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•33•


Maggi





No puedo ver bien. No a través de las ardientes lágrimas, a través de la niebla frente a mis ojos, a través de la ira y el odio y el dolor disparándose a mi sistema nervioso. De alguna manera, mi cuerpo ha encontrado su camino al suelo. Yazco con mi rostro presionado contra la alfombra.

Me toma demasiado tiempo darme cuenta que ya no soy la que está sosteniendo el arma, que ya no estoy en control. Un movimiento de debilidad, traumatizada por el sufrimiento de Valerie ha despojado ese privilegio de mí. Y lo merezco. Me merezco cualquier castigo que el destino considere conveniente porque ella está pagando algo que yo causé.

Por el rabillo de mi ojo, veo los calcetines negros de Jungkook plantados inmóviles sobre el piso. Inclinando mi cabeza hacia atrás un poco, mis ojos viajan desde la parte final de sus pantalones hasta su cintura. Sus antebrazos están descansando a lo largo de la longitud de la parte superior de sus piernas, las palmas de sus manos ahuecando cuidadosamente sus rodillas. Se sienta con la espalda bastante recta, su mirada fija hacia adelante. 

Finalmente, su cabeza se mueve mientras mueve sus ojos hacia mí. Se levanta de la cama y comienza a buscar a través de una bolsa de lona. No me importa saber lo que está haciendo o que planea hacer de ahora en adelante. Mayormente, lo que pienso es en mis tios y en Valerie,lo que vi en ese video; la imagen estará guardada en mi mente por siempre. Sé que Jung puede golpearla hasta matarla.

JungKook se sienta en la silla junto a la mesa ahora, con sus zapatos puestos como si hubiese estado esperando tranquilamente a que el día llegara.

Levanto mi adolorido cuerpo del piso y me empujo a ponerme de pie.

Se levanta de la silla y endereza las mangas de su blanca camisa de vestir ahora metida perfectamente en sus pantalones y la abotona alrededor de sus fuertes muñecas. Toma las sábanas de la cama y de un fuerte tirón las rompe.

Se acerca a mí con decisión.

—Preguntaré una vez más—dice, escaneando mi rostro, tan cerca que puedo sentir su cálida respiración emanando de sus fosas nasales—. ¿Tú sabías quién era yo? Cuando llegaste a la mansión.

Pestañeo para alejar el aturdimiento de sus palabras—. ¿Qué? No… —Sacudo mi cabeza en protesta—. No, no sabía quién eras. Me atrapa por las muñecas y me quita el localizador, comienzo a distenderme pero no deja pasar mucho tiempo cuando siento que las está asegurándo con un pedazo de tela firmemente—. Por favor… —Las palabras salen con cada onza de desesperación en mí.

Después de asegurar que no me voy a soltar, se voltea y llevo mis brazos hacia arriba tratando de soltar la tela de mis muñecas con mis dientes. 

JungKook me ignora y se mueve hacia un maletín plano en el suelo apoyado contra la pared. Agarrándolo por las asas, la pone sobre el borde de la cama cerca de mí y abre los pestillos para levantar la tapa, bloqueando mi mirada de lo que está dentro.

Un fuerte destello de rayos de sol golpea contra la parte posterior de la cortina y el sonido de unos frenos chirriantes fuera retuerce mi estómago en más nudos.

Me congelo, mis dientes aun apretados alrededor de la tela, mis ojos abiertos y llenos de miedo. Miro a la puerta y de vuelta a Jungkook, quien está parado al pie de la cama retorciendo una larga cosa de metal al extremo de su arma. Y luego tan rápido, sin embargo tan casual como una caminata matutina, cierra el maletín y lo desliza debajo de la cama y fuera de la vista.

Viene hacia mí.

—¡No! ¡No lo hagas! ¡Por favor, no me hagas esto!

Con su mano libre me agarra por el codo y me jala con dureza, el arma apuntando al suelo en su otra mano y luego me lleva torpemente a través de la pequeña habitación y hacia el pequeño baño.

Hay un golpe en la puerta pero él no le presta atención. Me arrastra dentro 
del baño y prácticamente me empuja dentro de la asquerosa tina. Creo que mi cabeza va a golpear un lado, pero me sostiene por la tela de mis muñecas y me baja el resto del camino lentamente.

—Quédate abajo. No levantes la cabeza y no te muevas.

—¿Qué? —Parpadeo alejando la confusión. Estoy tan asustada que siento que voy a perder el control de mi vejiga en cualquier momento.

—¿Entiendes? —pregunta, cerniéndose sobre mí. La seriedad en sus ojos es patente.

No entiendo nada pero sin embargo asiento.

Alcanza la parte de atrás de sus pantalones y saca un cuchillo. Mis ojos se hacen más grandes mientras la afilada plata se mueve. Justo cuando pienso que va a cortarme, a pesar de que no sé por qué pasó por todo esto solo para matarme, la guarda dentro de sus zapatos.

—Quédate abajo—demanda una última vez.

Y sólo así, deja el baño y cierra la puerta detrás de él.

Me congelo en shock, me toma un momento componerme. Miro hacia la puerta preguntándome por qué no lo hizo. ¿Por qué no estoy con él? No importa. Necesito liberar mis manos. Muerdo los apretados nudos de nuevo, tratando furiosamente de desatarlo pero solo frustrándome. Apenas levanto mi cabeza de la tina pero obtener una mejor vista del baño, buscando por algo que tal vez sirva como un cuchillo o tijera para que pueda tratar de cortarlas en su lugar. Nada. Solo un lavabo de plástico profundo completamente seco con pintura, manchas de aceite y tierra y un asqueroso inodoro sin tapa.

La puerta se abre en la habitación del motel y escucho voces dentro.

—¿Dónde está?

La voz de una mujer me sorprende.

Muerdo la tela más fuerte, torciendo los imposibles nudos con mis dientes hasta que duele. Hay más voces, hombres, hablando entre ellos mientras la mujer habla solo con Jungkook. Sus voces están amortiguadas. No puedo entender lo que están diciendo.

—Toma asiento —dice Jungkook calmadamente.

—No vinimos de visita —se rehúsa—. Dame a Jana… o… —La imagino 
caminando hacia él —. O, tú y yo 
podemos estar juntos, solo, por un rato primero. Me gustaría eso.

Su voz se detiene abruptamente y su tono seductor desaparece en un instante. 

—¡Bien! ¡Bien! Maldito puto. ¿Prefieres dispararme que cogerme?

—Sí, lo prefiero —responde él.

—Tráela aquí —demanda, su voz mezclada con desprecio.

—Siéntate primero —dice Jungkook.

De repente escucho armas amartillándose e instintivamente bajo mi cuerpo en la tina de nuevo tan plana como puedo hacerme. Estoy comenzando a entender por qué me forzó a estar aquí así.

—Hay cinco de nosotros y tú solo eres uno —dice la mujer venenosamente.

Entonces suena un disparo y me pongo rígida contra el duro plástico debajo de mí. 

Más disparos. Las balas salpican la pared; dos se mueven directamente a través de la pared del baño donde yazco acurrucada. Escucho vidrios haciéndose añicos y lo que suena como cuerpos estampándose a través del cuarto más allá de mí. Más disparos suenan,la mujer grita maldiciones sobre el caos. Las paredes tiemblan a mí alrededor, golpeando las gruesas capas de mugre de la bombilla de luz colgando del techo dañado por el agua. Escucho un fuerte crunch y luego el sonido de la gran ventana en el cuarto destrozándose como si alguien la hubiese atravesado.

Todo se queda en silencio. 

Todo lo que puedo escuchar ahora es mi corazón latiendo fuerte y violentamente. Estoy muy asustada que ni siquiera puedo dejar de temblar. 

¿Estará herido Jungkook? Es todo en lo que puedo pensar. Tal vez pueda ayudarlo.

Comienzo a salir de la tina pero entonces escucho la voz de él: 

—Ahora somos solos tú y yo.

—Maldito imbécil. ¡No diré ni una mierda!

Hay un breve episodio de silencio y luego escucho a Jungkook decir  calmadamente—: Ya me has dicho más de lo que necesito saber.

—¿Cómo es eso?

—Si Jung quiere a la chica, hubiese venido él mismo. Pero saben quién soy...¿verdad?

—No sabemos nada de ti,niño.

—Entonces tus hombres son simplemente estúpidos. 

La mujer no respondió nada, pero puedo imaginar la expresión de amargura mezclada con maldad.

En silencio, salgo de la tina, cuidadosa de no hacer ningún movimiento abrupto y alcanzo la manija de la puerta. Se abre en el segundo en el que mis dedos la tocan como si no hubiese estado abierta todo este tiempo, a pesar de que sabía que no lo estaba. Debe de haberse sacudido cuando escuché a alguien estrellarse contra ella.

La abro apenas un poco. El espejo sobre el lavabo junto a la puerta está a la vista. 

Todo lo que queda de él son tres grandes fragmentos irregulares de cristal roto apenas colgando en la pared.

Puedo ver la espalda de Jungkook a través del reflejo.

—Debería decirte —dice él—. Habrá un nuevo trato ahora.

—No eres el indicado para hacer tratos —escupe la mujer.

—Creo que lo soy —responde—. Primero, me dices cuales son los planes de Jung para comprar a Donna.

¿Donna? ¿Dónde he escuchado ese nombre? 

Intento recordar, sé que en algún momento lo escuché de la boca de Jungkook pero no puedo recordar en estos momentos.

—¡No te diré una mierda!

Un disparo ahogado hace un rápido sonido agudo y luego la mujer grita con dolor.

—¡Me disparaste, maldición!

JungKook se mueve fuera de la vista del espejo, dejándome ver a la mujer.

Oh Dios, es la pelirroja del vídeo. La que torturaba a Valerie. 

Está sentada sobre la silla junto a la pared. Su rostro brilla con sudor y sangre sale de la herida sobre su muslo, sus manos presionando sobre él tratando de detener el flujo. Su bronceado rostro está retorcido en agonía y enojo. Escupe el piso, desafiante.

—Simplemente una herida leve —dice Jungkook.

Me empujo más contra la puerta. Un par de manos están cerca de los pies de la pelirroja, uno de los hombres que Jungkook acaba de matar. Trago duro y trato de calmar mi respiración. La puerta se mueve mientras mi cadera cepilla contra ella y exhalo fuertemente una respiración. La cabeza de la mujer se dispara hacia un lado mientras ella encara el espejo. 

Sabe que estoy escondida aquí. Trato de alejarme de la puerta y me muevo de vuelta a la oscuridad del baño, pero ella me ve. Una sonrisa se extiende por su rostro.

—Sal, Jana—dice armoniosamente—. Jung te extraña.

No me muevo. Tal vez si permanezco quieta, va a comenzar a creer que lo que ve en el reflejo del espejo es solo un truco de luz en sus ojos.

Ella voltea su mirada lejos de mí como si Jungkook hubiese hecho algo para 
recuperar su atención

—Jung te matará —dice la mujer -- .Tu cabeza tiene recompensa y estás arriesgando todo por tenerla contigo. —Se burla sacudiéndo la cabeza a Jungkook y añade—: Eres un tonto.

Escucho la cama crujir como si él se acabara de sentar en el borde, encarándola. Mientras está distraída, me posiciono lejos del borde de la puerta, pero de una manera en la que puedo obtener una mejor vista del cuarto a través del reflejo en el espejo. Veo otro cuerpo yaciendo tirado contra la pared en el otro lado de ella.

—Y si la mato—dice Jungkook . Fue una declaración, pero al mismo tiempo, una pregunta.

La mujer sonríe—. Sé que no lo harás. —Inclina su cabeza a un lado—. Ella te ha convencido.

Sin respuesta por parte de Jungkook ella continúa.

—¿Vas a ser el héroe? —dice con sarcasmo atado a su voz.

—Difícilmente —dice él—. Aceptaré el intercambio por las dos.

Trago fuerte. Sé que se trata de Valerie pero, ¿por qué quiere a esa chica también?

—La italiana no se compra ni se vende, solo para que sepas —añade.

—No pregunté.

—No necesitabas preguntar.

Una tira de cabello caoba cae del rostro de la mujer. Llega como si fuera a apartar todo su cabello, pero su mano se detiene a medio camino y la baja de nuevo a su lado. De alguna manera, el enojo ayuda a esconder el miedo en su rostro. Sabe que él le volará los sesos.

—La chica se queda conmigo hasta que Jung acepte y luego haremos el cambio: ella por Valerie y Donna.

—¿Y qué si a Jung le importa una mierda?

—No estarías aquí si no le importara.

La pelirroja gira la barbilla, desafiante, la piel alrededor de sus ojos salpicada con manchas de sangre.

—Estás cometiendo un error —escupe, la derrota está en su voz—. Si quieres a la morena la tendrás, Jung te dará solo una. Es la oferta o mueres.

—Tu oferta ofende mi inteligencia —dice él—. Quiero a las dos por el amor de su vida. Si Jung la desea a su lado lo antes posible, entonces no debería tener dudas en intercambiarla. —la mujer mira rápidamente hacia la puerta del baño mientras él habla—. La rubia se queda conmigo. Jung me da a Valerie y a Donna. Le regreso a su Cenicienta. Comemos perdices y todos nos vamos con lo que queremos. ¿O así no era?—pone un dedo en su barbilla—No importa.

La mujer lo insulta y presiona las palmas de sus manos sobre el asiento debajo de ella y comienza a elevarse para levantarse.

Muy casualmente, Jungkook levanta su arma y ella se congela, la ira y la 
resistencia están en el rostro de Ia pelirroja.

—Dobla tus manos detrás de la silla —dice él.

—Jódete.

Otro disparo.

El cuerpo de Ia mujer se sacude a un lado, casi tirando la silla con ella—. ¡Hijo de puta! —grita, presionando sus manos sobre una nueva herida de bala en el muslo opuesto para que coincida con el otro.

JungKook nunca se mueve, su expresión y postura es casual y controlada.

—Dobla tus manos detrás de la silla —dice una vez más con la misma cantidad de calma que antes.

Esta vez, ella le hace caso. Renuente y desafiante, pero hace caso.

—Sal del baño —escucho decir a Jungkook.

No quiero. Tranquilamente empujo mi espalda contra la pared, llevando mis manos amarradas sobre mi pecho y trabando mis dedos juntos frente a mí. Sorbo las lágrimas, el sabor de la sal drenando por la parte de atrás de mi garganta. ¿Qué debería hacer? Si me quedo parada aquí, parada así, solo prolongará lo inevitable. No hay forma de salir de este baño excepto por esa puerta.

Finalmente, hago lo que dice.

Tratando de empujar la puerta para abrirla más, tengo que asumir que es difícil por el cuerpo yaciendo en el piso en el otro lado. Trato de no mirar cuando paso alrededor del brazo izquierdo del hombre, contorsionado antinaturalmente detrás de él, pero miro lo suficiente para hacer que mi estómago se revuelva. Especialmente cuando veo sus ojos. Siempre son los ojos, sin vida, y vacíos, y vidriosos, eso me hace querer vomitar. Tomo una respiración profunda, y paso sobre él. La mujer me sonríe, no tan afectada por dos heridas de arma como imagine que alguien estaría. 

Su respiración es dificultosa y se esfuerza por mantener la compostura por el bien de burlarse de mí.

—Ven aquí —dice Jungkook y lo hago.

Saca el cuchillo de su zapato y sus ojos viajan a mis muñecas brevemente. 

Asumiendo… y esperando… que sea lo que quiere, sostengo mis temblorosas manos hacia él. Desliza la hoja detrás de la tela y la corta para liberarme.

—¿Le dijiste que eres una puta? —pregunta la pelirroja.

Trago la saliva que queda en mi boca. No soy una puta, se que quiere provocarme pero no sabe lo acostumbrada que estoy a eso. Y justamente el causante es quien le propinó dos disparos. Pretendo estar 
concentrada con mis muñecas ahora que ya no están amarradas.

Ella se voltea hacia Jungkook, sus manos siguen dobladas sueltas detrás de su espalda. Dice con una sonrisa maliciosa:

—Si sientes lástima por ella, no lo hagas. Esta pequeña puta era tratada mejor que nadie. Jung dijo que la tenía cada vez que quería. Y ni siquiera tenía que tomarlo.

Siento mis dedos enterrarse en mis palmas que ahora están a mis lados, pero la vergüenza eclipsa mi enojo. Lo que dice no es del todo cierto, pero ahora no es el momento para defenderme. Nada de lo que diga importará. El gesto de Jungkook cambia, pero es perceptible solo para mí vista. Para los ojos de ella, a él no le importa en lo más mínimo su comentario. 

Sin mostrar ningún interés en el obvio intento de ella de estropearme, Jungkook señala su bolsa sobre la mesa cerca de la ventana y me dice—: Cierre izquierdo, en el bolsillo interior encontrarás una cuerda.

Camino a través del cuarto con cuidado, mi corazón golpeando violentamente contra mis costillas cuando voy entre los dos, los pelos de mis brazos y de la parte de atrás de mi cuello se erizan mientras los paso.

Esperaba que la mujer usara la 
oportunidad para alcanzarme y agarrarme, pero estoy aliviada cuando no se atreve a moverse.

Haciendo mi camino a través de más cuerpos y escombros esparcidos por la pequeña área, esta vez estoy muy asustada de los dos que quedan vivos como para notar los muertos ojos mirando directo al suelo.

Huelo la sangre.

Al menos, creo que el débil hedor metálico es sangre. Hay mucho de eso a mí alrededor. 

La cortina sobre la ventana rota sopla hacia el interior como una pequeña ráfaga de cálido viento. 

Llego dentro de la bolsa negra y busco la cuerda. Con el montón de cuerda en mi mano, brevemente me pregunto por qué no usó sus cosas más duras conmigo en vez de tiras de tela de las sábanas de la cama. 

Me volteo y solo veo a Jungkook, esperando por lo que sea que me vaya a decir que haga, tratando de hacer tan poco contacto visual con la mujer cómo es posible. 

JungKook asiente hacia la pelirroja.

—Amarra sus manos detrás de la silla, en sus muñecas —instruye.

Mi corazón salta. Aun tratando de evitar mirarla, mi intento es tirado por la ventana con sus palabras y mirarla es exactamente lo que hago.

Seguramente me agarrará si estoy parada tan cerca. El conflicto en mis ojos le dice a Jungkook todo lo que las palabras no dichas no pueden.

Mueve el arma en su mano sutilmente hacia la pelirroja, su muñeca todavía apoyada sobre su pierna.

—Ella no te tocará —dice, mirándome—. Si se mueve solo un centímetro en una manera amenazante, la mataré y lo sabe.

Por el rabillo de mi ojo, veo las fosas nasales de ella llamear y su boca se retuerce con enojo.

JungKook asiente hacia ella de nuevo para indicar que debería proceder. 

Tentando la cuerda con mis dedos, camino sobre los cuerpos de nuevo y lentamente hago mi camino hacia ella, encontrando imposible no mirarla mientras más cerca llego. Su sonrisa se ensancha. Mis manos están temblando visiblemente que se da cuenta; sus ojos marrones las miran brevemente si mover la cabeza.

—Realmente lo hiciste bien —se burla —. Pero ¿Olvidaste que Jung sabía de tus tíos? ¿Qué pasaría si ellos mueren por tu culpa?

Casi estoy detrás de ella cuando menciona a mis tíos,nota mi reacción exactamente por lo que es: preocupación. Y va con ella.

Una sonrisa incluso más sádica tira de las comisuras de su boca.

—Ah, ya veo —dice—. Has estado muy ocupada—Chasquea la lengua—. Por desgracia para tus tíos la muerte de ellos vino contigo.

—¡Ellos no tienen nada que ver con todo esto! —grito furiosa sin poder controlar mis impulsos.

Sé que está tratando de llegar a mí, pero también sé que lo que está diciendo es verdad y ya me estoy arrepintiendo de mi reacción. Porque es exactamente lo que quiere ver. Toda esta situación acaba de cambiar en la peor manera. Ya no es solo sobre mí. Debí haberlo sabido mejor antes de arrastrarme hasta Soley. Jung sabía lo cercana que era con ellos y que son lo único que tengo.

Una gran parte de mí quiere rendirse y regresar, pero ahora con Jungkook
controlando la situación, eso ya no va a ser posible.

—Deja de hablar y amarra sus manos detrás de ella —dice Jungkook desde atrás. 

La frustración no natural del tono de él, aunque restringido, es suficiente para que ambas le prestemos atención. Ella y yo lo miramos al mismo tiempo.

Hago exactamente lo que dice, teniendo miedo de que me dispare en la pierna a mí, y me agacho detrás de la pelirroja y comienzo a amarrar sus muñecas. JungKook mira a la mujer aparentemente sin parpadear, esperando a que ella cometa un desliz y le dé más razones para dispararle. Ato bien las muñecas, envolviendo la cuerda semi elástica tres veces, empatando cada uno en un nudo. Una vez que la cuerda aprieta su piel, la mujer lanza su cabeza a un lado intentando verme, sus dientes se aprietan con enojo. 

—Con cuidado —dice y su largo cabello caoba rojizo cae a un lado alrededor de su rostro. 

Amarro el último nudo más fuerte, solo porque puedo. Si las miradas mataran, estaría muerta diez veces.

—Ahora aléjate de ella —instruye Jungkook.

Se levanta de la cama y desliza su alargado maletín debajo de ella.

Me alejo y con la inclinación de su cabeza, continúo siguiendo sus instrucciones y voy a su lado. Toma mi muñeca en una mano y su maletín en la otra y camina hacia la puerta. Solo deja ir mi muñeca lo suficiente para agarrar su bolsa de la mesa y ponerla 
sobre su hombro.

Deja su abrigo negro. Seguramente lo ve, pero tengo la sensación de que lo está dejando sobre el respaldo de la silla a propósito. 

—Te mataré si me dejas aquí así —gruñe Ia mujer a través de sus dientes apretados, pero su amenaza sale densamente con desesperación. Comienza a luchar en la silla, trabajando de liberar sus manos—. ¡No me dejes así! ¿Cómo puedo decirle a Jung lo que quieres si estoy atrapada en este cuarto?

La luz del sol llena el cuarto cuando Jungkook abre la puerta con dos dedos de la mano con la que sostiene el maletín.

—Te liberarás en su momento —dice él y camina fuera del cuarto conmigo a su lado—. Infórmale a Jung que estaré en contacto.—Cierra la puerta con los mismos dos dedos y escucho la furiosa voz de la mujer gritando maldiciones desde adentro mientras la dejamos ahí.

Me guía en torno al asiento del pasajero delantero y cierra la puerta detrás de mí una vez que estoy dentro. La cajuela se abre y esconde su maletín y la bolsa de lona negra dentro de ella.

Escucho cuatro disparos apagados fuera del auto mientras saca dos llantas de cada una de las camionetas estacionadas en el frente.

Cierra la puerta del lado del conductor y me mira.

—Ponte el cinturón de seguridad —dice y aleja la mirada de mis ojos, girando la llave en el contacto. El auto zumba a la vida mientras abrocho rápidamente el cinturón.

—¿Quién es Donna?—pregunto en voz baja.

Sale del espacio cubierto de tierra frente al extraño motel de carretera, el cual en realidad luce como una choza de cinco habitaciones.

JungKook presiona su pie en los frenos y me mira. 

—La hermana adoptiva de Yoongi —dice y cambia el auto a Drive—. Y de la cual él está perdidamente enamorado—Se aleja, el elegante automóvil negro agitándose detrás de una nube de polvo.

Me quedo en silencio, sopesando lo que acaba de decirme. 

Mientras aceleramos por la polvorienta carretera y lejos del motel, Jungkook alcanza la consola entre nosotros y saca un pequeño teléfono negro. Pasando sus dedos sobre la pantalla, el altavoz se activa y de repente la voz de la pelirroja llena el auto. 

Estoy confundida al principio, pero luego lo entiendo, si no me equivoco, después de todo, si hay una razón por la que dejó su abrigo en el cuarto.

Escucho la voz de Ia mujer salir a través del pequeño altavoz:

—¡Se ha ido! ¡Párate y desátame! ¡Apúrate!

Un crujido amortigua su voz y luego otros extraños e identificables ruidos.

—¡Sácame de estas cuerdas!

¿Uno de los hombres quedó vivo?

Miro a JungKook cuyos ojos permanecen pegados en la carretera pero sus oídos están completamente abiertos a las voces en su mano. Lo sabía. Supo todo el tiempo que uno de ellos yacía ahí pretendiendo estar muerto. Me estremezco al pensar que caminé sobre su cuerpo, o alrededor, tan cerca que pudo haberme agarrado por el tobillo y bajarme con él.

Más sonidos amortiguados y de crujidos se canalizan a través del altavoz. Escucho a Ia mujer decirle al hombre que le dé su celular y segundos después está hablando con Jung:

—Sí, Jung. Él se la llevó. Los mató. No.

Se queda callada mientras Jung, lo sé sin escucharlo, la amenaza al otro lado del teléfono.

—Sí —dice con voz ronca como si obligarse a estar de acuerdo tomara todo de ella.

Luego escucho un fuerte disparo seguido de un golpe y solo puedo asumir que acaba de matar al hombre que la ayudó, probablemente enojada por lo que Jung acaba de decir.

Todo se queda callado ahora. Tal vez Ia mujer dejo el cuarto. Varios segundos pasan y aún nada, solo la baja estática del zumbido del altavoz. JungKook parece decepcionado. Cuelga el teléfono, baja la ventana a su lado y lo lanza en la carretera. Luego hace una vuelta en U y maneja en la dirección opuesta.

—¿Supongo que no escuchaste lo que querías? —pregunto cuidadosamente.

Su mano derecha cae del volante y se apoya en la parte superior de su pierna.

—No —responde.

—Aún dudas de lo que te dije —digo.

En mi visión periférica, lo observo girar ligeramente su cabeza para mirarme. No estoy lo suficiente cómoda con él para encontrar sus ojos cuando los instiga. Nunca lo estaré.

Pero no responde.

Un minuto después, digo—: No sabia quien eras. Solo desperté en un hospital y lo próximo que hice fue huir. 

Tal vez estoy insultando su inteligencia, justo como lo hizo Ia mujer en algún punto, pero esta es mi manera de defenderme de su acusación. Quiero que lo sepa. Y no quiero que piense que soy una espía de Jung o algo parecido.

Continúo, finalmente mirándolo ahora que sus ojos han vuelto a la carretera.

—Pero para empezar, no soy una puta.

Mi intento para entablar una conversación con él parece pasar inadvertido y me rindo y descanso mi cabeza contra la ventana del coche.

—Sé que no eres una puta —dice.





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No soy de responder comentarios donde critican esta obra, alegando que es cliché y cursi. Tampoco dónde critican a mi amada y valiente Maggi por su personalidad sin ser capaces de entenderla.

Por lo tanto, solo déjame decirte una sola cosa; lector que solo busca criticar por que es gratis:

¿Que tal? Estás en el capítulo treinta y tres.

Ciao.

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