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•29•


Maggi





—No has estado muy habladora hoy— Señala Su y se coloca a mi lado mientras me ayudaa recoger mi mesa.

—Estoy un poco cansada —Digo en un tono neutro mientras tomo un platillo y una taza,apoyándolos en la bandeja.

Por más que lo intento, no consigo
evitar el temblor,doy media vuelta perdiendo el equilibrio y gran parte cae al suelo sin poder evitarlo.

Sin pensarlo comienzo a recogerlo, la puerta se abre y Su me avisa por lo bajo que se encarga ella del cliente que acaba de entrar.

Me siento idiota mientras sostengo los restos en una mano y con la otra saco mí franela para limpiar el café derramado.

Cruzo la puerta de vaivén como un huracán, avergonzada y me encuentro a Kai poniéndose el abrigo.

—¿Estás bien, Maggi? —me examina y toma la bandeja.

—Si.

Me dirijo a la gran pila de metal para lavarme las manos sudadas y entonces
el teléfono de la cafetería empieza a sonar desde la pared. Kai toma la iniciativa de contestar al llegar a la conclusión de que estoy decidida a frotarme las manos hasta que desaparezcan.

—Es para ti, Maggi.

—¿Para mí? —Me quedo tiesa.

—Es Hiro. Yo me largo.

Va a despedirme, lo sabía.

¿Qué voy a hacer ahora?

El resto del personal de la cocina se giran mirándome mientras me dirijo al teléfono.

Mis palmas vuelven a estar sudorosas, y mi corazón se está acelerando.

Odio esta sensación. Me hace sentir completamente fuera de control, y odio sentirme fuera de control.

Me seco las manos antes de tomar el teléfono

—¿Diga?

Maggi, cielo, ¿Estás libre esta noche? —pregunta Hiro.

Frunzo el ceño totalmente desconcertada.

¿Es que me llevara a cenar para despedirme?

Al menos me lo dirá con el estómago lleno.

¿Qué estoy diciendo?

—¿Sigues ahí?

—Si… si, lo siento. Me colgué… no a ti… a veces pienso… pensé que …

—¡Maggi! ¿Tienes o no algo que hacer en la noche?—repite.

—No...¿Por qué?

—Es que tengo un catering y me han dejado tirado. Anda, sé buena chica y échanos una mano.

Parte de mí está contenta de que no va a despedirme y que su llamada sea para pedir mi ayuda. Pero otra parte de mí quiere negarse y no hacer el ridículo en ese tipo de evento.

Pero no puedo negarme, si quiero conservar mi empleo.

—¿Cuál es el horario?

—¡Buena chica! De siete a doce de la noche. Nada complicado, cielo. Sólo
hay que pasearse por ahí con bandejas de canapés y copas de champán.

Uf ,si. Nada complicado. Si es que lo he hecho toda mi vida.

— Está bien.Tengo que ir al apartamento a ver cómo están mis tíos y a cambiarme. ¿Qué me pongo?

Ve de negro, y estate en la entrada del personal del Golden Tulip Skybay a las siete,¿Bien?.

—Perfecto.

Cuelga, y yo dejo caer la cabeza, pero mi atención pronto se desvía hacia la puerta de vaivén cuando Su la atraviesa con sus ojos castaños abiertos como plato.

—No me has dicho que tienes novio.

Coloco el auricular del teléfono en su lugar y la miro con el ceño fruncido.

—¿De qué hablas?

— Hablo de la magnífica criatura que está sentada tomando un café fuera. Dijo que te estaba esperando a ti.

Aunque intenté no inmutarme, los ojos me brillaron. El día se había hecho largo, imaginando qué pasaría cuando nos viéramos de nuevo, porque después del encuentro en el garaje no habíamos tenido oportunidad de concretar nada, y lo más importante, su tacto, su boca. Su
olor, que parecía perseguirme a todas partes, impregnandose en mi para que su recuerdo no desapareciera con facilidad. ¿Habría supuesto lo mismo para él?, ¿Me recordaría a todas horas?, ¿también mi olor lo acompañaba a donde quisiera que fuera? Tenía muchas preguntas, dudas que correteaban desbocadas por mi
mente, no obstante, todas se quedaron en el aire cuando en el salón de la cafetería solo estaba Hoseok.

Ni rastro de aquel demonio.La decepción me acaparó por completo.

—No … no es mi novio, es un ...amigo. -- Me limito a decir.

—¡Joder, Maggi! Los hombres como ése deberían llevar un cartel de advertencia. —Echa un vistazo al salón y empieza a abanicarse la cara—. Maldición, está soplando el café para que se enfríe.

No necesito verlo.

—¿Trabajas en la noche? —pregunto intentando desviar sus babas hacia la cocina.

—¡Sí! —Se vuelve hacia mí—. ¿Te ha llamado Hiro?

—Sí. —Tomo las llaves que llevo colgadas y cierro la puerta que da al callejón.

—Intentó persuadirme para que te lo preguntara yo, pero sé que no te hace
gracia trabajar de noche. ¿Vas a ir?

—Sí, le he dicho que sí —contesto derrotada.

En su rostro serio se forma una sonrisa.

—Ey, lo harás genial— frota mi hombro—Es hora de cerrar. Vete con tu amigo, nos vemos en el hotel.

Una vez más, trato de controlar los temblores que me entran sólo de pensar que puede estar haciendo aquí.

—Sí, ya me voy—digo con una seguridad que no siento.

Relajo los hombros trazando círculos hacia atrás y camino con decisión acercándome despacio.

Carraspeo a su lado: —¿Eres mi niñera ahora? —Pregunté a Hosoek mientras rodeaba la mesa. Tomé asiento frente a él mientras terminaba su café.

Estaba recién duchado y olía como si se acabara de poner colonia.

Llevaba unos vaqueros oscuros y una camiseta negra.

—Supongo que lo soy. —Dijo dando un sorbo a su café—. He hecho un montón de mierda por Jungkook pero esto es algo nuevo para mí.

Se enderezó de su asiento y tomó su chaqueta de cuero del respaldo. Soltó propina sobre la mesa y me observó mientras yo permanecía en mi lugar.

—¿Siempre haces lo que te dice? —pregunté con amargura.

—En su mayor parte—se colocó la chaqueta y me instó con la mirada. -- Andando.

Me puse de pie irritada, saludé a Su con la mano en el aire y seguí los pasos de Hoseok hacia la puerta.




Una vez fuera dejé escapar un grito ahogado de asombro y después me cabreé un poco.

—No pienso subirme a eso. -- Crucé mis brazos, negada.

—Eso— Señala— es una motocicleta. Y si, subirás, con esto. —Ordenó pasándome un casco rojo.

Lo tomé dudosa. Hoseok se montó en la motocicleta, levantando el soporte de apoyo.

—Sube.— Se giró e hizo un gesto hacia
el espacio detrás de él.

Grité sobre el motor:—¡Estoy usando una falda!

—No se verá nada, vamos, sube.

—¿Cómo sabes que no se me verá nada? Además….

Hoseok agarró mi mano y tiró de mí hacia él.—Creo que ambos sabemos por ahora que sabes cómo sentarte a horcajadas.

Apreté mis muslos,odiando que me haya visto en el garaje con Jungkook entre mis piernas—. ¿Por qué no me dejas ir? —pregunté—podrías decirle que me fui antes.

Hoseok se me quedó viendo.

—¿Rubia?

—¿Sí?

—Súbete a la maldita motocicleta.

—Claro, si me lo pides de esa forma no puedo negarme— Dije sarcásticamente, poniendo los ojos en blanco.

Hoseok se bajó de la moto, me arrebató el casco de las manos y lo metió en mi cabeza. Mi cabello quedó atrapado sobre mis ojos y momentáneamente estuve desorientada hasta que sentí sus dedos apartando mi cabello meticulosamente y es cuando veo la cercanía de su rostro.

Agarró mis codos en sus manos. Tirándome hacia adelante hasta que tuve que inclinar mi cabeza hacia atrás para mirarlo a los ojos.

—Puedo parecer agradable, rubia, pero no te confundas. Jungkook y yo estamos cortados por la misma tijera.

Solté mis codos de su agarre y di un paso atrás.

Si JungKook no estaba alrededor, ¿Hoseok me lastimaría?

—Si él te pidiese que me mates, ¿lo harías? —le pregunté, necesitaba saber si podría ser uno de los que posiblemente terminaría con mi vida.

—Sí —respondió. Sin dudarlo.





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Hotel Golden Tulip

19:05 P.M





Hiro nos guía por la entrada del personal del hotel mientras nos da instrucciones, señala la zona del servicio y se asegura de que sabemos con qué clase de clientela vamos a tratar.

En conclusión: Adinerados.

Puedo soportarlo.

—¡Que no haya nunca nadie con una copa vacía! —exclama Hiro por encima del hombro—. Y no se olviden de devolver todas las vacías a la cocina para que las laven.

Sigo a Su, que sigue a Hiro, y escucho atentamente mientras me ajusto la goma del pelo.

No parece muy difícil, y me encanta observar a la gente, así que esta noche promete.

—Tomen. —Hiro se detiene, nos planta una bandeja redonda a cada una, y me
mira los pies —. ¿No tenías ningún zapato negro plano?

Siguiendo su mirada, agacho la cabeza y me levanto un poco mi pantalón negro.

—Éstas son negras. —Muevo un poco los dedos de los pies dentro de las Converse pensando en lo mucho más que me dolerían los pies si estuviera llevando otro calzado.

No dice nada más; pone los ojos en blanco y continúa guiándonos hasta el
caótico espacio de la cocina, donde decenas de miembros del personal del hotel van de un lado a otro gritando y lanzándose órdenes los unos a los otros.

Me pego más a Su mientras continuamos caminando.

—¿Es que hace esto muy a menudo?

—Es su principal fuente de ingresos. No sé por qué conserva la cafetería.

Asiento pensativamente para mis adentros.

—¿El hotel no ofrece un servicio de
catering?

—Sí, pero la gente que estás a punto de alimentar y de dar de beber manda, y
si quieren a Hiro con sus famosos canapés, tendrán a Hiro. Tiene mucha fama —Se besa la punta de los dedos y yo me echo a reír.

Mi jefe nos muestra la sala donde va a tener lugar el acto. Veo al resto de los camareros.

Todos parecen aburridos y fastidiados. Es evidente que para ellos esto es algo frecuente,pero para mí no.

Estoy deseando no haber aceptado.

—¿Preparada? —Su coloca una última copa de champán en mi bandeja—. La clave está en sostenerla con la palma de la mano. —Toma su propia bandeja con la palma en el centro—. Y levántala un poco hasta el hombro, así. —Con un movimiento experto, la bandeja asciende y aterriza sobre su hombro sin que las copas se rocen lo más mínimo.Me deja boquiabierta—. ¿Lo ves? —La bandeja desciende desde su hombro hasta la altura de su cintura—. Cuando les ofrezcas las
copas, sostenla aquí, y cuando te desplaces, súbela de nuevo. —La bandeja asciende y aterriza sobre su hombro una vez más sin problemas—.
Recuerda relajarte cuando estés en movimiento. No vayas tiesa. Inténtalo.

Deslizo mi bandeja llena por la superficie y coloco la palma en el centro.

—No pesa —digo sorprendida.

—No, pero recuerda que cuando las copas vacías empiecen a sustituir a las llenas pesará todavía menos, así que tenlo en cuenta cuando la subas y la bajes.

—Bien. —Hago girar la muñeca y elevo la bandeja hasta mi hombro con facilidad. Sonrío ampliamente y vuelvo a bajarla.

—Así es muñeca.—dice ella entre risas.

Me quedé tiesa un instante.

—¿Que pasa? … Tus mejillas de pronto se han puesto...

—Nada—Me aclaré la garganta — Vamos.

Me coloco la bandeja de nuevo sobre el hombro, doy media vuelta sobre mis
Converse y me dirijo hacia el sonido, cada vez mayor, de las voces y las risas que provienen del salón de actos.

Al entrar, mis ojos azul oscuro se abren al ver tanta riqueza, los trajes y los esmóquines.

Pero no estoy nerviosa.

Sin aguardar a que Su me dé la señal, me pierdo entre la creciente multitud, ofrezco mi bandeja a grupos de gente y sonrío, me den o no las gracias. La mayoría no lo hacen, pero eso no mina mi estado de ánimo.

Me encuentro cómoda, cosa que me sorprende. Subo y bajo la bandeja sin problemas, mi cuerpo se desplaza sin esfuerzo entre las multitud, y voy y vuelvo de la cocina de vez en cuando para reabastecerme y seguir sirviendo.

—Lo estás haciendo genial,Maggi—me dice Hiro mientras salgo con otra
bandeja repleta de copas de champán llenas.

—¡Gracias! —canturreo, ansiosa por volver junto a mi sedienta multitud.

Veo a Su al otro lado de la sala. Sonríe, y eso me da más energía todavía.

—¿Champán? —pregunto, mostrando mi bandeja a un grupo de seis hombres de mediana edad, todos ellos engalanados con esmoquin.

—Oh, genial —exclama con entusiasmo un hombre robusto mientras toma una copa y se la pasa a uno de sus acompañantes.

Desvío mi mirada un momento, mientras el señor repite el gesto cuatro veces más antes de tomar la suya.

En ese momento vislumbre a un hombre en el vano de la puerta. Me contemplaba desde su lugar con un brillo en los ojos verdes que parecía genuino. Llevaba el pelo largo recogido en una coleta que le daba el aspecto de un pirata acostumbrado a encandilar a las mujeres desde hacía siglos. Tenía los labios carnosos  y una nariz prominente que destacaba en el conjunto de sus fuertes rasgos.Llevaba pantalones negros, camisa de seda del mismo color y unos carísimos zapatos de piel; su porte era elegante. 

No sé por qué tuve la sensación de protegerme.

—Está haciendo un trabajo magnífico, señorita.—Dice el hombre robusto con su copa en la mano y me vuelvo hacia él.

—Gracias.

Inspecciono la habitación, pero no veo a Su y a Hiro tampoco, de modo que me apresuro a servir el resto de las copas para volver a la cocina, donde encuentro a mi jefe colocando los
canapés.

Me mira y señala mi bandeja con un gesto de la cabeza, recordándome al tiempo que está vacía.

—¡Uy! Sí, claro.

Me pongo en marcha y cargo mi bandeja antes de perderme de nuevo entre la gente.

Evito al caballero que acababa de ver y me voy en la otra dirección, deteniéndome tras un vestido de seda rojo.

—¿Champán, señorita? —pregunto, y le lanzo una mirada a Su. Ella asiente para darme ánimos una vez más, sonriendo, pero ya no los necesito.

Me siento bien de como lo estoy haciendo.

Centro la atención de nuevo en la mujer vestida de seda, cuyo pelo rojo, liso y brillante le llega hasta su trasero respingón. Sonrío cuando se vuelve hacia mí y descubre a su acompañante.

Un hombre.

Él.

Parpadeo alejando el aturdimiento. Mis piernas comienzan a temblar y mi garganta se ha cerrado al punto que casi no puedo respirar.

No.

Mi corazón se acelera tan rápido que me siento mareada mientras la sangre se apresura rápidamente a mi cabeza.

No.

Corre…ahora.

—Te encontré,Jana.

Y solo eso bastó para que me derrumbara,escucharlo llamarme por mi verdadero nombre mientras una sonrisa se forma en su rostro.Mi pesadilla ha vuelto, está justo frente a mi. 

«Que no se de cuenta de tu miedo. Ahora no te paralices. Recuerda cómo se aprovechaba de eso.»

Obligo a mi cuerpo moverse pero mis manos se vencen y la bandeja cae sin que pueda hacer nada por evitarlo. Las copas parecen flotar hacia el suelo de mármol mientras el champán se derrama. 

La bandeja gira en el aire hasta que impacta contra el suelo duro con un 
estrépito que silencia la sala. Me quedo congelada en el sitio, rodeada de cristales rotos que no parecen detenerse nunca. El ensordecedor ruido resuena en el silencio que me rodea. Miro hacia abajo, mi cuerpo se tensa, y sé que todos los ojos se  centran en mí.

—¡Maggi! —La voz de pánico de Su me obliga a levantar mi apesadumbrada cabeza y veo que corre en mi dirección con sus ojos castaños llenos 
de preocupación—. ¿Estás bien? 

Asiento, rápidamente me vuelvo y es cuando noto que él ya no está. Agito mis ojos en toda la sala pero no logro verlo, la mujer que lo acompañaba tampoco está. Empiezo a creer que solo fue producto de mi imaginación pero la realidad me cae como un balde de agua fría cuando mi mirada se enfoca en el hombre que había visto antes. 

Aquellos ojos verdes brillando,fijos en mí por unos segundos, no puedo moverme,ni hablar. Lleva su mano a la solapa de su chaqueta negra y la hace ondear en un fugaz movimiento, solo para mostrarme que su arma se haya en su cintura.

Trago. Siento como si fuera a vomitar. Mi corazón está latiendo muy rápido y mis entrañas se están endureciendo. 

—Maggi…estás temblando.—Su me obliga a mirarla.Debe de haberse dado cuenta de que estoy a punto de desmoronarme, porque me arrastra rápidamente hasta la cocina, alejándome de la sala y del público que no para de mirarme. 

Quiero salir huyendo.










—¿Te encuentras bien? —Pregunta Su mientras pone sus manos en un tazón de agua sobre la mesada.Exprime el agua de un trapo y lo trae hacia mi rostro.

—Lo siento—susurro.

—Los accidentes pasan,cielo—Siento el peso de una mano sobre mi hombro y me sobresalto en mi lugar, alejándome lo más que puedo.

—Solo vine a ver cómo estabas—Dice Hiro dando un paso hacia atrás.

Su y otros camareros que están en la cocina me observan confundidos.

—Ey, escúchame...—Su apoya su mano en mi espalda—Ve al baño, lávate la cara y si te sientes mejor vuelves ¿Está bien?—pregunta, cerniéndose sobre mí. La preocupación en sus ojos es palpable.

Dudo porque,no,no quiero pero luego solo asiento en rápidos movimientos.

Salgo despavorida sin mirar atrás.
Noté mi corazón galopar con fuerza,mientras que mi pulso se aceleraba de tal forma que creí que una taquicardia se estaba apoderando de él. Siento que no es seguro que vaya al baño perteneciente al salón por lo que opto bajar hasta el primer piso. Recorro el pasillo y es cuando observo por el rabillo de mi ojo una sombra moverse. Estoy instantáneamente al borde de salir corriendo, pensando que podría ser él viniendo a matarme. Pero una mujer pasa por mi lado y sigue de largo, dejándome  sólo con un irregular latido del corazón y pensamientos paranoicos.

Cruzo dos puertas y llego al pequeño cuarto donde permanecían nuestras pertenencias, tomé mi bolso y me dirigí al baño cerrando la puerta apoyándome en ella para regular mis respiraciones antes de llamar a Valerie. No sé que voy a decirle pero es la única en quien confío en estos momentos y se que no me hará más preguntas de las que le pueda responder. 

Tomé mi teléfono y marqué de memoria el número de Val. Espere cinco, seis, siete tonos y nada, no obtuve respuesta. 

Lo intento de nuevo.

—Vamos Val… por favor.

Nada.

Una vez más.

—Por favor.

Cinco,seis,siete…

Nada.

Salgo del baño y pienso en tratar de tomar un taxi afuera, pero no lo lograré en segundos puedo tenerlo detrás de mí. Guardo mi teléfono, mis palmas están sudando y duelen. Me corte la mano izquierda en algún lugar. No puedo recordar cuándo pasó. 

En ese momento, escucho el suelo crujir del otro lado de la puerta y me pongo rígida. 

Me quedo en silencio. Todo lo que puedo escuchar ahora es mi corazón latiendo fuerte y violentamente. Estoy tan asustada que ni siquiera puedo llorar y mi cuerpo deja de temblar. Estoy paralizada con miedo.

Me acerco a la puerta cuando noto un pestillo, intento avanzar con la intención de poder trabarla. Cuidadosa de no hacer ningún movimiento abrupto alcanzo el pestillo y comienzo a deslizarlo lentamente...

No me dio tiempo a nada.

Una fuerte patada resonó a la vez que mi cuerpo retrocedió hacia atrás del
impacto, y por poco no caí al suelo. El hombre que me había estado observando con en el salón. Solo que ahora sus ojos verdes no brillan, están oscuros por completo.

—Vaya, vaya, vaya —murmuró con una sonrisa en la cara.

Dejó su arma,la que sabía que tenía en su cintura, y la dejó sobre una encimera dando un paso hacia mí. El mismo que yo retrocedí en el instante. Cerró la puerta sin quitar sus ojos de mi,estoy rezando por qué Hiro o Su aparezcan en este momento pero dudo mucho que sepan que estoy aquí.  

La sensación que se tiene cuando intuyes que algo no va bien y que no sabes cómo salir, esa angustia que te carcome por dentro al ser consciente que no hay otra salida para huir, era la misma que experimenté en mis propias carnes.

Observé todo a mi alrededor en busca de cualquier cosa que pudiera servirme, pero lo último que no había era un objeto punzante por ninguna parte.

El gesto huraño e intimidante del hombre avanzó junto a sus pasos, sin dudar.

Pegué mi espalda a la pared buscando una alternativa que no encontré.

—Parece ser que has cabreado a Jung más de la cuenta —me vaciló.

—¡No te me acerques!—grite.

—Si fuera por mi, ya estarías muerta. Pero podría disfrutar un poco de tu cuerpo antes de entregarte a él— Sonrió lascivo.

El aire se cortó y el latido de mi corazón también. Me preparé cuando le quedaban apenas dos pasos para llegar a mí, y con todo el coraje que fui capaz de tener, dada la repulsión y el pánico que sentía por el hombre que tenía ante mí, me armé de valor para enfrentar a otra de mis pesadillas.

Se abalanzó como un león a su presa,conseguí golpear su pecho con una fuerte patada y éste retrocedió lo justo y necesario para darme ventaja.

Corrí hacía un sofá y vi que él quedaba en el otro extremo, me giré sin pensarlo, abalanzándome sobre la puerta. Alcancé el pomo, pero cuando fui a girarlo para salir lo más rápido posible, me sujetó por las caderas.

—¡Suéltame!

Pataleé pegada a su pecho. Sus brazos eran como bloques de hormigón, siéndome imposible soltarme. Empecé a arañar sus brazos como una histérica,hasta tal punto que vi la sangre emanar de ellos, doblé mi pie que se encontraba en el aire, y le di una patada en sus partes. Este me soltó debido al fuerte impacto y, de nuevo, me encaminé a toda prisa hacia la salida.

Alcanzó mi tobillo y caí de bruces, dándome un fuerte golpe en la mandíbula y un dolor incesante comenzó a nacer en mi rostro.

Con mis manos intenté arrastrarme hasta la puerta mientras gritaba,lo insultaba y pataleaba para soltarme. Llegó a mí y me giró de manera que quedé de cara a él. Agarró mis muñecas con una de sus manos y las subió por encima de mi cabeza, a la vez que bloqueaba mis piernas con las suyas cuando comencé a moverlas como una serpiente.

—Uhhh... La zorrita sabe defenderse —se burló.

—¡¡Déjame!!

Me hice un daño horrible en la garganta debido al desgarrador chillido que pegué. Viendo que no me soltaba, alcé mi cabeza y me lancé a morderle el pecho. Noté la carne desgarrarse y,seguidamente,un grito de dolor salió de su garganta.

Su puño se estrelló en mi rostro y me giró hacia la ventana. 

—Esparciré tus jodidas tripas por toda esta habitación si no dejas de morderme, puta.

Mi visión se nubló. Mis instintos estaban puestos por completo en modo defensa.

La sangre comenzaba a llenar mi boca y lo escupí, llenando su cara de aquel líquido rojizo.

Comenzó a darme golpe tras golpe al costado de mi cuerpo.Sus manos se envolvieron alrededor de mi cuello.La respiración me fallaba, las fuerzas también. El oxígeno no conseguía
llenar mis pulmones, haciendo que comenzara a marearme de manera
considerable. Notaba que mis fuerzas comenzaban a flaquear, mientras que él se mantenía fresco como una rosa. 

Entonces siento que sus manos abandonaron mi cuello, el peso de su cuerpo que aplastaba mi pecho desaparece y segundos después un disparo suena.

Cada pedazo de adrenalina que tenía había sido usado para defenderme. 

Siento el olor acre del disparo permanecer en el aire.

Todo lo que alcanzo a ver antes de que mis ojos se cierren por completo, es el cuerpo del tipo cayendo al suelo, mi vista borrosa intenta enfocar a quien yace de pie junto a mi. El arma apuntando al suelo en su otra mano y por fin logro verlo.

—Hoseok.

—Hora de irnos,rubia.





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