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11_Priscila.
Priscila era una chica preadolescente cuya vida emocional y social giraba en torno a su colegio, ya que las demás fases de su realidad eran realmente agotadoras y sus horarios alimentaban esta situación. De todas formas, esto no significaba que la pasara bien en ese lugar. Por empezar, ella no eligió su escuela y su madre no le permitía cambiarse de instituto; sin embargo, era una chica inteligente, aunque no siempre le iba bien con las calificaciones al considerar algunos aprendizajes como pérdidas de tiempo.
Ella se sentía incomprendida prácticamente todo el tiempo, ya que cuando su madre no le era indiferente e intentaba demostrarle comprensión, simplemente no se entendían. Su padre nunca estuvo presente y no, no murió ni la abandonó pero, cuando él se separó de su mujer para luego entrar en una relación con otra, dejó a su hija de lado; a lo cual Priscila responde, hasta el día de hoy, con profundo desprecio.
Ella solía tener un buen grupo de amigos en la primaria pero, como era de esperarse, con la llegada de la escuela secundaria se disolvió. Priscila fue la única de aquel grupo que entró a la escuela a la que iba y, por más que conservara los contactos de quienes creía que eran sus amigos, muchos de ellos se distanciaron e incluso desaparecieron.
Igualmente, a pesar de todo lo mencionado, en el momento en el que ella iniciaba la secundaria, se la recordaba sumamente entusiasmada y, efectivamente, así era. La pequeña iba su primer día de clases con deseos de asistir, ya que veía la escuela secundaria como una fuente de enriquecimiento, tanto de conocimiento, como de vida social. Ella no era de esas personas que hablan primero o que buscan sus posibles amistades, pero le encantaba conocer gente porque veía a cada persona como un mundo distinto, y le gustaba tanto aprender de los demás como que aprendan de ella. El primer medio año de clases no estuvo tan mal, ya que con sus tareas no se esforzó mucho por el hecho de que solo repasaron lo del año anterior y, además, se mantuvo tímida frente a sus compañeros. La escuela, al tener doble turno casi todos los días, era muy agotadora para Priscila por más que sus deberes no fueran problema; pero, de todas formas, todo valía la pena cuando los viernes, al final de clase, visitaba a su abuela.
Aunque la mayoría del tiempo no era feliz, tampoco era infeliz, pero no pudo mantenerse en ese estado emocional neutral por siempre. Por empezar, la gran mayoría de los profesores se tornaron en su contra por razones difusas. Priscila nunca supo si era por su comportamiento, por su tendencia a intentar expresarse, su peinado o cualquier otra irrelevancia. Por otro lado, ella intentó ser amable con sus compañeros y creía agradarles, hasta que descubrió que hablaban mal de ella a sus espaldas, mientras los demás simplemente le fueron indiferentes. Cada día era un poco más duro para ella, sin mencionar que los recursos eran un problema, el transporte era un problema, el dinero era un problema, su exceso de ansiedad lo era... y se preguntaba: ¿Para qué? Sentía que todo el mundo estaba en su contra, que nadie la comprendía, mientras se dedicaba a estudiar algo que no le interesaba, para que el propósito de su vida sea ganar dinero y dejar que todos los demás decidan sobre su voluntad antes que ella. Bajo esos pensamientos se encontraba la mente de Priscila, los cuales, eventualmente, terminaron por afectarle. Por las noches le era difícil dormir recordando lo horrible que había sido su día y, a la vez, temiéndole al siguiente.
Por lo general, la forma para instruir de los profesores eran desorganizadas e injustas, sin mencionar que nadie nunca tuvo consideración por los problemas de esta peculiar y bella chica. Igualmente, ella siempre tuvo la idea presente de que debía continuar porque, quizás, todo valdría la pena en un futuro indeterminado; aunque esa persistencia no tardó en irse. Llegaron las vacaciones de verano y, a pesar de tener doce, era su primer descanso. Priscila lo disfrutaba a su manera: viendo series, comiendo, durmiendo y saliendo muy de vez en cuando; pero las disfrutó solo hasta enterarse de que el tumor de su abuela, que había sido contenido hace año y medio, había regresado. En cuanto tenía la oportunidad, iba a visitarla al hospital y si había algo que le dolía, era irse sin saber si volvería a verla. Como era de esperarse, finalmente falleció, pero lo peor de todo fue que lo hizo en presencia de quien la creía la persona más importante de su vida.
Todos los problemas relacionados al exterior, mencionados anteriormente, eran nada comparados con lo peligrosa que era la mente de Priscila para sí misma. Su permanente estrés, su ansiedad, sus miedos e inseguridades, se acumularon en su mente para llevarla a la depresión; la cual, ya habiendo vuelto a clases, la expresaba mostrándose antisocial, asocial y cortando relación con cualquiera en su entorno. Creía odiar a todo el mundo y esos sentimientos perduraron durante varios meses, hasta que un día, encontrándose sola en el patio de la escuela como era de costumbre, la chica que se había sumado a su curso ese mismo año se sienta a su lado y apoya la cabeza en su hombro, diciendo:
-Sé que te sientes mal y que los problemas se te presentan más grandes de lo que en realidad son, pero todo esto es parte de la vida la cual vale la pena vivir. Así como hay cosas que te hacen sufrir, habrán otras que te harán sentir increíble. Enorgullécete por lo que vale la pena morir y, si aún no hay algo o alguien realmente bueno en tu vida, puedes contar conmigo porque te comprendo y sé lo que se siente ser la única que en verdad se ama.
Priscila no alcanzaba a asimilar la situación y no pudo evitar escucharla cuando le habló, así como no pudo evitar llorar. Acto seguido, dijo:
-Gracias, lo necesitaba.
A lo que le respondió:
-No es nada, y gracias a vos por escuchar.
La chica se paró e intentó irse, pero Priscila la detuvo diciéndole:
-Por cierto, ¿cómo te llamabas?
A lo que la linda chica de un ojo gris y el otro verde, respondió con una tierna sonrisa:
-Me llamo Ariel.
-------《e133¿?》
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