Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

1

CAPÍTULO 1

Joe despertó sintiéndose enfermo. La luz que entraba por la ventana hacía que su cabeza doliera.

Había sido una mala noche.

Pestañeó un par de veces hasta que las náuseas aparecieron y una bocanada de porquería lo obligó a doblarse en dos para vomitar.

Carajo.

Lo primero que distinguió fue la alfombra azul que ahora estaba repleta de un líquido verde parduzco salido de su estómago.

Nathan lo mataría.

Nathan....

¿A todo esto... dónde estaba el castaño idiota?

Miró a los lados de la habitación de su mejor amigo.  No había rastros del chico cerca.

Gruñó.  Dios... Joe no había dejado que Nathan bebiera ni un solo trago. Se había pasado toda la noche colgado de su hombro en medio de la fiesta que se habían montado a último minuto como despedida del verano.

Si no fuera porque tomó cada cosa que el estúpido de su mejor amigo había intentado llevarse a la boca no hubiera terminado así.

Su estómago dolía.

Diablos, dolía mucho, al punto que tuvo que apretar los dientes para no lloriquear como niña.
Llegó a creer que se le perforaría y acabaría muerto en su propio vómito. Había leído en algún lado que eso era posible.

¿Cómo demonios Nathan podía meterse tanta mierda en el cuerpo? Primera vez que él lo hacía y sentía que iba a morir.

Cerró los ojos con fuerza y apretó su estómago con ambas manos.
No quería morir sólo en el cuarto de su mejor amigo.

—Colega, te ves como la mierda. —Alzó los ojos y lo primero que vio fue a un fresco Nathan saliendo del cuarto de baño con apenas unos shorts negros cubriendo sus piernas.

Su cabello castaño pegado sobre su rostro se veía tan oscuro como sus ojos y su piel pálida repleta de tatuajes aún estaba brillante por la lluvia de la regadera.

Verlo era como una maldita bocanada de aire fresco para sus adoloridos sentidos.

Joe intentó abrir la boca para decir algo, pero lo único que consiguió fue que una segunda bocanada de porquería ascendiera por su garganta haciéndolo toser.

El castaño frente a él soltó un silbido por lo bajo observando a Joe.

Nathan conocía al chico hacía años, se habían hecho amigos el primer día de clases de su segundo año de primaria cuando Nathan llegó a Corlis con su aura de chico malo Inglés después de ser expulsado de su primer colegio Americano  por mala conducta, desde entonces, el por aquellos años,  pequeño niño de impresionantes ojos azules y él  se habían hecho inseparables.

Llevaban más de una década de amistad  desde entoces y podía asegurar sin lugar a dudas  que nunca lo había visto tan tocado como en ese momento.

La piel bronceada de Joe se veía verdosa, y la mueca de dolor en los ojos azules y culpables que lo miraban de vuelta  le aseguraba que se sentía tan mal como se veía.

Como un cervatillo asustado, pensó.

Joe siempre le había parecido uno. Pequeño y hermoso, con su cabello azabache y su piel nacarada que se coloraba en el verano a diferencia de la suya propia que se mantenía palida como la muerte sin importar cuanto sol tomara.

Nathan lo observó, jugueteó por un momento con el aro de su labio inferior y luego volvió a entrar al cuarto de baño dejando a un solo y asustado Joe en su cama mientras se encargaba de llenar la tina.

Fueron como unos 15 minutos en los que aprovechó para fumarse un cigarrillo mientras esperaba sentado en la tapa del váter.

Ni siquiera quería pensar en cómo había quedado su casa luego de la noche anterior. Lo que fuera que hubiera traído Asher de su diler era jodido.

Jodido de una forma que no había esperado.  La fiesta se había descontrolado en algún punto y Nathan se había encerrado  en su cuarto a cuidar de Joe dejando que sus "invitados" hicieran lo que quisieran.

Oh dios, solo esperaba que no se hubieran metido en el cuarto de sus padres.

En cuanto la tina estuvo llena, se puso de pie levantando la tapa del retrete para arrojar las colillas. Vació el tanque y salió en busca del chico que había dejado abandonado sobre su cama.

En  la habitación, lo encontró de nuevo desparramado sobre sus sábanas con los ojos cerrados y por un momento se asustó. El chico se veía realmente mal, pero apenas lo oyó acercarse Joe volvió a abrir sus hermosos  ojos azules.

Nathan suspiró de alivio.

—Arriba, hombre—Dijo ayudándolo a levantarse, siempre había sido más alto que el ojiazul, Incluso luego de que  Joe se hubiera pegado el estirón a los 14,  y dejara de ser el pequeñito que lo seguía por todos lados como su sombra.  Nathan era un kilómetro parado,  siempre había sido el más alto de su clase, sin embargo, Joe  había compensado la diferencia en los últimos años con un cuerpo robusto y musculoso.

¿Por qué mentir?

Arrastrarlo hasta el baño le estaba costando lo suyo.

Por un momento pensó en dejarlo tirado allí y largarse.

Tal vez prenderle fuego a toda la casa y huir, de cualquier modo, sus padres iban a matarlo cuando llegaran y vean los estragos de la fiesta.

Miró el rostro de su mejor amigo y aquellos ojitos de cervatillo y maldijo.

Todo por esos ojos...

Siempre le habían gustado los ojos de Joe. Tenían algo deslumbrante que no sabía explicar.  Había sido así desde la primera vez que lo vio alzar la vista y sus ojos lo golpearon como dos faros sacándole el habla.  Nathan nunca en su vida había visto ojos tan azules como los de Joe. Eran impresionates. Incluso de niño recordaba que le habían parecido demaciado grandes y grotezcos para su pequeño rostro regordete, pero había algo en ellos que le había hecho imposible apartar la vista del niño de los ojos azules con las largas pestañas oscuras.

—Mírame. —Le pidió.

Las palabras escaparon de su boca antes de ser 100% consciente de que las había pronunciado.

Joe abrió los ojos y tardó un momento en enfocar al castaño.

Oh diablos.

El daño ya estaba hecho.  Nathan no podía dejarlo tirado si le lanzaba aquella mirada.

Nathan maldijo a Joe, a su suerte, a Asher y sus mierdas, se cagó en cada santo que recordó, en sus ancestros y en Madonna, hasta que por fin consiguió meterlo en el cuarto de baño.

—Desde mañana te doy lechuga, hombre—Lo apuntó con un dedo acusador después de sentarlo en la tapa del retrete.

¿En que momento el ojiazul había crecido tanto?

Joe seguía medio ido  por lo que sin más remedio el castaño suspiró y  comenzó a quitarle la ropa vomitada.

Claramente Joe no estaba en condiciones de hacerlo por si mismo.

Apestaba, diablos,  frunció el ceño con asco, agarró una de las toallas de mano de la gaveta de baño y la humedeció en el agua de la bañera para pasarla luego por la piel desnuda de su mejor amigo.

Por un momento se sintió como una mamá limpiando a un bebé gigante.

Retrocedió un paso para verlo mejor, la piel tirante de sus pectorales, el abdomen marcado y cada músculo reluciendo bajo la luz mortecina de la mañana.

Sexy bebé gigante, Pensó. Había que admitirlo, el chico era caliente.

Sacudió su cabeza para alejar aquellos pensamientos de su mente  y enredó los brazos del más bajo por su cuello para ayudarse a levantarlo.

Con esfuerzo lo metió en la bañera, no era como si  Nathan fuera un débil de mierda, era el capitán del equipo y eso, estaba en forma, pero Joe tampoco era como llevar una almohada debajo del brazo.

Por poco no caen ambos en la tina mientras intentaba acomodarlo.

Nathan se arrodilló a su lado para lavarle el cabello enredando aquellas hebras alquitranadas en sus dedos, diablos,  las caricias del castaño hicieron a Joe soltar algo
muy parecido a un ronroneo.

Al oírlo, Nathan se detuvo a mitad de su acción. 

Aún con las manos enjabonadas buscó la mirada del ojiazul.

Por alguna razón que ni él  mismo supo explicar se sintió culpable, como cuando Billy  lo atrapaba con las manos en el mejunje de las galletas.

Carajo por tres.

—Termina esto. —Dijo poniéndose de pie.

De pronto quería estar lejos de Joe

¿Qué demonios le pasaba?

Por suerte para él, Joe parecía aún demasiado ido como para darse cuenta de que algo iba mal. 

Me cago en... La alacena de Bill, pensó Nathan.

Jack iba a matarlo.

Nathan se encontraba parado en medio de la cocina observando la maldita alacena. Se quedó ahí como un cuarto de hora procesando lo que sus ojos veían.

La maldita alacena de Bill...

Era el maldito regalo de aniversario de sus padres.

Bill la diseñó y talló personalmente para su padre. Había grabado un árbol con sus nombres en las raíces y el de Nathan en la copa.

El muchacho no sabía si reír o llorar, ahora había un pene dibujado sobre el grabado y su nombre formaba parte de las bolas.

Había cierto ingenio en todo el dibujo.

Mierda.

Sintió un coche deteniéndose en la entrada y tragó duro antes de agarrar un par de galletas de la alacena "redecorada", unas aspirina que guardaba en el primer cajón de la cocina y un botellón de jugo de naranjas del refrigerador.

Ni siquiera se molestó en intentar remediar el desastre.

Era imposible, su casa parecía haber pasado por el Apocalipsis zombi, de hecho aún había un par de "muertos" en el sillón de la sala.

Subió de dos en dos los escalones hasta su cuarto y se encerró allí.

Joe aún  dormía la mona sobre su cama.

Cama que había hecho mientras su amigo se bañaba.

No iba a dejar que durmiera sobre su propio vómito.

No era tan mal amigo.

Se sentó en el borde del armatoste y encendió otro cigarrillo ¿ya qué? iban a castigarlo de todos modos.

Apoyó los codos en sus muslos y aún con el cigarrillo entre los dedos se presionó los ojos con las palmas.

Jack iba a enloquecer

Probablemente lo mataría.

No, probablemente lo mandaría a Inglaterra.

No quería ir a Inglaterra.

Odiaba ir a Inglaterra.

Por un momento deseó oír el grito de Jack.

Lo deseó de verdad.

Miró a su costado como Joe dormía tranquilo y quiso con todas sus ganas acurrucarse a su lado y dormir hasta que la bronca de Jack hubiera pasado.

¡Dios! no quería ver a Jack.

Apagó el cigarrillo en el cenicero que tenía en la mesita de noche y luego se tumbó junto al ojiazul.

Se quedó observándolo por un momento mientras dormía, sus cejas espesas, sus pestañas largas y oscuras, esa maldita cara de niño que no rompió un plato en su vida, diablos, le encantaba aquel rostro sereno,  lo ayudaba a calmarse...

¿Por qué le gustaba tanto ver dormir a su mejor amigo?

Acercó su mano a la piel tersa de sus mejillas y se detuvo antes de tocarlo, las yemas de sus dedos cosquillaron en protesta. 

Quería tocarlo....

Suspiró.

Tal vez si lo hubiera golpeado el primer dia de clases como había planeado en priner lugar no se encontraría hecho todo un manojo de sentimiento enredados en aquel momento.

Pero desde el primer día que  vio al pequeño Nerd  en el pasillo de la escuela había tenido ese efecto.

El chico calmaba sus jodidos nervios, era como un jarabe para cualquier cosa que le pasara. Podía pasarse horas viéndolo.

De hecho a lo largo de los años se había pasado muchas noches enteras despierto, solo observándolo, claro que Joe no lo sabía.

Ni siquiera sospechaba que Nathan conociera el numero exacto de las pecas  que decoraban su rostro. De hecho, de niños se había pasado horas imaginando constelaciones con ellos.

Nop, se dijo. Definitivamente Joe Nunca tenía que saber eso.

Estaba a punto de encender el tercer cigarrillo de la mañana cuando sintió los insistentes golpes en la puerta.

Por la forma en la que habían respetado su privacidad sin forzar la cerradura estaba seguro de que ese era Bill, Jack hubiera entrado hecho una furia.

Suspiró resignado, le lanzó una última mirada al idiota que dormía románticamente abrazado a su almohada y se levantó a enfrentarse a Bill.

—Te has pasado—Dijo apenas el chico le abrió la puerta.

Frente a él había un hombre en sus 30's  pelirrojo,  bajito y con los ojos de un claro acuamarina que en ese momento lucían en verdad molestos.

Billy estudió al muchacho de pies a cabeza haciendo una rapida revisión de su estado de salud antes de volver a concentrarse en aquellos ojos de un gris tan puro y oscuro que años atrás le habían causado escalofrios.

—¿Qué tan malo es? —Preguntó Nathan rascándose el vientre justo sobre el borde de sus shorts donde tenía tatuado unos diseños tribales.

—Estuvo a nada de llamar a la policía. —Le advirtió haciendo una mueca.

De sus padres, Bill era el permisivo, el que lo secundada en la mayoría de sus rebeldías y el que aplacaba al recto inglés que le había tocado de padre.

Aunque conocía la historia, a veces le resultaba imposible de creer que dos personas tan diferentes acabaran juntas.

Bill se lo había contado cientos de veces.

Como había conocido al Joven y recto inglés que había ido a dar clases a su universidad, como se habían enamorado y como un día  se había presentado en Sefton para descubrir que Jack tenía un pequeño niño berrénate a cargo.

Nathaniel Jeremiah Harrel había sido fruto de un amorío fallidos del que su padre había huido a los 24 años para ir a hacer "sus mariconadas" al nuevo mundo.

Así era como su familia en Liverpool llamaba a la relación de sus padres.

Llegó a detestar a Bill por un tiempo, pero el joven yanqui un par de años más joven que su padre y lleno de paciencia había acabado por transformarse en algo así como un colega, un amigo y luego en un papá.

—No sé qué demonios pasó aquí—Nathan abrió la boca para responder pero Bill lo interrumpió, tenía el entrecejo fruncido cosa rara en él.

Eso definitivamente indicaba que las cosas estaban mal.

— ¡Y no, no quiero saberlo! —Chilló el mayor histérico. — ¡Había un chico inconsciente en el patio!¿Qué demonios pensabas?

—Yo no...

—Shhh,  Baja antes que las cosas empeoren.  Hay muchas explicaciones por dar y una fila de padres esperando por sus hijos, un chico acabó en el hospital ¡Por dios, Nathan!—Gruñó apretando los dientes.

¿Hospital?

Mierda.

Eso sí era MALO con mayúsculas.

En cuanto llegó al piso de abajo lo que vio fue a su padre junto a la puerta pidiendo disculpas a los padres de aquellos atontados que no habían conseguido huir a tiempo.

La cosa iba relativamente bien Hasta que por la puerta apareció una mujer bajita con un rostro demasiado familiar.

—¿Donde esta mi hijo?—Dijo la mujer, la barbilla le temblaba de lo alterada que estaba. —Ustedes...

—Sra. Wood—Dijo Nathan dando un paso en aquella dirección haciendo que los furiosos ojos de la mujer se fijaran en él.

—Tú —Se abalanzó sobre el muchacho pegándole en el pecho—¿Qué demonios le has hecho a mi hijo? Sabía que eras malo para mi Joe, un perdido como tú —Dijo lanzándole una mirada que demostraba todo el asco que sentía por su persona en ese momento. —Tatuado, drogadicto, lleno de aros...Mi Joe nunca se hubiera metido en problemas si tu no lo hubieras arrastrado a...

Definitivamente la Sra. Wood lo detestaba.

Iba a abrir la boca para defenderse, pero para su sorpresa fue Bill quien se puso en medio de la balacera de insultos de la mujer.

—Señora, por favor, los chicos son solo niños intentando divertirse, cometieron un error...—Comenzó intentando hacerla razonar.
Pero la Sra. Wood lo mandó a callar lanzándole una mirada de asco aun mayor— ¿¡Que se podía esperar de dos padres desviados...?!  Depravados criando un niño. Agradezca que mi esposo no está en casa. No quiero volver a ver a este—Señaló a Nathan—cerca de mi hijo.

—¿Qué? —El que habló esa vez fue Nathan. —No. No, usted No...

Bill se había puesto rojo de la cólera, estaba a punto de entrar en modo perra cuando la voz plana de Jack intervino en la conversación añadiéndole una pizca de calma a la situación.

—Señora Wood, por favor. Le pido que espere fuera de mi casa. Su hijo la acompañará en breve.

La mujer abrió la boca dispuesta a insultarlo, pero algo en el aplomo del hombre mayor consiguió que cerrara la boca y saliera de la casa.

—Ve por tu amigo. —Le ordenó Jack a su hijo.

—Papá...

—Ve por tu amigo ahora, Nathaniel.

Nathan bufó y subió de dos en dos a buscar a su mejor amigo.

Cuando entró a su habitación se detuvo a observar al chico que dormía ausente a todo.

Se sentó junto a él en la cama y acarició su rostro despejándolo de aquellos cabellos rebeldes que tanto le gustaban.

—No dejaré que nos separen.

Joe se removió en su sitio y por fin abrió los ojos para mirarlo.

—Tienes que levantarte, hombre.—Nathan le sonrió intentando parecer relajado.—Vamos bella durmiente.

Joe gruñó reacio a levantarse haciendo que el castaño sonriera ahora si de verdad. Joe siempre había sido perezoso para levantarse.

—Tu madre está abajo. —Eso consiguió que los ojos de Joe se abrieran de par en par—Está hecha una fiera.

Nathan ni siquiera terminó de hablar que su amigo ya estaba de pie revolviendo sin permiso en el armario del castaño en busca de ropa decente.

—Oye.

—Nos vemos luego. —Dijo sin despedirse mientras bajaba aun vistiéndose por el camino.

Nathan lo siguió sin entender nada, pero en cuanto llegó a las escaleras Joe ya estaba fuera de su casa dejando un incómodo silencio detrás de él.

Sus padres lo miraron por lo que parecieron siglos de tenso silencio hasta que sin saber que hacer se atrevió a carraspear.

Era mejor que Jack explotara pronto.

Cuanto más tiempo pasara, peor sería el caos que desataría.

—yo...

—¿En que estabas pensando? —La voz de Jack sonó como lijas raspando su garganta.

Auch, Jack estaba realmente furioso.

—Yo no, yo estaba...

—Borracho. ¡Es lo que estabas! Borracho hasta el culo. Había un chico inconsciente en la sala y ni te enteraste ¿Qué si se moría? ¡Maldita sea! ¿Qué demonios hice mal contigo, Nathaniel?

—Jack... —Intervino Bill en tono de advertencia.

Jack pateó una silla por el camino descargando su furia en el pobre objeto y esa fue la señal de alarma para que Billi mandara a Nathan a su cuarto.

—Sube a tu cuarto. —Dijo el pelirrojo en un susurro.

—yo... lo siento. yo...

—Sube a tu cuarto. Hablamos después. —Insistió Bill acercándose a su esposo.

—¿Por qué? ¿Por que demonios se porta así? Ya no sé que hacer con él, Bill. Cada día es peor —Le dijo el mayor concentrando sus ojos oscuros en su esposo.—¿Que hice para merecerme un hijo así?

Lucía abatido como si de pronto el peso de los años le hubiera caído sobre los hombros.

—Jack... No digas cosas que no sientes. Nate es un buen chico solo ...

—¿Es un desviado por que sus padres son unos desviados? —Bill hizo una mueca de disgusto y luego le sirvió un trago de brandi de la reserva.

—Bébe.—Le ordenó en tono serio, cosa poco común en el menor.

Jack obedeció.

—Voy a ser claro, en esta familia no hay ningún desviado y me importa una mierda lo que haya dicho esa señora religiosa, tu no vas a ofender a nuestro hijo, Jack.

Hola mis amores he comenzado a hacer algunas correcciones a esta historia, asi que puede que haya algunos cambios, la historia orginal se mantiene por supuesto.
Aquí estan como siempre Joie y Nate.

Para lxs nuevxs lectorxs ¡hola! Para lxs viejxs ¡hola de nuevo!

*Joe*

*Nathan*

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro