•39•
JungKook
Maggi está dormida cuando salgo de la ducha. Apago las luces de la habitación y vuelvo a comprobar la puerta antes de detenerme al lado de su cama. Ella está acurrucada en posición fetal con una almohada aplastada contra su pecho. Está sucia y podría haber usado la ducha, pero estaba agotada por todo lo que ha sucedido.
Analizo la forma en que su cabello largo y dorado, aunque desaliñado, delinea los contornos de su rostro. Parece tranquila acostada allí, inocente. A pesar del agotamiento, después de todo por lo que ha pasado, encuentro interesante que ella pueda dormir en absoluto.
Voy a tener que conseguirle nueva ropa y nuevos zapatos pronto.
Cuidadosamente, tiro de la colcha sobre su cuerpo y la dejo con su profundo sueño, sentándome en la mesa al otro lado de la habitación.
Estoy rompiendo mis propias reglas manteniéndola alrededor de esta manera.
Sé que debí haberla dejado algún lugar y debí haber esperado a que Jung viniera por ella… tal vez la casa de su madre porque seguramente este es uno de los primeros lugares que revisará… haciéndome más fácil el eliminarlo.
Pero siento como si le debiera a ella
mantenerla con vida. Al menos por ahora. Al menos hasta que Jung esté muerto.
Ella ha visto mucho, experimentado demasiado. Muestra todos los signos de haber perdido la capacidad de reaccionar ante el miedo y el peligro de forma apropiada. Es insensible al peligro y eso en sí mismo es una sentencia de muerte.
Una vez que esto termine, la liberaré por su cuenta. Tal vez encontrará su
camino, aunque sus posibilidades son escasas. Pero es un riesgo que debo tomar.
Ella ya no puede estar conmigo por más tiempo; con Lee buscándola sólo conseguiría que la maten.
Hago contacto con Nam a través de una transmisión de video en mi iPad, poniendo un solo auricular en mi oído para que pueda controlar el volumen de mi voz mientras hablo con él.
—¿Qué sabes de Taehyung?—Comienzo con lo primero que me ha estado quemando por dentro.
—No tengo noticias, no responde su teléfono y perdimos cualquier señal que teníamos de él.—No digo nada—¿Ella todavía está contigo? —pregunta Nam, incrédulo.
No esperaba menos de él.
—Voy a deshacerme de ella una vez que elimine a Jung —digo—. Por ahora, la necesito cerca. No puedo perseguir a Jung si él se está moviendo de lugar a lugar persiguiéndola a ella.
—¿Entonces la estás utilizando como cebo? —Parece aceptar más la perspectiva.
Le echo un vistazo a Maggi para asegurarme de que no está despierta.
—Sí —respondo regresando la mirada, pero al instante siento como si estuviera engañando a mi hermano.
Tomar el asunto en mis propias manos y romper el protocolo por el bien de una misión exitosa, es algo por lo que soy malditamente conocido.
Con el tiempo mis decisiones basadas puramente en el instinto habían sido aceptadas y respetadas por Lee.
Porque nunca me había equivocado.
Pero romper el protocolo por engañar abiertamente a mi equipo es un territorio nuevo para mí.
Y aun no entiendo del todo por qué lo estoy haciendo.
—Bueno —dice Nam—. En otras cuestiones. El último paradero conocido de Jung fue a las afueras de Nogales. Tenía problemas para cruzar la frontera pero finalmente se le concedió el permiso una vez que sus infiltrados plantados en la patrulla fronteriza llegaron para verlo cruzar. Creemos que está en camino a Woh Hum, si no es que ya está allí.
Nam añade:
—¿Cuál es tu próximo movimiento? Yoongi le dijo a Lee todo lo que le pediste que dijera y todo lo que quiere son noticias. Y como seguramente puedes entender, cree que te está tomando demasiado tiempo concluir. Jung y Maggi deberían estar eliminados y tú deberías estar en un avión rumbo a tu siguiente misión ahora.
—Soy consciente de ello —señalo.
—¿Entonces cuál es nuestro próximo
movimiento? ¿Voy a estar cubriéndote ante Lee o vas a irte en solitario?
Sé qué respuesta quiere que le dé y por ahora, es lo que elijo hacer.
—Dile a Hye Lee que estoy preparado para mi siguiente misión —digo,
inventándome los detalles según la marcha—. Nos iremos por la mañana.
Nam acepta, asintiendo en respuesta.
—Llevaré a Maggi conmigo a la Casa Trece—continuó—. Infórmale de mi llegada.
—¿Por qué la Trece? —Nam me mira cautelosamente—. Siempre eliges la Casa de Seguridad Nueve. La Trece no es tu… ¿debería decir tipo?
—No voy allí para eso —le digo.
Él lo cree, pero puedo sentir que no está particularmente de acuerdo con ello.
Algo es diferente acerca de mi hermano como mi intermediario y mi hermano e
intento averiguar qué.
—¿Por qué irás? —pregunta, pareciendo completamente irritado con mis decisiones—. Podrías esperar que fuera por ti y acabar con esto. ¿Por qué, JungKook,estás alargando esto? —La ira y la frustración se elevan en su voz.
—¡Confía en mi maldición!
—Es lo que hice siempre —agrega Nam con desconfianza suprimida—. Voy a avisar a la Casa de Seguridad Trece de tu llegada. Ella te estará esperando.
Y entonces la transmisión del video se acaba.
Paso mi dedo sobre una serie de teclas táctiles, irrumpiendo en el sistema a través de la base de datos. Elijo una larga serie de comandos, limpiando el dispositivo de toda evidencia de correspondencia y luego bloqueo el sistema. Camino tranquilamente
pasando a Maggi y llevo el iPad al baño, limpiando mis huellas digitales de cada centímetro de él, usando lo que queda del alcohol de antes. Y entonces dejo el dispositivo en la parte de atrás del inodoro.
Me meto a la cama junto a la ventana y me acuesto de espaldas, mirando hacia el techo en la oscuridad.
—Ya no le agrado mucho ¿Verdad?
Estoy en silencio, aturdido de que ella se las haya arreglado para fingir estar dormida sin que lo supiera.
¿Estaba fingiendo? ¿O me estoy volviendo demasiado desconcentrado debido a ella?
—No, ya no le agradas —respondo sin mirarla.
Se levanta de la cama y mi cabeza cae hacia un lado para verla mientras se acerca. Sin saber qué hacer, incapaz de leerla porque estoy confundido por sus acciones, no hablo. Ella se acuesta a mi lado. Sus rodillas se aproximan y se aprietan juntas, sus manos ocultas entre ellas, y me mira.
—Deberías regresar a tu propia cama —digo.
—Sólo quiero dormir aquí. No es lo que piensas. Sólo estoy asustada.
—No le temes a nada —digo, mirando nuevamente hacia el techo.
—Estás equivocado —replica—. Le temo a todo. Al qué pasará mañana y si estaré viva para ver el final del día. Tengo miedo de Jung o de cualquier otra persona atravesando esa puerta y matándome mientras duermo. Tengo miedo de no ser capaz de vivir una vida normal. Ya lo he intentado y mira dónde estoy.
—Hay una gran diferencia entre el miedo y la incertidumbre. No le temes a nada, pero estás insegura de todo.
—¿Cómo puedes creer eso? —Parece realmente confundida por mi análisis sobre ella.
La miro y respondo:
—Porque no fuiste a la policía. El día que me viste asesinar a un hombre en la mansión. Porque aceptaste ir a la subasta después de eso. Porque volviste, siempre vuelves. Conmigo. Un asesino. Porque sabes que te mataría sin pensarlo dos veces y no me arrepentiría, aunque estés acostada a mi lado. Aquí en esta cama. Sola y por voluntad propia.
Me estiro y saco mi arma del piso al lado de la cama y antes de que ella sepa lo que está pasando, el cañón está presionado debajo de su barbilla, empujando su cabeza hacia atrás. Presiono mi cuerpo contra el suyo, nuestros hombros tocándose, el peso de mi arma sostenido por su pecho. Mis ojos la analizan, la pregunta y la sorpresa en ellos, aunque apenas visible. Miro su boca, sus suaves e inocentes labios apretados suavemente, esos que quiero saborear justo ahora.
Me inclino y susurro al lado de su boca: —¿Porque no estás temblando, Muñeca?—mi cuerpo se presiona más al de ella—Dime...por qué no me odias cuando es lo que deberías hacer.
Estaba a solo unos centímetros de sus labios. Los centímetros del infierno que me llevan directo al cielo. Estoy controlando no devorarla.
—No... puedo —confesó—. Lo intento, pero no puedo. Te prometo que quiero hacerlo, pero no puedo evitar seguir …queriéndote.
Me quedo en silencio. Y lentamente, alejo el arma, nunca apartando mis ojos de los suyos. La miro con más fijeza que nunca.
La miro con el alma, dejándola expuesta para que ella viera lo poco o mucho que hay dentro.
—Yo no soy Jung —digo—. Te equivocas si crees que puedes manipularme como lo hiciste con él.
Parece ofendida, aunque es apenas visible en sus ojos, lo noto. Esta es exactamente la reacción que quería. La que necesitaba, para saber que la acusación es falsa.
Sin discutir, aparta la mirada y se da la vuelta hacia el otro lado. No se levanta o se mueve de regreso a su cama.
Y no la obligo a hacerlo.
—No estaba con Jung por voluntad propia —dice, de espaldas a mí—. No tengo ninguna razón para manipularte.
Un minuto de silencio pasa; sólo el arrastrar de pies moviéndose por el alfombrado del pasillo fuera de la puerta interrumpiéndolo.
—Jungkook… debería decirte, he sido
una mentirosa durante los últimos años de mi vida. Todo lo que dije, hice y expresé fue una mentira. Me gustaría pensar que lo he dominado por ahora. —Hace una pausa y no tengo que preguntarme qué tan lejos va a ir con esto—. Me he dado cuenta de que cada vez que hablas con Namjoon y los chicos sobre mí, le estás mintiendo,siempre lo hiciste. —Estira la cabeza hacia atrás para verme—. Gracias por ayudarme.
Y entonces se da la vuelta de nuevo y no me dice nada por el resto de la noche.
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Maggi
Me despierto a la mañana siguiente enredada en las sábanas en medio de la cama de Jungkook.
Me pregunto si él durmió aquí anoche.
—Vámonos —dice desde algún lugar detrás de mí—. Tenemos dos horas antes de que nuestro avión salga y necesitas algo de ropa nueva.
Me doy la vuelta para verlo de pie en la habitación, completamente vestido con su traje y su camisa blanca con sangre, esperándome.
Le echo un vistazo a la camisa metida dentro de sus pantalones, viendo la mancha de sangre.
—No soy la única que necesita ropa nueva.
Me acercó a él y me estiro para levantar su camisa, pero él cierra la chaqueta del traje abotonando un solo botón, para ocultar el obvio rojo contra el blanco de la tela.
—¿Cómo te sientes? —pregunto, sólo un poco dolida de que me negara la
oportunidad de inspeccionar su herida.
—Estoy bien.
—Pero tienes que cambiar por lo menos la gasa.
—Lo sé —dice a la ligera—. Y va a ser atendida cuando lleguemos.
Nos dirigimos a una tienda departamental cercana, donde él se estaciona en la parte de enfrente y sale. Me quedo sentada, sin esperar que él me haga entrar sin zapatos y luciendo de la manera en que lo hago.
Antes de que él cierre la puerta, digo:
—Probablemente debería decirte qué talla uso.
Cierra la puerta sin dejarme terminar y camina hacia mi lado, abriendo mi puerta y esperando por mí.
—Eres talla seis —dice, sorprendiéndome—. Ahora sal. No puedes quedarte aquí afuera sola.
—Tampoco puedo entrar. —Señalo mis pies descalzos, que ahora son de color negro en la parte inferior por caminar por allí sin zapatos desde ayer—. Estoy descalza. Sin camisa, sin zapatos, no hay servicio.
Pareciendo molesto, JungKook toma mi mano y me jala fuera del carro.
Apenas protesto.
Sólo estamos en la tienda durante quince minutos como mucho antes de que salgamos nuevamente, yo con un nuevo par de pantalones grises de yoga, una camiseta blanca lisa y un par de zapatos para correr.
Él también me dejó agarrar un paquete de calcetines blancos de corte bajo y un paquete de seis bragas de algodón blancas.
Había esperado llegar a un aeropuerto normal y volar en un avión de pasajeros, pero en lugar de eso nos dirigimos a un sitio en Woh Hum y abordamos un jet privado.
Sólo tiene sentido cuando lo comprendo, dado que él no puede pasar la revisión de seguridad de cualquier aeropuerto público con una maleta llena de armas, una bolsa
de lona con un montón de dinero en efectivo y otra llena de elementos sospechosos.
Mientras que abordo del pequeño avión JungKook me presenta con mi propia licencia de conducir falsa, la cual se ve tan real que fácilmente podría pasar por algo del Departamento de Tránsito. Sé que Hoseok está detrás de todo esto, pero no me animo a preguntarle a JungKook por él. No digo nada, suponiendo que temprano en la mañana justo antes de que saliéramos él bajó a la recepción del vestíbulo para recoger un “paquete”.
Actualmente soy Beth Izével de veintitrés años de edad de Osan.
Y la fotografía, ni siquiera estoy segura de cómo se las arregló para tomarla, pero sin duda soy yo y es tan reciente que estoy usando la misma camiseta sucia sin mangas que había estado vistiendo desde que salimos de Soley. El fondo natural de la foto ha sido eliminado y reemplazado con el fondo azul opaco del Departamento de Tránsito, por lo que tampoco tengo idea de dónde estaba cuando él tomó la foto. No lo sé, pero tengo una licencia de conducir y eso es suficiente para mí.
—El lugar al que vamos —dice JungKook—, es seguro, pero la mujer no debería saber tu verdadero nombre. Nadie debería saberlo aquí afuera. Ya no puedes ser Jana por qué atraemos a los hombres de Jung y no puedes ser Maggi por qué…
Se detiene y aunque no le insisto que lo diga se que hay personas de Soley buscándome. Y estoy segura que lo hacen más por él que por mi.
—Me voy a referir a ti como Beth y tienes que responder a ese nombre con tanta naturalidad como hiciste con el de Maggi ¿Está claro?
—Está bien —accedo—. ¿Quién es esta mujer?
—Ella es un enlace… de todo tipo. Aunque es más como un contacto.
Confundida, pregunto: —Pero si ella es uno de los tuyos, ¿por qué mentirle?
Toma un sorbo de agua y pone el vaso sobre la pequeña mesa que sobresale de la pared del avión debajo de la ventana en forma elíptica.
—Es sólo una medida de precaución —dice, apoyando su cabeza contra el respaldo—. Cuando una persona es buscada por muchos ricos, casi cualquiera puede dejarse persuadir.
Levanto la espalda del asiento.
—Espera un momento, ¿qué estás diciendo? ¿Crees que gente ajena a esto sabe que escapé de Jung?
—No he recibido ninguna confirmación de eso, pero lo mejor es prepararse con anticipación.
Como si ya no estuviera lo suficientemente nerviosa…
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