3📿
Yoongi y la señora Lee dieron un salto en sus lugares ante los estrepitosos ruidos que provinieron de arriba. Por lo que, de un segundo a otro, ya estaban subiendo las escaleras para averiguar qué era lo que estaba pasando.
—¡Jimin! —exclamó Yoongi acercándose a su compañero, quien estaba jadeante en el piso. Los vidrios de la ventana habían explotado y el espejo del botiquín estaba trincado, como si alguien le hubiese dado un puñetazo—. ¿Qué pasó? ¿Estás bien? —preguntó tras ver los nudillos sangrantes de una de sus manos.
Jimin no contestó, no pudo hacerlo porque su voz se encontraba perdida en alguna parte. El miedo que sintió y del cual aún había vestigios en su mente y cuerpo, no fue suyo, pero lo había sentido como tal, dejando como residuo los desaforados y dolorosos latidos de su corazón atropellando su caja torácica. Estaba aturdido, mareado y las náuseas lo golpeaban sin darle tregua. Golpear el espejo y producir su propio dolor fue la única forma que su mente embotada encontró para reaccionar.
Como pudo, y sin dar ningún tipo de explicación, salió del baño dando traspiés hasta finalmente llegar a donde quería, el jardín, dónde se mantuvo sosteniendo su peso con sus temblorosas rodillas.
Yoongi lo alcanzó segundos después y le otorgó un reconfortante masajeo en su espalda a modo de apoyo.
—¿Mejor?
Jimin asintió con la cabeza, Yoongi se permitió dudar.
—Sí, yo... —carraspeó Jimin para aclarar su voz—. Estoy mejor, gracias.
—Perdóname, pero no puedo creer en eso viendo tu estado. Estás pálido como un fantasma, además ¿ya viste tus nudillos?
Jimin miró sus heridas, había dado un golpe bastante duro, aunque no lo suficiente como para romperse algún hueso.
—Sólo fue un mareo, no me di cuenta de que lo hice —mintió como quien no quiere la cosa—. ¿Qué hay de ti? ¿Pudiste conseguir algo?
—La señora Lee afirma haberse ido de su casa a eso de las seis y media a la de su amiga. Sung Joon solo debía esperar alrededor de unos diez minutos a que su padrastro llegara. También dijo que la llamada que efectuó su marido alertando la desaparición de su hijo fua a las siete en punto, media hora después de haber llegado.
Media hora, posiblemente el lapso de tiempo era posible si realmente el padrastro se había puesto a buscar al niño, pero, de alguna forma, Jimin sentía que algo no encajaba.
—¿Podría decirnos dónde está ahora su esposo?
¿No se suponía que en un momento como ese debía estar brindándole apoyo a la señora Lee?
—En el trabajo —suspiró Yoongi pensando en algo similar—, me aseguró que él irá a la estación a responder las dudas que tengamos cuando salga.
—Hay que hablar con los vecinos, averiguar si vieron u oyeron algo fuera de lo común.
Antes de hacer nada, Yoongi se aseguró de que Jimin estuviera mejor, para él, no tendría caso seguir con la investigación si su compañero se sentía indispuesto. Sin embargo, Jimin era mucho más terco de lo que pensó. Incluso si seguía sintiéndose mal, él lo llevó casa por casa para sumar los testimonios de los vecinos a la investigación.
Para su mala fortuna, esa gente no parecía estar enterada de nada de lo que pasó con la familia Lee, por lo que no fueron de mucha ayuda para ellos.
—¿Qué hacemos ahora? No tenemos nada —preguntó Jimin esforzándose por no sonar tan derrotado como estaba comenzando a sentirse.
—Nada es una palabra muy fuerte ¿no crees? —Yoongi sonrió mostrándole un trozo de papel que bailaba entre sus dedos—. Tenemos a alguien más. Lee Yong Sun, el padre biológico de Sung Joon. La señora Lee "sugirió" que cree que él puede saber algo. En todo momento estuvo muy predispuesta a hablar de él y brindar información.
—Genial, andando —respondió Jimin adelantándose.
Con el auto en marcha, Yoongi echaba un ojo a Jimin de vez en cuando, muriéndose por preguntarle por la verdad de lo que pasó dentro de la casa que estaban dejando atrás. No estaba seguro de cómo, pero sabía que Jimin mintió y que ocultaba algo.
¿Qué era y por qué lo hacía? Pero, viendo lo pálido y tembloroso que seguía y que se esforzaba por ocultar, decidió dejar pasar el tema por el momento.
—En la guantera hay un botiquín, puedes usarlo para curarte las heridas de tu mano. —mencionó Yoongi con vista al frente.
Un autómata Jimin abrió la guantera, y sacó la pequeña caja blanca de su interior. Tomó una mota de algodón, la sumergió en agua oxigenada y luego se la pasó por sus heridas con pequeños golpecitos.
Un tic nervioso se instaló en una de sus cejas, esa mierda ardía como el infierno, así que sopló y sopló hasta que la quemazón mermó hasta volverse inexistente.
Luego, siguió con la venda, la cual le estaba causando demasiados problemas.
—¿Podrías vendarme? No puedo hacerlo solo —pidió rodando los ojos. Vendarse y hacer nudos de corbata eran dos cosas que a él se le daban fatal.
Aprovechando que el semáforo estaba en rojo, Yoongi colocó el vendaje con mucho cuidado, rápido y de forma impecable.
—Presumido —masculló Jimin de mala gana arrancando una carcajada en su compañero.
A diferencia del barrio privado en donde la Sra. Lee residía, la casa en donde vivía el señor Lee, estaba instalada en un barrio común y corriente, bastante alejado del centro de hecho. Jimin se desplomó en su asiento como si se hubiese derrito como un helado.
Antes de tan siquiera llegar, ya sabía cuál de todas esas casas pertenecía al hombre, después de todo, era la única que parecía estar rodeada de un manto negro y espeso.
Con incomodidad, un profundo sentimiento de desolación llegó a él asfixiándolo, como si estuviese arrebatándole todos los buenos sentimientos y dejándole en su lugar una amarga tristeza.
A consecuencia, el aspecto de Jimin pareció empeorar a ojos de un preocupado Yoongi.
—Ey ¿qué es lo que tienes? —Era obvio que ya no creía que Jimin estaba bien, como también era obvio que él seguramente volvería a mentirle, y todavía así, preguntó.
—No sé qué me pasa hoy, no suelo ponerme así —confesó Jimin como si estuviese a punto de llorar. Sus ojos le quemaban y su pecho se comprimió más y más a medida que avanzaron.
No obstante, era una mentira, lo que estaba sintiendo en esos momentos era una sensación que sentía con bastante frecuencia, por lo que ya estaba acostumbrado.
Lo que era difícil de dimensionar, era la gran cantidad de abrumadora tristeza y angustia que el señor Lee albergaba por dentro.
Sus manos temblorosas rebuscaron en el bolsillo "secreto" de su camisa, sacando de este una paleta, una de esas grandes y redondas con sabor a fresa. La abrió como pudo y se la llevó a la boca. El sabor dulce pronto calmó su ansiedad y el revuelo de sus propias emociones.
—Si sigues comiendo tanta azúcar te dará diabetes y te vas a morir —dijo Min al salir del auto junto a él.
—Se que no es sano abusar del azúcar, pero, para mí funciona como un ansiolítico o quizá para este punto ya es sólo un efecto placebo, no lo sé, mientras siga funcionando no pienso darle muchas vueltas.
—¿Esto te causa ansiedad? —Curioseó, y no le parecería extraño que su respuesta fuese un sí.
Ser parte del cuerpo policial a veces era un trabajo muy duro. Con frecuencia ves a personas que no conoces morir y no puedes evitar que pase, y cuanto más quieres que se haga justicia, menos parece que les importe a sus superiores la vida humana. Siendo completamente indiferentes a la pérdida y escondiendo la mano homicida. Yoongi lo había vivido en primera mano muchas veces, y la sensación de impotencia ante ese hecho era incluso más grande que el mismísimo universo.
—No es el trabajo, ni este caso, es la gente que se involucra. Tiendo a ser algo sensible a sus emociones, es como si tuvieran forma física y me dieran una paliza, simplemente... abrumador —musitó lo último totalmente perdido en sus pensamientos. Pero, tras recobrar el sentido, fue capaz de entender que lo que dijo podría haber sonado demasiado raro, así que sonrió algo apenado—. Lo siento, eso sonó extraño ¿cierto?
—Comienzo a entender que "extraño" y Park Jimin son dos cosas que van de la mano. —Yoongi le devolvió la sonrisa para que supiera que no tenía que sentirse apenado en lo absoluto—. Pero está bien, ser extraño, está bien. No necesitas aparentar lo contrario para que la gente te acepte.
—Lo tengo. —Y el realmente lo hacía, sólo que era algo extraño para él que otra persona se lo dijera.
Jimin fue esta vez quien llamó a la puerta.
—¿Diga? —preguntaron por el comunicador.
—Señor Lee, somos los detectives Min Yoongi y Park Jimin ¿podemos hablar con usted un momento?
—Si por supuesto. —El hombre cortó la llamada e inmediatamente se apresuró en abrirles la puerta.
Los detectives quedaron sorprendidos por el estado tan desgastado del hombre. Pálido, ojeroso, con su barba de días y con su mirada vidriosa y cansada. Su cabello entrecano apuntaba en todas las direcciones, muestra de que parecía despeinarle nerviosamente con frecuencia.
—De verdad lamento recibirlos así pero no estoy pasando un buen momento ¿saben? Pero, pasen por favor —dijo en tono cortés.
—¿Sabe por qué estamos aquí señor? —preguntó seriamente Yoongi pasando al interior junto a Jimin.
—Supongo que para llevarme a la estación. —supuso con tono cansado—. Mi ex mujer y su esposo han dejado en claro que lograrían que me arrestaran.
—¿Por qué deberíamos llevarlo a la estación? —interrogó Yoongi encarando una ceja.
Tomando asiento junto a Jimin en el sofá grande, una bola de pelo naranja del tamaño de un almohadón los observó bastante malhumorada por la intromisión.
—Me temo que deberán compartir lugar. Ella es Nala, la gata de mi hijo. Es por eso por lo que están aquí ¿cierto? por la desaparición de Sung Joon.
—¿Qué sabe sobre eso? —preguntó Jimin reteniendo con todas sus fuerzas la imperiosa necesidad que tenía de rascar detrás de las orejas de la gata.
—Nada en absoluto —afirmó levantando ambas cejas dando más énfasis a sus palabras—. No veo a mi hijo desde hace más de seis meses. No sé lo que les habrá dicho esa mujer, pero, no hice nada. Ella me llamó el mismo día que hicieron la denuncia en la policía, acusándome de secuestro, diciéndome que yo había sido capaz de dañar a Joonie como acto de venganza hacia ella. —relató apesadumbrado, encorvando su cuerpo como si tuviera cargando un enorme peso encima y fuera incapaz de soportarlo.
—¿A qué hora lo llamó?
—Cerca de las diez de la noche.
—¿Si usted no lo hizo, por qué cree que lo acusaría?
—Me temo que ella ha cambiado mucho desde que comenzó a salir con su actual pareja. Un día, cuando fui a recoger a Joonie como teníamos planeado, me dijo que dejara de ir a su casa, que no iba a ver a mi hijo nunca más, que mis visitas sólo causaba malos entendidos entre ellos y que no quería que interfiriera en su nueva vida. Intenté llegar a un acuerdo, lo que hicieran ellos no me importaba, incluso les dije que podrían traer a Jung a casa los fines de semana que son los días que no trabajo, pero, aun así, ellos se negaron rotundamente. Días después, por medio de una carta, me enteré que me habían puesto una orden de restricción por supuestos abusos físicos hacia ella y Joonie.
Y por si eso no hubiese bastado, las noticias llegaron a los oídos de mis jefes, no importó cuánto intenté defenderme y hacerles ver que todo lo que decían era falso, pero en su corazón ellos ya habían tomado un bando y sin decirme nada más, me despidieron. Ahora hago un poco de esto y aquello para sobrevivir, pero como sabrán no hay mucho que pueda hacer. Ante la sociedad, soy un hombre que ha dañado de la manera más ruin a su familia, y nadie quiere personas como yo trabajando para ellos.
El señor Lee soltó a llorar con desconsuelo, el vacío que sentía en esos momentos fue demasiado difícil de sostener por más tiempo. Había intentado ser fuerte por su hijo, pero cuando se enteró de que había desaparecido todo su mundo terminó por desmoronarse en un abrir y cerrar de ojos.
Jimin codeó a Yoongi para llamar su atención.
—Está diciendo la verdad —susurró, y el mayor asintió estando de acuerdo con él.
—Señor Lee ¿tiene alguna idea de si Jung pufo haberse escapado de casa por su propia cuenta?
—Oh no, él es un buen niño. Siempre se le ha enseñado buenos modales y valores. Aún si su madre y yo ya no nos llevamos bien, le he dicho que sea un buen hijo con ella y que la ayudara en casa con lo que pudiera —contestó secándose las lágrimas descuidadamente.
El hombre se puso de pie temblorosamente y rebuscó en una cajonera para luego regresar con los detectives con un pequeño celular entre sus manos.
—Este era nuestro secreto con Jung, el único que teníamos de su madre de hecho. Puede comprobar que jamás le dije nada malo de ella ni intenté nada en contra de nadie.
Yoongi se hizo del pequeño aparato usando una bolsa de ziploc. Finalmente obtuvieron algo que pudiese ser de ayuda para arrojar un poco de luz al caso.
—Gracias por su cooperación señor Lee. Prometo que haremos todo lo posible para encontrar a Sung Joon sano y salvo y arreglar todo este asunto —alentó Yoongi.
Jimin por su parte suspiró casi imperceptiblemente, sabiendo de antemano que eso no será posible. No iban a encontrar a Sung con vida, ya no, ya era demasiado tarde para eso. Sin embargo, al ver la mirada esperanzada de aquel hombre, no pudo hacer otra cosa más que darle a Yoongi la razón.
—¿Tú que crees de todo esto? ¿Crees que el señor Lee tuvo algo que ver realmente con la desaparición de Sung Joon? —Yoongi preguntó una vez que estuvieron en el confidencial espacio dentro del auto de regreso a la estación.
—No, él estaba siendo totalmente honesto, te lo puedo asegurar. En cuanto a la señora Lee...depende de las versiones, no siempre caperucita es la buena de la historia. —Decretó Jimin con misticismo antes de sumergirlos a ambos en un silencio que duró el resto del camino.
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