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CAPÍTULO 4

Nathan despertó en la casa de una madura que había conocido la anoche anterior en un bar. Había ido buscando algo con que distraerse del malhumor que se cargaba por culpa de su mejor amigo ignorador.

Observó a su lado.

Definitivamente tenía un problema con las mujeres mayores.

Por norma general no salía con mujeres que no le llevarán como mínimo una diferencia de 10 años, se ahorraba problemas y corazones rotos.

Por otro lado, le gustaba ser su trofeo, el chico bonito que les alegrara la noche.

Se sentía deseado y eso le encantaba.

Las mujeres maduras podían no tener la belleza de la juventud, pero en la cama, era bien sabido que la experiencia era agradecida. Nathan se las agradecía vamos, eran mujeres con las que disfrutabas sin problemas, eran resueltas y sabían pedir lo que les gustaba en la cama sin todo ese complejo de santa- madona. Que con las pocas chicas de su edad con las que había estado había tenido que soportar toda esa mierda de falsa inocencia que lo fastidiaba. Nop. No le gustaban las adolescentes que no sabían ni como complacerse a si mismas y soñaban con castillos que él nunca les daría.

Miró la hora en su móvil, la batería se estaba muriendo y eran las 5: 15 a.m. A su lado la "señora" de nombre desconocido dormía dándole la espalda.

Se sentó en la cama y la observó, tenía la piel pálida regada de lunares, pecas y aquella pequeña tirantez de la piel propia de la edad que hacía que su piel se viera deshidratada.

Viéndola a la luz del día, tal vez sí tuviera más de 40, tal vez unos 50 bien conservado.

Nathan se reclinó de nuevo sobre el colchón y abrazándola por la espalda, comenzó a besarle el cuello haciendo que la mujer soltara un ronroneo.

Tal vez tenía tiempo para un polvo de despedida.

¿Por qué no?

Se encontraba acariciándole los pechos cuando oyó un mensaje caer en su móvil.

Con un gruñido se volteó a ver quien era.

Joe.

¿Paso por ti?

Los muchachos solían compartir el coche para ir a Corliss desde que habían sacado sus licencias. Nathan lo había hecho primero, era un año mayor que el ojiazul, había entrado un año tarde al colegio tras mudarse desde Inglaterra a EEUU y desde los 16 Billy le había prestado su coche. Al menos hasta que Joe sacó su licencia y por algún tácito acuerdo entre los adolescentes acabó de conductor designado.

Creí que mamá no quería

que te acercaras a mi

Le respondió más ácido de lo que quería.

Hombre lo siento,

papá esta en casa.

No podía solo desobedecerlo.

Sabes como se pone.

Nathan sabía como se ponía, pero que lo patearan como a un perro sarnoso le dolía.

No estoy en casa

Bloqueó el móvil y lo tiró con más fuerza de lo normal sobre la mesita de noche.

Necesitaba vestirse y salir de allí.

De pronto ya no le apetecía el polvo.

Se levantó para tomar prestada la ducha y prepararse para su primer día de clases

¡buhu que alegría! Pensó.

Cuando salió del baño, la mujer ya no estaba en la cama. Se fijó en su ropa repartida por el suelo, su camiseta blanca estaba manchada con carmín cerca del cuello.

Soltó una pequeña maldición, la dio vuelta y se la puso, se calzó el jeans, las botas y su cazadora negra antes de agarrar su billetera, su móvil y salir al pasillo.

Parecía que no había moros en la costa, estaba cerca de alcanzar la puerta de salida cuando una voz soñolienta lo hizo dar un brinco del susto.

—¿Tú quien eres?—La voz provenía de un niño. Debía tener unos 12 años y llevaba puesto un pijama de la NASA.

Lo miraba con sus grandes y curiosos ojos verdes por detrás de unas gruesas gafas.

El niño bostezó, se sobó la cara y volvió a mirarlo, se veía tan inocente allí parado que Nathan no pudo evitar pensar en Joe. En el día en que lo vio por primera vez, parado cerca de los casilleros a punto de ser golpeado por un grupo de matones.

Había sido su primer día de clases en un colegio americano, todo allí le parecía distinto, hasta las niñas le parecían más chillonas que en Liverpool. Lo único que se mantenía igual era el hecho de que parecían regirse al igual que en su antiguo colegio por la ley de la selva y apenas verlo había decidido darle una palisa para hacerse respetar, era cosa de comer o ser comido y definitivamente no quería ser comido.

Estaba decidido, pero en cuanto el niño de ojos azules clavó sus ojos asustados en él no pudo hacerlo.

Simplemente no pudo golpearlo.

—Oye—Insistió el niño haciéndolo caer en la realidad.

—James Dean—Respondió.

—¿Por qué estabas en la habitación de mi mamá?

—Dormía con ella.

—No eres mi padre.

—No—Estuvo de acuerdo el chico mayor.

— En la escuela dicen que solo los padres duermen juntos.

—Tu escuela no sabe nada. —El niño analizó sus palabras y pareció tomarlo como una opción razonable.

Nathan creyó que el interrogatorio había terminado pero el niño no estaba tan dispuesto a dejarlo ir como el creía.

—¿Entonces por qué?

—¿Por qué, qué?

—¿Por que duermes con mi madre?

—No me gusta dormir solo.

—Mmmmm

El niño lo miró un buen rato mordiéndose la mejilla dubitativo.

Odiaba que los niños lo miraran de esa forma. Nunca había sido especialmente bueno con ellos. No le desagradaban, vamos. Pero con su aspecto era poco probable que una madre dejara que sus hijos se le acercaran en un parque.

—Suéltalo— Le gruñó impaciente.

—Te ves como un chico grande.

—Lo soy.

—Los chicos grandes no duermen con sus madres.

—No es mi madre.

—Claro. ¿Entonces por qué duermes con mi madre?

Nathan se encogió de hombros.

—Estoy jodido.

El niño frunció el ceño haciendo que sus mejillas pecosas se hincharan, el lente azul descansando sobre su tabique, hacía que sus ojos resaltaran aún más.

—Dijiste una grosería.

—¿y?

—No se dicen groserías.

—Okey.

Intentó pasar por un lado pero el niño volvió a interponerse en su camino.

—¿Ahora qué?

—Dijiste una grosería—Insistió poniendo sus manos en jarra.

—Sí, ya lo dijiste. ¿se te acabaron las frases o que?

—Tienes que disculparte—Le dijo en tono de reproche sin dejarse amedrantar por el chico mayor.

Nathan rodó los ojos.

—De acuerdo—Nathan se obligó a mantener el gesto rudo pero lo cierto era que sus comisuras tiraban hacia arriba.

—Lo siento mini joe.

—¿Quién es Joe?

Nathan se encogió de hombros.

Últimamente no tenía idea de quien era Joe. Desde el final de temporada del año anterior apenas si lo había visto.

Era como si el ojiazul lo evitara todo el tiempo.

No tenía idea de que demonios le pasaba.

No quería perder a su amigo.

Su estómago rugió y el niño lo miró curioso.

—Tienes hambre — No era una pregunta.

No tenía hambre, aunque no recordaba la última vez que había comido.

—Yo no...—Comenzó a excusarse pero antes de que pudiera conseguirlo, el niño ya lo había arrastrado donde su madre se encontraba en una bata preparando tortitas con caritas. —Mamá, James tiene hambre.—Dijo el niño sentándolo en una de las banquetas de la cocina.

Sobre la mesa había un plato con varias tortitas, frutas, jugo y café.

—Así que James...—Dijo la mujer alzando una ceja en una pregunta.

Nathan se encogió de hombros.

De pronto sintió vergüenza de estar allí. La mujer no parecía molesta de que hubiera hablado con su hijo y Nathan no sabía si clarificarla como buena o mala madre por dejar que su ligue de una noche hablara con su niño. ¡Él bien podía ser un pedófilo! ¿Por qué no? ¿Qué acaso no le preocupaba que su hijo interactuara con desconocidos?

Miró de nuevo el plato que el niño devoraba. Su madre nunca en la vida le había hecho una carita.

La mujer lo notó observándolo y soltó un carraspeo.

—Lo siento, yo...

—¿Quieres uno?—La mujer tenía alzada una espátula mientras indicaba la panquequera.

—¿Le pondrás caritas?

—¿Quieres que lo haga?

Nathan se encogió de hombros.

Por muy estúpido que sonase Nathan deseaba que alguien le hiciera la puta carita a sus panqueques.

¿Por qué demonios su madre nunca lo había hecho?

Miró al niño sentado frente a él y no pudo evitar sentirse ridículo de sentir celos de él.

—Ten—Dijo momentos después dejando un plato frente a él-Cuídalo un momento.

La mujer se sacó el delantal por sobre la cabeza y se dirigió al pasillo—Max, hazle caso a James.

Nathan iba a protestar pero antes de que pudiera decirle algo la mujer había desaparecido por las escaleras que daban al segundo piso.

Genial.

Nathan se quedó con los ojos clavados en el niño como si se tratara de algún animal salvaje que tuviera que controlar, sin embargo Max lucía como todo, menos como algo peligroso.

—Deberías comerlos antes de que se enfríen—Le recomendó llevándose un poco de zumo a la boca. Eso le recordó el plato frente a él. Bajó la vista y no pudo evitar reírse al ver la carita sobre sus panqueques.

El niño se pasó lo que parecieron horas hablándole de la escuela, de un niño llamado Louis que lo molestaba, una tal Zoe  que lo  había invitado a salir. Mencionó a un tal Vania que lo cuidaba, le dijo que era su príncipe o lo que fuera.

En los pocos minutos que había pasado con mini Joe no pudo evitar notar que tenía un tick con lo de acomodarse y desacomodarse los lentes sobre la nariz.

Sacó su móvil y miró la hora.

—¿Qué modelo es?—Antes de que pudiera detenerlo el niño ya se lo había quitado. Joder con los niños esos días—Woah es un XSMax, lo supe por el tamaño.

—Uhum.

—¿No hablas mucho o si?

—Solo con la gente interesante, ahora devuélvelo niño rata.—Dijo estirando su mano.

El niño tardó unos momentos pero le devolvió el móvil y antes de que pudiera guardar su mano de nuevo Max la sujetó abriendo sus ojos como platos mientras delineaba los dibujos grabados en su piel.

—Me encantan los pájaros. Mamá dijo que si apruebo todas mis materias me dejará tener uno—Le dijo indicándole el tatuaje de golondrina que tenía en la mano—¿Duele?

—Depende—Si a Nathan le hubieran dicho que su fin de semana iba a terminar con un niño irritante llenándolo de preguntas por culpa de un polvo, se les hubiera reído en la cara. Pero ahí estaba un lunes por la mañana sentado en medio de una cocina verde limón con un niño curioso a cargo.

Sí, definitivamente eso no era lo que esperaba para su fin de semana.

—¿De...?

—Donde te lo hagas.—Respondió seco, el niño lo seguía mirando como si esperara más así que añadió. -Ese si dolió.

—Me gusta.

—¿Que me haya dolido?

—No. Me gustan tus tatuajes. ¿Pero por qué te los hiciste si duelen?

Porque esconden cicatrices, Pensó.

No definitivamente hasta alguien como él sabía que eso no era algo que pudiera contestarle a un niño.

¿Y si luego se le ocurría preguntar?

Tendría que iniciar una charla para la que no estaba preparado en ese momento.

—También me gustan los pájaros. —Mintió sin saber que otra cosa decirle. Era curioso que ese pequeño desconocido fuera el primero en interesarse en él lo suficiente para preguntarle el porqué y eso lo hacía sentirse extraño.

—Max, ve por tus cosas—Nathan suspiró aliviado cuando la madre del niño apareció por fin de vuelta, iba de traje y parecía lista para ir al trabajo.

El niño asintió, se apresuró en tragar lo que le quedaba de desayuno y corrió escaleras arriba.

Los mayores se quedaron un momento en silencio observándolo hasta que desapareció.

—Esto, entonces me voy yendo.—Se despidió poniéndose de pie y sacudió su ropa de un polvo imaginario.

Vaya que aquello había sido decididamente raro.

No estoy en casa.

Joe miró el mensaje en la pantalla y soltó un suspiro.

—Ay hermanito, hermanito... ¿cuando vas a admitir que te gusta?— Preguntó Victoria subiéndose al asiento del acompañante.

—No sé de que hablas, Vic.

—Si sabes, lo sabes mejor que yo.

Joe puso mala cara e ignorándola a propósito sacó el coche del estacionamiento.

A los hermanos mayores deberían de pagarle doble mesada por cuidar de fastidiosos hermanitos, pensó mientras conducía.

El trascurso hasta Corliss lo hicieron solo acompañados por el sonido de Grandson en el estéreo del coche.

Blood// Water, estaba sonando cuando Vic lo obligó a parar en la casa de Lizzy, una niña rubia que llevaba toda la vida acosándolo.

— ¡Joy!¡ joy!—Chilló al verlo y se abalanzó sobre la ventanilla del conductor para plantarle un beso sonoro en la mejilla.

Joe rodó los ojos.

Odiaba que lo llamaran Joy Joy y odiaba eso de tener  admiradores. No lo halagaba, lo hacía sentir asqueado. ¿Qué no sabían lo que era la dignidad y el amor propio? La chica esa hasta se le había desnudado en su cuarto en una ocasión y como aquella vez hizo lo primero que se le ocurrió para salir del enredo.

Llamó a Nathan.

Sacó su móvil y volvió a enviarle un mensaje a su mejor amigo mientras esperaba que la niña terminara de agarrar sus cosas

Por favor Naty,

sálvame antes de que Lizzy me viole.

mmm...

Te compraré un chocolate.

Tendra que ser uno grande y negro

Del que quieras 😏 🥒💦

oka.

Esperame en la esquina entre

la St. carlos y la 24.

Vaya asi que esa es tu parada?

¿Cuanto la hora?

Respondió solo para molestar. No pudo evitar morderse el labio con ansiedad mientras esperaba.

La misma tarifa que tu madre.

Idiota.

marica.

tus padres

te fuiste a la mierda joie.

Dejaré que señorita joy joy te viole.

No, por favor.

dude.

hermano. 🙏

amor de mi vida 💔💔💔?

.

te espero en 5 Daddy😘

Joe estaba sonriendo.

No se hubiera dado cuenta de que lo hacía de no ser por la niña molesta que carraspeó a su espalda.

— ¿Con quién hablabas Joyjoy? —Preguntó haciendo un puchero que a Joe le pareció ridículamente exagerado.

Sus pestañas en exceso maquilladas en sus ojos avellana le recordaban las patas de una araña, lo miraba con ese aire de niña buena e inocente que aparentaba todo el día. Joe sabía que no era buena ni inocente, no le gustaba la gente que aparentaba lo que no era. De hecho, a Joe no le gustaba nada de esa niña.

— Tenemos que pasar por Nathan— Dijo poniendo el coche en marcha una segunda vez.

Oyó a Vic soltar una risita divertida pero fingió no notarlo.

Cómo lo había prometido, Nathan estaba parado en la esquina con una de sus manos en el bolsillo y la otra sujetando un cigarrillo.

Había visto a Nathan fumar más de la cuenta en el último tiempo, de hecho era un milagro que su cuerpo aún se oxigenara lo suficiente para correr en el campo. Nathan parecía tener una insana obsesión por destruirse un poco a cada minuto. Frunció el ceño preocupado por el carácter autolesivo de su mejor amigo. Aparcó cerca de donde se encontraba el castaño e hizo sonar la bocina para llamar su atención.

En cuanto vio el viejo Jeep de Joe, Nathan arrojó lo que le quedaba de su cigarrillo al suelo y lo pisó antes de acercarse hasta la ventanilla del conductor.

—¿Cómo estas, bebé? — Le plantó un beso en la comisura de los labios y con un guiño añadió—Te extrañé en mi cama anoche.

Sin esperar respuesta, el castaño se subió al asiento de atrás junto a la niña rubia que lo miraba con una mezcla de impresión y asco.

—¿También quieres un beso? —Preguntó de forma descarada haciendo que apartara la vista y murmurara algo que el castaño no pudo entender pero se jugaba la vida que era una maldición.

Joe apretó con fuerza el volante sintiendo como Vic se acercaba a su oido.

—¿Sigues pensando que no hay nada ahí?-—susurró.

Oh dios, él estaba seguro de que no había nada allí. Al menos por parte de Nathan, Desde el momento en el que había comenzado a mostrar su interés por las chicas había quedado claro cuan heterosexual era. Nunca siquiera le sugirió algo como una duda respecto al tema. Nathan era Hetero, 100% Hetero y estaba seguro de serlo, era el porqué no le importaba en lo más mínimo jugar a hacerse el marica frente a otros.

Él por su parte contaba una historia completamente diferentes, que la confusión sobre su sexualidad había pintado su día a día desde que le dijeron que a él tenían que gustarle las niñas y no lo hacian. Ni siquiera le gustaba pasar mucho tiempo con su hermana, vamos, eran chillonas y suaves y lloraban por todo. Hubo un tiempo en la que Joe creyó que nunca le gustarían, que él era feliz en la época de las niñas tiene piojos,  los niños parásitos y no había nececidad de convivir.

Mostrar interés por ellas le había costado lo suyo, llegó a creer que nunca conseguiría que le gustaran, hasta que conoció a "la chica" la única que fue su novia. La única que había rechazado los intentos de conquista de Nathan. Joe creyó que se había, algo así como,  enamorado de ella, aunque honestamente no sufrió demaciado cuando lo dejó, le quitaba mucho tiempo del que podía gastar con su mejor amigo.

Pero al menos había creído que se había aclarado cuando por fin había debutado con la chica, y su padre se mostró orgulloso cuando la presentó en su casa, sí, las mujeres podían gustarle. Él podía llegar a tener una familia "constituida" como dios mandaba. Hasta Nathan se había mostrado orgulloso de él como lo estarías de tu hermano pequeño por transformarse en "hombre" incluso le había compartido historias sobre sus experiencias, todo iba bien el año anterior. Al menos hasta que Nathan lo besó poco antes de que iniciara el verano y todo volvió a transformarse en un infierno de confusiones.

—Cállate. —Le espetó Joe mirando al frente mientras intentaba no ponerse tan rojo como se sentía.

Nathan y sus salidas...

Un día iba a matarlo de la impresión. Se pasó todo el maldito trayecto hasta la escuela maldiciendo por la cabeza del estúpido tatuado hasta que llegaron a Corliss. Su colegio era una institución semiprivada para niños bien. Su madre venía de buena familia y su padre tampoco ganaba mal. Había hecho carrera y podían permitirse pagar la colegiatura de sus dos hijos. Según los folletos el lugar era de Élite, aseguraba la mejor educación para los niños y  se suponía que debías tener talento para estar allí, pero lo cierto era que el principal talento a tener era una cartera que pudiera costear los gastos.

Corliss era un maldito nido de víboras por dentro de los pasillos.

En cuanto la niña bajó del coche Nathan volvió a su actitud de indiferencia fingida hacia Joe, apenas si lo saludó de pasada antes de entrar al colegio.

Genial Nathan lo estaba ignorando.

Darse cuenta de eso lo hizo sentirse como la mierda.

—No sé que le hayas hecho hermanito, pero tu novia parece molesta—Dijo Vic con las manos en jarra y aquella mirada acusadora que siempre le ponía cuando hacia enfadar al castaño—Mejor que lo arregles.

—A tus asuntos, Vic.

La niña intentó replicar, pero Joe la dejó parada en la entrada mientras se internaba en el barullo del primer día de clases.

Todos hablaban a los gritos sobre que hicieron en vacaciones y sus rollos de verano, él parecía ser el único que no había hecho nada interesante.

Se había pasado todas las vacaciones trabajando en el taller de uno de los amigos de su padre, ayudando a poner viejos coches a punto. Su padre tenía el concepto de trabajar y empezar de abajo. Para tener algo debía ganárselo a pulso y Se había ganado unos cuantos dolares en eso, pero nada de otro mundo.

Asher y Zack fueron los primeros en saludarlo apenas verlos. Iban hablando del caos que había sido la fiesta en casa de Nathan, de hecho parecía ser la comidilla de todos. Joe no recordaba demasiado de ese día pero según todos había sido la mejor fiesta de todo el verano.

—Kara me pidió que te diera su numero—Dijo Zack entregándole un pedazo de papel rayado escrito con tinta violeta. Joe lo tomó sin tener muy en claro quien era la chica y Zack pareció leerlo.—Kara, mi prima Kara, te enrollaste con ella esa noche.

—Ah, sí, claro, la llamaré

Joe se obligó a sonreír, odiaba que Zack, se la diera de amigote.

—Eso espero, Bro, no quiero partirte la cara de nuevo—Dijo alegre revolviéndole el cabello.

—Mejor que no lo toques—Joe dio un respingo al oír esa voz, Nathan se había acercado sin que lo oyera y pasó su brazo por los hombros de su mejor amigo en gesto posesivo.

—No quiero partirtela yo a ti, Bro.— Dijo haciendo énfasis en la última palabra.

El aludido le devolvió una sonrisa desagradable y alejó sus manos de Joe como cachorro obediente.

Lo cierto era que Nathan y Zack nunca se habían llevado del todo bien.

En parte por el hecho de que Zack había sido el bullyneador de Joe por años hasta que llegó el chico inglés para defenderlo. En parte porque corrían rumores de que el castaño se había enrollado con la madre de Zack el año anterior, eso no había ayudado mucho.

—Ya, nos vemos esta tarde en el campo--—Dijo despidiéndose de los muchachos con las manos alzadas en señal de rendición. —Por cierto, suerte en las practicas, ya sabes. Este año pienso postularme a capitán y puede que lo consiga.

—Puede.

—Como sea, que gane el mejor—El chico le tendió la mano.

—Claro—Dijo ignorando el saludo del otro.

Esperó a que Zack y Asher desaparecieran para soltar a Joe y se volteó a su casillero.

—No necesito que me defiendas. Ya no—Se quejó Joe hablando con la puerta verde de metal que había interpuesto entre ellos el castaño. Joe ya no era el pequeño niño enclenque  que  esperaba dar el estirón.  Había crecido, cosa que debía agradecerle a su catorceavo verano y se había entrenado desde entonces. Ya no era el pequeño al que Nathan debía defender para que no pateen.  Que Nathan lo siguiera viendo como un pequeño inútil lo molestaba más de lo que se atrevía a admitir en voz alta.

—No lo hice por ti. Solo quiero partirle la cara. Lo detesto.

Okey... Eso... Inexplicablemente había dolido.

Sus casilleros estaban uno al lado del otro y Nathan no se había molestado en mirarlo ni una sola vez desde que lo había saludado esa mañana para molestar a Lizzy.

Actuaba como si nada pasara y eso a Joe lo inquietaba. Algo le decía que Nathan estaba molesto y prefería un puñetazo a que comenzara con la guerra fría.

—¿Cuál es tu primer clase?—Le soltó Nathan con un tono tan indiferente que Joe de pronto se sentía incómodo.

—Cálculo. ¿a ti que te toca?

—Literatura, nos vemos. Tengo que pasarme por la biblioteca.

—¿Quieres que te acompañe?

—No. —Nathan por fin cerró su casillero dándole un golpe seco que hizo que el metal chirriara. —Ya nos veremos por ahí.

—Sí, claro. Mmm... ¿Nos vemos?

—Ya—Nathan chasqueó la lengua y se fue sin decir nada más.

Joe suspiró viendo como el que era su mejor amigo se marchaba por el pasillo. Nathan definitivamente se había molestado con el y para colmo odiaba cálculo.

Ese sí que prometía ser un buen día.

Bueno, espero que les esté gustando está nueva versión. De DREAM, los amodoro. A media que vaya editando los caps
I

ré resubiendo los amodoro.

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