las manos y fue cuando me di cuenta que la nariz estaba sangrando.
Visiblemente preocupado, levanté la mirada para buscar a Jang y gracias al cielo llamó con rapidez a los paramédicos porque los vi acercándose hacia nosotros.
—¿Qué le pasó? —dijo uno de ellos mientras dejaba su equipo de primeros auxilios a un lado y el otro revisaba el sangrado.
—Me golpeó —respondió Ninah, pero sus ojos estaban tan llorosos que ni siquiera podía mirar hacia nosotros para entender lo que ocurría.
—Fue con la pelota, la golpearon en la nariz —agregué antes de apartarme para que pudieran hacer su trabajo.
Finalmente di un par de pasos hacia atrás, alejándome del grupo de personas que la rodeaban pero en medio choqué contra alguien, y estuve a punto de pedirle disculpas hasta que habló primero, encendiendo mis alarmas.
—¿Por qué tienes la cara tan desencajada? Solo fue un golpe —, dijo en mi oído mientras apretaba mi hombro y giré inmediatamente hacia ella.
Era Jaeun, sonriendo maliciosa como si me hubiera descubierto en algún crimen ¿Se había dado cuenta de mi comportamiento?
Imposible. Actué como lo haría con cualquier alumna.
Tragué duro e intenté restarle importancia por lo que me deshice de su agarre.
—No me molestes —, advertí, con un desagrado demasiado notorio en el tono de mi voz y aunque caminé hacia la salida del salón no conseguí liberarme de ella porque empezó a seguirme.
—¿Pero por qué te enojas, mi amor?
—No me digas mi amor, Jaeun.
Tuve que apresurar el paso para meterme al baño de profesores, porque necesitaba lavarme la cara con agua fría para calmarme pero esta mujer no colaboraba, me ponía jodidamente nervioso.
—Fue una simple pregunta. Te veías tan preocupado que te pusiste pálido —. Había una socarronería en la forma en que me decía las cosas mientras se recostaba por el marco de un cubículo que no me gustaba para nada.
—¿Y qué hay con eso? Por supuesto que me iba a poner pálido. Si a cualquier alumna le pasa algo tendré que ser yo quien lidie con sus padres.
Le di la espalda, abrí el grifo del lavamanos a toda presión y me mojé la cara. No estaba dispuesto a seguir discutiendo, pero entonces Jaeun se acercó para recostarse contra el mármol justo a mi lado y cerró el grifo para decir algo más.
—¿De verdad reaccionarías así con cualquier alumna, mi amor?
Levanté lentamente la mirada hacia ella, y esbozó de nuevo esa sonrisa maliciosa que no se le había borrado del todo. Entonces se ubicó casi detrás de mi, lo suficiente como para mirarnos desde el espejo, como si de esa manera pudiera a revelar cualquiera de mis secretos y lo siguiente que dijo me dejó helado.
—O solo con aquellas que te hacen sonreír como si fueras un tonto.
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