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2📿

A lo largo del día, lo que Yoongi pudo averiguar estando junto a Park Jimin, fue que; en primer lugar, él era dos años mayor que Jimin y que, a diferencia de lo que su primera impresión respecto a él le dio, era alguien bastante relajado y tomaba las cosas con buen humor. Por otro lado, pudo notar que también poseía un lado reservado con el que intentaba marcar exactamente la misma línea que él mismo marcaba con los demás.

Yoongi pudo vislumbrar que en aquellos ojos color tormenta y en sus sonrisas había algo misterioso, como si supiera cosas que él ignoraba por completo. Y a pesar de tener esa sensación escociéndole en alguna parte del cuerpo, no mencionó nada sobre eso, lo último que necesitaba o quería era incomodarlo.

Ambos se hallaban platicando de forma muy superficial respecto a temas aleatorios que se le venían a la cabeza cuando fueron interrumpidos por el sargento Choi.

—¡Hola otra vez detective Min! —saludó Minki asomando su radiante cabeza de ramen por la puerta— Park...—Inmediatamente, el tono que implementó, fue bañado por el más profundo desdén.

Jimin levantó sus cejas sin devolver el saludo. El sargento se tomó el atrevimiento de entrar a la oficina con su despampanante humor haciendo que Yoongi soltara un suspiro.

—Sabe detective Min, en verdad siento mucho todo lo que debe estar pasando, imagino que no debe ser fácil trabajar con Pa...el detective Park —dijo como quien no quiere la cosa, pero corrigiéndose de forma casi inmediata. Como una víbora que por "accidente" suelta su veneno.

—¿Qué? ¿y por qué no debería ser fácil? —cuestionó Min recargándose en su asiento de brazos cruzados ante la actitud tan impertinente por parte del sargento.

—Creo que es porque Choi quería ser tu compañero —habló Jimin recargando sus codos en el escritorio y apoyando su rostro entre sus manos con falsa mirada risueña—. Para poder clavarte sus dientes como una piraña.

—Tú no te metas lunático, nadie está hablando contigo —respondió de manera despectiva Choi.

Yoongi miró a uno y miró al otro, tal y como lo haría si estuviera mirando un partido de ping pong ¿Qué estaba pasando ahí? ¿Se había metido en algún tipo de novela romántica acaso? Y si era así, solo esperaba no ser el chico por el que se disputaban los protagonistas.

—Pero si de mí —espetó como si fuese lo más obvio—. Da igual ¿qué es lo que quieres? —Cambió de tema haciendo un ademán con su mano.

Minki tiró la carpeta que tenía entre sus manos al escritorio de mala gana.

—Hace tres días, una mujer de nombre Lee DongJu reportó que su hijo de 7 años Lee Sung Joon desapareció. Ella fue la última que lo vio antes de irse con sus amigas a jugar póker. Su actual pareja, Choi Hyun Soo, fue quien le avisó de la desaparición del niño cuando llegó del trabajo y no lo encontró en la casa ni en sus alrededores.

Yoongi tomó la foto del niño que jugaba alegremente con una pelota roja. No había nada en su rostro infantil que le dijera que no era feliz o si había sufrido algún tipo de violencia. Con su cabello revuelto color negro, y con una sonrisa de oreja a oreja, el niño parecía vivir una vida feliz y despreocupada.

—Bien. Saldremos de inmediato. —Yoongi se puso de pie junto a Jimin listos para ponerse en marcha, ese sería su primer trabajo en equipo, y para que mentir, estaba muy emocionado.

—Anda, pregunta, sé que te mueres por hacerlo —habló Jimin cuando la sensación de la mirada de Yoongi en su nuca fue imposible de soportar.

—¿Por qué Choi es tan idiota contigo? ¿Le hiciste algo? —preguntó como un niño que quiere saber todos los porqués que rodean al universo.

—Creo que actualmente la razón número uno del desprecio de Choi hacia mí, es que fui seleccionado para ser tu compañero —respondió con una picara sonrisa. Ante el gesto, Yoongi rodó sus ojos—. Pero, en general, nunca lo supe. Creo que es todo y nada a la vez. No sé, no es como si me interesara saber de todos modos. —Se encogió de hombros restándole importancia.

Cuando llegaron al estacionamiento de la estación, Yoongi se ofreció a llevarlos en su auto. Jimin casi se cae de culo cuando su mirada cayó sobre el majestuoso auto que esperaba por ellos.

—¡Es un Beetle! —Jadeó con sorpresa, admirando el escarabajo convertible negro y amarillo que descansaba en primera fila—. Amigo, este bebé forma parte de mi Santa Trinidad de automóviles.

—¿A si? Pues si nuestro Jiminnie se porta bien, dejaré que lo conduzca —ofreció de buena gana como quien hablaba con un amigo de toda la vida.

—Juro que incluso me lavaré los dientes antes de dormir —bromeó con una sonrisa infantil pintada en su rostro.

El camino a la casa de la señora Lee fue agradable, para sorpresa de Yoongi. Otra cosa que descubrió de Jimin, un enorme punto a su favor como nuevo compañero, fue que él no rellenaba los silencios si no hacía falta, por lo que no hacia la mutua compañía en algo incómodo e insostenible.

Aparentemente, la casa en donde residía la señora Lee estaba ubicado en un barrio privado, lo sabían porque todas las casas eran excesivamente grandes, lujosas y exactamente iguales las unas con las otras en su exterior.

—¿Cómo sabremos cuál es? —preguntó Yoongi chasqueando su lengua al ver que era casi imposible distinguirlas desde el auto. Pensar que tendrían que bajar y llamar de a una le causó malestar. Demasiado tedioso para su gusto.

—Es aquella. —Señaló Jimin una en específico casi en la esquina del lado izquierdo—. Su jardín delantero luce diferente.

Y así era, el patio delantero tenía el aspecto como un cenicero de tamaño jumbo, había colillas de cigarrillo en cantidad y por todos lados. Ambos detectives intuyeron de inmediato que más que algo como una terrible adicción al tabaco, era una forma desesperada de drenar el estrés y la ansiedad que la situación debían estar causándole.

Una vez estacionados junto al cordón, ambos bajaron del auto y a paso decidido subieron el pequeño rellano de la casa para llamar a la puerta. Segundos después, una mujer de unos 40 años y unos tantos más, les abrió. Ella se presentó como la madre de Sung Joon.

—Buenos días señora Lee, somos los detectives Park Jimin y Min Yoongi. Estamos a cargo de la investigación sobre la desaparición de su hijo ¿podemos hacerle algunas preguntas? —dijo Yoongi ya en papel.

—Buenos días detectives, sí por favor, pasen. —respondió haciéndose a un lado dejando que los detectives entraran a su hogar. Un rápido vistazo, y ambos notaron que a pesar de estar todo en orden, algo no cuadraba en la escena—. Voy a hacer un poco de té, pónganse cómodos, enseguida regreso.

Cuando la mujer desapareció por la cocina, Jimin comenzó a observar con más profundidad cada rincón de la casa. No estaba llena de lujos, pero se notaba la alta calidad de vida en los muebles, la alfombra y en cada espacio decorado y amoblado.

—Ni la puerta ni las ventanas han sido forzadas —informó Jimin inspeccionado las cerraduras a detalle.

—Eso quiere decir que si se lo llevaron no entraron por la parte principal de la casa.

—Parece ser que ni siquiera tuvieron la necesidad de haber entrado ¿quieres que haga las preguntas o que merodee por aquí en busca de algo que nos sea de ayuda?

—Siento que eres bueno merodeando —dijo con una sonrisa divertida—. Lo siento, sin ofender, de nuevo —Se disculpó al pensar que sus palabras podrían mal interpretarse, otra vez.

—Tendremos que trabajar en esa lengua floja tuya compañero. —Se permitió bromear Jimin con una sonrisa ladina. Quien iba a decir que ese detective Min iba a caerle tan bien.

En lo que fueron un par de minutos, la señora Lee regresó a la sala con una charola de plata entre sus pequeñas manos, en ella descansaban tres tazas de té y galletas de lima.

Yoongi miró con asombro como Jimin saboreó los pequeños círculos de masa dulce, recordando como en la estación ya había comido una barra de chocolate entera y bebido una lata de refresco sabor uva ¿de verdad seguía teniendo hambre? ¿A dónde iba a parar exactamente lo que comía? ¿Era tan siquiera humano comer de ese modo?

—Señora Lee. —Captó su atención Jimin antes de que su compañero comenzara con el interrogatorio—. Mientras mi compañero hace las preguntas de rutina, me gustaría recorrer la casa en busca de alguna pista que pudiera ser de utilidad para el caso.

—Por supuesto. Puede inspeccionar cuanto quiera, todo sea para hallar a mi hijo. —autorizó de forma temblorosa, como si no pudiese salir de su estado de shock.

Jimin se dirigió hacia la cocina con la voz de Yoongi sonando de fondo. Mientras se ponía a la labor, recapituló todo lo que había acontecido hasta el momento. Él de verdad se había enojado mucho con su capitán por volver a asignarle un compañero, entendía que era parte del protocolo de seguridad, pero, debido a los acontecimientos previos con sus anteriores camaradas mantenía su postura sobre que trabajar solo era lo mejor.

Y no es que Yoongi le cayera mal, para nada, el problema era que el tipo parecía buena gente y él no quería enredarlo en toda la mierda en la cual estaba metido. La peor parte de eso, era que sabía de sobra que de todas formas así sería incluso si él no lo desease. Oh, de verdad ¿por qué a la gente le gustaba complicarle tanto las cosas? Primero su jefe y ahora su simpático compañero.

—Hay que joderse —farfulló para sí mismo sin perder detalle de todo lo que tocaba en el comedor.

Llevaba un buen rato merodeando y no halló nada que pudiera ser de significativa importancia, la puerta que llevaba al jardín trasero, igual que la ventana de la cocina, estaban intactas, las bisagras estaban sanas y no había rayaduras de ningún tipo en la parte de la cerradura que indicaran algún intento de intromisión.

Salió de allí y se fue hacia las escaleras que lo llevaron a un estrecho corredor alfombrado que llevaba a tres habitaciones. Por lógica asumió que eran los dormitorios y un baño.

A partir de ese punto, algo cambió en el ambiente, todo se volvió más frío y un vaho blanco se escapó de su boca como un aura espectral. Lo único que esperó Jimin fue que no fuese lo que estaba cruzando por su cabeza, porque si era así, tenía que sacar a Yoongi y a la mujer de la casa tan rápido como pudiese.

Siguiendo su camino, su piel se erizó dolorosamente, advirtiéndole que lo que estaba por hallar no sería de su agrado.

Tras abrir la primer puerta, se topó con la habitación matrimonial, en la cual no encontró nada relevante para él. No había nada ahí dentro que sirviese. Por otra parte, todo cambió cuando vio una sombra pasar a sus espaldas por el reflejo de la ventana.

—¿Sung Joon? ¿Eres tú? —llamó en un tono bajo para no alertar a los que se encontraban en el piso inferior.

La puerta que estaba del otro lado del pasillo y frente al dormitorio matrimonial se abrió con exagerada lentitud. Lo que Jimin más odió de esos momentos de pura tensión, fueron los rechinidos de las puertas, porque lo hacían sentir como el protagonista de alguna película de terror.

Con cuidado, ingresó a la habitación que pertenecía al niño, la cual estaba pintada de un azul claro con algunos dibujos de planetas y estrellas, también había una alfombra de un tono más oscuro cubriendo el suelo, aviones y aeroplanos de palitos de helado colgaban de extremo a extremo en el techo con ayuda de hilos transparentes. Y, tal y como lo habían pedido cuando tomaron la denuncia, la señora Lee dejó todo como estaba desde el trágico día, con los juguetes regados por todos lados, la cama deshecha y la mochila sobre ella.

《¿Quién eres tú?

Preguntó la voz distorsionada de un niño, como si estuviera cerca, pero a la vez lo suficientemente lejos como para crear una sensación de eco.

Lento y con cuidado Jimin se volteó, sabía que no tenía que ser muy brusco con sus movimientos o podía asustar al niño. Sus ojos se encontraron con Sung Joon, pudo reconocerlo gracias a la foto que vio en la carpeta de informes.

El niño por su lado parecía bastante sorprendido al notar que ese sujeto lo estaba mirando.

《¿Puedes verme? Ellos no pueden hacerlo

Sung Joon estaba empapado de pies a cabeza, como si hubiese salido de una piscina sin una toalla. Sus pequeños ojos rasgados estaban adornados con unas amoratadas ojeras que le quitaban todo halo de inocencia y pureza característicos de la edad, dejando un rostro cansado y perturbado en su lugar. La ropa que llevaba puesta era la misma del día de su desaparición. A Jimin se le encogió el corazón al verlo en ese estado tan deplorable.

—Si, puedo verte —Confirmó gentilmente, luciendo lo más amigable que podía. A él le daba igual, pero, fantasma o no, un niño seguía siendo un niño—. Estás mojado muy mojado ¿recuerdas cómo pasó?

El niño negó con la cabeza. Jimin no se sorprendió, ocasionalmente ocurría que los espíritus olvidaban como morían y el porqué de sus apariencias. Sung Joon parecía ser uno de ellos, su aura era blanca, símbolo de la pureza que habitó en el corazón mortal del niño, y como tal, la que había suprimido cualquier evento traumático y dañino que lo corrompiese.

《Pero hay mucha agua, no puedo respirar ¿por qué? También hay estrellas...pequeñas estrellas azules

Sung Joon desapareció de forma repentina ¿qué habrá querido decir con estrellas azules? Salió de ahí y se encaminó al último cuarto, el cual, por descarte, era el baño.

—¡Estrellas azules! —exclamó cuando al ver la cortina de la bañera, esta era celeste con estampados de estrellas azules ¿Realmente aquel lugar fue el último vestigio de los recuerdos del niño? ¿De verdad era ese el lugar de su muerte, su propia casa? Miró hacia todos lados, examinando meticulosamente como lo había hecho en la cocina. No había nada, absolutamente nada, ni una gota de sangre.

Jimin no dejó que la frustración se apoderara de él. Con la nueva información que logró conseguir, podía ser que el caso fuese más fácil de resolver, pero, aunque quería mantener las esperanzas, también tenía que obligarse a ser realista.

—Bien Sung, muéstrame que es lo que ha pasado.

Jimin cerró sus ojos para concentrarse y expandir todos sus sentidos, y una vez que vuelve a abrirlos, solo bastó el contacto de las yemas de sus dedos contra la tela de la cortina. El color grisáceo de sus ojos desapareció para dar lugar al negro, un negro tan oscuro y profundo que consumía cada rincón de ellos. Era la oscuridad misma engullendo todo a su paso.

Ráfagas de imágenes pasaron por su cabeza a la velocidad de un rayo, pudo ver y sentirlo todo con una velocidad abrumadora. El chapoteo del agua, las cortinas moviéndose, las estrellas, esa falta de aire que lograba acelerar su corazón debido a la adrenalina, pero en especial, el pánico inminente que recorrió cada célula de su cuerpo y la del niño antes de morir.

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