•5•
Salto del sofá al oír el sonido de esa voz impaciente pero suave.
Corro hacia la cocina, me golpeo la cadera con la esquina de un banco y me aguanto el impulso de maldecir en voz alta.
—Abre la puerta. No me hagas esperar.
Mierda, mierda. Piensa.
Todo empieza otra vez, me encuentro en la misma incógnita de saber qué hacer.
La manija de la puerta comienza a moverse. Si no la hubiese cerrado ,me encontraba desprevenida y dormida.
Doy pasos sin mirar, tal vez si no emito sonido se vaya. No veo el florero de vidrio que adorna en una mesita y lo empujo con mi espalda . El recipiente cae,evitando que pueda seguir en silencio.
¿Pero es que ni reflejos tengo?
—Abre de una puta vez.
No encuentro muchas opciones. Por razones que no puedo comprender,me rindo, girando la llave,dejándolo pasar.
Apoyo mis rodillas en el suelo juntando el desastre que provoqué. Aprieto mis dientes con fuerza cuando veo sus pies pasar por mí lado.
—Levántate.—ordena con fuerza.
Como si de un resorte se tratara, estoy de pie frente a él.
Sus penetrantes ojos grises se clavaron en los míos. Desvío la mirada y observo la chaqueta abierta de su traje, un chaleco,una camisa y una corbata azul pálida.
Levanto la vista lentamente notando un perfecto mentón cuadrado,sin rastros de barba, una pequeña e inexistente cicatriz en su mejilla izquierda. No es notoria para el resto pero sí para mí. Ambos llevamos una herida y no solo en la piel.
Reparo mí vista ahora en su cabello azabache húmedo y cómo sus labios están separados lo justo.
—¿Dónde está Gyeong? —inclina su cabeza con una perfecta ceja enarcada.
Me permito retroceder un poco para poder admirar todo su rostro. Con plena luz del día y los rayos que atraviesan la ventana de la cocina puedo verlo completamente.
Es la perfección encarnada.
—Está ... está, en la ... ciudad con mí tío—. Exhalo felicitándome por dentro,eso costó y mucho.
—Está frío—balancea la taza impaciente.
—Lo siento ... fue mi culpa— intento tomarla para preparar otro—. No me sentía bien y mi tía me lla...
—Déjalo—me corta.
Extiende su mano y vuelca el contenido en el suelo, lo miro perpleja, deja caer la taza también haciéndola pedazos.
—Prepárame un americano. Y que sea rápido, por si no te has dado cuenta aún, odio tener que esperar por algo...
Inmaduro cretino.
Estaba asustada. Incluso después de todo lo que había sucedido. La valentía que me propuse horas antes ,se desvaneció.
Me balanceo en mí lugar, mi estómago se hizo nudos. Mi corazón se agitó en mi pecho y una urgente necesidad de llenar el incómodo silencio se estrelló contra mí.
—¿Vas a matarme? —Las palabras salieron de mi boca antes que tuviera la oportunidad de tragármelas.
Una carcajada de burla retumbo en la estancia,como si el consepto en sí fuera absurdo.
—¿Te crees tan importante que vendría hacerlo yo mismo? Mirate.
Me enderesco y levanto mí barbilla hacia arriba. No voy a demostrarle que su comentario tuvo un impacto en mí,cuando anoche sentí que era la única persona que me miró diferente.
—¿Un capuchino? —pregunto inexpresiva.
—No voy a repetirme. Házlo.
—Enseguida.
Me tiemblan las manos y se me sale el corazón del pecho. Tengo todo lo que necesito en la cocina de mis tíos,me coloco el delantal mientras lo veo ponerse comodo en el sofá con los muslos bien abiertos.
Golpeo el filtro contra el cajón de madera para vaciar el pozo con la esperanza de que el fuerte ruido me devuelva la valentía.
Sigo sintiéndome... rara.
Me giro levemente. Me está mirando.
Siento sus ojos grises clavados en mi espalda mientras yo preparo la cafetera.
—¿Que estás haciendo aquí?
No consigo asegurar el filtro en el soporte; mis manos temblorosas no ayudan en absoluto.
—Trabajo aquí—respondo. Consigo meter el filtro y colocar la taza debajo.
Me siento incómoda dando explicaciones mientras él me observa detenidamente. Pero no puedo escaparme de su mirada.
Siento como se levanta ,dando pasos lentos hacia mi, los vidrios del florero crujen en el suelo bajo la suela de sus lujosos zapatos.
Siento sus grandes manos en mi cintura .Me da la vuelta y apoya las manos en la mesada en cada lado de mí cadera.
Una pizca de su aroma,limpio y masculino, llena mí nariz. Inhalo y me estremezco. Acerca sus labios a los míos pero sin tocarlos.
—¿Te incómoda mí presencia?—dice en un susurro.
—Si. —digo tranquilamente igualando con mi mirada la intensidad de la suya.
Su rostro avanza y un mechón de pelo rebelde le cae sobre la frente, pero no busca mis labios, sino mi mejilla.
Respira de manera agitada y deliberada junto a mi oído. Pego la cara a la suya de manera involuntaria y siento que una presión se instala entre mis muslos.
Se sentía divino pero peligroso.
Mis manos se elevan por voluntad propia en su cabello.
Hundo los dedos en ellos y cierro los ojos. La oleada de calor cae en picada cuando siento el metal frío entre mis pechos. Se separa una corta distancia deslizando la punta de su arma hasta posicionarla bajo mí mentón.
Trago duro.
—Dijiste que ... no lo harías tú mismo. —le recuerdo, sin saber si hago bien o no.
—No voy a hacerlo. Pero tu si harás algo para mí.
Arqueé una ceja. Eso no sonaba demasiado tranquilizador.
—No lo entiendo.—respondo sin pestañear.
—No doy explicaciones.
Se aparta de mí guardando el arma en su espalda.
—Si no aceptas,te irás de aquí.
Me aclara con su enorme cuerpo llenando el marco de la puerta, sus ojos oscuros. Lucía realmente enojado.
—Al menos díme, que tengo que hacer.
—Cuando la realidad toma la decisión por ti, es más fácil aceptar tu destino Beth.
¿Beth?
Mete una mano en el bolsillo de sus pantalones y saca un trozo de papel doblado me lo extiende con sus largos dedos y lo tomo rozando apenas los suyos con los míos.
—Tienes menos de veinticuatro horas.
Toma la taza y atraviesa la puerta,dejándome descolocada.
Pero el miedo aumenta a gran escala cuando decifro lo redactado en el papel.
Invitación VIP
Noche de principiantes.
Club Fetichista
Maestro Dam.
Sumisa Beth.
GARDEN BARÓN.
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