Capítulo 1
Soshinkantetsu
{La primera decisión que tomaste, llevarla hasta el final}
Solo pistas, eso era lo que había logrado hallar. Pistas que la llevaban de lugar en lugar pero que le hacían creer que cada vez estaba más lejos del objetivo. De todas formas, ella había previsto eso desde un principio, justo después de tomar la decisión de buscarlo.
—Lo encontrarás solo si él deja que lo hagas.
Faltaba poco para cumplir los dos años del comienzo de la búsqueda, y Hoshi recordó con cierta bronca aquella frase que le había regalado un ninja del País de la Hierba.
Los datos cruciales llegaron cuando su enfoque estaba en otra cosa, pero no pudo desaprovechar la oportunidad de encontrarse cara a cara con su objetivo, y por enésima vez se involucró en la difícil misión que le estaba valiendo perder la paciencia, y ella, a decir verdad, era una mujer de muy poca.
Llevaba una semana en un pueblito rupestre, casi colonial. Todavía guardaba cierto aire a generaciones pasadas a juzgar por su arquitectura. La zona estaba rodeada por bosques cuyos colores eran dignos de pintar. Ginkgos, sauces llorones, abedules y arces. Todos cultivados y cuidados en hectáreas y hectáreas de tierra pedregosa. Hoshi supuso que aquella tarea le habría llevado largos años, ya que por lo poco que sabía de plantas, cultivar en un terreno como ese era sumamente complicado. Se rio un poco al pensar en que la única vez que había tenido una plantita, había muerto una semana después.
Ese mediodía estaba caminando entre esos árboles, caminando la tierra que supuestamente él había caminado. Su kimono rosa se arrastraba por la hierba, pocas veces se la podía ver vestida de esa forma.
La brisa de un movimiento rápido a su lado levanto parte del cabello que ya le llegaba a los hombros. Las telas de su kimono también se ondearon y la muchacha supo que había llegado.
Apenas pudo girar un octavo sobre su lugar que el responsable de la matanza de los Uchiha ya estaba delante suyo, con sus ojos entrecerrados.
Susurró algo inentendible y lo último que Hoshi vio allí, fue el destello rojo que invadía los iris del peli negro.
La oscuridad invadió el entorno, y la Himara no supo si fue porque realmente todo se había vuelto negro o si había perdido la conciencia. Pero para cuando abrió los ojos, los árboles habían sido reemplazados por troncos caídos y quemados, el cielo presentaba un extraño fulgor carmesí que contagiaba el resto del escenario y sus manos estaban atadas por unas cadenas que salían de la nada, inmovilizándola en el medio del panorama: se trataba de un Jutsu ilusorio.
—Convénceme que no te mate en este instante—Habló el mayor de los hermanos Uchiha, con su voz sepulcral.
—No puedo hacerlo—confesó, guardando la calma. Y estaba en lo cierto, aunque quisiera jamás podría evitar que el gran Itachi Uchiha la asesinara. Era como comparar una batalla entre un león, y una mantis religiosa—. No puedo evitar que lo hagas, pero si puedo decirte algo que quizás postergue mí muerte—El joven se mantenía de pie frente a ella, con un yukata azul oscuro que resaltaba su impoluto cabello negro que ahora lucía suelto—... Danzō.
—Llevas casi dos años detrás de mí, ¿No pudiste planear un discurso mejor? —Itachi hablaba sin ningún tono en particular. No sé sabía si estaba bromeando o si lo decía en serio, pero por lo poco que sabía Hoshi de él probablemente estuviera hablando seriamente.
—Entonces sabías que te buscaba—acotó la castaña mientras Itachi asentía brevemente.
—Lo supe desde que saliste de Konoha—explicó—. ¿No crees que sería descuidado de mí parte no saber el paradero de aquellos que me siguen? —Itachi tenía razón—. De todas formas, sé que yo no soy tu objetivo principal, ni tampoco Akatsuki. Se que estás estudiando de país en país, y que tu mente atormentada no está dejándote dormir. Lo que todavía no logro comprender es el porqué de tu incesante manía de encontrarme, habiendo oído todas aquellas historias horrendas sobre mí.
—No vengo a pedirte que vuelvas a la aldea, o que dejes Akatsuki—se explayó la muchacha intentando mantener la calma, pero la realidad era que estaba sumamente nerviosa—. Lo que hagas o dejes de hacer no es mí problema, pero si es mí problema la organización Raíz y su líder, y vengo a buscar las cosas que sean necesarias para alejar a Danzō para siempre de Konoha.
Itachi río brevemente. Hoshi lo observó cómo pudo, en aquel ambiente tenue y monocromático, con Itachi a cierta distancia y un ojo que veía solo un casi veinte por ciento era bastante difícil enfocarlo. Pero aun así noto que, a pesar de tener su misma edad, el Uchiha se veía desgastado por la vida.
—Nunca podrías deshacerte de Danzō—le replicó—. No mientras los Kages de Konoha le permitan residir allí.
—Lo sé, por eso necesito sacarlo del País del Fuego, y así poder eliminar toda protección política. Podría ser juzgado por la Corte de las Naciones, incluso por la Asamblea Shinobi. Pero necesito que alguien que conozca de primera mano lo que sucede allí me de mucha más información de la que yo tengo.
—¿Pretendes que yo te cuente lo que sé? —preguntó, conservando su seriedad. Hoshi pensó que aquel joven era intimidante no por su porte, si no por la forma de hablar—. No sé si estás enterada, pero no soy un ninja que le apetezca ayudar a Konoha—ironizó, y se acercó a la muchacha.
Hoshi pudo percibir un aroma amaderado.
—No es exactamente ayudar a Konoha. Es ayudar a quienes viven allí.
—Dejaron de importarme mucho antes de que partiera—acotó. Pero Hoshi notó un ápice de inseguridad—. La última persona que me importaba partió de allí.
Sasuke, se estaba refiriendo a Sasuke.
—¿Entonces dejaras que las cosas sigan cómo están? —La castaña probablemente se estaría pasando de la raya. Pero ya estaba allí, no perdía nada con intentarlo.
—No te ayudaré en tu venganza contra Danzō—finiquitó. Su rostro estaba implacable, era casi imposible interpretar lo que pasaba por su interior.
—No quiero vengarme—le respondió—. Quiero justicia.
—¿Y qué te hace creer que soy la persona indicada para ayudarte con eso?
Hoshi se tomó su tiempo para responder. Quería utilizar las palabras justas y solo las necesarias, sin ofender a esa bomba de tiempo que tenía enfrente.
—Eres el único que conoce a Danzō de la forma en que yo necesito. He leído los archivos, se de tu servicio hacia él, pero también se de tu servicio a Hiruzen—comenzó a decir—. No sé porque hiciste lo que hiciste, no sé qué fue lo que te llevo a tomar esa horrenda decisión de matar a todo tu—Las cadenas que la sostenían de las manos se ajustaron violentamente, causando que la Himara sintiera una fuerte quemazón alrededor de sus muñecas y tuviera que interrumpir su frase para dejar salir una queja de dolor—...Pero solo necesito una pista, un indicio...el resto puedo hacerlo sola.
—Jamás podrás hacerlo sola. No si los más poderosos están del lado de Danzō.
—Confío en que Tsunade no es así—A pesar de todo lo que la había lastimado, Hoshi todavía confiaba en que la líder de la aldea no se dejaría llevar por la corrupción.
Itachi se rio, y le dedicó una mirada de esas que los adultos le regalan a los niños inocentes.
—¿Podrías poner las manos en el fuego por ella? —preguntó, acercándose lo suficiente hasta quedar frente a ella. Sus ojos la obligaron a verlo directamente. En una fracción de segundo, Itachi le había hecho contar todo lo que guardaba en su interior bajo un proceso de rápida hipnosis a causa de un genjutsu.
El Uchiha se quedó en silencio. No se esperaba aquello. El no era sanguinario, no era cruel ni malvado. Había hecho lo que hizo debido al honor, al deber de proteger a la aldea ya su hermano, pero jamás había vuelto a matar a nadie, se lo mereciera o no. Por eso al oír la historia de Hoshi algo se retorció dentro suyo, eran sus vísceras gimiendo de la repulsión y de la bronca.
—Lo lamento—dijo.
Hoshi creyó que era la disculpa más sincera que había oído en años, y por esto sus ojos se le llenaron de lágrimas y no le importó que el Uchiha le quitara aquella información tan delicada de manera tan poco cortés.
Las cadenas que la sostenían de sus manos se aflojaron, y la dejaron caer sobre aquel pasto negro que invadió su visión por varios segundos hasta que en un parpadeo el escenario recobró los colores habituales.
Itachi había desecho el Tsukuyomi después de haber oído aquella parte de la historia de su persecutora. Hoshi se sorprendió por aquel accionar, y terminó de comprender el análisis de personalidad que había leído en uno de los informes sobre Itachi. Él era un Shinobi temerario, pero bueno y compasivo por sobre todas las cosas.
La muchacha aún permanecía de pie detrás de aquellos arbustos en los que se había escondido. El sol seguía brillando y con fuerza saltaba sobre ellos haciéndoles entender que estaba llegando al verano tortuoso de diciembre en ese cálido país en el que se habían encontrado.
—Hiruzen podría haberte ayudado—habló. Sus ojos eran negros como el carbón. A pesar de estar a cierta distancia Hoshi podía notarlo—.
—No—su respuesta fue contundente. Fue muy cuidadosa de no moverse, no sabía cómo podía tomar el Uchiha cualquier movimiento que realizara—...Alcé la voz luego de que Raíz asesinara a un amigo, y lo único que logre fue que me prohibiera visitarlo sin cita.
Itachi reflexionó sobre aquellas palabras en silencio. Rumio entre sus pensamientos procesando toda la información que tenía
—No quiero hacer esto para beneficio del feudalismo o sus líderes, quiero hacer esto pensando en que esa aldea está formada por un centenar de personas más que no son ni serán ninjas como tu o como yo, y necesitan ayuda. Ayuda real
—Tenemos pensamientos diferentes—dijo finalmente, sin dejar que Hoshi terminara con lo que estaba diciendo—. No puedo velar por la seguridad de los aldeanos, no es mí objetivo hoy por hoy. Para eso están los Kages, es tarea de Tsunade encargarse del bienestar de quienes viven ahí, dijiste que confiabas en que ella era diferente al resto. ¿Por qué no le pides ayuda?
─Ella también necesita ayuda para saber por dónde empezar ─le respondió. El cantar de los pájaros decoraba el fondo─. ¿Crees que Hiruzen le dejó allanado el camino? Por algo estoy aquí, parada frente a ti.
─¿Tsunade te envió a buscarme?─Aquella pregunta sonó demasiado ingenua para alguien como Itachi.
Hoshi no pudo evitar reírse, pero ajena a toda malicia.
─Tsunade jamás me enviaría a buscarte, ni a ti ni a cualquier Akatsuki. Si todavía estoy viva es por un milagro de Dios─se mofó de ella misma─. Estuve tras de ti por cuenta propia, Tsunade quiere que olvide el asunto de Danzo, pero yo necesito terminar con eso de una buena vez. No puedo simplemente voltear la cabeza e ignorar todo lo sucedido, seguir mi camino y simplemente adaptarme a la situación. Creí que nos enseñaban que los valores no se negociaban, y ahora me doy cuenta de que eso es tan adaptable a la situación como lo es mi bandana ninja─suspiró, y pestañeo con lentitud. Su kimono largo rozaba la hierba y a causa de esto una franja de la tela se había teñido de verde─. No eres un héroe para mí, Itachi, ni pretendo que lo seas. Lo que hagas o dejes de hacer no me incumbe, y si en un futuro fuera yo quien te juzgara lo haría con la mano dura que usaría para cualquier otro criminal. Pero hoy estoy aquí para evitar que tu amigo Shimura se siga saliendo con la suya.
Itachi llevó sus manos a la espalda, y cerró los ojos por unos segundos. En sus labios se formó una débil sonrisa. Hoshi aprovechó para verle su cara, su piel era tan pálida que le daba un aire de enfermo.
─Que osada eres Hoshi─Él sabía su nombre─. Te atreves a insultarme aun cuando estás parada frente a mí pidiendo mi ayuda.
─ ¿Consideras la verdad como un insulto? ─replicó ella, viva, fugaz. Itachi abrió los ojos para observarla directamente. Era un tipo alto, delgado, con una finura y atractivo increíble, aún así no intimidaba en lo absoluto. Tenía la pinta de esas almas viejas, gastadas por el tiempo. Dolidas.
─Considero la verdad como un don ─confesó finalmente─...Y un don que valoro mucho. Por eso voy a decirte que Danzo ha sido el conductor de muchas iniciativas dudosas en otros países y regiones limítrofes de Konoha. Si hay un punto en donde es conveniente comenzar, es por ahí.
─ ¿En dónde? ─se atrevió a preguntar intentando obtener más información.
─Eso debes averiguarlo tú, no puedo poner en riesgo a mi hermano ─Los ojos de Itachi ladearon junto a su cabeza para ver a un cuervo que acababa de posarse en una rama cercada a ellos de uno de aquellos sauces llorones que los rodeaban. Hoshi también lo notó, y se deleitó con el brillo de sus negras plumas. Hoshi también estuvo a dos segundos de decirle que su hermano se había puesto en riesgo solo hace mucho tiempo, pero su razón de vivir la hizo contenerse. No podía darse el lujo de ofender a una persona como Itachi, y en una situación tan apremiante como esa.
Con elegancia el joven se dio media vuelta, anunciando que se iría de allí. Hoshi se atrevió a salir de entre aquellos arbustos que los separaban, para recorrer el camino que dejaba atrás los pasos del Uchiha.
─Gracias Itachi ─murmuró, asegurándose que la escuchara. El sólo la miró de reojo, y asintió solemnemente. Continuó con su camino, sin siquiera molestarse en desaparecer rápidamente. Y Hoshi también siguió con el suyo, creyó que resultaría una falta de respeto quedar mirándolo hasta que se perdiera en la distancia, y por eso retomó el camino a casa.
Dos años. Dos años buscando a Itachi Uchiha y finalmente lo había hallado. O, mejor dicho, había dejado que lo encontrara.
Dos años de pura investigación que no llevaban a ningún lado. Dos años estudiando a los Akatsuki, días y noches releyendo los archivos que tenía en su poder intentando buscar un indicio. Por eso se sintió orgullosa después de aquel encuentro que apuntaló el camino que a partir de ese entonces debía seguir.
Paró unas horas en el cuarto del hotel que había alquilado para descansar los días que estuviera allí y se tomó el baño más fresco que podía tomar. Secó su cabello con la toalla a sabiendas que eso provocaría un indeseado frizz. De vez en cuanto extrañaba el cabello corto.
Preparó sus cosas y salió poco después de las diez. Ya no tenía miedo de andar sola. Lo había aprendido a superar con la ayuda correspondiente. Además, en aquella zona en dónde estaba las noches eran más cortas por ser verano, y el calor los visitaba constantemente. Ni siquiera el invierno era crudo como en Konoha.
Las calles siempre estaban llenas de jarana, aun cuando cruzara de pueblo en pueblo las luces de los faroles iluminaban cada zona oscura. Había niñitos corriendo hasta tarde, las personas se sentaban en las afueras de las casas. Era un escenario que jamás había visto en su aldea, y por eso disfrutaba tanto de conocer lugares así.
Cuándo cruzó la frontera de Shirakawa para llegar a Yufuin eran poco más de las once de la mañana. Se había demorado todas esas horas porque no se había molestado en correr, el no tener que preocuparse por el tiempo que le llevaba una misión la hacía sentir extraordinariamente contenta. El aura jovial de Yufuin había encantado a Hoshi desde el instante en que sus pies pisaron esa tierra. Parecía estar mantenido en una burbuja ajena a cualquier problemática que se viviera en el mundo ninja. Por eso le resultaba grato respirar aire fresco y sentir su pecho más liviano después de tanto dolor cuándo llegó a ese lugar.
─ ¡Señora Sato!─exclamó una voz ya conocida para ella, por lo que Hoshi se volteó a verla y le sonrió─. ¿Volviendo de su viaje de trabajo? Su esposo me comentó que ha estado muy ocupada.
La castaña asintió y se acercó hasta quedar frente a ella. La señora de unos cincuenta y tantos dejó de barrer en cuánto la vio acercarse.
─Así es, entre el estudio y el trabajo paso mucho tiempo fuera─Hacia un buen tiempo atrás que Hoshi había recuperado la amabilidad. Además, no era muy difícil ser simpática allí, todos los vecinos se comportaban de maravilla─...Ahora que la tengo enfrente, quería hacerle una pregunta─dijo, y la señora se mostró contenta de orilla─. ¿Podría tomar algunas de las granadas del árbol que da a mi patio? He notado que muchas veces caen y se pudren antes de que alguien las coma.
─ ¡Querida! ¿Qué pregunta es esa?─dijo la mujer regordeta y asintió eufóricamente─. Por supuesto que puedes, ya bastante que nuestro árbol cuelga sobre tu patio. Toma todas las que quieras, nosotros ya estamos hartos─Hoshi se rió por su comentario y la miró agradecida.
─Gracias, en serio. En mi casa aman la granada.
─ ¡Pero miren quien llego!─Una voz masculina hizo que ambas mujeres miraran hacia la puerta de la casa con aberturas marrones. Hoshi sonrió divertida y se inclinó sobre sus rodillas estirando sus brazos para recibir a la criaturita que corría hacia ella después de haberse colado entre las piernas de su padre.
─ ¡Mamá! ─gritó la niña.
─ ¡Hola, cariño! ¡Te extrañé muchísimo! ─la pequeña se colgó a su cuello y Hoshi la alzo como si fuera una pluma. La vecina continuaba mirando aquella escena de la familia joven y feliz. El hombre que había hablado primero se acercó a las dos y estiró su mano para tomar a la mayor cariñosamente del brazo.
─ ¿El viaje todo bien? ─preguntó, y Hoshi acortó la distancia que había hacia el para con su mano peinar el flequillo pelirrojo que tapaba los ojos claros.
─Creo que tenemos que cortar ese pelo─masculló divertida. La última vez que Hoshi tocó su cabello había tenido que usar una gorra que lo protegió de la vergüenza durante mas de un mes, Ella se rio por su reacción y volvió a ver a la niña dándole un beso en la cabeza.
Hoshi y su familia se despidieron de la vecina no sin antes agradecerle nuevamente la posibilidad de usar las granadas de su árbol.
La modesta casita en la que vivían recibió a la muchacha con un fuerte aroma a limpia pisos de pino, y no pudo evitar reírse ya que su esposo solía exagerar a la hora de limpiar la casa para recibirla. Pero, aun así, lo agradecía. Agradecía todo lo que había hecho por ella esos años.
Hoshi dejó a la niña en el piso parqué laminado. En invierno era una ventaja, pero en verano juntaba mucho calor. A esto se le sumaba que la casa no estaba territorialmente bien posicionada, y el sol calentaba más que nada el comedor y todo el calor se acumulaba allí.
Por suerte para ella, el hombre de la casa había preparado el desayuno y tuvo que esperar solo unos minutos para que el té se terminara de hacer. Estaba muerta de hambre y de cansancio, pero no puso reparo en darle el biberón a Hiroko quién al verlo llegar de la mano de su padre corrió a sentarse sobre las piernas de Hoshi, que ya se había acomodado frente a la mesa japonesa.
─Puedo dárselo yo ─dijo sentándose enfrente, después de depositar la bandeja con la tetera, las tazas y unos panecitos recién comprados─. Tú debes estar muy cansada, aprovecha a comer.
Hoshi negó, mirando a la muchachita que reposaba tranquilamente entre sus piernas flexionadas en canasta. Era flaquita, pequeña, apenas tenía dos años de dulzura. Y no esperó mucho tiempo para dormirse después de alimentarse, por suerte para ambos, era de buen dormir y siempre tomaba una siesta luego de comer.
─Deja, yo la llevo─ dijo su padre acercándose a Hoshi quien con cuidado estiró a Hiroko para que los brazos del otro la llevaran al moisés que tenían contra una de las paredes de la sala. No eran muy adeptos a la idea de llevarla a dormir a una habitación lejos de donde ellos estaban, por lo tanto, habían colocado una cuna en su respectivo cuarto y otro en el comedor que era donde la pareja pasaba la mayor parte de su tiempo.
─Gracias Shamui─murmuró para después dignarse a servirse una taza del té negro que le habían preparado─. No daba más del hambre, muchas gracias.
─De nada─dijo en un susurro, intentando no levantar la voz mas de lo necesario─. Pero no creas que por agradecerme te salvarás de las explicaciones que tienes que darme─su rostro se ensombreció un poco, y Hoshi sintió como un calor invadía sus mejillas─. ¿Por qué te fuiste sin avisarme?
─No me hubieras dejado ir.
─No te hubiera dejado ir sola─acotó, volviendo a sentarse sobre su almohadilla. Sus ojos claros miraron las manos de Hoshi, que ahora se servían un trozo de pan.
─No puedes salir de aquí, sabes que es un riesgo que te vean─su tono de voz era firme─. No quiero que por mi culpa algo te pase a ti o a Hiroko.
─Nada nos pasará Hoshi─se tomó unos segundos para tomar algo de infusión y pensar en todo el asunto─. Estoy enojado, me molesta que tomes esta clase de decisiones sin consultarme antes, pero entiendo que tenías la necesidad de hacerlo. ¿Encontraste algo por lo menos?
Hoshi lo miró, en silencio. Y así se mantuvo por unos segundos de los que luego asintió.
─Lo encontré a él.
Los ojos de Shamui se abrieron por la sorpresa de oír la noticia que la muchacha le traía. Si tenía que decir la verdad, él jamás había esperado que Hoshi lo hallara, por eso aquel descubrimiento lo dejó pasmado. Y ella lo notó, ya que se dio el lujo de jugar con el asunto.
─Bueno está bien, tan poco es para tanto ─ bromeó, limpiándose la boca con una de las servilletas─... Sólo encontré a alguien, no descubrí ningún país ni la cura para el cáncer.
—Claro que es importante ─ exclamó algo elevado y al darse cuenta rápidamente bajo la voz─. ¿Qué has averiguado?
Hoshi comenzó a relatar todo lo que había sucedido, desde el momento uno en que había salido de su casa. Shamui la oía atento, asintiendo a medida que avanzaba el relato. La interrumpió preocupado cuando se enteró que había sido sometida a uno de sus famosos y poderosos jutsus ilusorios. Y Hoshi tuvo que jurarle y perjurarle que nada le había hecho, que todo lo contrario a lo que cualquiera pensaría, Itachi era sumamente respetuoso.
La pista sobre los países limítrofes reducía todo el mapamundi a solo nueve posibilidades, y eso, considerando la cantidad de países que había era un muy buen resultado. Para la hora del almuerzo Hiroko seguía durmiendo, y Shamui había desplegado sobre la mesa ya liberada de las tazas y la comida, el mapa físico político que traía uno de sus libros de historia.
─Ya sabemos que Otogakure no es─dijo señalando aquel país─. Podemos descartarlo porque sabemos que es una zona dominada por Orochimaru, y que tú has estado allí para firmar la neutralidad de las aldeas.
Hoshi evitó pensar en su misión, en esa misión.
─Pero ¿Y si allí hay más de lo que sabemos? ─comentó, dándole un mordisco a su manzana. Shamui negó efusivamente.
─No, no creo que Itachi te lleve a un lugar que ya sabemos que está fuertemente vinculado a Orochimaru, si te dio esa pista es porque tienes que ir por algo menos obvio.
─Nos quedan ocho países menos obvios ─ironizó, mirando el mapa─. ¿Qué piensas del país del Hierro?
Shamui dudó por unos segundos mordiendo su labio inferior. Pero negó rápidamente y señalo el área del noroeste.
─Es neutral, y está dominado por Samuráis. Ellos tienen un código de honor que no les permitiría en ninguna circunstancia cometer un acto como tal─llevó su mano a su mentón, rascándolo pensativamente. Hoshi lo miraba atenta.
─ ¿Y tener un código de honor los hace santos? ─pregunto molesta. Ella sabía muy bien que eso del código era cuestionable. Los kages de Konoha lo habían demostrado.
─No sabes cómo son los samuráis Hoshi─explicó. Sus dedos tamborileaban sobre el mapa─. Ellos no traicionan a su gente ni a su código, puedo aceptarlo de cualquier persona en este mundo, pero no de los samuráis.
La castaña arqueo las cejas no conforme con aquello, pero sabía que entraría en una discusión en vano, si ella era terca, Shamui la superaba en creces. Era como diez mil Hoshis multiplicadas por cien.
─ ¿El país de la lluvia? ─sugirió esperanzada de acertar esta vez.
El pelirrojo asintió, aunque algo inseguro.
─Puede ser, fue el terreno de la segunda guerra. Por culpa de Konoha murió mucha gente allí, y quizás para vengarse─un quejido salió de la cuna donde dormía la niña, ambos miraron en su dirección, pero después de asegurarse que era solo un sueño prosiguieron con la charla─...Quizás para vengarse pueden haber hecho algún trato con Danzo, no lo sé. Son solo suposiciones─ El País del Fuego tenía muchos enemigos, más que aliados incluso y esto era de esperarlo al ser consideradas una de las aldeas más poderosas─... Así que sí, yo consideraría a este país como un buen lugar para comenzar.
Hoshi mantenía los ojos abiertos de par en par, con esa mirada de aquellos que se pierden en un punto fijo dando rienda suelta a los pensamientos. Sus orbes miraban el mapa, y asentía lentamente, peor su mente estaba en otra idea que en ese preciso momento la estaba preocupando mucho más.
─Debo volver ─dijo parpadeando para salir del ensimismamiento en el que había entrado.
─ ¿A dónde? ¿A buscar a Itachi? ─preguntó confundido mientras se levantaba del suelo y estiraba sus brazos en dirección al techo.
─No Shamui, debo volver a Konoha─Hoshi lo lanzó con crudeza, y Shamui frunció el entrecejo. Sabía que aquella charla llegaría, pero no esperaba que fuera en ese momento.
En cuestión de días se cumplirían dos años desde que Hoshi había abandonado la aldea de la Hoja. Desde ese entonces y con los permisos otorgados por Tsunade, la muchacha había podido recorrer gran parte de las naciones ninjas y especializarse con los consejeros y demás sabios del derecho en esta materia.
Los primeros meses habían sido los más duros. Comenzar a entender que realmente estaba sola en eso, sumado al miedo de relacionarse con los demás había hecho que muchas veces sintiera la necesidad de echar todo por la borda y rendirse en su tarea de la justicia.
Meses más tarde del comienzo de su encrucijada alguien la buscó en su soledad, porque se enteró que había una kunoichi de Konoha visitando una aldea en el país de los Vegetales. Cuando Hoshi abrió la puerta de la habitación que Konoha le rentaba para que pudiera hospedarse mientras estudiaba allí, no esperaba encontrar a Shamui empapado de pies a cabeza pidiéndole con los ojos que lo ayudara.
Esa noche Hoshi se enteró que Shamui había escapado al País del Agujero luego de su huida de Konoha, y allí se había mantenido durante todos esos años. Hasta hacía unos meses atrás cuándo tuvo que huir de allí porque se había dejado llevar por su sentido de la moral y había rescatado de las garras de unos rufianes negociantes a una pobre bebé de apenas unos meses.
Shamui le dijo que había estado siguiendo sus pasos desde el momento en que oyó el rumor de una muchacha de Konoha estudiando con los feudales de varios países. Su corazón había tenido un presentimiento, y recordaba que Hoshi había estado siempre interesada por la ley y su cumplimiento, por eso necesitaba cerciorarse que se trataba de su ex compañera de equipo ANBU.
¡Y que alivio sintió Shamui cuando vio que era ella quien le abría la puerta de ese pequeño cuarto en esa fría y lluviosa noche de invierno! Por su parte, Hoshi también estaba aliviada de saber que su antiguo amigo y capitán estaba vivo, sano y salvo del peligro y sobre todo de la injusticia de haber sido categorizado como criminal.
Esa misma noche Shamui le presentó a Hiroko. Su cuerpito diminuto y su rostro hundido demostraban que había sido una bebé que había recibido nulos cuidados en su gestación y posterior nacimiento. Hoshi sintió tanta pena por ella que no dudó ni un segundo en prestarle ayuda a un desesperado Shamui que poco conocimiento tenía sobre los bebés. Y ni hablar de Hoshi. Ella tampoco sabía nada sobre ellos, pero juntos se arreglaron para sacarla adelante.
Y tácitamente se pusieron de acuerdo en sobrevivir juntos. Decidieron instalarse en Yufuin, haciéndose pasar por el matrimonio Sato, no tanto por Hoshi sino por Shamui. Era un pueblo que a ella la dejaba cerca de los demás países que debía visitar, y al ser tan pequeño y de tan pocos habitantes, no representaba ningún riesgo para Shamui el vivir allí y conseguir un trabajo de cosechador.
La Himara retomó con su terapia, y cumplía semanalmente con sus sesiones siempre que estaba allí. Había semanas en las que debía viajar a otras zonas, pero cada vez que volvía sabía que por su bien y entereza debía recurrir con la profesional que la trataba. Shamui por su parte trabajaba jornada completa en los maizales o viñedos, según los meses que le tocaban. NO era el trabajo ideal, pero le permitía pagar el alquiler y llevar la comida a su casa.
Los dos supieron llevar muy bien la situación con la bebé, y con el correr de los meses y el constante chequeo con los pediatras pudo recuperar la salud que debió de haber tenido desde un principio.
Hoshi no quiso encariñarse con la niña. Sabía que si lo hacía le dolería mucho desprenderse de ella cuándo tuviera que volver a la aldea, entonces siempre mantuvo la lejanía con esta. Sin embargo, era imposible evitar que una vez que Hiroko empezó a hablar, reconociera a Hoshi como su madre.
Todos los días la Himara se despertaba pensando en que faltaba un día menos para su regreso a la aldea que vio su subida y su descenso. Todos los días su corazón se sentía más ansioso de saber que le depararía el futuro, que camino tomaría su búsqueda de la justicia o si el caso lo ameritaba: su venganza.
El estudio había logrado mantenerla entretenida durante todos esos años, y había podido enfocarse en adquirir todas aquellas herramientas y habilidades que le permitirían ayudar a otras personas en situaciones de vulnerabilidad, y olvidarse un poco de su tarea como ninja de campo.
Por cada país por donde había pasado, con cada señor feudal que había entrenado había aprendido diferentes teorías y prácticas. En el País del Viento había aprendido todo lo relacionado al derecho procesal, ellos eran los creadores del sistema de Investigación Procesal Penal con el que todos los países juzgaban a sus criminales; en el País de la Lluvia, precursores del derecho familiar, había aprendido todo sobre adopciones, tutelas, derechos y obligaciones de los padres, etc; el País del Hierro por su parte, la había recibido con toda la historia de la creación del derecho moderno y las leyes internacionales que regulaban todo el mundo actual. Y así podía nombrar cada una de las enseñanzas que había sacado de cada ciudad en donde había estado, las cuáles eran tantas que si lo hacía podría escribir tres o cuatro libros de más de mil páginas cada uno, con tanta información que tenía.
Cuando con Tsunade diseñaron su plan de carrera, el País del Fuego sería el último en visitar. Ambas lo habían pactado así ya que era la mejor manera de que Hoshi sanara un poco sus heridas y pudiera prepararse para volver a enfrentar todo ese contexto tan familiar. Sin embargo, ni dos años habían sido suficientes para lograr que Hoshi reuniera el coraje de volver a pisar la tierra que tanto daño le había hecho, o mejor dicho la tierra donde habitaban aquellas personas que tanto dolor le habían causado.
Shamui se levantó en silencio, junto las cosas de la mesa y se fue a la cocina sin decir una palabra. Hoshi sabía que no se esperaba oír aquello, pero era obvio que en algún momento esa conversación llegaría. Shamui sabía que su estadía con Hoshi no sería para siempre, que ella estaba allí cumpliendo una misión y que su objetivo jamás había sido irse de Konoha renunciando a su papel como kunoichi allí.
Suspiró agotada por la situación, y se refregó los ojos antes de incorporarse también y seguirlo.
─Shamui, por favor, no me esquives─le dijo casi en un susurro, mientras apoyaba una mano sobre la mesada de granito y lo veía comenzar a lavar las cosas que habían utilizado─. Esto estaba claro en un principio.
─Lo sé, lo entiendo─dijo, pero no sonaba convencido.
─Es difícil para mí también, pero siempre dije que debería volver a mi vida ─ el pelirrojo lavaba con énfasis la vajilla, y al oírla decir aquello detuvo el correr del agua y con las manos enjabonadas de detergente la miró.
─Esto puede ser el resto de tu vida, Lo sabes, ¿no?
Aquello le dolió más que si Shamui prefiriera aplicarle la ley del hielo durante una eternidad. La castaña parpadeó y se mordió el labio mientras su pecho se inflaba tomando el aire necesario para hallar las palabras con las cuales enfrentar aquella situación sin que nadie saliera herido.
─Ese es el problema Shamui, que no es mi vida. Es la tuya. Estoy de sobra aquí, no tengo nada que sea mío, esto lo has logrado tu, yo solo llegue aquí a darte una mano.
─ ¡Claro que no Hoshi! Sin ti no hubiera podido hacerlo, luego de lo de Aki estaba perdido, no sabía que hacer conmigo, no tenía idea de que hacer con mi vida.
─Y apareció Hiroko─acotó con una sonrisa, interrumpiéndolo─.
─ ¿Y que haré con ella si tú te vas?
─Serás un padre excelente.
─Preguntará por ti, ¿Qué le diré cuando lo haga?
Hoshi se acercó a él y lo tomó de los hombros para hacerlo voltear y que quedara frente a ella. Le sonrió dulcemente, su antiguo capitán del equipo, aquel que había demostrado tener la fortaleza suficiente para dirigir duros entrenamientos y peligrosas misiones, ahora parecía un perro mojado.
─Shamui, Hiroko es tu hija, te tiene a ti. Y que yo me vaya no significa que no regrese a verla, estaré aquí para ayudarte en lo que necesites cuando lo necesites. La niña podrá contar conmigo cuantas veces quiera, en cualquier momento─sus manos lo tomaron del rostro dulcemente. Cualquiera hubiera creído que realmente eran una pareja─. Yo no desapareceré de sus vidas, simplemente no estaré con ustedes las veinticuatro horas de todos los días.
El hombre suspiro, triste. Sus ojos eran dos esferas de desolación, y Hoshi conocía muy bien esa mirada. Después de largos segundos en los cuáles el agua enjabonada goteaba de las manos de Shamui este mismo se dignó a hablar, esta vez con su rostro riguroso y una mirada severa.
─Promete que te cuidarás.
─Lo haré.
─Promete que volverás.
Hoshi sonrió enternecida por aquellas palabras.
─Lo haré.
─Promete que no harás que te extrañe más de lo que pueda soportar─susurró, con la voz quebrada y la abrazó con la fuerza de un ejército embravecido. La castaña le respondió el gesto, cerrando los ojos cuando su mentón reposó en el hombro de su antiguo capitán y ahora pseudo esposo.
─Te has tomado muy enserio tu papel de esposo─bromeó ella, sintiendo como las manos mojadas de Shamui humedecían la tela de su vestimenta. Este se rio y su risa rebotó en el oído izquierdo de la castaña.
─Soy muy buen actor─le replicó y se separó para mirarla a los ojos. Los dos se mantuvieron en silencio un buen rato, y continuaron con la tarea de limpieza.
Shamui lavaba, y Hoshi secaba. Hacían una muy buena dupla.
Luego de la muerte de Aki, Shamui se había sumergido en una profunda depresión que lo había llevado a estar al borde del suicidio innumerables veces. Esto sumado a que en su propia aldea natal era considerado un ninja criminal le habían quitado todas las esperanzas de rehacer su vida. Hasta que Hoshi reapareció en esta, ya no como un miembro de su equipo si no como una extensión más de su cuerpo.
Ambos se amaban, pero no de la manera romántica en la que Shamui había amado a Aki, o Hoshi había amado a Asuma y este a Kurenai. Él la amaba de una forma tan fraternal que le era imposible concebir el resto de su vida sin su presencia cercana. Hoshi también amaba a Shamui, con un sentimiento puro de lealtad, y de esta forma ambos se habían dado cuenta que no era necesario tener un interés sexual o romántico por la otra persona para estar hablando de amor. Lo único que bastaba era respetar y ansiar que el otro fuera feliz.
Los meses que les quedaban se dedicaron a disfrutarse como una familia. Festejaron el cumpleaños de la niña en octubre, y a finales de noviembre compraron un pino para poder armarlo conforme llegara diciembre. Hoshi amaba la Navidad, pero Shamui poco sabía sobre la forma en la que ella y su familia solían festejarla, aun así, intentaba seguirla.
El 21 de diciembre bajaron del placard los buzos y sweaters que tenían guardado para sobrellevar el invierno, pero el clima era tan tropical que eran raros los días en los que tenían que abrigarse mucho para mantenerse calientes.
El 24 Hoshi extraño a sus padres, y contó los días que llevaba sin verlos. Su corazón se arrugó, mientras miraba a Hiroko correr por ahí con un autito de madera en la mano derecha, y recordando el buen ejemplo que había tenido por parte de su madre. ¿La había decepcionado? ¿Qué pensaría de ella? Su compañero se dio cuenta de su dolor y le preparó un chocolate caliente. Recibieron la Navidad los tres juntos, como una joven y pequeña familia, y se eran suficiente.
Enero llegó con la cuenta regresiva. Las dos primeras semanas Hiroko había estado particularmente irritable, Shamui lo atribuyó a que la niña presentía la partida de su supuesta madre. Hoshi no quiso hablar mucho sobre el tema, más lo pensaba y más difícil se le hacía abandonarles. Pero debía hacerlo, era su deber. Quedarse allí sería renunciar a sus ansias de venganza, o justicia, ya no sabía muy bien lo que era. Sólo sabía que volver era la única forma de hacer que sus pesadillas se detuvieran.
El día amaneció lluvioso y húmedo. Hoshi se había despertado antes que todos, y había preparado el desayuno. Aprovechó para tomar una ducha y recortar su cabello que después de tanto tiempo corto llevarlo un poco más largo le resultaba incómodo. O al menos era eso con lo que engañaba su mente, y la verdad estaba en el hecho de que llevarlo largo le recordaba un pasado que ansiaba enterrar.
Shamui se despertó tiempo después, ese día no trabajaría. La lluvia les hacía imposible el trabajo a los cosechadores, muchas veces esta resultaba una bendición pero cuando se trataba de nubarrones con piedras los dueños de las tierras rezaban porque sus cultivos no se echaran a perder.
─ ¿Nuevo look?─preguntó, algo dormido mientras se sentaba a la mesa que Hoshi había dejado preparada.
─Asi es─acotó, acercándose para servirle café, pero volviendo luego a su tarea. Sobre un modesto sofá había dejado su mochila y estaba controlando no olvidarse nada─. No sé que sabor tenga, el agua rompió en hervor antes de que pudiera apagar el fuego.
─Me gusta─comentó haciendo todavía referencia al pelo y Hoshi le dio una sonrisita distraída─. Nah, está bien, es una de las pocas veces que me has preparado el desayuno, debo de valorarlo.
Hoshi se mordió el labio y rio con culpa. Shamui tenía razón, era usualmente él quien se levantaba más temprano y preparaba todo.
─De todas formas extrañaré preparar el café para ambos─susurró en voz baja, dándole un sorbo a su taza─. ¿No prefieres irte en febrero?
─Me encantaría, pero no puedo. Ya lo he anunciado a Tsunade, y los feudales de la lluvia ya están enterados de mi visita─dijo cerrando la cremallera de su bolso y yendo a compartir la mesa con su excapitán. Se arrodilló frente a esta, agradeció los alimentos y antes de servirse miró a Shamui─. Lo lamento mucho, en serio.
─No lo lamentes, es tu vida. Debes seguir con tus planes.
La castaña sonrió, y en silencio disfrutaron de aquel ultimo desayuno juntos.
Hoshi decidió partir antes del mediodía, y para ese entonces Hiroko todavía seguía dormida. Prefirió no despertarla y con lentitud y cuidado ingresó a su habitación a despedirla.
La niña dormía plácidamente, sin percatarse de lo que estaba sucediendo a su alrededor. Y era preferible que así fuera, que mantuviera aquel recuerdo como un sueño lejano. Hoshi acarició su fino cabello, y sus ojos se empañaron a causa de las lágrimas que había estado evitando dejarlas salir. ¿Cómo era posible querer tanto a un bebé? Eran insoportables, llorones, dependientes, y aun así aquella niña había calado hondo en el corazón de la Himara.
Le dejó un beso en la frente, y juntando fuerzas salió de allí.
Shamui la estaba esperando en la sala, con su bolso en la mano. Hoshi se apresuró a secarse las lágrimas que habían alcanzado a caer por su rostro y camino con lentitud hacia el pelirrojo que la miraba resignado. Este le estiro el bolso y Hoshi lo tomó colocándoselo con parsimonia.
─Escríbeme─le dijo, mientras la veía alistarse.
─LO haré─aseguró.
─Y por favor Hoshi, no te rindas─comentó, más que como un consejo, un pedido de auxilio.
La castaña lo abrazó con fuerza luego de oír aquello, y así permanecieron un buen rato. Hoshi no tenía idea de lo que le depararía el futuro, si iba a lograr ser fuerte o si las circunstancias próximas simplemente la sobrepasarían; pero tener el apoyo de más que un amigo, un hermano, como Shamui le daban el empujón para seguir.
─Haré que vuelvas a Konoha, limpio, como corresponde─lo tomó de los hombros, mirándolo a los ojos─. Cómo te lo mereces.
Shamui solo sonrió. Él sabía muy bien que sus ganas de volver a Konoha eran casi nulas, pero si deseaba en el fondo de su corazón volver a tener una vida normal, sin necesidad de andar escapándose u ocultando su identidad.
Poco a poco extendieron la distancia entre ellos, y lo único que los unía sus dedos que se sostenían sin ganas de soltarse, aun sabiendo que la partida era inevitable. Shamui la acompañó hasta la puerta, y antes de seguir con su camino, Hoshi se volteo a verlo para regalarle una última sonrisa.
Ni dos metros hizo que las inseguridades, los miedos, y la vergüenza volvieron a invadir su ser. Su corazón latía rápidamente al darse cuenta que estaba saliendo de aquella zona de confort que tan cálidamente la había recibido en esos años.
Volver a Konoha significaba enfrentarse cara a cara a su doloroso pasado, a sus agresores, a su inestabilidad mental, y por, sobre todo, era volver a verlo a él.
Pero suspiró, infló su pecho de aire y de ganas, y buscó fuerzas de donde podía. En ese tiempo había aprendido que enfrentar los hechos era el mejor acto de empoderamiento al que una mujer podía aspirar, y bajar la cabeza no era para ella una opción. Se lo debía a si misma, y a todas las demás.
***
BUENAS BUENAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAS
Estoy tan emocionada con el comienzo de la parte CULMINE de la historia de Hoshi que me hago pis encimaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa ah re jajajajjjajjajjaja
NO bueno, en fin. Se que ustedes deben estar enojades por el tiempo que me demoré. Y les pido disculpas pero ultimamente estoy tan llena de cosas que es muy poco el tiempo que me queda para escribir y la realidad es que queria hacer unos dibujitos para poder subirlo. :)
¿Como han estado? Espero se encuentren super bien, les extrañe muchisimoooooooooo. Y gracias gracias gracias por el recibimiento del prólogo. Se que no se entiende mucho, pero ya todo se vera mas adelante con mas detalle! D:D:D:D:D:DD:D:D:D:D:DD:D:D:D:
Les abrazo con fuerza a todes, cuidense muchi porfi.
Estrellita.
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