꒰ ⌗ Único ! ꒱
Minho sabía que ya estaba un poco grande para salir a pedir dulces en Halloween, tenía muy presente el hecho de que ya tenía catorce años, pues presentó como omega el mes pasado pero, aún así, había tenido la ilusión de que quizás ese último año que saliera conseguiría una buena ración de dulces para cerrar con broche de oro su última salida. Había estado muy ilusionado, se había disfrazado de gatito negro porque su mami le había dicho que las orejitas sobre su cabecita le hacían lucir bonito y los bigotitos pintados sobre su nívea piel decoraban adorablemente sus cachetitos y nariz.
Pero ni siquiera su apariencia tierna había logrado ablandar lo suficiente los corazones de sus vecinos.
Al principio logró recolectar un par de chocolates de parte de la linda anciana beta que vivía al lado de su casa, ella siempre le había tenido aprecio y no dudó en regalarle tres chocolates de tableta en cuanto le vió delante de su puerta.
También consiguió paletitas en forma de calaveras gracias a la mamá de su compañero de salón, Bangchan, ya que solía ir a jugar con el alfa algunas veces.
Pero, después de eso, nadie más se dignó a regalarle algún dulce. Por más que caminó y caminó por el vecindario todos le miraban mal al abrir la puerta y sentir su recién descubierto aroma a canela y miel. Y lo entendía, tener el primer celo marcaba el fin de la niñez y, por lo tanto, que un omega recién presentado saliera a pedir dulces cuando ya no era más un cachorro no era muy común, pero aún así no pudo evitar sentirse triste al mirar su canastita y verla casi vacía.
"Que horrible noche" susurró para si mismo, mientras formulaba un puchero y se sentaba sobre la banqueta de mala gana.
Suspiró pesado al dirigir la mirada a su alrededor y ver como todos los niños reían emocionados al ver sus canastas totalmente llenas de distintos tipos de dulces, su puchero se pronunció aún más y como consuelo sacó uno de los chocolates que su vecina le dió para comerlo.
"No puede ser" se quejó al ver el chocolate que acababa de abrir, los trocitos de avellana siendo visibles a simple vista.
Él era alérgico a las avellanas.
Resignado, envolvió de nuevo la tableta de chocolate y dejó su canastita a un lado antes de apoyar sus mejillas sobre las palmas de sus manos en una pose de derrota. Sus ojitos se sentían algo húmedos y, aunque era una tontería, tenía ganas de llorar porque no le estaba gustando para nada comenzar a crecer. Si por él fuera se quedaría como un niño para siempre.
"Hey, ¿estás bien?" una vocecita dulce y desconocida llamó a sus espaldas.
Minho volteó su cuerpo ligeramente para observar al chico de cabellos castaños y de mejillas tan redonditas como las de una ardilla mirarle con preocupación. Observó sin disimulo el cuerpo entero del niño, pues vestía un trajecito de súper héroe como disfraz y confirmó que era menor que él cuando al inhalar no sintió ningún olor provenir de su ser aparte del aroma de su madre.
Claramente aquel niño seguía siendo un cachorro de mamá.
"No, estoy triste" se quejó con un puchero, antes de regresar a su posición original para ocultar su rostro entre sus manitas.
El chiquillo desconocido no dudó en sentarse a su lado al escuchar sus palabras y le miró con curiosidad al verle genuinamente decaído.
"¿Qué pasa? ¿Por qué estás triste?" preguntó, mientras fruncia sus labios en un gesto de pena.
Minho suspiró dramáticamente, quitando la diadema de orejitas de su cabello y abrazando su canastita en forma de calabaza contra su pecho.
"Este era mi último año saliendo a pedir dulces porque ya estoy muy grande para esto, pero nadie quiso darme dulces" lloriqueó, enseñandole al chico castañito el interior de su contenedor prácticamente vacío. "¿Y ves esos chocolates? Me los dió mi vecina, pero tienen avellana y yo soy alérgico" añadió a punto de hacer un berrinche.
El chico desconocido le miró sorprendido y algo apenado por su situación. Apretó sus bonitos labios en forma de corazón, su expresión demostrando la batalla interna que estaba teniendo allí mismo pero, después de unos cuantos segundos, terminó tomando la mano de Minho.
"Ven conmigo, anda" dijo, jalando a Minho por el brazo para comenzar a guiarlo por la calle.
"¿A dónde vamos?" preguntó, mientras miraba con curiosidad al otro niño.
Pero el chico ardillita, como lo había nombrado en su cabeza, no le contestó y en cambio siguió caminando en silencio. Ambos continuaron su recorrido por las calles del vecindario hasta que llegaron al pequeño parque del barrio, dónde el chico ardillita le guió hasta el tobogán.
"Ven, sube" pidió, mientras subía las escaleras del tobogán para llegar a la cima, donde había una pequeña cabina antes de la resbaladilla.
Minho obedeció, sin saber por qué, y apresó su canastita entre sus dientes para poder tener sus manos libres para escalar. Pronto estuvo dentro de la cabina y vió como el chico ardillita estaba sentado en uno de los rincones con sus rodillas contra su pecho y su canasta de dulces a un lado.
"Bien, ¿ahora qué?" preguntó Minho mientras se sentaba también, con sus piernas cruzadas y su propia canasta a un lado.
Sin previo aviso, el chico ardillita volcó su canasta de dulces, dejando desparramado por todos lados el contenido de diferentes tipos de caramelos.
"Son muchos dulces y seguro me dolerá la barriga si los como yo solito" dijo, mientras miraba con una sonrisa ilusionada a Minho. "Así que decidí compartirlos contigo" finalizó, tomando un chocolate normal y sin avellanas para tenderselo a Minho.
El pequeño omega sintió su pechito ponerse cálido ante el gesto tan bonito del desconocido y con timidez tomó el chocolate que le era ofrecido. Abrió el empaque bajo la atenta mirada del contrario y le dió una mordida, disfrutando del sabor dulce derritiéndose contra sus papilas gustativas.
"¡Gracias! Ni siquiera mis amigos pensaron en regalarme una paleta" rió el omega, mientras engullía con ganas el chocolate entre sus dedos. "Por cierto, ¿cual es tu nombre?" preguntó apenas, pues sus mejillas estaban llenas de chocolate y no podía hablar correctamente.
"Jisung, pero mis amigos me dicen Sungie, ¿y tú?" respondió, mientras estiraba su brazo para alcanzar una paleta en forma de calabaza.
"Minho, solo Minho" contestó, mirando como Jisung destapaba su paleta para comerla.
"Mhm, ¿solo Minho? ¿No tienes algún apodo chiquito?" preguntó curioso, con la paleta entre su boca y sus ojitos brillando con interés.
"Nop, solo me dicen Minho"
Ambos se quedaron en silencio después de eso, Jisung parecía estar sumido en sus pensamientos así que Minho decidió no distraerlo y en cambió tomó otro caramelo y se lo echó a la boca, sintiendo al instante el sabor artificial del limón contra su lengua.
"¡Ya sé! ¿Puedo llamarte Honey?" preguntó con emoción reflejada en sus brillantes y bonitos ojos, Minho asintió. "¡Excelente! Yo te diré Honey y tú a mi Sungie, cuando se me ocurra algo mejor lo cambiare" prometió, antes de estirarse para alcanzar un suave malvavisco.
Continuaron consumiendo los deliciosos dulces, conversando sobre sus caricaturas y videojuegos favoritos mientras veían a los demás niños seguir recolectando dulces.
"¡Mira! Son de esos chicles que traen pegatinas" chilló Jisung, mirando las gomas de marcar rosadas y le ofreció uno a Minho.
Ambos los destaparon y, sin dudarlo, Minho se acercó al rostro de Jisung para pegar la figurita en forma de fantasmita sobre sus cachetitos de ardilla. Jisung parpadeó, sintiéndose sonrojar ante el gesto y con algo de vergüenza imitó la acción de Minho, pegándole las pegatinas en forma de calaveritas sobre las pálidas mejillas.
"Te ves bonito" dijo Minho, bajando la mirada y observando los dulces como si fuesen lo más interesante del mundo.
"Tú también, muy adorable" murmuró Jisung, jugando con sus deditos y sonriendo ante la carita de vergüenza que Minho ponía.
La tarde continuó, entre dulces sabrosos y bonitas pegatinas, y para cuando la noche cayó sus barriguitas dolían pues, aunque comieron los dulces entre los dos, seguían siendo demasiados para comerlos en una sola noche. Pero no importaba, porque Minho sintió que aquel había sido, por mucho, la mejor noche de Halloween de sus catorce años de vida.
Y, además de comer dulces deliciosos, había hecho un nuevo amigo.
"Y así fue como nos conocimos" contó Jisung, de ahora dieciocho años, mientras abrazaba a Minho por los hombros.
El tiempo efectivamente había pasado para Minho y Jisung, ya no eran unos niños de catorce y doce años respectivamente y ahora eran dos jóvenes a punto de irse a vivir juntos después de casi tres años de noviazgo. Habían cambiado demasiado en esos seis años, Minho ya no era más alto que Jisung, de hecho ahora el chico menor le pasaba por al menos media cabeza, pero no es como que le molestara. En cambio, disfrutaba de la nueva diferencia pues le gustaba acurrucarse contra su cuello para inhalar el aroma ajeno.
"¿En serio tienes que contar eso a todo el mundo cada que sea Halloween, Sungie?" se rió Minhi, su cabeza descansando contra el cuello del joven más alto para sentir su olor a caramelo contra su nariz, como le era costumbre.
Porque, si, Jisung había presentado como omega a los trece años y, a pesar de que eran de la misma jerarquía, no dudaron en iniciar una relación. Después de todo su lazo iba más allá de ser omegas, ellos eran mucho más que solo sus subgéneros, ellos eran almas gemelas.
"¡Pues claro! Compartir mis dulces contigo fue la mejor decisión que tuve" aseguró, mientras su mano acariciaba con dulzura los cabellos teñidos de color azul del omega mayor.
"Ustedes son lo más tierno que he visto" suspiró Jeongin, observando a la pareja con ilusión mientras masticaba con entusiasmo su barra de chocolate. "Quisiera una relación así de bonita, donde mi alfa cuente cada año como nos conocimos"
"Lo tendrías si por fin aceptaras que Hyunjin te gusta y le dejaras cortejarte" se burló Jisung, viendo como Jeongin se sonrojaba ante tal acusación.
"¡Él no me gusta!" chilló, pero sus mejillas ruborizadas decían todo lo contrario.
"Cierto, te encanta" corrigió Minho, mientras reía aún oculto entre los brazos de su novio.
"¡Yah, hyungs!" se quejó Jeongin con un puchero entre los labios.
Ambos omegas rieron y continuaron con la decoración de su casa para la fiesta de esa noche, pues en aquel Halloween inaugurarían su nuevo departamento, en el cual vivirían juntos por fin.
"Minnie hyung, ¿dulce o truco?" susurró Jisung cuando terminaron de decorar, su sala luciendo perfecta para la ocasión.
Ahora sólo faltaban los invitados y pasarían una noche de Halloween perfecta.
"¿Dulce o truco? ¡Mejor un beso!" exigió Minho, estirando sus labios en un piquito para obtener su deseado beso.
El omega menor rió, tomando de las mejillas al chico más bajo y uniendo sus labios en un beso con sabor a caramelos. Si, esa también era una de las mejores noches de Halloween de su vida, como todas desde que conoció al bonito y triste omega disfrazado de gatito que encontró por su vecindario hace ya seis años.
Si tuviera la oportunidad, volvería a compartir sus dulces para no verle triste, una y mil veces.
FIN
créditos fanfic: @fairyoongis
꒰𝓣𝓣 𝚊𝚎 ♡︎... ꒱
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro