• 22 •
Dándome vuelta en la cama para que mi cuerpo mirara hacia la puerta, sentí mi pulso golpear contra mi garganta. Lo asimile silenciosamente, mis ojos inspeccionando cada parte de su cuerpo. Se inclinó contra la pared, mirando con furia mientras yacía en mi cama.
Mi corazón hizo algo loco en mi pecho, no estaba realmente segura.
Porque nunca había estado tan cerca.
Una sola vez había estado en mi territorio y solo fue para obligarme a ir a una subasta.
Era la primera vez que me había buscado deliberadamente y no se sentía agradable, ni seguro.
A pesar de que me gustaba la noción de él viéndome mientras estaba en la
cama, froté mis muslos, llevándome a una posición sentada, mi espalda contra la cabecera.
Se sentía como si hubiera ganado algo y odié sentirme halagada.
Sin embargo, aquí estaba, en mi habitación, cerca de mi cama.
Incluso si había venido aquí solo para amenazarme un poco más, aun así, había hecho el viaje.
Lo había afectado. Él estaba en mis venas. Pero yo había logrado colarme bajo su piel.
—¿A qué debo este placer, Jeon? —Me burlé. Las palabras se sintieron
amargas en mi lengua. No era una persona cruel. Cuando llegué aquí,
era amigable. Amable. Ahora, no tanto, pero todavía era incapaz de lastimar a
alguien deliberadamente.
La habitación estaba oscura, pero luz se filtraba desde la fiesta en el exterior,invadiendo cada centímetro de espacio que me pertenecía.
Excepto que, de hecho, le pertenecía a él y Jungkook nunca me dejaba olvidarlo.
Ni siquiera me miró. Solo miraba fijamente hacia un mural que había pintado en mi pared, su pared, de un árbol de flores. Sus ojos estaban sin expresión.
Apagados.
Quería agarrar sus hombros y sacudirlo, encender la luz dentro de él, asegurarme que alguien estuviera en casa.
Jungkook frotó su mandíbula, cerrando mi puerta de un golpe tras él.
—Si querías mi atención, felicidades, la has conseguido.— Lamió sus labios dejando ver la punta rosada de su lengua y alzó una ceja.
Mierda, ¿por qué ese simple gesto lograba hacerme desearlo?
Pero no me aferré a su magnífica imagen y lo enfrenté.
Arrojé la manta al piso y me puse de pie rápidamente. Mi sencillo sujetador blanco se asomó. Estaba demasiado agitada para importarme.
Su expresión se mantuvo indiferente.
Di un paso atrás, colocando mis manos en mis caderas.
—¿Cuál es tu problema conmigo, eh? Mira, tampoco quiero estar aquí, ¿Está bien? Encontraré un empleo y me iré lo antes posible. Nunca me registré para vivir en Soley. Él… él quiere...— Debía callarme, seguramente no le importaba mi pasado,pero la furia estaba atorada en mi garganta.
—¡Dime qué quieres que haga que no requiera volver a Barón y lo haré, pero por el amor de Dios,solo dame tiempo.
No estaba segura exactamente de cuándo comencé a llorar, pero calientes lágrimas robustas corrían por mis mejillas. Creo que debí haber hervido de ira hasta el punto de desbordarme. No me gustaba que me volviera a ver así, vulnerable y rota, pero esperaba que pudiera inspirarle ser un poco menos odioso conmigo.
Sus ojos se arrastraron lentamente del mural hacía mí, su mirada aún vacía. Pero al mismo tiempo esa media sonrisa que se asomó lo arrebató todo en mí ser.
Pasé mis dedos a través de mi cabello, frustrada.
—Lo siento, bebí mucho y no se lo que hice —murmuré.— Me disculpare con tu novia y ...
—Querias mi atención —repitió, cortante—. Ahora contéstame ¿Qué haces aquí, Maggi?. —Levantó su cabeza con aires de soberbia .
—Eso ya te lo he dicho antes —Fruncí mi ceño.
Cerró sus ojos apretandolos.
— Margarette —advirtió. Sonrió al decir mi nombre entero ,como si supiera todo sobre mí.
No sé a dónde quiere llegar. Pero por una vez, no se refirió a mí como Maggi.
— No sé de qué hablas —Me mantuve firme.
Abrió sus ojos y alejándose de la
pared, dio un paso en mi dirección.Mi piel estaba ardiendo y sabía lo que aliviaría la quemadura, pero estaba mal. Demasiado mal. También lo estaba él.
—Pregúntame qué quiero —espetó.
Su voz era hielo rodando en mi
piel, dejando incómodos escalofríos de placer a su paso. Él sabía cuánto efecto tenía en mí .
— No. —Comencé a caminar hacia atrás, aun viendo hacia él. Me siguió. Era un depredador acechando a su presa y tenía la ventaja física y psicológica sobre mí , sonreía y jugaba con su encendedor mientras lo encendía y apagaba como si la situación fuera divertida , sabía que tenía el control de mis sentimientos.
Estaba a punto de convertirme en su próxima comida y no tenía duda en mi
mente que iba a devorarme.
Esas palabras sabía que las decía antes de terminar con algo o alguien.
Mí incógnita era saber ¿Cómo iba a acabar conmigo , de qué manera?
—Pregunta —susurró, mi espalda había golpeado la pared contraria, guardó el mechero y sus brazos vinieron a mi alrededor, enjaulándome.
Estaba atrapada y no solo físicamente. Sabía que no había salida, incluso si se hacía a un lado.
—¿Qué quieres? —Tragué. Quería que también se detuviera y ni siquiera
estaba segura de qué era. Pero ahí estaba.
También lo sentía.
—Quiero follarte y ver tu rostro mientras lo hago. Ver cómo te sumerges en mí ,mientras te lastimo tanto como me lastima tener que ver tu maldito rostro.
Ni bien soltó aquellas palabras mi cuerpo se estremeció,él acercó su nariz a mí mejilla, aspirando el aroma de mi piel como un desquiciado.
Contuve mi aliento. Insegura de cómo responder, levanté mi mano para
abofetearlo.
Capturó mi muñeca, deteniéndome antes que mi palma alcanzara su mejilla y sacudió su cabeza negando.
—Necesitas ganarte el derecho a abofetearme, Muñeca. — Rozó la punta de su nariz con la mía lentamente —. No voy a negarte que me excitaría que eso sucediera,hacerte creer que tienes algún tipo de poder sobre mí para luego, arrebatartelo. Mierda, se me pone dura de solo pensar en tu carita de decepción.
Está totalmente loco.
Mi corazón tartamudeaba.
Estaba horrorizada porque me afectara de esta manera.Parecía como si no importara lo que me dijera, siempre dejaba una marca. En mi cerebro.
En mis pensamientos. Haciéndome analizarlo minuciosamente. Pero con él aquí, queriendo tener sexo conmigo… algo cambió.
Estábamos alineados uno contra el otro y estaba embriagada con su esencia y drogada por su rostro, sabía que no habíamos hecho nada, pero se
sentía tanto como descender al infierno con él.
El desprecio hizo que mi estómago se revolviera.
Moví mi muñeca para liberarla, intentando empujar más allá de él. Pero no me soltó.
Quería preguntarle tantas cosas, si tenía algún sueño antes de la mafia, si siempre quiso ser esto o en alguna vida paralela deseaba algo más.
—¿Siempre quisiste esto, Jungkook? ¿La mafia?
Pestañea, mirándome, no logro ver ninguna de sus emociones.
—¿Qué te hace pensar que quiera contestarte eso? Margarette, no intentes tú psicología barata conmigo porque no funciona — Cuestiona evadiendo mi pregunta.
— No lo sé, quizás por qué me deseas.
Suelta una carcajada.
—Eres un pedazo de coño más, Maggi. No te creas importante, he tenido varias mujeres en mi cama, créeme.
Desliza su mano por mí rostro sacando un mechón de pelo y colocándolo detrás de mí oreja.
Sus palabras escocieron en mi interior, duro.
Es un maldito hijo de puta.
—No dudo de tu virilidad. Pero ninguna de ellas era yo, el pedazo de coño que salvaste en la subasta. Tampoco a quién curastes sus heridas, superficiales ,por qué las internas no podrías hacerlo. Ni siquiera puedes con las tuyas. — Intento soltarme pero su agarre es más fuerte —Y ahora, estás aquí, tú viniste a buscarme después de haberte hecho frente delante de tus hombres.
Veo ese conflicto en su mirada aunque no borra esa sonrisa. Sus ojos aún fríos y calculadores me miran, pero también una pequeña parte suya duda. Me aterra poder leer esas emociones casi fugaces en él, no debe importarme.
—Nunca vuelvas a hacer eso delante de mis hombres, muñeca. Si actúas de esa manera delante de mis hombres o de cualquiera,tendré que cortar tu bonito y delicado cuello.
—No me matarías.
—No tienes ni puta idea. No querrás saber las veces que me he controlado en hacerlo.
Sus pupilas estaban completamente amplias,sus ojos eran casi negros. Aquella expresión de burla se borró.
Me estaba siguiendo de nuevo, igualándome paso por paso.
Mi muñeca seguía agarrada en su mano y una parte de mí quería saber qué se sentiría caer en sus garras.
Pero esta persecución iba a terminar pronto.
La parte trasera de mis rodillas golpeó mi cama y la persecución había
terminado.
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