•35•
JungKook
Hemos pasado la noche en un hotel, dejé la cama matrimonial para ella mientras yo me senté en el sofá, intentando conciliar el sueño. Me había tomado un largo tiempo y casi imposible,puesto que la tenía en una misma habitación, sin poder tocarla.
Noté en cada uno de mis sentidos el odio visceral que comenzaba a crecer en su interior hacia mí, pero era mi trabajo. Ellos me pagaban; yo me deshacía del objetivo. Bien poco debería de importarme lo que pasaría con ella.
La mañana pasó y no ha habido ninguna noticia. Nada de Jung y los chicos. Maggi está más allá del punto de inquietud.
Compré su desayuno en el hotel, pero apenas comió un bocado, sólo picoteó su tortilla con el tenedor. Puede ser el resultado de su preocupación por Valerie, pero encuentro refrescante su repentina incapacidad para hacer preguntas continuas o tratar de conversar conmigo.
Me pregunto por qué ella todavía no ha tratado de ponerse en contacto con sus tíos. Me resulta difícil creer que, a pesar de la grave situación con su querida amiga, tampoco mostrara interés en escapar.
Que no aprovechara la oportunidad que tuvo anoche mientras dormía.
Esto me deja con dos teorías: No tiene idea quien realmente es Jung o se preocupa más por una amistad recién establecida. Tal vez las dos cosas.
Estoy bastante seguro de que eso es.
Siento mi teléfono celular vibrando contra mi pierna y me levanto de la mesa en el vestíbulo y meto la mano dentro para recuperarlo.
Maggi está instantáneamente atenta a mí.
El nombre en clave de Nam aparece en la pantalla.
—¿Quién es? —pregunta ella, parándose conmigo.
Paso mi dedo sobre la barra de respuesta, pero sostengo el teléfono boca abajo sobre mi pecho.Haciéndole señas que vuelva a sentarse, digo:
—Quiero que te quedes aquí. Voy a ir justo fuera a atender esta llamada. Confío en que estarás aquí cuando regrese. —Sé que no va a ir a ninguna parte.
Claramente deseando nada más que seguirme y estar pendiente de cada una de mis palabras, ella toma una profunda y pesada respiración, se cruza de brazos y toma su asiento de nuevo.
—OK. —Rechina los dientes detrás de sus labios suavemente apretados.
Salgo caminando por las puertas delanteras y me pongo el teléfono al oído.
—Voy a poner a Jung en esta llamada —dice Nam—. ¿Estás preparado?
—Sí —respondo y espero mientras Nam hace la transferencia.
La voz de Jung hierve de ira apenas contenida cuando es conectado:
—¡Tienes algo que es mío!—dice con rabia—¡Jana debería haberme sido
devuelta en el segundo en que supiste quien era!
—Lo hecho, hecho está —digo—. Di la razón de tu contacto.
Lo oigo respirar pesadamente en la llamada entre tres personas. Nam se queda escuchando en silencio.
Por último, Jung se contiene a sí mismo.
—Te ofrezco un millón para matar a Jana. Y te devolveré a Valerie con todos sus dedos. Es una promesa.
¿Matarla? No esperaba que mi comunicación con Jung me causara más de una sorpresa.
—¿Por qué la quieres muerta? —pregunto.
—Eso no importa —dice—. Las razones nunca importan en este negocio. Deberías saberlo. Sé que eres un asesino a sueldo.
Sí lo sé, y esta es la primera vez en mi vida qué pregunto la razón para matar a un objetivo.
—Tengo una oferta mejor para ti —anuncio—. Trae a Valerie y a Donna...una foto será enviada inmediatamente después de esta llamada... a Woh Hum, en veinticuatro horas. Te intercambio a tu chica por ellas dos.
No tengo que escuchar el comentario de Nam para saber que está en completo desacuerdo con esto, pero él permanece callado.
—¿Te refieres a la italiana? —indaga Jung, a sabiendas—. ¿Estoy en lo cierto?
—Sí —digo—. Si no es obvio ya, sabías que la estábamos buscando.
Jung se echa a reír.
Permanezco tranquilo y sin emociones.
—¿Es un trato, o no?
—¿Entonces estás rehusando el contrato para matar a Jana? —pregunta.
—En este momento —comienzo—, ella es mi única influencia. Tráeme a Valerie y a Donna. Yo te daré a la rubia y tú haz lo que quieras con ella. No es de mi incumbencia.
Nam termina la llamada cuando hemos llegado a otro acuerdo. Él me devuelve la llamada una vez que sabe que la línea de Jung ha sido desconectada.
—Daimon, no puedes hacer esto —afirma Nam—. Estás haciendo tratos sin...
—¿Cuáles son las nuevas órdenes de Lee? —pregunto.
Echo un vistazo por la ventana para ver a Maggi todavía sentada ansiosamente en el vestíbulo del hotel.
—No las ha dado todavía —dice Nam—. No estás autorizado a pactar tales acuerdos, sólo a ejecutarlos.
—Entonces dile a Lee que yo sólo estaba tratando de sacar ventaja —explico—. En el momento en que Jung se dé cuenta de que no tengo ninguna autoridad para ofrecer y aceptar dichos términos es el momento en que creerá que puede salirse con la suya y exigir más. Dile a Yoongi y a Taehyung que confíen en mí en esto.
Nam permanece callado. Creo que él sostiene este hecho en mi contra, que Hye Lee confía en mí, sin embargo, nunca le han dado el mismo lujo.
—Muy bien —acuerda Nam—. Le diré a los chicos. Pero JungKook, solo trae a Valerie y a Donna, deja que Jung obtenga lo que quiere—Hace una pausa, como para decidir si debe o no continuar—. Si no hay otra salida,la chica debe ser entregada.
—Nam—le digo cuidadosamente como mi hermano y no como parte del equipo --. Solo dile a Lee lo que te pedí. Ahora, ¿harías algo por mí?
—¿Cuándo me he negado?
__________________________________
Dejo a Nam, metiendo el teléfono en mi bolsillo y me dirijo al interior para encontrar a Maggi.
Había estado yendo y viniendo por el piso y cuando me nota, se detiene y sus brazos se descruzan y caen a sus costados, con una mirada de interrogación pesando en su rostro.
—Ven conmigo —digo, agarrándola por el codo.
—¿A dónde vamos? —Ella sigue a mi lado sin preguntar ni discutir.
—A Wo Hum.
—¿Pero por qué, JungKook? ¿Qué está pasando?
Echo un vistazo hacia ella momentáneamente y tiro de su brazo cuando cruzamos la sala.
—Te lo diré pronto —digo—, pero primero, hay algunas cosas que tú necesitas decirme.
Nos abrimos paso por el pasillo y nos paramos frente a la puerta de nuestra
habitación mientras busco en el interior de mi bolsillo la llave electrónica.
Maggi se ve desconcertada.
—Tienes que decirme por qué JungHyun te querría muerta.
Su expresión cae bajo un velo de conmoción.
Camino rápidamente, por encima del colchón y los resortes levantados. Con un brazo sujetándolos, me estiro y tomo cada bolsa, una por una y las coloco a un lado.
—No entiendo —dice, cruzando los brazos y frotándose con las manos opuestas, hacia arriba y hacia abajo como si hubiera frío en el aire—. ¿Él dijo que iba a matarme?
Abro la cremallera de la bolsa de lona sobre el tablero y reviso concienzudamente los contenidos.
—No, él me ofreció un millón para matarte por él.
Parpadea de nuevo aturdida y sólo se queda allí parada con incredulidad.
Me coloco frente a ella,mis ambas manos sobre sus hombros. La empujo suavemente hacia abajo sobre el borde de la cama donde se sienta voluntariamente.
Tomo asiento en una de las sillas debajo de la mesa, girándola por completo para que pueda mirarme de frente.
—¿Por qué te querría lo suficientemente muerta para pagar tanto para que te maten?
Distraídamente, levanta los ojos para mirarme, todavía un poco perdida en sus pensamientos.
—Yo… yo no lo sé —tartamudea.
—Sí, lo sabes —insisto.
Tal vez no directamente, pero algo me dice que en el fondo una parte de ella tiene alguna idea… creo.
Aparta la mirada de mis ojos, seguramente tratando de recordar, buscando por lo que podría ser la respuesta. Cuando muchos largos segundos pasan y no me dice nada, me levanto de la silla lo suficiente para moverme más cerca de ella. No tengo paciencia,si fuera otra persona la torturaria con mis tenazas en mi silla. Pero algo en mi estómago no me deja pensar en eso. No con ella. Me acerco aún más y eso atrae su atención de nuevo.
—Necesito que me lo digas todo —digo decididamente suave—. Háblame de tu relación con Jung.
Sus ojos comienzan a ponerse vidriosos.
— Él… él dijo una vez que estaba enamorado de mí pero … pero—se detiene para limpiar una lágrima,tuve que contenerme para no hacerlo yo—. Él está loco. Es posesivo.
—Lo tengo muy entendido. ¿Qué sabes de su entorno?
—A veces —comienza—, me llevaba con él a casa de otros hombres ricos, con brillantes piscinas azules en forma de herraduras y otras cosas extrañas. Jung decía que era sólo para mezclarse, pero yo sabía que estábamos allí por el tráfico de drogas. Las peleas se volvían… se volvían más violentas cuando yo me di cuenta.
Apreté mis puños hasta ver mis nudillos blancos. Maldita sea, nunca serví para esto. No esto. Sentir dolor y pena por alguien, por cualquiera, y dejar que eso me controle.
—¿Recuerdas alguno de sus nombres?
La rabia crece en mi interior, sin embargo, me las arreglo para mantener mi perfecta fachada libre de emociones.
Vuelve a pensar, tratando de recordar y es insuficiente.
—No —dice frustrada ella misma—, no en este momento, pero escuché un nombre en una ocasión cuando uno de ellos presentaba a otro. —Hace una pausa—.No puedo recordarlo.
—Vamos, necesito un nombre.—insisto.
Ella niega con la cabeza.
—No lo sé. Lo siento.
—Tu puedes hacerlo,muñeca. Necesito un nombre,solo uno.—No sé cómo mis manos encontraron su camino a cada lado de su cuello, con mis dedos extendiéndose cuidadosamente para tocar el borde de su mandíbula, pero ahí están, como dos traidores dirigiéndose por su cuenta, independientes y desafiantes del resto de mí.
—Chaing, o tal vez Choi —dice de repente mientras el nombre aparece en la punta de su lengua—. Gerald Choi. Recuerdo que fue el primer hombre al que fui “mostrada” cuando Jung me llevó por primera vez a una casa. Él tenía el cabello blanco. Era regordete. Pero nunca me presentaron directamente a nadie. No tenía permitido hablar. Aprendí sus nombres escuchando sus conversaciones.
Bingo.
Sus hermosos ojos azulados fijos en los míos.
—Jungkook,¿Qué es esto?
—En Garden Barón, o en cualquier lugar Jung podía mantenerte vigilada o controlarte, no eras una amenaza para él. Pero ahora que has escapado, eres una gran amenaza más que nadie porque sabes demasiado. Probablemente nunca anticipó que huyeras. Estando viva y libre eres una amenaza para toda su operación y para cualquiera involucrado en ella.
—No entiendo.
—Gerald Choi es el presidente ejecutivo de Balfour y el fundador de la organización caritativa más prestigiosa para ponerle fin a la violencia contra las mujeres. —Me mira directamente—. La información que tengas, no importa lo insignificante que creas que sea, podría derribar a un montón de personas de alto perfil. Imagino que si se corre la voz de que has escapado cuando él creyó dejarte en coma en el hospital y la persona adecuada… una ex novia vengativa, tal vez —digo, sé que sabe que me refiero a ella—, decide contarle a las personas correctas, Choi pagará más para que Jung sea asesinado y Jung lo sabe.
—Espera…¿Cómo sabes lo del hospital y que él me creyó muerta?
Entrecerró sus infinitos ojos, saltó de la cama y trató de hacer una carrera hacia la puerta. La atrapo en media zancada, agarrándola por la cintura. Se retuerce a mi alrededor.
—¡Tú! ¡Maldito cabrón! —gritó.—¡Lo supiste todo este tiempo!
Intenté sujetarle las manos, pero me era imposible, estaba fuera de sí.
Comenzó a golpearme, sus puños moviéndose torpemente, la tire en la cama y me subí encima de ella tratando de parar sus constantes ataques que me llegaban por todos lados, y solo la reduje a medias.
—¡Para de una puta vez! —chillé.
—¡Suéltame!
—¡Él va a matarme! ¡Alguien ayúdeme!
Sus dientes se encaminaron a mis manos que las tenía muy cerca de su boca.
No le di tiempo cuando las aparté, coloqué sus muñecas por encima de su cabeza y la besé.
Sí. La besé.
Y no tendría que haberlo hecho, pero una fuerza superior a mí me lo impidió.
Al principio se resistió, pero, poco a poco, dejó de ejercer esa fuerza inhumana para relajar sus brazos. Su boca se abrió ansiosa, y su lengua buscó a la mía de una manera tan salvaje, que noté cómo mi miembro pedía a gritos una liberación.
Su cuerpo se rozó con el mío de forma lasciva cuando el beso comenzó a
subir de tono, y no pude evitar seguir sus movimientos, rozándome con cada
parte de su espléndida figura que, silenciosa, me pedía ser devorada hasta el último resquicio.
Pero… ¿qué mierda estaba haciendo?
Me aparté de ella como si quemara, incorporándome a la vez que mis pies se movían por la habitación, nerviosos. Saboreé mis labios sin poder evitarlo, en el mismo momento en el que mi mano pasaba por mi mentón de manera desquiciante.
La miré.
Permanecía quieta en la cama, con su pecho subiendo y bajando y tuve que apartar mis ojos de la imagen más jodidamente bonita que había visto nunca.
Su pelo dorado estaba alborotado, sus labios hinchados por la pasión que acababan de vivir y su cuerpo, aunque no lo mostrase como el mío, estaba pidiendo a gritos ser saciado de la misma forma.
Sentí su mirada cristalina en cada parte de mí, y lo único que consiguió con eso fue ponerme más nervioso.
—No voy a matarte —dije intentando sonar tranquilo—. Si esa fuera mi intención, ya estarías muerta.
—¿Por qué no me matarías? —preguntó, su voz aún temblorosa y entrecortada por las lágrimas—. ¿Todavía me estás usando como ventaja?
—En cierto modo, sí —respondo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro