13
Le había hecho una paja.
Nathan le había hecho una paja.
Bill por poco no lo atrapa con los pantalones bajos en la cama de su mejor amigo, que de no ser porque el arquitecto era de los que golpeaba y respetaba la privacidad de Nathan, las cosas se hubieran puesto verdaderamente incómodas.
Dios... santo Jesús.
Nathan había gritado un "ya vamos, pá" a su padre cuando golpeó la puerta avisandoles de la cena.
Sin darle más vueltas recuperó su camiseta del suelo y la usó para limpiar el desastre en el abdomen de Joe. Luego se encogió de hombros buscando una nueva camiseta en el armario e hizo como si nada hubiera pasado, el cretino hasta lo había obligado a quedarse a cenar con toda la naturalidad del mundo.
—Vamos Joie.—Había dicho tomando su mano antes de arrastrarlo escaleras abajo como hacía siempre.
De acuerdo, Nathan nunca había tenido problema en tocarlo, era un chico bastante táctil en cuanto a Joe se refería, pero incluso los señores Harrel se sorprendieron del repentino cambio de humor del castaño, hasta se había puesto conversador con Jack y eso era raro como un demonio. Todos en esa mesa lo sabían y los ojos de los mayores fueron a clavarse a Joe como intentando descubrir qué demonios había hecho para calmar a su hijo.
Joe solo esperaba que no lo preguntaran en voz alta. No era como si fuera a confesarle que... que ellos...
De solo pensarlo se le ponían rojas las orejas de vergüenza.
Joe bajó la cabeza, se había pasado toda la cena más callado que de costumbre, de hecho, hasta podía jurar que Bill sospechaba algo, pero el arquitecto era demasiado respetuoso para preguntar y Joe se lo agradecía. Apenas dar el último bocado se había marchado con un nudo de preguntas que quería hacerle al castaño.
Esa misma noche en su cama Joe no había podido parar el lío de pensamientos que se había enrollado en su mente.
¿Qué demonios había pasado?
¿y qué pasaría a partir de entonces?
¿Había sido solo para "ayudarlo a definirse?
Dios, Nathan a pesar de su mierda era propenso a hacer cualquier cosa por él. Joe lo sabía. No sería tan raro que intentara ayudarlo a su retorcida manera ¿pero hacerle una paja era algo extremo, no?
¿Se había definido? Joe no tenía idea.
Le había gustado, no era tan tonto como para negarlo, pero lo hacía sentirse enfermo y que Nathan no diera señales de vida no ayudaba.
Cielos...
El castaño era un tipo difícil de entender, Joe lo sabía, había muchas cosas que no le decía, cosas de las que no hablaba, como de su madre- Joe sabía por los rumores (no porque Nathan se lo hubiera confirmado nunca) -que estaba internada en una clínica de salud mental. Otras que Joe había descubierto observándolo, como que le tenía terror al agua, no un simple miedo de alguien que no sabe nadar. Terror del tipo que nunca se metía a una piscina por muy poco profunda que fuera o las pesadillas que iban más allá del terror nocturno, haciendo que se levante empapado y llorando por las noches.
Joe aprendió a no preguntar sobre esas cosas porque con el castaño, preguntar podía transformarse en un verdadero problema.
Joe había cometido ese error una sola vez, había oído un nombre susurrado en medio de las pesadillas de su mejor amigo, Joe había preguntado y Nathan se había enfurecido tanto que dejó de hablarle luego de echarlo de su casa a mitad de la noche por romper el acuerdo tácito de fingir que no lo abrazaba por las noches, que no lo cuidaba cuando lloraba en sueños y que ellos no dormían la mayoría del tiempo juntos porque al castaño le aterraba hacerlo solo.
Sí, pensándolo bien, ellos fingían que no hacían demasiadas cosas. Se preguntaba si lo del día anterior en casa de Nathan era otra cosa a añadir a la lista de cosas que "no hacían" joe suspiró sintiéndose ligeramente frustrado, preguntar no era una opción. Joe odiaba demasiado cuando Nathan le hacía la Ley del hielo como para tentar a su suerte.
ESA era la principal razón por la que el ojiazul se guardaba sus preguntas, asi que ahí estaba, ese jueves, parado en la entrada de la cafetería sin saber qué demonios hacer o como actuar.
Joe se había obligado ese día a llegar tarde al colegio ganándose una reprimenda de su hermana, pero había necesitado algo de tiempo para decidir como enfrentarse al castaño.
Él realmente no creía que hubiera tenido suficiente para pensarlo, pero las horas de clase habían pasado en un aburrido abrir y cerrar de ojos llegando el inevitable momento de enfrentarse al castaño.
Joe suspiró por vaya uno a saber cuanta ava vez.
En esos momentos Nathan se encontraba con todo el equipo reunido en su mesa habitual. Hablaba con Asher, sin embargo, no parecía especialmente interesado en la conversación.
Joe se quedó como idiota mirándolo. De pronto el cabello castaño de su amigo se le antojaba más atractivo, ¿Qué tan normal era eso? sus ojos recorrieron los tatuajes que asomaban por el cuello de una sudadera negra que reconoció como suya.
No era extraño que Joe dejara ropa en casa de Nathan, que de tantas veces que se había quedado allí hasta tenía su propio cepillo de dientes en casa del castaño. Se preguntó si Nathan sabría que esa sudadera no le pertenecía, conocía lo suficiente al castaño como para saber que había ocasiones en las que estaba tan duro que no se reconocía ni a sí mismo.
Probablemente ni siquiera supiera de dónde la había sacado... Pero y si...?
¿Se la habría puesto a propósito?
Esa idea despertó un cálido sentimiento en el estómago del ojiazul. Le gustaba verlo con su ropa, era como si...
¿Qué carajos?
Joe empezó a maldecirse por el rumbo de sus pensamientos y como si pudiera presentirlo los ojos de Nathan viajaron hacia él. Lo vio agarrar el móvil, teclear algo y a los pocos segundos fue el móvil de Joe el que sonó.
Deja de mirarme como perrito perdido y ven a sentarte.
Joe se ruborizó por verse descubierto pero no se hizo de rogar, y apenas ocupar el lugar junto al castaño, Nathan lo sorprendió dejándole un pedazo de piza de su propio plato antes de ignorarlo y concentrarse en charlas sobre tácticas y jugadas con otro de los chicos del equipo.
De acuerdo se dijo, Nathan está actuando normal. Actúa normal, imbécil.
Joe se quedó mirando su comida, la pizza de la cafetería era un asco, Joe lo sabía, pero de pronto hasta ver como se le iba formando una película de grasa sobre el queso le parecía más interesante que participar de la charla que estaban teniendo en ese momento sobre el próximo partido.
—Come Joie—La voz áspera de Nathan hizo que los vellos de su nuca se erizaran en cuanto sintió su aliento prácticamente chocando son su piel. Era inevitable no reconocer aquella mezcla de colonia de limón, tabaco y jabón de chocolate.
¿Qué tanto se había aproximado?
—Come ahora, no hagas que me moleste. —Insistió aproximándose aún más a su oreja. Tenerlo tan cerca hacía que el ojiazul se pusiera nervioso, vamos que no era la primera vez que Nathan se le aproximaba de esa forma... pero era... humg... ¡cielos! Joe soltó un gruñidito frustrado consigo mismo.
Podría estar contándome un secreto, se dijo, claro, los hombres se acercan para eso ¿no? No estaba pasando nada raro entre ellos...
Nada salvo por...
Joe dio un respingo en su sitio al sentir la mano de Nathan en su muslo, malditamente cerca de su entrepierna.
¡¿Pero qué carajos?!
Acababa de...
Miró a los lados intentando ver si alguien notaba lo que pasaba debajo de esa mesa, pero nada. Todo parecía correr normal. Podía sentir el calor de la mano de su mejor amigo quemando sobre la tela de sus pantalones. Miró a Nathan con pánico en los ojos, el cabrón se mantenía imperturbable, sosteniendo su charla sin siquiera dirigirle una segunda mirada, aunque de cuando en cuando subía su mano, hasta se había atrevido a metérsela en el bolsillo haciendo que los nervios de Joe crecieran mientras tocaba su paquete con descaro.
Joder... ESO no era algo que hicieran los amigos normales. Rayos, rayos, rayos. Joe estaba malditamente nervioso pero contra todo su buen sentido común se estaba poniendo duro.
¡Jesús!
Joe no se atrevió a moverse, si llamaba la atención alguien podía notarlo y eso sería terrible, vamos, que el descarado le estaba metiendo mano frente a todo el maldito colegio.
Sintió un extraño tirón en el estómago y deseó con todas sus fuerzas cerrar los ojos y dejarse caer sobre la mesa para que aquella superficie plana y fría le refrescara un poco las ideas que venía teniendo revuelta desde hacía semanas.
¿Qué demonios pasaba con Nathan?
Estaba a punto de soltar un gemido lastimero cuando unos aplausos llamaron la atención de toda la mesa.
Zack Jensen, el troglodita apoyó su pie en el banco donde estaban sentados los amigos.
—Largo de mi mesa, Harrel. ¿Que demonios haces aquí? No se suponía que habías conseguido matarte?
—Esta es MI mesa —Dijo Nathan alejando con cuidado las manos de su mejor amigo para voltearse a verlo y se llevó una de las manos a su propio bolsillo. —y no, ya ves.
Odiaba a ese tipo, pero en el fondo agradeció que se apareciera, que cuando empezó a molestar a Joe por debajo de la mesa, no pensó que verlo ruborizando haría que le entraran esas ganas locas de besarlo.
Verlo lo ponía, y eso era algo que no le pasaba desde que había dejado la pubertad, vamos que le había dado vueltas al asunto toda la noche, no podía quitarse de la cabeza el rostro de Joe antes de acabar, ni ese olor de su piel que había impregnado sus sábanas...
¿Y si le proponía para saltarse las próximas clases?
— No deberías estar aquí, Harrel.—Le dijo trayéndolo de nuevo a la realidad. vaya fastidio, era ese tipo ¿qué no tenía nada mejor que hacer.? —Esta es la mesa del equipo.
Nathan frunció el ceño.
—Soy el mejor jugador del equipo.
—No. Tu trasero inglés se cree demasiado para recibir órdenes ¿Crees que no lo sé? Estas fuera. Lo hablé con el entrenador, no queremos drogadictos en el equipo.
—Estoy limpio. Deja de joderme, Jensen—Gruñó entre dientes poniéndose de pie y apretó los puños a los lados del cuerpo, ese tipo ya había conseguido ponerlo de mal humor.
Maldito idiota, no podía... Bueno, sí que podía, pero era un...
—¡Sangre!—el chillido de una de las porrista hizo que todo el mundo se volteara a ver la mano derecha de Nathan que en esos momentos sangraba.
El chico todo ese tiempo había tenido el cuchillo en la mano y el filo se había incrustado en su carne. Diablos, se había concentrado tanto en lo molesto que estaba con Zack que ni siquiera se había dado cuenta de que se había cortado.
Nathan se quedó viendo la mancha roja en su mano como si no la reconociera, vamos ¿En que clase de escuela ponían cuchillos tan filosos? cuanto menos se lo esperaran algún marginal iba a levantarse y asesinarlos a todos, pensó Nathan, hasta se sintió tentado de crear precedentes con el orangután que tenía en frente, no le hubiera disgustado para nada.
—Maldito demente. Deberían encerrarte con tu madre. —Le dijo Zack, abriendo sus ojos de par en par y esa fue la chispa que encendió el volcán Nathan.
—¡No hables de ella! —Lo amenazó el castaño y agarrándolo por el cuello lo puso su altura.-Nunca. En tu miserable vida. La mención. Hijo de puta. —Dijo apretando su puño a medida que pronunciaba las palabras.
—Basta. — Joe agarró el brazo de su amigo para que soltara al nuevo capitán, que Zack comenzaba a ponerse rojo y nadie hacía nada por intervenir. No era que le importara la salud del orangután, pero si Nathan mataba a alguien acabaría en prisión por falso testimonio, porque juraría ante dios y ante quien fuera, que su amigo era inocente incluso si lo veía con el arma en la mano. —No vale la pena. Nate, vamos.
Nathan maldijo, pero se dejó arrastrar por Joe no sin antes darle un empujón al bastardo.
—Eso, hazle caso a tu perra y vuelve al agujero del que saliste. —Escupió Zack haciéndose el valiente de nuevo una vez estuvo lo suficientemente lejos de Nathan.
—Si yo "vuelvo al agujero" tu terminarás en otro.
—Maldito Freak —Le dijo el nuevo capitán con asco y a nada estuvo Nathan de echársele encima de nuevo de no ser porque Joie se interpuso en su camino agarrándolo por los hombros.
—Basta, ya es suficiente, vámonos. Nathan, vamonos. Por favor.—Joe lo miró a la cara obligándolo a que se concentrara solo en el perfecto azul de sus ojos preocupados. Nathan suspiró pero cedió dejando que su ojiazul lo arrastrara por el pasillo.
En cuanto llegaron hasta la enfermería, por insistencia de Joe, se encontraron con que el lugar estaba vacío. Nathan había querido irse pero Joe se había negado. Sentados en una de las camillas esperaron como unos buenos minutos hasta que Joe se puso de pie indignado y comenzó a revisar las cosas de la estantería de la mujer sin permiso, que el ojiazul estaba hecho una furia, la enfermera no estaba y su amigo seguía sangrando.
Su paciencia había caducado.
—siéntate ahí.—Le dijo indicándole la camilla.
—Oye calmante, es solo un corte.
—¿Que me calme? ¡Parece que vas a desangrarte! ¿y esta mujer donde diablos está?—Dijo comenzando a revolver entre las estanterías sin saber muy bien qué buscaba. Que de primeros auxilios no sabía nada, ¿alcohol? Se reprendió mentalmente por no haber sido boy scout.
—Probablemente este con el entrenador, oí que tiene un amorío.—Comentó Nathan con calma, la situación era bastante cómica si se lo preguntaban. Joie parecía a punto del ataque de histeria mientras soltaba maldiciones sobre la cabeza de todos.
—¿Por qué demonios no follan en horario no laboral? Deberíamos presentarle una queja al director ¿sabes? Pero entonces tendríamos que decirle que te andas cortando, imbécil—Iba quejándose hasta que oyó la risa de cierto castaño a su espalda y al voltearse para fulminarlo con la mirada se lo encontró sonriendo.
—¿Que?¿Que tanto te ríes? ¡no ha sido divertido! amenazaste de muerte a un chico ¿te das cuenta de eso?¡ y mira tu mano!—la señaló indignado como si eso fuera lo más grave del asunto antes de volverse a voltear para seguir con lo suyo.
Nathan decidió levantarse a ayudarlo, porque si seguía viéndolo de aquel modo, no iba a poder seguir conteniendo.
—Joie—Le dijo alargando las letras con cariño, era el tono que usaba cuando quería que joe lo perdonara por algo.
—Joie un cuerno. Si serás...—Idiota era lo que iba a decir, pero al voltearse se dio de cara con Nathan que se había aproximado más de la cuenta sin que lo notara. Vamos, prácticamente estaba sobre él.
Joe se quedó con la boca abierta a mitad de lo que iba a decir. De pronto se sentía nervioso y la proximidad de su mejor amigo no ayudaba.
Nathan tenía como siempre su aire de chico malo, pero había algo en la manera que lo miraba, algo que hacía que aquellos ojos oscuros normalmente inexpresivos, lo llenaran de calidez e hicieran que sus mejillas enrojecieran.
—¿Por qué eres tan hermoso? —Le preguntó de la nada Nathan acariciando el perfil del ojiazul con ternura. Joe enfurruñado era simplemente hermoso.
Joe se estremeció ante su toque.
—Oye ¿Qué-que estás diciendo? — Comenzó a tartamudear viendo lo que se avecinaba, que Nathan estaba siendo imprudente ese día, cualquiera podía entrar de un momento a otro pero antes de que pudiera detenerlo Nathan ya lo estaba besando de nuevo y Joe se olvidó por completo de la mano ensangrentada del castaño y de sus compañeros de clases.
Nathan estiro su mano lastimada sobre la cabeza de Joe, agarró una de las gasas que Joe no había sabido localizar y la apretó en un puño mientras se concentraba en acorralar a su mejor amigo para que no huyera, aunque lo cierto era que el ojiazul no parecía demasiado dispuesto a huir...
Lo tenía cercado con sus brazos a ambos lados del rostro cuando la puerta se abrió de golpe interrumpiéndolos en mitad del beso.
—oh, lo siento.—Soltó una voz avergonzada. Nathan se apartó con cuidado mientas el ojiazul temblaba aterrado mirando de Nathan al muchacho que estaba parado en la puerta.
Lincon Park.
El chico era el presidente de la clase, era un poco Nerd y enclenque, pero en ese momento le pareció el tipo más amenazador de su vida.
Intentó apartarse de Nathan, pero el castaño se lo impidió
—Quieto.—Le dijo en tono de advertencia manteniendo su posición. Joe quería desaparecer en ese momento, el castaño actuaba como si nada, como sí que los encontraran besuqueándose fuera la cosa más normal del mundo, pero no. No para él.
—¿Qué quieres? —Le gruñó el castaño volteando su rostro para ver mejor al recién llegado.
—El director te busca. —Nathan asintió restándole importancia.—Bueno esto. Ya... era eso. —Dijo incómodo.
Nathan esperó a que Lincon cerrara la puerta detrás de él y volvió a atacar los labios de Joe.
—¡Basta! ¿que haces??—Joe se aferró a los brazos de Nathan e intentó apartarlo sin mucho éxito.
—Te estoy besando. ¿No lo ves? y nos la estábamos pasando muy bien hasta donde yo sé...—Le dijo sacando su lengua y tocó tentativamente el labio inferior del menor.
Vamos, que estaba haciendo un esfuerzo sobre humano por contenerse de hacerle todo lo que le pasaba por la cabeza cada vez que ponía esa carita de niño asustado. Lo mínimo que se merecía era un beso de recompensa por los esfuerzos ¿no?
—Acaban de vernos. ¿Tienes idea de lo que pasaría si alguien se entera? si... mis padres...
—Shhh, no dirá nada. —Susurró sobre sus labios restándole importancia. Pero para Joe no era tan fácil adoptar la postura de Nathan hacia la vida. Que al castaño podía importarle toda una mierda, pero a él no, a él le importaba y mucho.
—No puedes, no puedes estar seguro de eso. Basta. —Dijo girando su rostro hacia la puerta.
Nathan suspiró con fastidio y centró sus ojos aburridos en su mejor amigo. Le lanzaba esa clase de mirada de quien se obliga a armarse de paciencia. Esa típica que le regalas a un señor mayor cuando intentas explicarle como encender un ordenador y el hombre es un negado.
—El chico tiene cerebro, no se metería con dos jugadores de fútbol. No es idiota. Le partiré la cara antes de que diga algo, él lo sabe, yo lo sé, solo falta que tu lo asimiles así que por que mejor no cierras esa preciosa boquita que tienes y la usas para besarme ¿quieres?
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