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8

Nathan llevaba desaparecido desde el lunes por la tarde, se creía que no había llegado a su casa, al menos eso fue lo que dijeron los señores Harrel la noche que pasaron a preguntar por su hijo a casa de los Wood.

No tenían la mínima idea de a donde estaba, llamaron a sus conocidos, a todos los compañeros de curso del muchacho, a la escuela, hasta habían avisado a la policía y Nathan seguía sin dar signos de vida.

—Si sabes algo, que haya dicho o hecho, lo que sea, házmelo saber, tienes mi número. —Le había dicho Billy sin apartar los ojos de él.

Joe no supo que decir.

Aunque lo había notado más esquivo los últimos días, más encerrado en sí mismo no se lo imaginaba huyendo de su casa. No sin avisarle, al menos. Que  Nathan era malicioso y su comportamiento naturalmente pernicioso no ayudaba mucho, pero había empeorado bastante los últimos días.

Joe a veces sospechaba que el castaño tal vez extrañaba sus tierras, suponía que debía ser extraño vivir en dos lugares tan diferentes, pero a esas alturas, Joe creía que Nathan era tan americano como cualquier ciudadano nacido en EE. UU. Es que el chico había pasado más años en Chicago que en Liverpool.

Hasta había comenzado los trámites para la doble ciudadanía definitiva apenas cumplió los 18. Bueno, eso le había dicho.

Nathan no pensaba volver a su país.

 Al menos nunca le había hablado de ello.  Joe se removió incómodo. 

¿Y si Nathan algún día pensaba en irse?

Joe nunca lo había pensado hasta el momento. De hecho nunca había intentado imaginarse una vida sin el castaño cerca.

Sí,  que estaban en su último año, Joe sabía que lo más probable era que no volviera a ver a ninguno de sus compañeros luego de la graduación, pero Nathan no era solo un compañero, no. él era más que eso, ellos eran MEJORES amigos.  Se suponía que irían a las reuniones de los 10 años de egresados juntos y se enterarían de que algunos otros de sus compañeros tuvieron hijos o irían al ejército, los que tuvieran suerte estudiarían una buena carrera y el resto acabaría en un empleo mal pagado, en la cárcel o muerto. 

Joe  no tenía idea de dónde era que entraban ellos. Al menos Nathan nunca le comentó que pensaba hacer luego de graduarse y Joe simplemente dio por sentado que lo seguiría, a donde fuera, simplemente irían juntos. Porque Joe siempre lo había seguido, desde el día que lo conoció,  en cada pequeña cosa que se le había ocurrido, cada fiesta, cada "travesura" iba Nathan y Joe iba por detrás. Estaba bastante seguro de que lo hubiera seguido hasta el mismísimo infierno sin hacer preguntas.

 Solo tenía que decirle a donde ir y él iría.

Pero esta vez se ha ido sin ti, Pensó.

Joe se sentía ligeramente traicionado. Lo que hacía que se sintiera culpable de sentirse de ese modo. Vamos, que la idea de que Nathan estuviera muerto en alguna alcantarilla también se le pasó por la cabeza.

Era contradictorio,  porque una parte de él quería pensar que no lo había abandonado y que si no se había comunicado con él era porque de verdad estaba en problemas y eso lo asustaba, otra parte de él rogaba porque solo estuviera bien, aunque lo hubiera dejado tirado y eso dolía.

No importaba lo que pensara se sentía terriblemente mal.

—Si sabes dónde está ese chico es mejor que hables ahora....—Advirtió su madre en tono de reproche.

—¡Que no lo sé mamá! —Se quejó molesto. 

—Es un chico problemático Joe, si...

—¡Que ni siquiera sabía que mi mejor amigo estaba perdido! ¡¿Cómo iba a saberlo si te has pasado toda la maldita semana intentando apartarme de él?! —Le dijo subiendo a su cuarto.

—¡Él te golpeó, intento cuidarte!—Gritó su madre desde el pie de la escalera.—¡Joseph!

Joe dio un portazo sin responderle, Diablos, estaba molesto.

Él intentaba defenderme, pensó tocando inconscientemente su nariz que aun estaba un poco hinchada, porque siempre he sido un inútil al que ha tenido que defender

Si no fuera por Nathan, lo hubieran golpeado cada maldita tarde en el colegio desde la primaria. Joe quería gritar la verdad a los cuatro vientos, pero hacerlo era admitir que siempre había sido un mariquita cobarde.

Y no podía,  simplemente no.

Se dejó caer en su cama arrojando con fuerza el balón de la final anterior, lo tenía en su mesita de luz a pesar de que habían perdido, había sido un regalo de un Nathan luego de besarlo, esa noche el chico se había escapado de su radar y para cuando lo encontró ya estaba borracho.

Joe se levantó a recogerlo de nuevo y lo hizo rodar entre sus dedos mientras pensaba en esa noche.

Cuando le preguntaban por que lo conservaba solía responder que era para recordarse todos los días que debía mejorar, había repetido tantas veces esa mentira que hasta a veces llegaba a creérsela, lo cierto era que lo guardaba solo porque Nathan se lo había dado, aunque no lo recordara, y él lo había guardado. Como guardaba todos los pequeños detalles que el castaño le dejaba caer de tanto en tanto a lo largo de los años.

Ahora Nathan no estaba y Joe nunca había sentido tanto miedo como en ese momento.

—Por favor, no hagas nada estúpido. —Le rogó al cielo o a quien pudiera escucharlo. 

Ese domingo Joe se levantó ojeroso y lo primero que hizo fue enviarle un mensaje a Bill para saber si Nathan había aparecido.

Sí,  no era que quisiera molestar pero es que la angustia lo estaba matando. Por suerte, su madre luego de la discusión de la noche anterior no volvió a mencionar el asunto.

Hasta se mostró comprensiva cuando se negó a ayudar en la misa.

Vamos, que todos los domingos solía leer los versículos y esas cosas, arreglaba el altar y lo que le dijeran que tuviera que hacer, hasta ayudaba con los catequistas,  su madre lo había obligado a hacer de monaguillo apenas hizo la primera comunión. Su hermana Victoria era parte del coro de la iglesia, Joe sospechaba que si por su madre fuera metería Vic a un convento y a él lo pondría de cura.

La mujer estaba obsesionada.

Joe  no era ateo, se consideraba moderadamente creyente, pero no era un fanático religioso, ni tenía un corazón puro y todas esas mierdas, más que nada la iglesia había sido una obligación en su vida, como el colegio, luego una costumbre y en la actualidad solo era algo que hacía y ya.

Como era habitual a las 7 : 30 de la mañana, los Wood ya se encontraban en la iglesia, prestos a ayudar en la ceremonia.

Su madre era parte de la comisión administrativa así que no tardó en perderse en la oficina de administración para saludar a las otras mujeres. Su padre se limitaba a acompañar a su esposa a donde ella quisiera arrastrarlo. 

Joe y Victoria dejaron a sus padres con los otros adultos de la congregación y entraron en la sala continua donde los músicos y un par de chicos más, se encontraban preparándose para la eucaristía.

Viky no tardó en alejarse de él para ir a saludar a un muchachito rubio de su edad, el niño iba a otro colegio, uno religioso y Joe no supo si reírse o sentir pena por su hermana al verla actuar toda idiota puras risas alrededor del chico.

Apenas ver a la niña Wood el muchacho rubio alzó sus ojos ámbares buscando a Joe y le regaló una sonrisa increíble, el mayor debía admitir que el chico parecía un ángel bajado del cielo con su rostro aniñado lleno de pecas, entendía por qué a su hermanita le gustaba, pero tenía ese aire de buen niño que daba pena.

Joe le devolvió el saludo con un gesto.

Definitivamente lo que Joe sentía era pena por ella.

El chico era demasiado bueno, hasta creía probable que se hiciera cura.

Joe no había hablado mucho con él, aunque le tenía cierto aprecio, era gracias a su devoción al misal que le habían dado un respiro, el chico era el nuevo monaguillo estrella.

Su madre y todas sus amigas religiosas adoraban al chico.

Joe a veces sentía pena por él, sabía lo que era ser "ese chico" tener que asistir a reuniones aburridas y esas cosas. Al menos él lo odiaba, prefería hacer cualquier otra cosa como cualquier adolescente normal que pasarse horas rezando o hablando de dios y los pecados, que por lo que él había aprendido estaba seguro de irse derechito al infierno y con pase V.I.P.

Miró al niño una segunda vez, parecía contento, como verdaderamente contento con sus cosas de la iglesia, de hecho en ese preciso momento leía una vieja biblia mientras prácticamente ignoraba la presencia de su hermana, lo que era raro porque hasta Joe debía admitir que Vic era una muchacha bonita para su edad.

—Hey tu, Joe ¿Cierto?—El chico lo atrapó observándolo y se acercó sonriendo con el libro aun entre sus manos. Dios Joe pensaba que al chico debía de dolerle las mejillas de tanto sonreír. —Mira—Dijo poniéndole la biblia frente a él. —Estaba intentando elegir entre estos dos versículos. —dijo.

Joe intentó prestar atención al chico, pero le era imposible cuando su hermanita menor lo asesinaba con los ojos.

—¿Joe?

—Em, si claro, háblalo con Victoria,  ella es mejor para esas cosas. ¡Vic! —Dijo y apenas terminó de llamarla la muchacha ya estaba al lado de ellos sonriendo. Joe de verdad que rogaba no haberse visto tan idiota a esa edad —Necesita ayuda con algo. ¿Puedes ayudarlo?

—No necesito ayuda, yo solo...

—Claro que te ayudaré—Dijo la chica sonriendo tanto que hasta daba miedo a lo que el niño le devolvió una sonrisa algo incómoda antes de que sus ojos volvieran a Joe.

—Bueno eso, ya me iba. —Mintió intentando que el momento no se volviera más incómodo.

Definitivamente tendría que hablar con su hermana de ese chico.

Pero sería luego.

En cuanto volvió a la sala principal se llevó la sorpresa de su vida al ver a su madre arrodillada frente al altar. No era la escena en si lo raro, sino el contenido de esa oración, estaba rezando por Nathan.

—...Señor por favor te pido, protejas a ese niño y lo traigas de vuelta a su hogar. Perdona los pecados de sus padres y acéptalos en tus brazos. —Iba diciendo la mujer y Como si pudiera sentir la presencia de su hijo mayor se detuvo y abrió uno de sus ojos. Joe se acercó y arrodillándose a su lado cerró los ojos adoptando la misma postura de su madre para acompañarla en la oración. —Te pido que cuides de mis hijos y los guíes por tu camino, perdona los pecados de este humilde siervo, líbranos de todo mal. Amen.

—Amen. —Repitió Joe acompañándola y prendió una de las velas del altar rogando a su gracia que si realmente existía, trajera al idiota tatuado de su mejor amigo de nuevo hasta él. 

Cerró un segundo sus ojos elevando una plegaria silenciosa y antes de que pudiera levantarse sintió la mano suave de su madre acunando su mejilla con cariño. 

Martha Wood agradeció mentalmente, por egoísta que fueran, el que no sea Joe quien llevara varios días desaparecido.

—Aparecerá.—Dijo un minuto después como si pudiera leer la mente de su hijo.

***

A la hora de misa, los Wood ocuparon su puesto habitual en la primera fila.

Joe junto a sus padres, Victoria en cambio estaba a un costado junto a los chicos del coro.

La ceremonia para Joe fue una sucesión de levantarse, sentarse y volverse a levantar, hacer fila y tragar, su cabeza estaba en otra parte y su madre gracias al cielo se mostró comprensiva.

Fue por eso por lo que esa tarde luego del almuerzo se atrevió a pedirle permiso para salir de la casa por fin.

Joe llevaba un buen rato dando vueltas, comenzaba conversaciones sin ir a ningún lado hasta que por fin se atrevió a preguntar.

—¿Irás a buscar a tu amigo, cierto? —Le preguntó en la cocina mientras horneaba un pastel de manzana.

—Mamá, es mi mejor amigo.

—Uno que te golpeó.

—No quería hacerlo. —Su madre lo miró con sus cejas alzadas.

Sí, hasta Joe se dio cuenta de que sonaba a mujer masoquista en medio de una relación tóxica, pero estaba seguro de que no era el caso, Nathan de verdad no quería hacerle daño. Joe lo sabía.

—Tal vez solo se fugó de su casa.

—Él me dejaría un mensaje o algo si se fuera a fugar. Él no se iría. —Dijo Joe convenciéndose más a si mismo que a su madre.—Por favor...

—Haremos un pastel primero. —Dijo como si esa fuera toda la respuesta que necesitaba.

¿Qué?

¡Joe no quería saber nada de hacer estúpidos pasteles! 

Se había portado como un buen chico toda la maldita semana.

Quería ir a casa de Nathan.

Quería salir a buscar a su mejor amigo.

Maldición.

Joe soltó un gruñido exasperado y se sentó a esperar en uno de los bancos de la cocina, a veces simplemente no entendía a su madre.

Solo no podía hacerlo.

Era como si hablaran dos idiomas diferentes.

Dos horas y media después la familia Wood iba a casa de los Harrel, Joe iba conduciendo, su padre se había negado a brindarle apoyo a la "familia marica". Eso había desatado una buena discusión en la que la señora Wood había conseguido que al menos se pusiera a buscar al "niño perdido" los padres de la escuela habían armado pequeños grupos de búsquedas, a ese nivel había llegado la cosa.

Joe estaba alucinado, no podía creer que de verdad hubiera desaparecido de aquella forma y para colmo, del asiento trasero le llegaba el olor del estúpido pastel de manzanas que por alguna razón le revolvía el estómago.

 A Joe aquel le parecían un gesto frívolo, algo como "bueno, ya que perdieron a su hijo tomen un pastel para remplazarlo" pero su madre había insistido tanto en no llegar con las manos vacías que era eso, o no ir ,y Joe de verdad que prefería cualquier cosa a no ayudar a encontrar a su mejor amigo.

Al llegar a la puerta de la casa de los señores Harrel notó que no eran los únicos en aquel lugar, con intenciones de "ayudar", adentro se oía un murmullo apagado que hacía notar la presencia de varias personas.

Suspiró y tocó timbre.

Billy fue quien abrió llevándose una ligera sorpresa al ver a los tres morochos en su puerta.

—Vinimos a ayudar. —Dijo Martha Wood entregándole el pastel al hombre.

Joe le lanzó una disculpa silenciosa a Bill por toda aquella escena, sabía que las intenciones de su madre eran buenas...Pero a veces...Se esforzaba más por parecer una buena samaritana que por serlo de verdad.

—No pude convencer a mi esposo de que viniera, pero ayudará a buscarlo. —Iba diciendo la mujer sentada en la mesa de la cocina.

Billy los había invitado a pasar, era el encargado de los "sociales" al menos su madre no había sido la única que intentó sobornar a los Harrel con comida, la cocina estaba llena de bandejas de comida casera.

—Muchas gracias. —Dijo Bill mientras preparaba café para acompañar el pastel.

Sí, eso de sentarse a tomar café y comer pasteles mientras Nathan estaba desparecido le parecía alucinante, pero Joe de verdad pensaba que ese hombre tenía un corazón de oro para perdonar a su madre después de lo que Nate le había contado que les había dicho.

Dadas las circunstancias era un alivio.

A los pocos minutos de charla obligada Joe dejó su taza sobre la mesa y fue hasta la sala donde Jack con otro par de hombres se encontraba organizando un pequeño grupo de búsqueda.

Sin pedir permiso se escabulló hasta la habitación de su mejor amigo.

Lo recibieron 4 paredes pintadas de gris claro, la cama estaba hecha con su acolchado a rayas, y las cortinas azul francia, a juego con la alfombra del piso, se encontraban corridas dejando entrar la luz del sol.

Parecía estar esperando a que su propietario regresara en cualquier momento.

Sobre el cabecero de la cama de wengué, había tres camisetas enmarcadas, dos estaban firmadas por los jugadores favoritos del castaño, la tercera era de Joe.

Él mismo la había colgado allí, cuando lo hizo le había dicho que algún día iba a valer una fortuna. Había sido un chiste, claro, pero el castaño nunca la había quitado de allí.

Caminó hasta el centro del cuarto observando cada pequeño detalle a su alrededor, de alguna forma se sentía extraño y familiar.

Había estado tantas veces allí que conocía cada detalle de aquel cuarto, desde las estanterías lacadas en azul oscuro, hasta las cajas que sabía Nathan ocultaba debajo de su cama. Pero faltaba algo, faltaba el chico tatuado que solía dormir entre aquellas sábanas. Sin ser del todo consciente de lo que hacía, se acurrucó en la cama de su mejor amigo, las almohadas aún olían a tabaco y chocolate, olían a Nathan.

—Vaya... vaya—Sintió un par de aplausos y se volteó asustado.

Zack estaba parado en el marco de la puerta con aquella postura de chulo arrogante que le fastidiaba. —Creí que eso de oler las almohadas era cosa de chicas.

—¿Qué demonios haces aquí?—Gruñó Joe entre dientes.

—Uff, siento interrumpirte  ¿Ibas a masturbarte luego o qué? —Dijo e ignorando el fastidio del muchacho entró en el cuarto y comenzó a tocar las cosas del castaño.

—¡Awww! ¡Pero mira qué cosa más bonita! —Dijo agarrando un cuaderno que estaba en una de las estanterías de Nathan, y comenzó a hojearlo. —Son la cosa más asquerosamente empalagosa que he visto en mi vida.

Joe se levantó molesto a enfrentarlo y le quitó el cuaderno de las manos, no estaba de humor para soportar a aquel idiota ese día.

—¡Deja de tocar sus cosas ¿Por qué demonios no te largas de aquí? Él ni siquiera te agrada.

—Woh, woh, woh... tranquiiiilo hombre. —Dijo alzando las manos en son de paz, pero seguía conservando esa sonrisa ladina que lo caracterizaba—Vine a ayudar, darán puntos extras en clase a aquellos que ayuden a encontrarlo, sabes como el director se compromete con los alumnos.—Rodó los ojos—Mis padres están abajo, igual que los tuyos, no quieres armar un escándalo de esto.

Joe apretó los puños con fuerza, solo dios sabía lo mucho que quería golpearlo en aquel momento.

—Lár-ga-te.

—Como quieras, te dejo que lo disfrutes. —Dijo poniéndole el cuaderno de dibujos en la mano antes de dejarlo a solas.

Maldita sea, como le fastidiaba aquel tipo. Frustrado se dejó caer de nuevo en la cama de Nathan y observó lo que tenía en las manos. Era uno de los cuadernos de dibujo de Nathan.

Por respeto a su amigo quiso dejarlo en su sitio. Era de esas pocas cosas que no le dejaba ver, pero en cuanto lo puso de nuevo en su lugar una pequeña foto se deslizó entre sus páginas.

Una foto suya, del inicio del verano, con la cara roja por el sol y el cabello completamente revuelto por el viento. Ni siquiera recordaba esa foto, pero si el día, habían intentado hacer senderismo. Acabaron arrojados en el suelo luego del primer kilómetro, se habían olvidado de llevar agua, recordó sonriendo.

Dejándose llevar por la curiosidad abrió el cuaderno para dar con varios bocetos, la mayoría eran garabatos a blanco y negro, muchos sin acabar incluso, había paisajes, un par de diseños de tatuajes y lo que más lo dejó sin palabras fueron los retratos de sí mismo. Había al menos unos 10 dibujos de Joe y no recordaba ni una sola vez que hubiera posado para el castaño. 

Chan cha chan!

Holi, aquí con un capitulo medio largo para ser uno y medio corto para dos.

Bueno hasta aquí el cap de hoy!

La fotito de Joie...

Uno de los dibujos de Nathan

La imagen de la famosa alfombra azul de la habitación de Nate. 

Eso es todo ahora si!

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