Soledad
Soledad, la única que viene cuando todos se van,
la única con la que puedo llorar,
Que no me hace ni un reproche
Deja que me desahogue.
Dino Cavallone pensaba que, a pesar de ser el jefe de la familia, y tener a cargo a cientos de hombres a los que debía dirigir y proteger estaba solo. Solo en el sentido profundo e interno de la palabra, solo porque nadie le conocía de verdad y a nadie le tenía la confianza suficiente para mostrarle su verdadero ser. Ese que era muy dentro de sí y que le habían arrebatado marcándole un destino que no deseaba, y por ello era que se odiaba a si mismo, por no haber tenido la fuerza de decir no, o por el contrario ser tan fuerte como para aceptar que le dieran esa dura carga.
Por eso él había firmado un pacto con la dama oscura llamada soledad, uno donde le prometía eterno amor y amistad. Ella era su amante fiel, su confesora y guardiana de secretos, pero entonces Reborn, como siempre jodio su plan de vida, lo envío a Japón y le conoció a él y él lo cambio todo para siempre.
Soledad, sé que por un tiempo
Me aleje de ti
Y rompí la promesa para no ser infeliz
Y ahora estoy aquí llorando
Por haberlo amado tanto.
Kyouya era un jovencito difícil, testarudo, rebelde, mandón, peleonero y....Muchas otras cosas más, tierno y adorable, sumamente hermoso y tsundere, delicado de facciones y de cuerpo, pero con un espíritu aguerrido que admiraba, una mente extraña. No era un adolescente normal, pero si algo si era, es que tenía fuerza para ser siempre el mismo, dijeran lo que dijeran, nada le hacía salirse de lo que por naturaleza era, no le importaban las buenas maneras, las palabras, los convencionalismos sociales, ni lo preestablecido. Él era él y nada más, era su propio dueño y Dino admiraba y envidiaba eso y así poco a poco fue absorbido por el jovencito que termino convirtiéndose en el centro de su vida, razón por la cual como todo hombre que lleva un compromiso, cayó en la infidelidad y le puso el cuerno a la jodida soledad.
Por qué se dio cuenta que estaba con ella solo por rutina, por costumbre no por amor, en cambio Kyouya, él lo era todo y lo amaba tanto, que se entregó plenamente. El chico accedió a sus demandas amorosas, se dejó seducir, se dejó querer y le exigía demasiado, quería batallas, quería mimos, quería sexo, quería ternura, quería probar cosas nuevas, quería todo de él y lo tomo exprimiéndolo paso a paso hasta dejarlo seco, y entonces lo desecho.
—Ya no hay nada más que puedas enseñarme haneuma, así que creo que es hora de dejar de vernos.
—Pero Kyoya y lo nuestro...No entiendo, si ya no quieres que sea tu tutor...
—Nunca te he visto como tal, pero es verdad aprendí mucho de ti.
—Nuestra relación...Somos amantes.
—Sí, y me gusta la he pasado bien, Dino, pero...Tú quieres cosas que no puedo darte, para mi es solo sexo y lo mismo me vales tú que cualquier otro, en cambio tú tienes ese ridículo sentimiento y yo...
—Y tú no, entiendo.
Y el potro se fue de Japón, viajo a Italia esa misma noche, nunca dijo a nada sobre su relación con Kyoya a su gente, pero Romario lo sabía, conocía a la perfección a su señor y sabía por qué estaba sufriendo, a Dino le dolieron las palabras de su pupilo, su niño, su amor. Pero fue porque tenía razón, para Kyoya era solo sexo, para él era amor, pero aun así lo que lo mato fue aquella frase de "Lo mismo me hubiera valido otro", así que él no era especial para el joven, que tonto, que vanidoso, había sido al creer que sí, que le importaba.
No le quedó más remedio que volver con la criatura con la que pacto previamente y ella se burló en su cara, le dijo que se lo merecía, se lo restregó hasta que le doliera tanto que casi se desmayaba, hasta obligarlo a externar su dolor y llorar. Y en efecto, en la penumbra de su habitación dejaba que las lágrimas se deslizaran de sus pupilas a sus mejillas, allí en la eterna soledad, donde nadie podía verlo ni alcanzarlo, pero aun así seguía pensando en él, amándolo.
Ve y búscalo en donde lo encuentres
Y arrebátalo de entre la gente
Llévatelo de la mano y enciérrense en su cuarto
Y súbelo, bájalo, ámalo, y si él quiere, despedázalo
Y hazlo que él sienta esto
que me tiene a mí aquí sin aliento
Soledad, soledad, soledad...
Y después ya alejadas las lágrimas, y con el rostro más sereno, llego el resentimiento y entonces la locura. Esa que le da a todos los amantes desdeñados, y le suplicaba a su dama que se vengara con él, mientras ella se burlaba y caminaba danzarina por la habitación tiñéndolo todo de oscura bruma.
Dino despechado deseaba con todas las fuerzas de su destrozado corazón que Kyoya sintiera lo mismo que él, que ese otro amante que se buscara le hiciera sentir lo que él le había hecho, más entonces se arrepintió, no, eso no, esa no sería venganza, por que pensar en Kyoya amando a alguien como él lo amaba, amando alguien como a él no le amo, le terminaría de matar y sería la peor tortura que pudieran darle, ni los espartanos castigos de Reborn, se compararían a eso.
Hazme un favor yo te lo ruego
Haz que él sienta lo que siento
Soledad, soledad, soledad
Hazme un favor yo te lo imploro
Y que él sepa que lo adoro
¡Soledad!
Entonces cambio su ruego, quería que Kyouya sufriera sí, que sufriera por amor, pero por él, por haberlo alejado y que suplicando volviese a él.
Soledad, vestida de noche
O de claridad me dices al oído
Que él no volverá
no me das ningún consuelo
Pero hablas con la verdad.
Si, el conocía a su niño, no Kyouya ya no era más su niño, pero conocía bien a su ex pupilo, cuando a él algo le fastidiaba, cuando perdía el interés lo alejaba para siempre, y en primera instancia que algo fuera digno de su interés era todo una sorpresa, así que ya sólo le quedaba resignarse, tenía que, o al menos fingir que estaba bien.
Después de todo Dino Cavallone tenía un imperio que dirigir y una familia a la cual proteger, no tenía tiempo, ni derecho de llorar, de ser él mismo, de amar, de nada.
Así que se pondría de nuevo la máscara y actuaría su papel como siempre, bajo su eterna sonrisa que no era más que el disfraz de su lacerada alma.
Si... Ámalo como a ninguno
Que no quiera saber más del mundo
Que no reconozca familia
Que no conciba sin ti la vida
Que por un beso él aguante desprecios
Y que sueñe envuelto en desvelo
Que sea su alegría tus migajas
De rodillas llorando te dé gracias
Entonces... Sólo entonces
Que sepa, que lo sepa
Que es por mí que te tiene
Que es por mí que te siente
Si quería que Kyoya se sintiera de esa forma, quería que la soledad fuera a visitarlo también, que se abrazara a él y no le soltase, que fuera su amante, quería compartir a su amado con ella, que lo asfixiara de ser necesario, tanto que le faltara el aire, el latido, el alma, que su sangre bullera trayéndole recuerdos, que él se diera cuenta de que el haneuma era irremplazable, y que si lo había perdido era por imbécil.
Quería que el desgraciado chiquillo le extrañara, que se arrepintiera de su decisión, que lo lamentara y aceptara que, si se sentía solo, era porque ya no tenía su lado a su amado tutor, que descubriera que lo amaba, ¿acaso eso era mucho pedir? Oh claro que sí, era un deseo, ¿Dónde hallaría una lámpara con todo y genio para pedir eso?, ¿En qué mundo Kyoya y él podrían estar juntos y amarse? ¿Existiría en alguno de los infinitos universos de Byakuran, uno en el que fueran una pareja enamorada? Su corazón le decía que sí que más de uno, su alma le decía lo mismo, pero su mente le decía que las probabilidades eran del 0.000000000000000000000001 por ciento y aun así un atisbo de esperanza nacía en su ser.
Soledad, soledad, soledad
Hazme un favor yo te lo ruego
Haz que él sienta lo que siento
Soledad, soledad, soledad
Hazme un favor yo te lo imploro
Y que él sepa que lo adoro
¡Soledad! ¡Soledad!... Soledad
—Soledad, te lo suplico que él sienta que sienta...
Pero Kyoya sentía, y sentía tanto que lo alejo por miedo, porque él era el guardián de la nube, el distante, porque él era el jefe del comité disciplinario, el que ponía el orden, porque él era, el carnívoro y porque...
No entendía que le pasaba, él sentía, no era solo sexo, era esa odiosa y molesta palabra con A, pero primero muerto antes admitirlo y mira que ya casi lo estaba, porque la ausencia de su haneuma le estaba matando, que se acostaría con otro, ja ni de broma, le dijo eso porque sabía que sólo así él se iría, que sólo así podría pelear contra las molestas emociones, pero por su experiencia en guerra sabía que esa era una batalla que no ganaría.
El haneuma estaba en su interior en más de en sentido y allí a su lado una hermosa y cruel mujer vestida de negro con el aura de muerte, una sonrisa de burla, pero una mirada triste y comprensiva se lo recalcaba una y mil veces y él la conocía perfectamente, esa mujer era soledad, su antigua única amiga y ahora...Ahora...
— ¿Qué debo hacer ahora?
En eso entro por la ventana hibird, revoloteado a su alrededor para luego posarse en su dedo, Hibari, lo acerco a su rostro.
—Dino, Dino, Dino.
Canturreo el avecita.
— ¿Tú también lo extrañas eh?
—Dino, Hibari, Dino, Hibari...
—Quiero volver a ver su entupida sonrisa, volver a sentir sus besos y dormir en sus brazos...Pero si dejo que me atrape ya no podré volar más, me cortaran las alas, tú no podrías vivir sin alas ¿Cierto Hibird? ¿No podrías vivir sin volar? es por eso que yo tuve que alejarlo, por que él es mi jaula.
La avecilla se levanto en vuelo y salio por la ventana, pero no tardo en volver y se poso en el pequeño nido que Kyoya, tenía para él en su mesita de noche.
Y entonces al verlo Hibari comprendió, no Dino no era su jaula, era su nido, era su hogar, es por eso que sin él estaba tan mal, no le cortaba las alas, sólo dejaba que se posara en su dedo cuando él así lo quería.
—Hibird, mañana viajaremos a Italia.
—Dino...
—Si iremos por Dino.
A veces la soledad se pinta cruel, pero otras no lo son tanto, porque en efecto es la única que nos permite llorar, sin juzgarnos, sin reprocharnos y es la que nos hace darnos cuenta del valor de aquellos a los que amamos, es una dama oscura, burlesca y triste, pero es la amiga más verdadera y fiel.
Y así pues cumplió el deseo de aquel triste ser que le confío su mayor secreto, que solo podía ser feliz, libre y el mismo a través del amor de su pequeña nube viajera.
En lo personal pienso similar, pero no es la soledad quien me acompaña, es mi michi.
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