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•26•


Maggi

Lo correcto y lo incorrecto.

El bien y el mal.

Lo blanco y lo negro.

Estos son los parámetros del mundo en que vivimos, y cualquiera que intente decirte lo contrario, que argumente que nada es absoluto y que siempre hay distintos matices de gris, o es un tonto o intenta engañarte.

Al menos eso es lo que yo solía creer.

Pero eso fue antes de conocerlo.
Antes de mirarlo a los ojos.
Antes de entrar en su juego. 

Puede que sea una tonta. Puede que haya perdido el equilibrio y la agudeza mental.

No lo sé.

Lo único que sé es que desde que lo conocí todo cambió. 

No sabía qué era el riesgo hasta que lo conocí. No entendía el peligro hasta que me perdí en sus ojos.
Con una sola mirada, me temí que estaba metida en un buen lío.
Con una sola caricia de sus manos manchadas de pólvora y sangre, supe que debería haberme echado a correr.

No comprendía la pasión hasta que sentí el tacto de sus manos.

Después de probar sus labios y su cuerpo, ya estoy perdida.

Ahora la única cuestión es si encontraré la forma de volver a ser quien era. Y, lo más importante, si quiero hacerlo.

Nada es nunca tan fácil como debería.










Llevo tres días viendo cómo Su, la otra camarera, completa la tarea sin problemas mientras habla, toma otra taza y teclea el pedido en la caja. Pero yo sólo consigo hacer un desastre, de café y del área que rodea la cafetera. Fuerzo el cacharro del filtro maldiciendo y se me resbala, con lo que todo se llena de café molido. 

—No, no, no —mascullo para mis adentros mientras tomo la bayeta que llevo en el bolsillo de mi delantal.

El húmedo trapo está marrón, lo que delata las miles de veces que hoy he tenido que limpiar mis desastres. 

—¿Quieres que lo haga yo? —La voz divertida de Su repta sobre mis hombros y los dejo caer. 

No hay manera. Por más que lo intente, siempre acabo igual. Esta cosa y yo no nos llevamos bien. 

—Lo siento. Esto me odia. 

Sus labios de color rosa intenso se separan para formar una amable sonrisa, y su moño negro brillante se mueve mientras niega con la cabeza. Tiene más paciencia que un santo. 

—Ya la dominarás. ¿Quieres limpiar la siete?

Me pongo en marcha, tomo una bandeja y me dirijo hacia la mesa recién desocupada con la esperanza de redimirme. 

—Me va a despedir —susurro mientras cargo la bandeja. 

Sólo llevo tres días trabajando aquí pero, cuando me contrató, Hiro dijo que únicamente me llevaría unas horas del primer día hacerme con el funcionamiento de la cafetera que domina el mostrador posterior de la cafetería. Ese día fue horrible, y creo que Hiro comparte mi opinión.

Suspiro mirando la mesa y le paso la bayeta antes de recoger la bandeja y regresar a la cocina. Dejo la bandeja a un lado y empiezo a llenar el lavavajillas.

—¿Estás bien, Maggi?

Me vuelvo hacia la ronca voz de Kai, el cocinero. 

—Muy bien. ¿Y tú? 

—De maravilla —dice, y continúa silbando y fregando las ollas. 

Sigo colocando los platos en el lavavajillas y me digo a mí misma que todo irá bien siempre y cuando no me acerque a esa máquina. 

—¿Necesitas algo antes de que me vaya? —le pregunto a Su al verla entrar por la puerta de vaivén. 

Envidio el hecho de que sea capaz de desempeñar todas sus tareas con tanta facilidad y presteza, desde lidiar con esa maldita cafetera hasta apilar las tazas sin siquiera mirarlas. 

—No. —Se vuelve y se seca las manos en el mandil—. Vete tranquila. Nos vemos mañana. 

—Gracias. —Me quito el delantal y lo cuelgo—. Adiós, Kai. 

—¡Que tengas una buena noche, Maggi! —exclama mientras agita un cucharón por encima de la cabeza. 

Tras zigzaguear hasta la salida entre las mesas de la cafetería, empujo la puerta y salgo a la calle. De pronto la lluvia espesa me recibe tras cruzar la puerta.

—Genial. 

Sonrío, me cubro la cabeza con la chaqueta vaquera y echo a correr.

Salto entre los charcos. Mis zapatillas no ayudan en absoluto a mantener 
secos mis pies, y chapotean con cada paso apresurado que doy hacia la parada del autobús. 

Cuando llevaba diez minutos en la parada del autobús, empecé a impacientarme. El mero hecho de estar sola mientras el manto oscuro de la noche se acerca me da escalofríos. Intento buscar un árbol donde colocarme evitando seguir empapándome con la incesante lluvia. 

Hasta que…

— Maggi. -- Oí mi nombre fluyendo veloz en el viento y miré alrededor. Vi un coche con la ventanilla bajada a dos metros de mí.

Dentro estaba Jimin y me sonreía. 

—Hola —dije acercándome a él. 

—¿Vas a la mansión? —me preguntó. 

—Sí 

— Sube —Hizo saltar el cierre centralizado y abrió la puerta.

— Oh,no. Prefiero esperar el autobús, no tarda en llegar.

Se rascó la frente, sin abandonar su
sonrisa resplandeciente.

— Y yo prefiero no dejarte aquí sola. Además me queda de pasada. 

Me acomode vacilante en el interior del coche,bonito y perfumado. 

—De verdad no quiero molestarte.

—No me molesta. Ponte el cinturón, por favor —dijo.

En cuanto obedecí esa orden terminante nos sumergimos en el tráfico.

—¿De verdad te queda de paso? —repetí.

—Sí, no te preocupes —respondió con calma.

En ese habitáculo de miles de dólares y, sobre todo, sentada al lado de él, que iba vestido con un traje que debía de haberle costado también miles de dólares, me sentí realmente espantosa con mi ropa de mercadillo de segunda mano. Tiré de la falda para tapar las medias, que estaban desgastadas en las rodillas. 

Jimin tomó el vaso de café de compartimento para bebidas y dio un sorbo. En ese momento me fijé en su mano, sus nudillos estaban rojos como si hubiera golpeado algo … alguien.

Me tensé de pronto en mi asiento, un poco arrepentida de haber aceptado que me lleve.

— ¿Trabajas en la cafetería WU?

— Si, comencé hace unos días.

—¿Entonces no estudias?

La pregunta hizo que me sintiera una fracasada,como siempre. 

—No, pero he decidido retomar los estudios que interrumpí hace un año —contesté lacónica.

—¿Por qué? 

— Por qué tuve que dejarlos para venir a Soley. -- No me gustaba a dónde se dirigía su curiosidad.

—¿Por qué una chica de veintitrés años dejaría su pueblo, sus estudios para alojarse en un garaje con sus tíos? —preguntó mirándome con cierto desconcierto. 

De mal en peor.

—Escucha, te lo agradezco mucho, pero si no te importa me bajo aquí. Si voy a pie, puedo tomar el metro, la parada está a dos manzanas.

Jimin esbozó una risa espontánea.

— De ninguna manera, evitaré el interrogatorio, si es lo que te molesta. --Contestó enigmático.

— Gracias.

El teléfono de Jimin sonó desde el portavasos, y lo contestó.

—Nam —dijo Jimin, sosteniendo el teléfono en su oreja—. ¡Mierda! … 

Hay una pausa.

—Bien, estoy cerca. Voy para allá.

Jimin tiró el teléfono en mi regazo y giró el volante del coche tan duro que juro que nos levantamos sobre dos ruedas.

—¡¿Qué está pasando?!

—¿Tienes prisa en llegar a la mansión?—dijo el rubio con los dientes apretados. 

Al parecer le habían dicho algo que obviamente lo molestó. Pero no sería partícipe de nada … otra vez. 

—Pue..do, ...baja la ... velocidad por favor… ¡quiero bajarme!

Jimin conducía enloquecido pero realmente parecía estar acostumbrado a esto. Esquivaba los vehículos con maestría,sus movimientos eran exactos.

—¡Jimin! — Grité aferrándome de donde podía.

—¿Sabes cargar un arma?

Da otro volantazo y mi cabeza golpea la ventanilla, lo suficiente para doler pero no para lastimarme.

—¡Claro que no se hacer eso!

Segundos después nos detuvimos frente a un pequeño antro con un letrero verde neón que destellaba unas siglas de SYNA con un símbolo de un barco debajo de éste. Sólo había unos pocos autos esparcidos en el estacionamiento de grava. Jimin salió , rodeó su coche y se acercó a mi ventanilla.

—¿Tienes algo para defenderte?—Preguntó mientras sacaba su arma cargándola frente a mi.

—Gas pi… gas… pimi…

— Gas pimienta, bien. La próxima vez un pequeño cuchillo escondido en tus converses, es una mejor opción.

Se dirige al bar en silencio y decidido. Cuando llega, tuvo que agacharse para
pasar por la puerta baja. 

Había visto su lado tranquilo y hasta amable.  Pero después de ese llamado se había vuelto oscuro y escalofriante.  

Nose cuanto tiempo pasó, pero el miedo de que alguien se acercara al coche me hizo temblar. Busqué en mi bolso mi gas pimienta y lo aferré en una de mis manos con fuerza. 

Minutos después la puerta del bar se abrió.
Los gritos de una mujer siguieron a Jimin mientras su delgada sombra emergía del bar. 

Una hora antes, estaba anhelando una sopa caliente y meterme a la cama.

¿Por qué jodidamente estoy siempre en el medio de todo?

El rubio caminaba de regreso al coche a pasos largos, una mirada explosiva de enfado en sus oscuros y peligrosos ojos. No fue hasta que estaba a diez pies de mí, de pie debajo de la luz de la bulliciosa calle, que fui capaz de mirarlo bien.

Jimin agarraba un bate de béisbol con fuerza en su puño. Manchas oscuras estaban salpicadas en ambos, él y el bate, gotas salpicadas por su pecho y cara.

Dejó caer el bate al suelo y se subió al coche. Mi corazón estaba golpeando en mi pecho, rápido y fuerte.

La luz de la luna brillaba a través de la ventana frontal, haciendo a la sangre seca en su frente lucir como si estuviera brillando.

—¡¿Qué diablos acaba de pasar?! —grité, desabrochando mi cinturón de seguridad.

—Negocios —dijo Jimin sin emoción alguna.

—¡Estás cubierto de sangre! ¿Mataste… a quienquiera que fuera?

—No, no lo hice, pero él pensará dos veces sobre joder con nuestra mierda de nuevo. Ahora, abrocha tu cinturón voy a llevarte a la mansión.

—¿Y el bate? ¿De … donde lo sacaste?—Pregunté intrigada pero aliviada de que no haya usado su arma para matar a alguien.

— Su chica quería golpearme con eso...—encogió sus hombros y sonrió — Entonces lo tomé prestado.

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Estaba temblando cuando llegué al garaje, había pasado por un aumento de adrenalina y apenas podía oír nada por encima del sonido de mi propia sangre corriendo en mis oídos. Noté el coche de Jungkook aparcado, me detuve junto al vehículo por unos segundos. Después de aquella noche me dije a mi misma que era probable que su deseo se hubiera aplacado,el motivo por el cual no volvimos a cruzarnos. 

En los días sucesivos lo vi irse por las mañanas y volver para después salir. Era evidente que había obtenido lo que se proponía: obligarme a seguir su juego.

Quizá yo solo había sido un reto para él. Una obsesión que debía calmar. Una banderita que clavar en el mapamundi.

Yo, en cambio, no hacía otra cosa que pensar en él. Cada noche, cuando llegaba de mi turno abría la puerta con la esperanza de verlo, pero me encontraba invariablemente con el eco de mis pasos.

Al cabo de dos semanas, un miércoles por la mañana, a eso de las nueve, me senté en los escalones que había fuera del apartamento dentro del garaje.

Observando sus idas y venidas, había
comprendido que era metódico. El lunes, el miércoles y el viernes, solía salir un poco más tarde que su riguroso horario de las siete. Si tomaba el coche, se vería obligado a pasar por delante de mí. Yo no pensaba decirle nada. Solo quería  comprobar si tendría el valor de hablarme. 

A las nueve y veinticinco lo vi salir del portal y acercarse al garaje.

Sentía el corazón en la garganta y me costaba respirar. Cuando Jungkook estaba a medio camino, me vio y desvió de inmediato la mirada. Pasó a mi  lado y abrió la puerta como si nada. 

Me hubiera gustado tener el valor de decirle algo o quedarme allí hasta que regresara obligándolo a tener que verme como doble ración del día. Pero era demasiado humillante, así que opté por volver a mi cuarto.

No quería verlo volver, pero, por encima de todo, no podía quedarme entre esas cuatro paredes, que no hacían sino recordármelo.

Así pues, tomé la chaqueta y salí
apresuradamente a la calle. Eché a andar sin rumbo fijo con la música a todo volumen en los oídos. Solo buscaba caminar. Siguiendo el hilo de los semáforos en verde, la música se corta por una llamada entrante.

—Val.

— ¿Dónde estás? Acompañé a Hoseok a la mansión por unos arreglos y tenía ganas de verte. 

Llegué a una esquina y doblé a la derecha, solo estaba disfrutando de los rayos de sol.

—Caminando … ¿Qué pasó?

— Quería almorzar contigo. No puedes negarte, hace días que no nos vemos.

Me sorprende su reproche, ella últimamente había dejado de venir. Solo llamadas y mensajes. Cómo si la mera idea de ir a cualquier lugar conmigo le trajera problemas. 

«No podemos, no pueden verme contigo

Habían sido sus palabras pero cuando pregunté el motivo solo me dijo que no preguntara.

— Tú no has querido verme. ¿Qué cambió?

Hace un breve silencio para luego solo contestar.

— El lugar. Podemos almorzar con los chicos en la Casa Watch.

Me atraganto con mi propia saliva al escuchar esas palabras,precisamente sería el lugar que evitaría por lejos. Solté una risa burlona, pero se borró al instante cuando veo una camioneta blanca.

—¿Estás ... siguiéndome?—Pregunto con una risa nerviosa.

No, aún estamos aquí.—. Escucho de fondo la voz de mi tía, está en el apartamento, por supuesto que no está siguiéndome ella. ¿Entonces de quién es ese coche que cada vez baja un poco más la velocidad?—. ¿Por qué?

— Por qué una Escalade blanca igual a la tuya parece que estuviera siguiéndome.

Val le grita algo a Hoseok que no llegué a escuchar seguido del sonido de un portazo.

Escúchame Maggi necesito que me digas exactamente dónde estás.

—Es que no lo sé … salí a ca …minar sin rumbo.

Me detengo en seco y la camioneta también se detiene.

Mierda.

Presa del pánico, me aferré a algo, cualquier cosa que me ayudara a decirles dónde estoy.Los peatones empiezan a chocar conmigo.

— Hay … un..una farmacia.

— ¡Vamos Maggi!, algo más específico, puedes hacerlo.

Me enfoque lo suficiente para  concentrarme en sólo inhalar y exhalar. Esperé, sintiendo mi pecho apretarse.

 
Siempre es bueno volver al Hamilton —rompió la voz de una mujer a través de mi niebla. La veo salir de un hotel rodeando su brazo por el codo de un hombre.

— Hotel… Hamilton. Estoy en… el hotel Hamilton.

—Estamos cerca, no te muevas de ahí y no cortes la llamada.

—Esta bien.—Sigo observando la camioneta a una corta distancia con disimulo. Pero cuando veo que un hombre se baja y cruza la calle a mi dirección,una oleada de mareo me balancea hacia atrás chocando con algunas personas y dejando caer mi teléfono.

Enseguida me agacho a recoger mi teléfono y veo que se ha desconectado la llamada.

— Mierda—Siseo al darme cuenta de lo que hice, Valerie va a matarme.

Un par de zapatos negros brillantes se detienen frente a mí y cuando levanto la mirada, un hombre de traje, con el cabello hasta los hombros, me está sonriendo.

—Hola—dice primero --. Permíteme  presentarme soy Luka Pávlov. 

Su acento y su porte emanan peligro, además de su mirada lasciva por todo mi cuerpo.

—Hola —le digo nerviosa. -- Soy Maggi.

—Mucho gusto, Maggi—me asusto cuando toma mi mano y ni siquiera se la he ofrecido.

—Chocamos en la pista, ¿recuerdas?. En la mansión Chung.

Asiento y me suelto de su agarre. 

—Aquella noche,Jungkook fue muy grosero al no presentarnos. 

Vuelvo a asentir y finjo una sonrisa.

—Es parte de su encanto— disimulo
viendo para todos lados.

—Puede ser —. Sigue viéndome de pies a cabeza.

—Debo … irme. Me están esperando.

Pero cuando justo estaba por echarme a correr, Luka se interpuso, haciéndome chocar contra su pecho.

—Ni se te ocurra moverte—dice con voz fría.

Su gesto cambió de un momento a otro. Retrocedo un poco y él adelanta otro paso hacia mi. Mi cuerpo comenzó a temblar.

—¿Qué pasa, te ha dejado sin protección? Ninguno de sus fieles sabuesos está contigo ¿Cierto?

Mierda, mierda, mierda.

Luka tomó mi muñeca y tiró de ella fuerte dejándome a centímetros de su rostro.

—Déjame ir, por favor —dije entre dientes apretados, tirando con más fuerza.

— Tranquila, no muerdo. Por ahora.

—Suéltame, me estás … lastimando.

El fuerte sonido de un frenazo hizo que Luka me soltara. En frente, otra  Escalade blanca se detiene.

Mi pulso comenzó a  ralentizarse y mis pulmones comenzaron abrirse cuando noto que es Hoseok quien desciende de la camioneta. Los puntos a través de mi visión comenzaron a desaparecer y pestañee aliviada.

Detrás de él había un hombre que no reconocí y…  Jungkook.  

Palidecí instantáneamente. 

Su dura apariencia desordenada parecía en desacuerdo con la situación. 

Nada que ver al hombre de traje que se había marchado esta mañana sin un ápice de interés. 

Se había quitado la chaqueta en alguna parte y las mangas de la camisa blanca estaban rodadas hasta el codo, dejando al descubierto sus antebrazos masculinos. 

Un nudo de necesidad apretó en mi estómago al verlo.

Quería lanzarme sobre él y abrazarlo, oler su perfume, sentir sus brazos rodeando mi cuerpo y …

—Margarette sube a la camioneta, ahora—. Me ordenó furioso, sus ojos se posan en mi solo segundos para luego dirigirlos a Pávlov con rabia. 

Si era un enemigo  ¿Qué hacía esa noche en la mansión? La mirada de Jungkook se oscurece,Luka con disimulo me ve de nuevo y me sonríe, yo no digo nada y ...

—Creo recordar que no eres sorda.— Arrastra las palabras furioso.

Siento impotencia por querer gritarle muchas cosas. Pero me detengo en seco, tragando mis palabras al recordar su advertencia de no volver a  enfrentarlo. Desvío mis pasos hasta el vehículo en silencio mirando mis pies.

Cuando llego, siento una mano cálida frotar en círculos suaves sobre mi espalda.

—¿Estás bien?

Levanto la mirada. Hoseok me regala una sonrisa y es la primera vez que noto que se le marcan dos pequeños hoyuelos cuando sonríe de esa manera.

Asiento con la cabeza,mis ojos cubiertos de lágrimas, subo a la Escalade sentándome en la parte de atrás.

Mi mirada se posa en la dirección contraria y apoyé mi frente en la ventana, buscando en el reflejo detalles que me hicieran bonita más allá del gran bullicio, del ir y venir de la gente.

Su indiferencia me percató que seguía siendo él y, en parte, me había hecho descubrir quién era yo.





















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