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29_Ariel.
-¡Hola! Soy Ariel ¿Cómo has estado últimamente? ¿Cómo va tu día? ¿Todo bien? Me alegro mucho de que así sea y espero que sigas bien. Aunque bueno, si no lo estás, que sepas que siempre podés contar conmigo.
Normalmente de esa manera comenzaba sus conversaciones Ariel, por más que se quedara hablando sola prácticamente cada vez, y sin mencionar que las personas con las que era así no siempre tenían importancia para ella.
Ariel siempre puso el bienestar de los demás por encima del suyo, y era atenta o detallista casi por deporte. Lo hacía bajo cualquier circunstancia, en cualquier entorno, tanto en su grupo de amigos o en la escuela, como con su familia. Aquellos que la conocían, trataban de hacerle saber que no era necesario que fuera servicial todo el tiempo, pero era distinto con aquellos que no la conocieran. A menudo las personas la miraban con desprecio, le respondían de mala manera y, en los mejores casos, actuaban con indiferencia o con amabilidad fingida.
Más de una vez se le aconsejó que no fuera demasiado amable, pero ella simplemente pensaba "¿Por qué no?" y continuaba siéndolo, ya que de todas formas, no era algo que le molestara, sino algo que le gustaba hacer. Ella creía que faltaban personas así y Ariel se comportaba de esa manera por naturaleza, así que no veía el por qué reprimirlo; y con respecto a los malos tratos ocasionales, simplemente aprendió a vivir con ellos. Con lo que no le era fácil aprender a vivir en ese entonces, era con que le hubiesen diagnosticado hiperactividad, o más específicamente: "TDAH". Su déficit de atención y su hiperactividad le trajeron problemas, sobre todo, en el ámbito escolar, ya que la consideración frente a esta situación era muy poca en comparación a la que se debía tener.
Ariel sufría mucho de por sí con su familia cercana, la cual estaba conformada por su madre, su padre, sus dos hermanas y su hermano. Se la trataba generalmente de "insoportable" o "irrespetuosa" en su propia casa, porque presentaba síntomas como el hiperenfoque, mantenía un comportamiento excesivamente impulsivo y la criticaban duramente por su desorganización o su falta de motivación para realizar tareas.
A pesar de todo, Ariel siempre tuvo a su hermano mayor, que le daba apoyo en esos momentos en los que el resto de la familia se jactaba de su sufrimiento para bromear o se la juzgaba sin fundamentos y con fines destructivos. Él estaba ahí para darle simples consejos que Ariel ya tenía en cuenta, pero que consideraba bueno recordarle, porque sabía que era necesario que fuera persistente y se mantuviera fuerte ante las palabras de los demás. De hecho, sentarse juntos en un tronco, bastó para que Ariel diera un gran paso con respecto a su lucha.
Ese día, su familia estaba de mal humor. Ariel nada más levantarse, recibió algunos insultos por cómo había decidido vestirse y por no estar "como siempre". Se le dieron órdenes de encargarse de limpiar todo lo que pudiera limpiar, para así poder mantenerla ocupada y sin molestar con su presencia. Aún haciendo todo lo que se le pedía, sus padres sacaban excusas de donde no tenían para buscar herirla, mientras sus hermanas la miraban despectivamente o se reían de ella. Todo su día fue una pesadilla y concluyó con un tímido colapso de esta chica que creía no merecer lo que le pasaba. Habiendo ido todos a acostarse para dormir, salió de su habitación sin hacer mucho ruido y estando en pijama, se dirigió hacia el extenso patio de su casa y se sentó en un gran tronco que se encontraba allí. Se cubrió con una manta para sentirse aislada del mundo por un momento y comenzó a llorar, pero solo hasta que oyó pasos de alguien aproximándose, los cuales realmente la asustaron. De hecho, soltó un buen grito al ver a su hermano, el cual no dejaba de reír.
-¿Puedo?
-Sí, Dani. Y di lo que tengas que decir.
-Sé que no debería ser así, pero sabes que no puedes cambiarlos y tampoco puedes seguir tolerando que te traten de esta manera.
-¿Qué hago entonces? Preguntó Ariel afirmándose en su hombro.
-¿Has considerado cambiar? No digo que esté mal que seas vos misma, ni que sea tu culpa que sean así, ni trato de justificarlo; pero la realidad es que ellos son así contigo por tu forma de ser, la cual podrías cambiar estando con ellos para aunque sea estar en paz.
-Hmm... Lo pensaré, gracias.
-No es nada Ariel, y si no te molesta, me voy a dormir. No te quedes demasiado.
¿A qué se refería con cambiar? ¿Valdría la pena? ¿Algo está mal en mí? Ariel comenzó a preguntarse si realmente podría haber algo que debería cambiar en su comportamiento y se decidió a averiguar qué era para intentar mejorarlo. Ariel comenzó a limitar su forma de ser y a tratar de adaptarse a lo que se esperaba de ella, sabiendo que de igual manera, nunca iba a complacerlos del todo; pero a la vez, teniendo en mente que debía hacer algo al respecto.
Fue muy difícil para ella, pero al cabo de dos semanas, le pidió a sus padres que le permitieran acceder a ayuda profesional. Se negaron rotundamente, pero solo hasta que su hermano les insistió con que él pagaría las sesiones del psicólogo. Luego de conseguirlo, Daniel se lo contó a Ariel y ella se puso muy contenta, aunque nerviosa por dos motivos, y es que nunca se había "enfrentado" a sus padres y, por otro lado, no acostumbraba a abrirse a nuevas experiencias. Ariel abrazó a su hermano y le dio las gracias por todo lo que le había enseñado, a lo que él respondió:
-No es nada, Ari. Y ya que estamos en esto, voy a enseñarte algunas cositas más que debes recordar...
Por empezar, si no estás haciendo algo malo pero igualmente tratan de herirte, no significa que no te des cuenta de lo que haces mal, sino que no estás rodeada de las personas correctas.
No está mal que ayudes a los demás, pero siempre recuerda ayudarte antes.
Nunca olvides quién eres, ya sea para corregir lo que no te guste de vos, como para mejorar lo que ya tienes. Aprovecha tu combinación entre sensibilidad y una personalidad fuerte para llevarte a vos y a los que te rodean a algo mejor cada vez que actúes.
Ariel solo le dio sus más sinceros agradecimientos y un tierno abrazo.
-Nunca voy a olvidarlo.
Desde entonces, Ariel se centró en progresar con respecto a su inteligencia emocional y comenzó a llevar la vida por su cuenta. Consiguió que su trastorno recibiera tratamiento a tal punto en el que no fuera necesario que recibiera atención especial en la escuela. Hizo nuevos amigos, que aunque fueran pocos y se vieran muy de vez en cuando, eran amigos increíbles. Entendió cómo debía manejarse al tratar con su familia, fomentando el respeto, siendo amable a pesar de todo y callando si tenía que callar, pero nunca dejando que eso la consumiese.
Llevando una vida más sana, pudo adaptarse fácilmente a la idea del primer día en la nueva escuela secundaria. Como era de esperarse, la querían por su dulzura al ayudar a las personas; solo que en esta ocasión, supo moderarse y también aprendió a decir "no" cuando tuviera que atender sus responsabilidades. No faltaron aquellos que solo la buscaban por sus consejos, pero para Ariel no había problema con ello, porque podía ver a su alrededor a personas sufriendo su día a día, atravesando problemas y entendía que eso era lo normal en la realidad de cada uno. Ella quería que se atrevieran a resolver sus conflictos, y si ya lo intentaban, alentarles a seguir.
Se fijó en una de sus compañeras, que era la representación de una persona a la que le consumen el estrés, la ansiedad y la desesperación. Trató de conocerla desde fuera, porque Ariel era muy buena deduciendo sin saber concretamente; esperó el momento indicado, porque sabía que un mal movimiento podría alejarla para siempre. Cuando finalmente llegó dicho momento en el que creyó que podía ayudarla, se sentó a su lado y apoyó la cabeza sobre su hombro para decirle lo que pensaba con respecto a su situación, a lo que Priscila respondió:
-Gracias, lo necesitaba...
Continuaron con la breve charla, y a pesar de que a prácticamente nadie de su familia le importó, Ariel nunca había llegado tan contenta a casa.
-------《ud°》
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