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Capítulo II

Fuubutsushi

{Las cosas –sensaciones, olores, imágenes– que evocan recuerdos o anticipan una estación concreta}

Las sábanas blancas se teñían de dorado A raíz del cálido sol que se colaba por el ventanal de su habitación. No había pasado mucho tiempo desde que se durmió ya que a su izquierda sobre la mesa desayunadora yacían los restos de su almuerzo.

La puerta de la sala se abrió con lentitud, y el permaneció acostado mirando quien ingresaba por aquella entrada.

Su pecho se llenó de una sospechosa calidez cuando alcanzó a divisar la mitad del cuerpo de la dueña de esos ojos que lo miraban con dulzura y a quien no tuvo más remedio que sonreírle.

—Ya despertaste—le dijo ella—. Dormiste más de lo habitual, Algo raro en ti. ¿No crees? —con paso lento se acercó a la cama y su largo e inmaculado cabello castaño se bamboleaba de un lado al otro.

Kakashi sonrió como un bobo. No intento incorporarse, se sentía más débil qué horas atrás. Su Sharingan había consumido mucha energía luego de aquel encuentro en Sunagakure con Deidara y Sasori. Debía cuidarse, los treinta años estaban más cerca y con esto los signos de que su cuerpo no era el de hacia diez años atrás eran cada vez más visibles.

—Es por los sedantes—respondió, al tiempo que la seguía con su mirada al ver qué se acercaba y se colocaba a su lado—. ¿Todavía no te has ido a tu casa?

—No, y no pienso hacerlo hasta que mejores y te den el alta.

—Hoshi, no es necesario. Ve a descansar, ya has hecho mucho por mí—La muchacha le sonrió y achinó los ojos, gesto que hizo que las pecas de su rostro se acentuaran.

—¿Tu harías lo mismo por mí, cierto?

El corazón de Kakashi se arrugó haciéndole doler. Aquellas palabras inocentes de parte de Hoshi fueron como un puñal para el peli plata que sabía que no había sido así.

Se despertó de aquel sueño que le supo a pesadilla. El sol no estaba, era la cruda noche solitaria. La sala estaba vacía, fría. En su mesa de noche yacían los libros de lectura que había estado ojeando desde que llegó a ser internado después de su enorme esfuerzo contra los miembros de Akatsuki.

Tampoco estaba ella, ni lo estaría. Porque sería un vil idiota si creía que siquiera en su lecho de muerte aquella muchacha iría a acompañarlo luego de la traición que había cometido.

Volvió a cerrar los ojos, desesperanzado, intentando alejarse para siempre de la realidad. ¡Qué bien le sabría ser loco en ese momento! Hasta casi sentía envidia por tener cordura, ya que esta no hacía más que condenarlo al sufrimiento que, después de todo, se merecía.



+++

El País de la Lluvia era un territorio por demás deprimente. Limitaba con la Hierba y el Hierro, y su clima pese a creer que podría ser hasta poético sus días grises y nublados, lo hacían ver un lugar tétrico y enemigo para cualquiera.

Incluso para Hoshi, quien caminaba de manera sigilosa por las calles de aquella zona apresurando su paso e intentando pasar desapercibida bajo esa torrencial lluvia que, para su suerte, tenía a todos los residentes encerrados. Su ropa estaba empapada. Llevaba paraguas, pero el viento obligaba al agua a volverse contra ella desafiando la protección del artilugio. No le importaba, no porque le gustaba la lluvia, sino porque sabía que estaba cerca de llegar al lugar donde la esperaban los terratenientes del país.

Cientos de kilómetros separaban la ciudad de Kanazawa de la peligrosísima Amegakure. Aquella aldea llena de ninjas hábiles en la matanza estaba comandada por Hanzo o también conocido como 'La Salamandra'. Aquel ninja era un vil traidor y ambicioso líder que le había dado la categoría de Sannin a Tsunade, Jiraiya y Orochimaru luego de una batalla en la que los tres casi no contaban el final.

Era muy difícil llegar a él, y no habría nadie en su sano juicio que quisiera encontrárselo cara a cara, por eso las grandes naciones evitaban su contacto ya que sabían que el fruto de una hipotética reunión con el sujeto sería una sangrienta batalla.

Gracias a Dios, los feudales habitaban muy lejos de la zona. En un territorio casi virgen, que todavía guardaba su estilo arquitectónico antiguo. El centro estaba repleto de callejones con viviendas que parecían haber sido construidas con el objeto de estar escondidas, y metros después las calles se llenaban de establos y talleres.

Entre medio de estos, y con un gran terreno que la fronteaba yacía la única mansión con decoración samurái del lugar, y era justamente ese el lugar a donde aspiraba entrar Hoshi.

Lamentablemente a Shamui no le había dicho la verdad. Era mentira que Tsunade había a anunciado al país de la Lluvia que ella llegaría, ya que su líder jamás se lo habría permitido dada la naturaleza peligrosa de esa misión. Pero Hoshi se sentía en la obligación de entrometerse en el lugar y obtener más información de la que Itachi le había dado, y su corazón le decía que aquél era el lugar.

La familia Hosokawa eran los terratenientes de aquella zona y por su importante linaje se los consideraban como los señores feudales por excelencia del País de la Lluvia. Su historia comprendía traiciones, vasallaje y sobre todo mucho dinero que en varias ocasiones había sido invertido en otras tierras y utilizado a su favor. Los Hosokawa además eran conocidos por ser precursores de un estilo de vida exigente y disciplinado, sus generaciones eran entrenados, obligados a estudiar historia, derecho y economía, y los descansos siempre eran fijados en solo un día de la semana. Por eso no era extraño que al hablar con los menores de la familia las personas quedaran asombradas por su sabiduría y respeto a pesar de su corta edad.

Tantas maravillas no cegaban a Hoshi, quien desconfiada y astuta sabía que los Hosokawa no eran de fiar y que probablemente su lealtad se dirigía a Hanzo por nada más y nada menos que intereses económicos. Sin embargo, estar allí se volvía un asunto de vital importancia para comenzar con la investigación que podría ayudar a eliminar para siempre a Danzo del mapa del mundo ninja moderno.

Unas antiguas y pesadas rejas separaban el jardín de la Mansión de la calle. La castaña divisó una soga que al tironear de ella hizo sonar una vieja y arrumbada campana. Tuvo que repetir la acción dos veces más hasta que se hizo presente una muchacha delicada que corrió hacia ella cubriéndose también con un paraguas.

─ ¿Qué se le ofrece? ─le preguntó, tras las rejas.

─Mi nombre es Sato Hoshi, soy la historiadora que pactó un encuentro con el señor ─ Para la mala suerte de la Himara, había olvidado el nombre de la persona con la que había intercambiado correspondencia─. Disculpe mi falta de respeto, déjeme que le muestre las cartas ─ La joven que parecía ser una de las empleadas de la casa solo se la quedó mirando impaciente por tener que aguardar debajo de esa lluvia.

Las nerviosas manos de Hoshi hallaron en su mochila los papeles amarillentos y los extendió hacia la joven quien los recibió de mala gana. Los releyó varias veces, sin estar segura de que aquello no fuera un engaño, y le pidió a la Himara que aguardara allí mientras lo consultaba con su Señorío.

A Hoshi no le gustaba la idea de tener que seguir mojándose en aquella tarde que comenzaba a ponerse fría, pero no le quedó más remedio que aguardar más de treinta minutos hasta que la muchachita se dignó a regresar con un manojo de antiguas llaves que le permitieron abrir las rejas lo suficiente como para dejar pasar a la kunoichi de Konogakure.

─La están esperando, sígame, por favor ─ dijo de forma escueta y la castaña obedeció.

El camino empedregado hacia la vieja casona las guio hasta la entrada, pero como era de esperarse, la empleada la hizo ingresar por la puerta de servicio.

Allí en una cocina bien equipada la esperaba una señora mayor que resultó ser el ama de llaves encargada de todo el lugar y un poco más simpática que la joven vasalla.

─Buenas tardes, señora Sato ─la saludó con una inclinación de cabeza y con una seña a la otra muchacha le dio a entender que podía continuar con su trabajo─. Lamentamos la demora, debíamos asegurarnos de que su visita era cierta.

─Lo sé, el señor feudal ha de tomar todos los recaudos necesarios.

─Sobre todo luego de lo sucedido en Amegakure─dijo.

Hoshi arqueó una ceja.

─ ¿Qué sucedió en Amegakure? ─la mujer evitó con grandeza responder aquella pregunta y cambio de tema diciéndole que su baño y ropa limpia la aguardaban en la habitación. A Hoshi le sonó extraño tan repentina desviación, y asumió que debía investigar más sobre aquel comentario que para nada había sido librado al azar.

Luego de calmar el frio y relajarse en la tina que le habían preparado con agua tibia y sales ene l medio de aquél ofuro, se vistió con el kimono rojo que le habían prestado y aguardó hasta que volvieron a buscarla. Mientras tanto analizó las finas telas que tenía puestas, y le resultó extraño verse de aquella forma. Jamás había usado ropas caras, ya que todo el mundo sabía que ese tipo de prendas estaba hecho para personas que pertenecían a familias poderosas o puestos gubernamentales, y Hoshi no conocía a ninguna persona de ninguno de estos tipos.

La castaña no estaba acostumbrada a tanto protocolo y costumbres, pero aquella familia mantenía todavía las costumbres del viejo mundo y si quería sacar beneficios a su favor debía seguirlas por más reticente que se sintiera ante ellas.

La señora Junko la guio atravesando las principales habitaciones de aquella casa hasta la oficina del patriarca de la familia, quien aguardaba a Hoshi en su lujosa pero tradicional oficina. El ama de llaves ingresó primero, avisándole a su señor que la visita se encontraba afuera, y cuando volvió a abrir el panel corredizo le indició a Hoshi con un gesto que podía ingresar.

La Himara ingresó con cautela, mirando con profundidad los detalles de aquel lugar. EN medio de aquella pequeña sala sentado tras su escritorio de roble, estaba aguardándola el señor feudal que venía a buscar.

─Buenas tardes, Ronin sama─lo saludó la muchacha. El hombre ni siquiera se molestó en ponerse de pie, y una sola mirada bastó para indicarle a su sirvienta que podía retirarse.

─Buenas tardes, espero que el baño haya sido de su agrado─observó.

─Muchas gracias, sí. No era necesario que incurrieran en esa molestia.

El hombre negó.

─Las lluvias en la región, sumado al frío que está comenzándose a sentir pueden terminar en un resfriado, y no queremos que nuestras visitas se enfermen ─acotó, y señaló la silla que tenía enfrente─. Por favor, tome asiento.

La castaña se acercó rápidamente para poder tomar asiento, dejando su mochila a su lado.

─Mi asistente estuvo intercambiando correspondencia con usted, y déjeme decirle que es una rareza que recibamos a extraños en nuestro hogar ─ explicó. Hoshi quiso decir algo, pero el hombre la detuvo con un gesto y esto a la joven no le gustó para nada─. Pero quise hacer una excepción porque me parece enriquecedor que la historia hablé de esta noble familia. ¿Es usted historiadora, cierto? ─ahora si podía hablar.

─Así es ─ mintió─. Estoy escribiendo un libro sobre los grandes linajes y su contribución a las leyes actuales y me pareció que su familia era parte importante de esta historia ─ los ojos del patriarca brillaron de orgullo─. Intentó colaborar con la sociedad dejando la prueba de que en nuestra historia existieron familias como la suya que se destacaron frente a otras ─ todo aquello lo decía para adular al hombre.

─Y estoy de acuerdo ─ sentenció, con una sonrisa. Su rostro era severo, y su carácter parecía ser mucho peor. Pero había algo que lo volvía débil como a la mayor parte de los feudales del mundo ninja, y era su ego. Eso, Hoshi lo sabía muy bien.

La Himara revolvió su bolsa en busca de su cuaderno lleno de anotaciones de los últimos meses. En esos años había llenado pergaminos y cuadernos enteros de información.

─ ¿Le molestaría iniciar contándome un poco sobre los orígenes de su familia? ─le preguntó, atenta a lo que diría para poder transcribirlo.

─ ¿De dónde dijo usted que venía? ─la manera de ignorarla fue asombrosamente directa, tanto que sorprendió a la joven.

─Oh si ─tartamudeó─. De Yufuin─su respuesta fue rápida, al fin y al cabo, no estaba mintiendo─. Allí vivo con mi esposo e hija.

El adulto la miró solemne.

─Me gustaría ver una foto de ellos ─declaró. Hoshi se sintió un tanto presionada y nerviosa, y con sus manos temblorosas comenzó a buscar en uno de los bolsillos de la mochila la última fotografía que se había tomado junto a Shamui y Hiroko. Se la extendió, y el hombre la tomó con su mano de finos y alargados dedos. La miró por largos segundos, escudriñándola en detalle. Hoshi sabía que Ronin no era ningún ingenuo, por lo tanto, la observaría y estudiaría para detectar cualquier movimiento sospechoso que le indicara que no era nada más ni nada menos que una infiltrada.

El País de la Lluvia tenía grandes y muchos enemigos, casi tantos como Konoha. Si bien los señores feudales se dedicaban a financiar las aldeas ninjas y se mantenía aparte de otras rivalidades que pudieran surgir entre estas, muchos otros tenían acuerdos extraoficiales con los kages o los ninjas de su tierra que debían mantenerse en secreto.

─Bonita familia ─ declaró finalmente, devolviéndole la imagen. Hoshi sonrió aliviada y la guardó con cuidado─. Mis ancestros me han enseñado la importancia de esta, y la necesidad de honrarla. Para los Hosokawa es un deshonor darle la espalda a la familia ─comenzó a hablar, con parsimonia y enfocándose solamente en su relato─. Gracias a esto es que este linaje ha permanecido intacto a través del tiempo, sobreviviendo a las peores crisis, guerras y otras contingencias. Usted sabrá que mis antepasados fundaron este país, ¿Verdad? ─Hoshi asintió, mientras comenzaba a tomar nota─...Y desde ese entonces es que nos hemos mantenido impoluto en este podio que nos merecemos. Hemos financiado aldeas, ayudado a crear nuevas ciudades y también destruir aquellas que solo pregonaban odio y deshonestidad.

Todo eso sonaba a heroísmo, pero la castaña sabía que la familia Hosokawa siempre se había manejado lo más parecido a los Yakuza. Era una casta de la nobleza sí, pero poco tenían de nobles. Su palabra era palabra santa, y pobre de aquellos que osaban a contradecirla.

Era por esto tal vez que su relación con la Salamandra era muy buena, porque por la fama que tenía el líder de Amegakure, sus comportamientos y actitudes iban muy acorde a las de los Hosokawa.

Pero Hoshi no diría una palabra, no esta vez. Estaba allí para obtener información sobre Danzo, por eso prestaba suma atención a cada detalle de lo que el narrador le decía. El viejo estaba inmerso en su tarea de contarle con orgullo toda la historia del clan, y Hoshi por su parte escribía en su bastante rayado cuaderno lo más rápido que podía. Una o dos veces intentó interrumpirlo para que volviera a decir lo que había dicho, pero la mirada severa de Ronin le dejó los puntos claros: 'No estaba permitido interrumpirle.

Pasó por la vida de sus bisabuelos, los abuelos, los padres, sus hijos, sus nietos y la vida que llevarían sus bisnietos. Los hombres eran los encargados de tomar decisiones, las mujeres servían para extender el clan. Los hombres dictaminaban las leyes, las mujeres cosían. Los hombres iban a la guerra, las mujeres educaban a sus hijos.

La familia Hosokawa había financiado todos los gobiernos desde la creación de la aldea de Amegakure, incluso el de Hanzo. El hombre tenía admiración por la formad de gobierno de la salamandra, su ideología, la severidad y autoritarismo con los que impartía su liderazgo. Era uno de los líderes ninja que más admiraba, aunque, a decir verdad, el resto les parecía repugnante.

Y dentro de esta repugnancia se encontraba Konoha.

Su relación con la aldea oculta de la Hoja no había sido la mejor, y durante sus años de convivencia en aquel mundo ninja jamás habían tenido buena relación.

Desde su fundación, Konoha había estado cobrándoles impuestos por parcelas de tierras que le correspondían a las personas de la Hierba. Intentaron quejarse, reclamar lo que era suyo y por lo que no debían pagar un centavo, pero el país del fuego envío a los ninjas de la aldea de la Hoja para contrarrestar violentamente las manifestaciones de la Hierba.

Obviamente los superaron en número y el País debió seguir pagando por usar sus propias tierras hasta el ascenso de Hiruzen. Durante sus años de gobierno, luego de la tercera guerra que azotó al mundo ninja económicamente generando perdidas invaluables, Danzo Shimura, asesoró a Hiruzen para que se les quitará el impuesto a las tierras de la Lluvia y se las devolvieran.

Ronin hablo sobre Danzō con más respeto que lo que había hablado de Konoha en general, entonces Hoshi supuso que por ahí era donde debía hacer más hincapié.

El señor Shimura había trazado un importante lazo con la familia Hosokawa luego de que fue por su intercesión que la aldea oculta de la hoja decidió devolverles las parcelas. A raíz de esto, Danzo visitaba muy seguidamente su hogar y había colaborado con ellos en la creación de las nuevas leyes luego de la última guerra ninja. Los asesoró en cuanto a guerra, educación y economía.

—. Si me hubieran preguntado, si mí palabra tuviera al menos un poco de peso en la cumbre de las Naciones, habría recomendado al señor Shimura como Hokage de Konoha—explicó.

Hoshi entendió que el apoyo de Ronin todavía seguía intacto para con Danzō, lo que significaba que posiblemente todavía militaban para verlo en el asiento de Kage.

Luego menciono el hecho de que junto a Danzō había entrenado a varios civiles para que se conviertan en la defensa de la capital, y había funcionado. Los ninjas de Shimura habían dejado todos sus conocimientos en pro del desarrollo de sus vecinos.

"Raíz" pensó Hoshi.

Danzo había puesto a merced de la familia Hosokawa a su equipo raíz para entrenar a quienes defendería a la ciudad en caso de algún ataque o simplemente una situación violenta.

—¿Quiénes han sido estos ninjas? —pregunto la castaña, haciéndose la inocente. Ronin la miró por unos segundos.

—Gente muy capacitada.

Obviamente, jamás daría nombres. Y continúo con el relato.

Hablo sobre los tiempos de la salamandra, de sus decisiones en la política. Y llego a la modernidad. Se quejo sobre el rol de la mujer y que la sociedad les estaba dando demasiado derechos y privilegios que no se merecían, hablo sobre la libertad de expresión y como poco a poco se convertiría en el germen que exterminar a la sociedad, y también sobre las diferentes clases sociales y como las medidas económicas de los gobiernos debían favorecer solo a la clase alta.

La revolución invadió el corazón de Hoshi, pero tuvo que calmarse si quería salir viva de allí. Oírlo era repugnante. ¿Cómo es que cabía tanto odio en un ser humano?

Siguió escuchando, ya sin muchas ganas de anotar.

En total la reunión los había llevado unas cinco horas. Las manos de Hoshi le temblaban a causa de su baja presión provocada por tantas horas sin ingerir alimentos. Estaba pálida, se sentía mal y le dolía la cabeza. Lo único que necesitaba era salir a tomar aire fresco, e irse. Sobre todo, irse.

Con lentitud y cuidado guardo su cuaderno en la mochila y se puso de pie para después llevársela al hombro. Quería marcharse de aquel lugar lo más pronto posible, aunque esto significara llegar a Konoha.

—Espero que nuestra historia inspire a nuevas generaciones—comento el hombre, también poniéndose de pie.

Hoshi notó divertida que era más bajo que ella.

—Agradezco su tiempo y colaboración, prometo hacerle justicia a su historia—mintió, sintiendo como la saliva se le juntaba debajo de la lengua. Justo como cuando se está por vomitar.

El hombre caminó hasta la puerta, arrastrando la tela de su yukata. La abrió y con un grito en seco llamó a una de las mujeres de servicio.

─Puede visitarnos cuando usted guste ─ declaró. Era cierto, la familia Hosokawa solía recibir visitas de todas partes del mundo. Eran ricos, poderosos y recurrían a ellos en búsqueda de financiamiento en las guerras y a cambio recibían protección.

Mas allá de sus cuestionables métodos de justicia, la familia real tenía un trato respetuoso con sus invitados, y esto se veía reflejado en el hecho de que habían estado esperando a Hoshi con un baño después de verla llegar empapada.

Pero por mas amables que sean, no se debía negar su peligrosidad. No tenían fuertes influencias militares, ni un ejército poderoso, al menos no a la vista. Pero seguramente había ninjas ocultos protegiéndolos, como raíz. Sino era imposible que hubieran sobrevivido durante tantos años solos.

La misma mujer que la había recibido llegó dando un trotecito a la puerta. Lo miró a su patrón, esperando la orden que le daría.

─Acompañe a la señora a su habitación, se quedará esta noche a descansar.

─Oh no─se apresuró a decir Hoshi, pero lo único que recibió fue una fulminante mirada del patriarca─. No me gustaría molestar, puedo ir a mi pueblo nuevamente.

─Me ofendería que no se quedara, los Hosokawa siempre hemos tratado bien a nuestros invitados.

La castaña suspiró. Aquellas palabras no eran mas que una amenaza de como se tomaría el gesto si Hoshi decidía abandonar la mansión en ese momento.

Sonrió resignada

─De acuerdo, agradezco mucho su hospitalidad. Me quedaré ─ El viejo sonrió, y con un gesto breve indició que salieran de su oficina.

Hoshi ahora sabía que Danzō había apoyado en más de una ocasión a los Hosokawa. Eso era un dato importante para llevárselo a Tsunade, pero todavía le dejaba gusto a poco. Tenía que obtener algo más, quería saber qué es exactamente lo que aquella ciudad le daba a cambio. El cuento del simple apoyo no se lo creía.

Pasaría la noche allí para poder escabullirse a la oficina de Ronin. Aceptaría la invitación, pero no porque lo necesitara, sino porque le convenía. Quizás, marcharse así por qué así, resultaría sospechoso. ¿Que hacía una simple historiadora viajando sola y de noche?

Aunque, a decir verdad, por más que suene irónico, ella había viajado de día y en compañía y aun así su vida había sido vilmente arruinada.

La habitación que le habían preparado estaba llena de lujo innecesario. Los marcos de los espejos del placar eran de oro fino, al igual que las manivelas de las puertas y cajones de cada uno de los buros y las mesas de noche. La clásica cama oriental yacía sobre el piso alfombrado, y esa alfombra ya de por sí sola era sinónimo de riqueza. Las familias de clase baja o media apenas dormían sobre la madera.

Hoshi aguardó pacientemente a que las horas transcurrieran y se acercara el momento adecuado para salir de allí.

Eso fue a eso de las dos y media de la madrugada. Una ventisca corría fuertemente afuera y agitaba la rama de los árboles. Una de estas, golpeaba contra la ventana de la habitación que le habían cedido.

Los pasillos estaban vacíos, y la casa se veía oscura desolada y hasta tétrica. A Hoshi le Dio hasta algo de miedo. De niña, el padre de su primo le contaba historias de terror y antiguas leyendas de espantos y animas que se aparecían solo de noche. Con el tiempo aprendió a calmar sus miedos rezando, pero no podía negar que la noche todavía le inquietaba algo.

El servicio estaba durmiendo a esas horas, al igual que el patriarca y su familia. El queroseno de los faroles se estaba agotando y la luz que iluminaba el camino hacia la oficina cada vez era más tenue.

Su corazón palpitaba tan fuerte que podía escucharlo. No solía escabullirse en sus misiones y pensarlo le causaba ansiedad, por eso odiaba jugar escondidas de niña. Pero ahora esto no era un juego de niños y el bienestar de su aldea y de quienes vivían en ella dependía en una parte de lo que hallará aquella noche.

Se detuvo frente al panel que oficiaba de puerta separando el pasillo de la oficina del viejo Ronin, y con sumo cuidado lo corrió. Solo se sintió un poco más tranquila cuando volvió a cerrarlo una vez que se encontró dentro de la habitación que había visitado horas atrás.

Había una centena de libros apilados en aquellas estanterías, pero el escritorio estaba limpio. Abrió los cajones y no había nada. Examinó con su vista el perímetro, intentando descubrir algo extraño o fuera de lugar como una caja fuerte pero su escueta visión no le permitía divisar muchas cosas, y encender una de las velas la dejaría en un riesgo importante que no ansiaba correr.

Como pudo fue tanteando cada uno de los libros, a veces tenía que pasar los dedos por el título esmerilado para intentar darse cuenta de que se trataba y otras tantas lo acercaba a la ventana para que la tenue luna menguante iluminara la portada.

Con el correr de los minutos descubrió que todos los archivos importantes se encontraban en pergaminos que guardaba en uno de los últimos cajones de los libreros. Leerlos era una tarea difícil y los extendió acercándose a la ventana.

—Aguas termales—murmuró ensimismada. La caligrafía tampoco ayudaba, era incluso peor que la de ella—. Tratado con Konoha...armas...niños. —todo ese pergamino hablaba sobre un acuerdo que todavía no llegaba a comprender y que para hacerlo necesitaría de un estudio y análisis complejo. Lo guardo rápidamente en su mochila, y miro hacia la puerta asegurándose que no veía la sombra de nadie. Después tomo uno de los más pequeños, y repitió lo que había hecho con el anterior—...Raíz—dijo para sí misma al leer aquella palabra en las primeras líneas del pergamino. Todo ese escrito estaba dedicado a la organización de Shimura, con una lista particularmente larga de quienes parecían ser ninjas que lo servían.

Un clic se oyó detrás de ella y sobresaltada se apresuró a sacar un pergamino nuevo de su mochila, el cuál extendió sobre el escritorio y haciendo unos sellos con sus dedos copió toda la información del original. El tiempo le permitió copiar solo dos de los pergaminos, pero creyó que con eso sería suficiente como para saber luego por donde comenzar a investigar.

Lentamente se acercó a la puerta. Y agudizó su oído para intentar notar si alguien se acercaba o era simplemente el fuerte viento de afuera. La tenue luz de uno de los faroles se iba haciendo más y más grande conforme se acercaba a la oficina de Ronin. El corazón de Hoshi palpitaba tan fuerte que creyó que la oirían y se preparó para enfrentarse a quien la descubriera. Pero aquello era simplemente paranoia y así como la luz se acercó, se alejó sin siquiera intentar detenerse.

La vida le volvió al cuerpo y pudo respirar tranquilamente. Su mente volvió a enfocarse en la importancia de aquella documentación que llevaba encima y se dedicó a aguardar los minutos necesarios para largarse de allí.

Volvió sobre sus pasos cuidándose mucho más de no ser escuchada. Cada centímetro parecía ser un metro, no solo por los nervios que la carcomían sino por la extrema ansiedad de leer los pergaminos.

Ingresó a su habitación y cerró el panel del cuarto volviendo a sentirse segura. Se quitó la mochila y la arrojo sobre la cama comenzando a chequear que no olvidaba nada. Su chaleco táctico estaba ahí, cubriendo lo que acababa de encontrar. Dos kunais reposaban en un bolsillo encubierto, un par de provisiones y lo más importante, un rollo de pergamino en donde sellaba sus armas más peligrosas.

Irse en ese instante era lo más seguro para ella. Sería sospechoso, si, no podía negarlo. Ronin seguramente se daría cuenta que algo pasaba cuando descubrieran que su invitada se había marchado sin más. Pero quedarse y aguardar a que se dieran cuenta de las replicas de papel que llevaba en su mochila era aun mas peligroso.

La pelicorta buscó su anotador y pluma y extrajo una hoja de allí. Rápidamente dejó una pequeña nota agradeciendo su hospitalidad, pero se excusó con que debía regresar temprano por el cumpleaños de su hija. Depositó el papel sobre el kimono prolijamente doblado, se calzó la mochila y tomo las botas para salir de allí descalza, haciendo el menor ruido posible.

La distancia hacia la puerta de servicio le pareció extremadamente larga. Al abrirla descubrió que el viento era mucho más fuerte de lo que sonaba, y agradeció que la tierra estaba húmeda. De lo contrario, estaría volando por todo el perímetro.

Hoshi Cerro con lentitud la puerta enrejada de madera y papel. Los Hosokawa eran tan tradicionales que toda la arquitectura de la casa respetaba antiguas culturas y sus puertas por lo tanto no cerraban con llaves. Para su seguridad, Ronin tenía a su propia gente que servía de centinelas a la noche y ahora se encontraban de vez en cuando rondando la zona. La castaña miro el enorme patio que tenía frente a ella, y comenzó a rodearlo con paciencia y cuidado de no tocar el tatami sino más bien el césped, evitando hacer ruido.

El muro de madera se acercaba cada vez indicándole lo próxima que estaba de la libertad. Y su corazón comenzó a latir, no solo por la necesidad de marcharse de allí antes de que la descubran sino por la ansiedad que le causaba darse cuenta de que estaba cada vez más próxima de llegar a Konoha. ¿Quería volver? No. Pero tenía asuntos pendientes que solucionar, y huir de ellos no era una opción.

Con agilidad cruzo el muro se encontró finalmente fuera de aquella casona. La luna estaba en diagonal a ella, y se tomó unos segundos para apreciarla. ¿Cuánto hacía que no disfrutaba del cielo? sacudió su cabeza para volver a concentrarse en su misión. Ajustó las correas de su enorme mochila y se echó a correr por entre medio de los árboles, con suerte, llegaría a Konoha cerca del mediodía.

Ahora tenía dos datos importantes que compartir con Tsunade. El primero, era que algo sucedía en la Aldea de las Aguas termales. Y lo otro, era una lista de colaboradores con Ronin que casualmente pertenecían a la agrupación Raíz. Cualquiera de estas dos cosas era igual de importante y perjudicial para Danzō.

Hoshi no tenía mucha idea de lo que estaba sucediendo dentro de Konoha más de lo que había oído de boca en boca. Por precaución, no intercambiaban información importante con Tsunade debido a que está podía ser interceptada y usado en su contra. Tampoco tenía idea del estado de su causa, ni en donde estaban sus violadores apresados si es que seguían apresados. De todas formas, se enteraría apenas llegará a su tierra.

El sol ya iluminaba aquella parte del mundo ninja, y la panza de Hoshi se hizo un nudo. Los nervios que tenía de cruzar aquellos enormes portones que sabía que estaban cada vez más cerca, sumado al dolor de ovarios que estaba sintiendo porque prontamente estaba por venir su periodo eran una bomba de tiempo para su estado físico.

Su respiración se aceleraba a medida que recorría los metros que le faltaban para llegar. Se detuvo, y llevo sus manos a la cadera respirando hondo.

Sus ojos se llenaron de lágrimas y tuvo que inclinar su espalda para intentar calmarse. Era un llanto entre cortado de rabia. No quería, no quería en ninguna circunstancia estar allí. Le generaba repugnancia tener que volver a recorrer aquellas calles, y ver las mismas caras de hacía años atrás.

Hubiera incluso preferido desertar antes que volver, pero eso implicaría llevar una vida oculta y la realidad era que amaba la libertad.

Volvió a tomar una bocanada de aire, y pudo detener su llanto de impotencia. Retomo la marcha, limpiándose el rostro que tenía los surcos de las lágrimas sobre la piel llena de tierra después de aquel largo viaje.

A lo lejos (pero no tanto) comenzaban a visualizarse los muros de la aldea de la hoja.

Hoshi algunas veces fantaseaba con tener aquella nostalgia que se le tenía a los lugares en donde había sido feliz. No podía negar que su niñez había sido maravillosa, pero los años posteriores lejos estaban de generarle añoranza. Ni siquiera sus padres estaban allí.

Las enormes puertas estaban abiertas. Cualquier amigo era bienvenido en aquellas tierras. Kotetsu e Izumo actuaban de centinelas filtrando aquellas personas que querían ingresar sin documentación, pero la realidad era que infiltrarse en Konoha resultaba muy sencillo, casi igual de simple que hacerlo en cualquier otra aldea. El mundo ninja carecía de tecnología que les permitieran trazar perímetros seguros. Lo único que tenían como refuerzo eran algunos ninjas que vigilaban los límites a pie.

Tal y como lo calculó el mediodía todavía no llegaba, lo sabía por la ubicación del sol. Por la época en la que estaban, cruzando los primeros meses del invierno, el sol no era tan fuerte como en otras temporadas. Y Hoshi comenzaba a sufrirlo por llevar una remera de fino algodón y apenas su chaleco táctico, que se lo había puesto poco antes de llegar al país del fuego, cuando ya no había amenaza alguna.

—Buen día—saludo a los ninjas que hablaban animadamente entre ellos, y se detuvieron al oírla. Hoshi extendió su documentación esperando a que la examinaran.

Kotetsu se la quedó mirando, mientras Izumo luego de responderle le recibió los papeles. Hoshi comenzó a sentirse más y más nerviosa.

—¿Hoshi? —le pregunto finalmente, aquel que no le quitaba los ojos de encima.

La castaña se esmeró en darle su mejor sonrisa amable.

—¿Cómo estás Kotetsu? —le preguntó e Izumo detuvo su quehacer administrativo para mirar también a la muchacha—¿Qué hay de ti, Izumo?

—¡Hoshi! —exclamo el aludido, sorprendido por la presencia de la Himara—. Eras la última persona a la que esperábamos ver por aquí—dijo, y Hoshi lo miró extrañado—. Me refiero a que no creíamos que volverías...—Kotetsu le pegó un codazo en las costillas para que arreglara lo que acababa de embarrar.

La castaña se rio, aliviando la tensión de ambos chūnin.

—Está bien, entiendo a lo que te refieres—comenzó a explicar con calma—. Pero supongo que mis vacaciones terminaron—bromeo y recibió los documentos que Izumo le devolvía—. Ya es hora de trabajar ¿No les parece?

Los dos se fueron, algo incómodos por toda la situación.

—Nos estamos viendo luego—los saludo la castaña obteniendo una respuesta rápida de parte de los ninjas y prosiguió su camino.

Ambos se quedaron comentando sobre aquella situación. Hoshi sabía que todos aquellos que la conocían hablarían a sus espaldas tras verla, era la naturaleza del ser humano ser chismoso. Y todos los que la conocían casualmente eran los Jōnin con los que había trabajado en algún momento, o los que habían estado al tanto de la situación.

Pero ya había superado aquella molestia. Que hablarán no le interesaba porque a decir verdad, mantenían la criminalidad del acto viva.

Hoshi ya no sentía vergüenza. Su terapeuta y Shamui le habían enseñado a volver con la frente en alto, y allí estaba. Caminando de vuelta aquellas calles que la habían formado y la habían destruido. El problema de la Himara ahora era el lugar en donde se quedaría. Sus padres no estaban, la casa estaba vacía, y no tenía ni un centavo para pagar una noche de hotel. El poco dinero que había ahorrado lo necesitaría para alquilar una vivienda.

Miró sus adoloridos pies cubiertos de sus botas de oficio. Estaban desgastadas y sucias. Debajo de ella los adoquines del barrio Nara la recibían con calidez. Alzó su vista para ver el horizonte. Las casas iguales, con aberturas de madera. Los jardines tradicionales. Por unos segundos se vio corriendo hasta su hogar, dónde su padre y su madre la estarían esperando con un tecito o un chocolate caliente. Imaginó a su mamá planchando sus remeras, y a su papá haciendo el pedido para su negocio.

Su corazón se llenó de regocijo recordando esos momentos felices, y con una sonrisa en su rostro alzó la mano para golpear la puerta que tenía en frente.

—Por favor Shikamaru, despierta de una buena vez—pudo escuchar Hoshi que una mujer gritaba dentro. Segundos después la puerta se abrió.

—Hola... ¿Que se le ofre- — La mujer castaña se quedó en silencio al ver a la Jōnin parada frente a ella? Sonrió con sincera alegría, y salió para abrazarla—Hoshi, has vuelto.

Había regresado.

Y eso para Hoshi suponía dos cosas. La primera, ponerse al día con sus afectos.

La segunda...

Volver a verlo a él. 





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Bueno bueno bueno, sí. Lo sé, VAN A MATAAAAAAAARME POR LA DEMORA!!!


Pido miles de disculpas por eso, en serio. Mi intención jamás fue demorarme tantitisimo como me demoré, pero si supieran todas las cosas que me pasaron y en las que estoy metida me van a entender. PERDOOOOOOOOOOOOOON T_T Se tambien que dijimos que actualizaria el viernes pero la ansiedad me estaba carcomiendo por dentro y decidi publicar hoy! Jajajajajaja

Bueno, volviendo a lo que nos interesa. Este e sun capitulo introductorio al regreso de Hoshi a Konoha. A partir de aca se pudre todo. Como comente en los comentarios, dije que este fic seria el mas oscuro de los tres y si.... es verdad. Preparense porqeu se viene negra la cosa. jajajajjajaa


Como estan ustedes? Les extrañé muchisimo!!!!

Espero que se ncuentren maravillosamente bien. No se preocupen porque el proximo capitulo ya lo tengo listo. Vieron??? me demore pero escribi dos capis! Jajajajajajajaj


Les mando un abrazote gigante, 


les quiero mucho.


Estrellita. 

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