05. NINAH
El programa que estaban emitiendo en la televisión había dejado de tener importancia para mí, las voces me parecían lejanas y no sabía cuanto tiempo llevaba así, porque en realidad no conseguía prestarle atención a otra cosa que no fuera el recuerdo de la situación más bochornosa que alguna vez me hubiera tocado vivir.
«Se le quedó pegado un trozo de papel en el tacón»
—Ay no. ¡Basta! —supliqué, como si fuera tan fácil ordenarle a mi mente que pensara en otra cosa.
Cerré los ojos con fuerza y me hundí entre los almohadones de mi cama ahogando un grito.
No me lo podía creer.
¿Qué especie de karma se suponía que estaba pagando yo como para poner frente a mí al hombre de mis sueños y humillarme de esa manera? o peor aún ¿Qué impresión se había llevado de mí?
Qué era la chica más tonta con la que se había topado. Pensé.
Y es que, con solo recordar la pena con la que me miraba todo el tiempo, no podía suponer otra cosa. Yo por mi parte solo podía pensar en que se había portado como un caballero. No esperaba menos, lo imaginaba así y al parecer esa idealización no era tan lejana después de todo.
Suspiré profundamente y justo en ese momento el sonido de mi teléfono móvil me sacó de mis pensamientos. Tuve que incorporarme un poco para alcanzarlo en la mesita de noche y cuando miré la pantalla lo primero que apareció fue el nombre de Jungkook. Atendí su llamada.
—¿Puedes explicarme cómo estuvo eso de que terminaste en la sala de urgencias anoche? —, su voz todavía gangosa por la gripe habló desde el otro lado de la línea.
—Buenas tardes Ninah. Buenas Tardes Jungkook —saludé intentando retrasar la explicación, pero con mi mejor amigo eso no funcionó.
—¿Estás bien? Hoseok me lo contó hace un momento, pero no fue muy claro.
—Si, Kook. Estoy bien. Solo fue un accidente que tuve en el club, pero fui al hospital para asegurarme de que mi tobillo no estuviera muy grave. Afortunadamente los chicos me llevaron enseguida y en la sala me pusieron unas vendas para que no lo moviera demasiado. Ah y también me recetaron analgésicos.
Lo escuché bufar ante mi respuesta mientras echaba un vistazo a mi pie vendado, reposando sobre el cojín.
—Niña tonta ¿Ahora no puedo dejarte ir a algún lado sola porque ya te rompes el pie?
—¡Ya! No me rompí el pie, solo me last...
—Es lo mismo. No te cuidas y ahora me veo en la obligación de prohibirte que salgas a menos que esté allí para asegurarme de la estabilidad de todos tus pasos —interrumpió fingiendo estar enojado, así que le respondí de la misma manera.
—Antes de prohibirme algo te recuerdo que si quieres cuidarme, primero debes cuidarte tú. Es más ¿Estás tomando tus medicamentos a hora?
—Claro que sí ¿Y tú?
—Claro que sí —lo imité.
Continué hablando durante un rato más con Jungkook y aunque quiso saber quién fue el hombre que me cargó –porque Hoseok se lo comentó– yo no se lo dije, en vez de eso inventé que no lo conocía, que fue alguien que me encontró de casualidad. Pero tenía una razón válida: La vergüenza que me carcomía por haberme lastimado por culpa de un trozo de papel higiénico frente al director de nuestro colegio. Y es que por donde se viera la situación, era simplemente ridícula.
Para mi suerte ni Hoseok, ni Yoongi conocían al director Kim. Él era un hombre joven aún y había llegado apenas este año para suplantar al director Choi quien se jubiló el año pasado coincidiendo con la graduación de mis dos amigos. Así que cuando ellos también me preguntaron si lo conocía yo solo negué todo.
℘
Para el lunes me sentía mucho mejor, la inflamación del tobillo había bajado al igual que el dolor, y aunque todavía cojeaba al andar, decidí ir a clases. Además, Jungkook se ofreció a pasar por mí y a cargar mi bolso por el camino para evitarme un peso extra, lo que me pareció muy lindo de su parte.
—Ten cuidado —advirtió, cuando pisé uno de los escalones en el pasillo del colegio. Tomó mi mano y la puso sobre su brazo para indicarme que apoyara mi peso en él.
Caminamos a un paso mucho más lento que los demás, pero llegamos a clase a tiempo. Colocó mi bolso por el respaldo de mi asiento y finalmente se sentó en el de al lado.
—Gracias Kook —dije, esbozando una ligera sonrisa.
—No agradezcas, todo tiene un precio. Cómprame un banana milk —ordenó y fingí sentirme ofendida.
—¿No se suponía que ibas a cuidarme y no sé qué otra cosa?
—Pues si, pero nunca dije que fuera gratis —respondió encogiéndose de hombros y cuando no aguantó la seriedad, sonrió tan lindo que sus ojos se hicieron pequeñitos.
Reí con él.
—Eres un embustero, Jungkook —reclamé, pero antes de que mi mejor amigo dijera otra cosa, la secretaria del director Kim se asomó por la puerta del salón, ganándose nuestra atención.
—Seo Ninah —, me llamó.
Tomé una respiración y luego pregunté: —¿Si, señorita Han?
—El director quiere verte.
¿Por qué querría verme? ¿Qué necesitaba decirme? ¿Acaso pedirme su pañuelo? Si, podría ser eso. ¿Solo eso? Anticipé.
—¿A-Ahora? —fue lo único que pude preguntar.
—Ahora, Ninah.
Un cosquilleo recorrió mi estómago y todas las escenas de la noche del viernes–sábado regresaron a mí provocando que mi corazón empezara a latir acelerado. Me levanté, no sin antes sacar del bolsillo de mi bolso el pañuelo del director Kim, por si esa fuera la razón.
Eché un vistazo hacia Jungkook, quien me miró confundido, pensando en que probablemente me había metido en algún problema como para que me llamaran tan temprano, pero gesticulé un «ya vuelvo» y seguí a la señorita Han.
Cuando me encontré parada frente a la puerta del director Kim, sentí cosquilleos en las manos y tuve que respirar un par de veces para disimular que apenas y podía sostenerme de pie, pero después de tomarme ese minuto demasiado necesario, levanté la mano en un puño y mis nudillos golpearon contra la madera.
—Adelante —. Su profunda voz sonó algo amortiguada desde el otro lado y sin retrasarme mucho más, entré.
Él director Kim estaba sentado en su escritorio, concentrado en firmar un par de papeles. Hoy vestía su chaleco negro por encima de la camisa, cuyas mangas estaban remangadas y no pude evitar echar otro vistazo a esas manos que me cargaron la noche anterior. Dios. por un momento empezaba a sentir que me faltaba el aire, pero tragué duro y hablé.
—Me mandó llamar, director.
Levantó la mirada, sus ojos me recorrieron de arriba para abajo, de la misma forma en que me miró la noche del viernes y de repente tuve ganas de esconderme, porque a pesar de todo lo que yo podía pensar sobre él, me pesaba más lo que él podía estar pensando de mí.
—Siéntese, por favor —ordenó.
Hice lo que me pidió, hundiéndome en la silla, muerta de nervios y él dejó a un lado lo que estaba haciendo para reclinarse en su sillón y sumirse en sus pensamientos mientras se pasaba la lengua sutilmente sobre la línea de sus dientes.
Me quedé mirandolo como una tonta de repente. Eso tenía que ser ilegal.
—¿Cómo sigue del tobillo? —preguntó.
Bajé la mirada hacia mis pies, en donde el vendaje se veía por encima de las medias y me mordí el interior de la cara antes de hablar.
—Ya estoy mejor, la inflamación ha bajado mucho. Gracias por preguntar.
—¿Sus amigos la llevaron al hospital?
Asentí.
—Me alegra saber que así fue y que usted está mejor —agregó y luego se levantó de su asiento, metiendo las manos en los bolsillos. Se acercó a la ventana y apartó ligeramente las cortinas para echar un vistazo entre ellas antes de continuar —. Señorita Seo, la razón por la que la cité tan temprano hoy, fue porque además de que deseaba saber cómo se encontraba. Quería pedirle un favor.
—¿Un favor? —Pregunté confundida ¿Qué tipo de favor podría hacerle yo a él?
—Como usted sabe, hace poco tiempo me asignaron la dirección de este colegio, y he tratado de mantener una imagen demasiado reservada aquí dentro —dijo, sentándose de nuevo, reclinó su peso contra el respaldo del sillón, y entrelazó sus manos frente a él —. Me gustaría pedirle que por favor, no difunda información alguna sobre haberme visto en ese club.
Entendí su punto de inmediato y a pesar de que no tenía intenciones de contar sobre lo sucedido, me tomé el atrevimiento de decirle lo que pensaba con honestidad con respecto a eso.
—Yo entiendo lo que quiere decir pero ¿No es acaso usted un hombre joven aún? ¿Qué tiene de malo que alguien sepa que anda haciendo una vida fuera del colegio?
—Realmente no debería de haber nada de malo en ello, señorita Seo, pero a la gente le gusta hablar y a veces de más y considerando mi corto tiempo aquí yo preferiría mantener la discreción sobre ese asunto. Por eso le pido ese favor. Digamos que será un secreto entre usted y yo.
Me tomé un minuto y analicé sus palabras, no lo había visto de esa manera, pero quizás tenía razón. A algunos profesores de aquí les gustaba hablar de más e incluso inventar o exagerar alguna que otra cosa que oían en los pasillos.
Además, si me vinculaban a él en un lugar como el club, inventando que habíamos estado juntos de una forma que no era, él podría ser despedido y yo expulsada y eso sería catastrófico. Ni siquiera quería imaginarlo.
Así que respiré profundo y asentí a su petición.
—Está bien director Kim, éste será un secreto entre usted y yo.
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