Jungkook
Entré en la habitación observando al tipejo atado a una silla de madera y mi sonrisa fue triunfal.
Tenía ante mí a uno de los miembros del clan, al hombre que llevaba prácticamente todos los negocios que poseía mi padre. En el que confiaba
plenamente y al que yo andaba buscando desde hacía casi un año, sin éxito.
—No me lo puedo creer... —murmuré recalcando cada letra con lentitud.
Miré a Yoongi que entraba último y cerraba la puerta tras de sí.
César se posicionó a un lado de la estancia, ajeno a todo, mientras Namjoon permanecía a mi lado como si acabara de traerme el mayor regalo, y lo era.
—¿Qué haces en Soley, Kang?
—Dímelo tú, ¡Hijo de puta!
De su boca salió un escupitajo que llegó hasta mis piernas, manchandome parte de mis muslos y zapatos. Arrugué el entrecejo con desagrado, a la vez que César se apresuraba para darme un pañuelo, el mismo que usé para quitarme su asquerosa baba, con calma.
—No eres receptivo —añadí con ironía.
Di dos pasos hasta que llegué a su altura, agarre su mentón con fuerza e hice que clavase sus ojos azules en mí. Lo hizo con desprecio, pero en el fondo y, aunque estaba bien adiestrado, sabía que tenía miedo. Me permití lanzar una jugada falsa, pensando que, si Nam lo había traído hasta mí, tendría más cabos atados de los que pensaba.
—¿Qué tal está tu familia? —pregunté como si nada.
—Como se te ocurra ponerles una mano encima, te juro que...
—Eh, eh, eh —lo interrumpí poniendo mis manos en alto—.No vayas tan rápido, Kang, así no nos vamos a entender.
—¡Eres un maldito enfermo! ¿Qué quieres?
Miré a Nam y este asintió, confirmándome con una sola mirada que mi jugada fue certera. Efectivamente, tenía más cosas atadas de las que me había podido decir. Si mi impaciencia no me hubiera hecho llegar hasta la habitación antes de hablar con él, quizá lo hubiese sabido todo de antemano.
Eché un simple vistazo a Yoongi, quien entendió la indirecta al momento.
—Estaré trabajando en lo que te comenté antes. Llámame si me necesitas.
Asentí sin apartar mis fríos ojos de aquel tipo que permanecía sin saber a qué punto debía mirar, lo que sí estaba claro era que lo intimidaba, pero todavía no sabía cuánto podía llegar a hacerlo.
Agarré otra de las sillas que había en la sala y me senté frente a él, dejando el respaldo delante de mí, donde apoyé mis dos brazos. Sonreí con sarcasmo
cuando me miró con el ceño fruncido, a la vez que chasqueaba la lengua en un simple gesto de superioridad.
—Bueno, y ¿dónde está mi padre? ¿No piensa venir a salvarte?
—¡Vete a la mierda!
Puse los ojos en blanco, acompañándolos con un gesto de desagrado. Giré mi vista hacia César que permanecía quieto en la esquina, con las manos entrelazadas entre sí.
—¿Tienes lo que te pedí?
Asintió con un gesto escueto.
—¡César, eres mi jodido Santa Claus!-añadí como un demente—. ¿Por qué no me lo traes? Es que desde niño me han enseñado a compartir.
La sonrisa de César fue imposible de ocultar, salió de la habitación con un gesto de tentadora satisfacción.
Nam arrugó el entrecejo sin saber muy bien cuál era el cometido que íbamos a llevar a cabo. Pero permanecí en mi sitio inspeccionando la mierda que tenía atado.
—Sé que tiene un hijo, y que sabes dónde se encuentra. No quiero más datos, no quiero buscarlo, él vendrá a mí.
—Te matará -aseguró mordaz. —No sabes con quién te estás metiendo, niño—escupió con rabia.
—Oh, si que lo sé. ¿Hermanastro se dice?— Pregunté con ironía a Nam y el asiente sonriendo.
— Ya ves que si se.
— ¿Quien te has creído maldito bastardo?
Vi que de su boca salían pequeñas gotitas de saliva y, esta vez, no pude reprimir mi comentario.
—Si vuelves a escupirme de nuevo, te...
No me dio tiempo a terminar la frase cuando Kang soltó otro escupitajo, esta vez cayendo en mi hombro. Exhalé un fuerte suspiro, a la vez que vi a Nam acercarse a mi lado para golpearlo, pero lo paré en el instante.
Sin limpiarme, me fui directo a la mesa que Yoongi me había preparado, y de allí saqué una garrafa, un embudo y una goma transparente. Le hice un gesto con la cabeza a Namjoon. Se acercó y lo tomó de los pelos con saña, tirando de él hacia atrás.
—Dime Kang. ¿Te gusta jugar?
Introduje la goma en su garganta antes de que le diera tiempo a contestarme,y una enorme arcada se apoderó de él.
No le di importancia.
Coloque el embudo al principio de la goma y en un rápido movimiento de Nam, de la boca del hombre comenzó a salir agua como un río. Cuando vi que moriría si no paraba, le hice un gesto al moreno para que bajara la garrafa.
—Punto número uno, aquí las normas las pongo yo. Y que te quede claro,
estas en desventaja.
Alcé mi rostro indicando a Nam que continuara.
Su garganta no tardó en llenarse de agua de nuevo. La puerta se abrió y César entró con mi regalo en su mano.
—Punto número dos, ahora, me vas a pagar el escupitajo de entrada, y el que me acabas de dar.
De nuevo vi su rostro tomar otro color, le hice un gesto a Nam y este paró en el momento en el que la tos se apoderaba de Kang, que a punto estuvo de ahogarse con tanta agua. Tosía sin parar, mientras el líquido transparente no dejaba de salir incluso por su nariz.
Tiré de la silla hacía atrás y César me dió el gotero. Me senté en sus piernas temblorosas y mojadas.
—¿Qué haces? —Pegó un pequeño salto cuando Nam lo vuelve a sujetar inmovilizando su cabeza con fuerza y César le abre el ojo izquierdo con los dedos.
Acerco el gotero de ácido sulfúrico en dirección a su rostro.
—Si arrojo una gota en cualquier parte de tu asqueroso cuerpo. ¿Qué crees que pueda pasar?
—¡Estás loco! ¡Suéltame!
— Te lo voy a decir, Kang. La piel se fundirá hasta exponer los huesos, que en ocasiones llegan a disolverse.
Me acerco un poco más amenazando con dejar caer una gota en su iris— . Kang, a ti te gusta hacerte el duro cuando sabes que tu jefe no mira por ti y le importa una mierda lo que te pase.
Me acerque más.
—¡No, no! —gritó desgarrado a la vez que las lágrimas brotaban de sus ojos sin poder parpadear—. ¡Para, para, por favor! —suplicó como un niño.
—Ahora me dirás todo lo que necesito, Kang. Mientras te enseño algunos modales.
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La mañana siguiente comenzó como la mierda, las cámaras dejaron de funcionar, tuve que llamar a Hoseok para que lo solucionara. Después de haber matado a Kang debía vigilar todos mis puntos ciegos.
Me coloqué mi saco gris plata y tomé mis llaves. Miré el reloj viendo que eran las nueve y veinticinco, pero no me importó.
Tenía que reunirme con Nikolai, no me gustaba la idea de escuchar su reproche sobre mi jugada, pero debía hacerlo cuanto antes y quitármelo de encima.
Dirigí mis pasos hacia los tablones que cerraban la vivienda asomándome por el portal para ingresar al garaje, y allí estaba.
Desvíe la mirada enseguida. Ella me había poseído hasta mi puta alma negra. Algunas noches la observaba desde el jardín cuando las luces de su habitación me anunciaban que seguía despierta. Con cautela me asomaba para mirarla por los huecos que sus cortinas me dejaban. Concentrada en la misma esquina, ante un pequeño caballete con un lienzo. Movía el pincel con una soltura desorbitante, a la vez que mezclaba los colores en la paleta que sostenía en su mano izquierda. Observé sus ojos brillantes cuando se quedó fijamente mirando el lienzo. Sin duda le gustaba lo que acababa de conseguir.
Sabía simplemente que le gustaba la
pintura y que era su pasión. La necesidad por estar cerca de ella me era más fuerte, y todavía no entendía el jodido motivo, y tampoco me gustaba.
Su pelo dorado y largo estaba recogido en un moño desordenado con varios cabellos sueltos sobre su cara. Sentada sobre los escalones, me miraba con ojos de sorpresa, mientras llegaba hasta la puerta de mi coche sin poder estar durante más tiempo observándola.
No dijo nada pero en su rostro había un enfado que sabía cómo conseguiría que se le quitase recordandole como era tenerla en su cama; mi cuerpo arriba de ella, mirándome con sus inocentes ojos mientras me movía dentro de ella. La manera en que arqueaba su espalda hacia mí mientras la hacía venirse una y otra vez.
Puse mi auto en marcha y me sumergí en el tráfico. Solo hice unos pocos metros cuando mi celular sonó. Presioné el manos libres y contesté.
—Cariño, te he dicho que nos veríamos en la noche. ¿Acaso ya me extrañas?
— Se te va muy bien subir a tu chica en las piernas de otros para tus planes.
Sonreí con malicia al comentario de Nikolai dando en el clavo.
—Míralo por el lado positivo, muy pocas personas se han podido sumergir en tu polla. Y Nina lo ha conseguido en un par de horas.
Me detuve en un semáforo rojo, golpeando el volante con mis dedos.
—Eso sería si hubiese sido consentido, sin emborracharme y, lo peor, sin drogarme.
Nikolai estaba manteniendo la compostura, pero sabía que tenía instintos asesinos hacia mi persona. En efecto, eso me confirmaba el día que se enteró,seguramente, haciéndose algún análisis o cualquier mierda de las que usaba cuando sospechaba de algo.
— No debiste fiarte de mi gente.
El semáforo cambió a verde pero el tráfico era lento.
— Ni tu de la mía. Esa rubia se notaba muy molesta aquella noche,asique le dije a uno de mis hombres que le hiciera una visita.
Espero equivocarme y que no sea quien estoy pensando ahora mismo porque voy a matarlo.
—¡¿Quien?!
— Pávlov. Ya debe tenerla en sus manos. Sabes que después de aquella acusación de violación no ha tocado un coño en meses. Mi muchacho necesita relajarse. Si me entiendes. ¿Verdad?
Golpeo el volante con furia, girando en U hacia la mansión. La ira tiene nublados mis pensamientos, quiero matarla por ponerse en peligro a sí misma y a la vez envolverla en mis putos brazos y no dejarla moverse un segundo fuera de ellos. Un camión toca el claxon por mi movimiento brusco, rebasando en el lado contrario de la calle. Tengo ganas de matar algo y podría ser mi víctima perfecta si no fuera ella la mujer a la que quiero salvar de ese puto violador.
— Puedo oler tu furia desde aquí,Jeon. Pero no te culpo, yo también me volvería loco por un coño fresco.
Una risa ronca escapa de mis labios,lo suficientemente fuerte para que Nikolai me oyera.
—¿Cual es la gracia, imbécil?—Preguntó y en su voz pude notar su desconcierto.
— Ruso,entiendo. No te preocupes, espérame esta noche, te llevaré una amiga ... y a sus juguetes.
Colgué, sin dejar que me respondiera. A la calle siguiente veo a Valerie y maldigo esta vez en voz alta. Me bajé del coche a toda velocidad.
Valerie me miró desencajada saliendo de la camioneta, tenía la boca abierta como si su mandíbula estuviera trabada.
—Daimon, escucha...ella salió sin conocer el pueblo... yo no sabía que...
La tomé del cuello con fuerza, mi mano encajando perfectamente en su garganta. Mi dureza tomó vida en mis pantalones. Los ojos de Valerie se abrieron luchando por respirar, golpeando mi pecho en búsqueda de su liberación.
—Daimon. Détente.
La voz de Hoseok me volvió a mi enfoque, no podía demorarme más. Apreté los ojos,sentía como el pulso de Valerie estaba disminuyendo. Pero antes de soltarla la miré fijamente a los ojos. Acercándome le susurré:
—Pequeñas causas, grandes efectos.
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Luka con disimulo ve a Maggi y le sonríe. Maggi se encamina vacilando hasta la camioneta.
—Sé lo que tratas de hacer.—Le digo en ruso—No vuelvas acercarte a ella.
—Es tarde para tus advertencias—Me dice antes de cruzar la calle—Y cuando yo quiero algo, lo consigo.
Sonreí sin dejar de observarlo, guardando mis manos en los bolsillos de mis pantalones.
—Nos vemos esta noche ... Luka.
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Gire la llave de la Escalade una vez aparcada en el garaje. El silencio entre los tres nos acompañó durante el corto viaje. Hoseok desciende anunciando que volverá con lo acordado para solucionar el problema de las cámaras.
Imite su acción antes de permanecer más tiempo en un habitáculo cerrado con ella y su perfume invadiendo mi cuerpo, como siempre lo hacía permaneciendo durante días aún cuando no la veía.
—Espera. ¿Podemos hablar un momento?
—Tengo prisa.
—No te quitaré mucho tiempo.
Se desabrochó el cinturón, bajó con prisa y se colocó frente a mí en segundos.
—¿Se puede saber qué te pasa conmigo? ¿Qué te he hecho para que me trates así?
Alcé las cejas y el rostro y la enfoqué. Una sonrisa quiso asomarse tras analizar la postura altanera de la rubia pero la reprimí y me mantuve indiferente.
—¿Disculpa?
—Que qué te he hecho para que me trates así —repitió ofuscada.
—¿Así cómo?
—¿Te estás burlando de mí, Jungkook? ¿Es eso? —Apoyó las manos en su
cintura y no evité mirar ahí, a las curvas marcadas bajo su ropa.
Volví a centrarme en su cara que mostraba enfado e indignación, pero solo pude enfocar los labios gruesos sacados hacia fuera, enfurruñados,mientras recordaba su calidez y sabor.
Aquel berrinche me advirtió, pero no moví un solo músculo del rostro.
— Sé de sobra que me estás ignorando.
—Y si lo sabes de sobra, ¿para qué preguntas?
—¿Intentas alejarme?—comentó derrotada,bajando las manos y dejándolas laxas a cada lado de su cuerpo.
Me crucé de brazos, a la defensiva.
—¿Alejarte? ¿Por qué tendría necesidad de alejarte, a ti?
Dudó unos segundos—. Nosotros...lo hicimos.
Solté una cínica carcajada.
—¿Me estás montando todo esto porque te follé?
Los ojos de Maggi comenzaron a brillar. Sabía todo lo que había pensado y que mis palabras escocían dentro de ella, pero no lo demostró. Se cruzó también los brazos sobre su pecho y soltó:— Si. Tal vez si dejaras de confundirme con tus...
—Mira, muñeca—La corté. Di varios pasos en su dirección, aunque frené cuando aún quedaba casi un metro para llegar a su altura—, vamos a dejar las cosas claras para que dejes de armar cuentitos en tu cabeza. Te deseaba, no voy a negarlo. Eres una niña con cuerpo de mujer y no se me da desaprovechar las oportunidades. ¿Lo entiendes?
—Perfectamente —respondió con la voz temblorosa.
Mi frialdad latente.
—Bien. —Dije escuetamente.
—Pero que tenga cara de niña buena no quiere decir que no sepa hacer cosas malas.
Mierda.
Te está provocando, es lo que está haciendo. La voz en mi cabeza me advirtió.
Esboce una risa ronca, podía ver el habitual ardor en sus mejillas cuando me tiene cerca.
—Pretendes que sea un ángel contigo pero tientas a mis demonios.
El metro que acortaba nuestra distancia desapareció al instante cuando dió unos pasos dejando mi mentón rozando su coronilla. Respire...duro.
—Solo fue una follada sin importancia,deberías entender eso.-Dije más para mí que para ella.
— No lo parecía—atacó.
Volví a reír, descolocado por aquella reacción. Estaba enfrentándome y aparentando seguridad e indiferencia, pero sabía que por dentro era un manojo de nervios que temblaba como una hoja. Incluso parecía dolida con todo aquello. Sus malditos ojos brillaban con tanta intensidad y mi diversión apareció en mi rostro, curioso de saber cómo continuaría la situación.
—Ah, ¿no? ¿Y por qué no lo parecía?—quise descubrir, ocultando esa diversión.
—Por que tus palabras dicen una cosa y tus acciones, me demuestran otras.
La diversión se esfumó. Más que esfumarse fue fulminada por completo,como quien con un zapato aplasta a un insecto.A lo mejor no era tan ilusa ni tan fantasiosa, a lo mejor había visto en mi que sí podía montarse aquellos castillos, conmigo.
Di otro paso y la tomé con mi mano por la parte trasera de su cuello y con la otra tiré de su muslo izquierdo hacia arriba. Me coloqué a empujones entre sus piernas, apoyándola sobre el capó de mi auto deportivo.
Mi dureza sintiendo el calor de su sexo incluso con la ropa puesta. Soltó un gemido cuando mi lengua se deslizó por su cálido cuello, dispuesto a todo. Apartando de un manotazo a esa voz que me suplicaba que me diera la vuelta y desapareciera. Entonces la rubia volvió a temblar, sus ojos fijos en mi.
—Voy a besarte.—Le advertí—
¡Maldición,Maggi! Te voy a comer esa maldita boca hasta que me supliques que pare, y después probablemente te folle y te vuelva a hacer mía hasta que no pueda más. Así que vete. Vete ahora si no quieres que ocurra, porque no podré parar.
Maggi no dió una respuesta, seguramente dudosa por el cambio en mi comportamiento hace minutos atrás.
Pero la realidad era que ni yo sabía de dónde salían las ganas de besarla de repente, pero su cuerpo aceptó la propuesta con gusto, excitándome sin mi consentimiento,haciendo que sus palabras fueran directas a mi polla, que quemó y palpitó con fuerza.
Mientras tanto, ella quieta, totalmente inmóvil ... esperándome.
Aceptando que no se iba, aspiré su aroma dulce, a vainilla, y cerré los ojos, disfrutándolo.
—Debería irme de aquí —comentó muy bajito , mirando mi boca con sus ojos hambrientos.
—Sí, deberías.
Deslice mi mano hacia arriba de su cintura, rozando su pecho, acariciando con mi pulgar su pezón. Jadeó cuando lo apreté con fuerza, su aliento golpeando mi boca disparando un rayo de lujuria que fue directo a mi polla erecta.
Acerqué mi boca muy lentamente a pocos centímetros de la suya, respirándola.
—Daimon, creo que la cámara G2 ...
La voz de Hoseok en la puerta hizo que me aleje con rapidez, apreté los puños con enfado.
Maggi pegó un salto, bajando del coche, acomodándo su ropa fingiendo estar enfrascada en otra cosa.
Intentando ocultar la vista hacia mi erección que no desaparecía.
Carraspeó, moviendo sus pies hacia el apartamento. La tomé con fuerza de la muñeca.
—¿Qué pasa? —pregunté con calma a Hoseok sin quitar mi mirada de ella. Volviendo a mi frialdad, toda la que había perdido.
—Debo quitar la cámara G2 para echarle un vistazo.
Miré hacia el suelo del garaje, cerré los ojos y suspiré.
—No te quiero ver con él de nuevo—le advertí y ella me miró confundida—Si vuelves a ver esa camioneta de nuevo quiero que corras, ¿lo entiendes?
—¿Qué clase de órdenes son esas? —Soltó una risa nerviosa—Solamente quería presentarse.
—¡Y una mierda! —gruñí—No hagas preguntas y haz lo que se te ordena de una jodida vez. Estoy harto de salvarte el culo para después soportar tus berrinches.
Pude ver su desconcierto, su mirada se hallaba perdida.
—¿Berrinches? ¿Qué demonios te pasa?—preguntó ingenua.
—No me hagas repetirlo.
Su labio inferior tembló ,las lágrimas se escaparon y la voz se le quebró.
—Eres un idiota.
Se soltó de mi agarre de un manotazo, me miró unos segundos para luego marcharse.
Cualquiera que sea la mierda que acaba de pasarme, no volverá a suceder.
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Gracias a mis fieles lectoras por tomarse el tiempo en leer, comentar y dejar sus votos.
Aquí dos capítulos y con ganas de otros dos más que seguramente en la semana los subiré.
No olvides dejar tu voto.
Ciao~
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