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•17•


Maggi


—¿Ruleta rusa? —Le pregunto sorprendida a Valerie posteriormente de contarme todo lo sucedido hace dos días.

Después de solo haber pasado una sola  noche en aquella casa,no imaginé que sus problemas los manejarían de esa forma. Solo había tenido la oportunidad de conocer a uno más de sus hombres.

Jimin.

Sin embargo, cuando bajé las escaleras adolorida mientras esperaba a Jungkook,tuve la impresión de que me encontraría con matones sin educación, con tatuajes en sus rostros marcados con alguna frase de su bando, cada uno con su arma y un vaso de whisky sin importar la hora. Quizás una pareja follando desenfrenadamente en un sofá mientras me pedían que me uniera en una propuesta sórdida.

¡Mierda! Leslie tenía razón, debo parar de leer tantas historias.

Estaba equivocada, no me encontré con matones sino hombres enfundados en sencillos trajes a su medida, ningún tatuaje marcaba sus perfilados rostros,a la vista no descansaba ningún arma sobre la mesa y el vaso de whisky era reemplazado por una taza de café.

Valerie se queja de mí sobre que muchas  veces pareciera que habla con la pared cuando me pierdo en mis pensamientos y me trago una sonrisa dándome cuenta que realmente lo estaba haciendo.

— Jungkook resuelve todo con su arma. — digo, asegurando las veces que lo ví llevar a cabo eso.

— Yoongi lo apuntó primero—argumenta.

—Creo que no es la manera más inteligente de hacerlo. -- cotilleo en voz baja.

— Son impulsivos, créeme.— se gira para mirarme—, Pero no verás jamás a nadie cubrirse las espaldas como lo hacen entre ellos. 

Muerdo mis uñas, pensativa. Imágenes borrosas vuelven a mi cabeza, la expresión del chico de pelo azul cuando Jungkook le ordenó que me sacara del privado. No quería dejarlos y creo que me odia por eso. No sé el motivo del porque ése tal, Yoongi estaba tan molesto. Y prefiero no preguntar temiendo ser yo, la causante.

Digo, se que la idea no era salvarme.

Mis ojos pican por el recuerdo.

Pero aquel demonio lo había hecho… y ese era el problema.

En los últimos días solo lo había visto una vez en el gimnasio, mientras limpiaba la cinta de correr, no había notado su presencia en el umbral de la puerta. Cuando me giré para tomar el limpia cristales me había sobresaltado en mi lugar. Tragaba saliva al comprobar que sólo llevaba puesto un pantalón de chándal gris marcando de manera muy pronunciada la parte más privada de su anatomía.

Muy muy pronunciada porque estaba dura y gorda, inclinada levemente hacia un lado.
Aparte de aquel insinuante pantalón, no tenía nada más, a excepción de los zapatos y de una toalla minúscula y blanca colgada de su hombro, el mismo que descansaba sobre la madera. Era la segunda vez que veía su torso desnudo, pero nada tenía que ver con la primera, a pesar de que aquella fue muy poco gracias a su camisa desabrochada. Pero ese día la luz entraba a raudales por las dos ventanas de la estancia, él estaba muy cerca y mirándome fijamente. Aun así, no pude evitar pasear mis ojos por el duro torso, muy marcado y trabajado, que dibujaba en relieve unos cuadraditos que captaron mi atención.

Me imaginé caminando hacia él poniéndome de puntillas  para susurrarle al oído las muchas formas en las que me gustaría que me follara en aquel gimnasio. No sabía cómo aliviar esa extraña mezcla de sentimientos y sensaciones que me estaban invadiendo, que me recorrían de pies a cabeza.

Sentí una punzada en mi sexo cuando me miró con esos ojos oscuros y lacivos.

Intenté eliminar el pensamiento de cómo se sentirían mis dedos recorrer esa línea que comenzaba desde el ombligo y bajaba hasta perderse en el interior del pantalón. 

Elevé la mirada para continuar viendo esos ojos fijos en mí. Lo había visto gesticular y aparté mis auriculares todo lo rápido que pude de manera torpe y nerviosa para escucharlo.

No hace falta que limpies aquí. 

Su voz había salido ronca y áspera, mi cuerpo no respondía a mis órdenes, ni a mis súplicas. Mis labios se entreabrieron para una respuesta pero el sonido no salió.  Comenzaba a notar su impaciencia, entonces me incliné para tomar los productos de limpieza con mis manos temblorosas.

Cerré los ojos soltando el aire pero él había vuelto a hablar.

¿Hay súper pegamento en mi suelo? ¿Por eso sigues aquí?

La crudeza de sus palabras abrieron la herida que él mismo se había encargado de provocar. Salí de ahí sin la necesidad de responder nada , sintiendo mis piernas como gelatina. 

A pesar de todo lo ocurrido la lujuria en mi había resurgido nuevamente, me encerraba en mi habitación, rememorando esa obra de arte mezclado con recuerdos de todo lo acontecido aquella noche en su baño, cerraba  mis ojos, llevando un dedo a mis labios para humedecerlo con abundante saliva, levantaba mi camisón y mis bragas con mi otra mano. Me frotaba el clítoris una y otra vez,primero muy despacio, recreando en mi mente su acercamiento , recordando su aliento dulce golpear mis labios para luego darle paso a la punta de su lengua y humedecerlos. Esa remembranza hacía acelerar mis dedos añadiendo casi toda mi mano, frotando con rabia hasta deshacerme. Me venía tantas veces esperando que el cansancio me venciera, creyendo calmar lo que aquel hombre provocaba en mí, como ningún otro había despertado en mi interior. 

—¡Ey!— Valerie chasquea los dedos frente a mis ojos. -- La pared y yo creemos que ya es hora de irnos—Muerdo mi labio inferior sintiendo mis mejillas encendidas. Camino al baño mientras le digo que continúe, mientras humedezco con agua fría mi rostro acalorado. 

Valerie estaba comportándose como una gran amiga o tal vez era un sentimiento de culpa por ser parte también de aquella subasta en Garden Baron. Aún así, me aferraba a nuestra llamada rápida amistad; escribiéndole mensajes con pequeños trozos de mi vida, preguntando por la suya a cambio.

Salgo del baño luego de unos minutos mientras la observo parada frente a mi espejo de cuerpo entero.

Vestida con un delgado vestido blanco que llegaba a medio muslo y dejaba poco a la imaginación, planchaba su pelo por enésima vez, asegurándose que se veía absolutamente perfecto... para una fiesta en la mansión.

—¿Qué es eso, Maggi? —Valerie dejó la plancha. Observando mi cuerpo por encima del hombro. — ¿Por qué aún no estás cambiada?.

Miré a mi camiseta holgada y pantalones cortos de color marrón.

—¿Para qué? 

—Hay una maldita fiesta,justo cruzando el jardín, Margarette. 

—Oh, no,no,no—. Negué frenéticamente. 

—No pienso salir de mi habitación, tengo un libro por terminar y dejé una pintu…

—No podría estar más en desacuerdo contigo —me corta, caminando hacia mi armario—. ¿Por qué dejas que tu tía guarde su ropa aquí? ¡Qué mierda es esto! 

Su gesto de desaprobación mientras descargaba cada prenda sobre mi cama, me hizo sonreír. 

—Bien, creo que esa camiseta y esos shorts te quedan geniales.

—No iré,Val. — me senté en el borde de la cama, observándola —¿Eres consciente de que muestras tu tanga rosa a través de tu vestido en este momento? Lo poco de vestido que llevas, de todos modos.

—¡Daaaah! Ese es el punto. — se sienta a mi lado. — Creo que sería genial que salgas de esta cueva.

—No lo sé, no soy buena, ya sabes, socializar y esas cosas…

Rodó los ojos. — No necesitas hablar con nadie. Solo distracción. 

— ¿Mañana puedes acompañarme a una entrevista de trabajo que tengo?—Pregunto cambiando el tema.

Asiente frotando mis hombros, se pone de pie y se echa un vistazo antes de salir.

Sus pies se detienen y la analizo durante unos segundos más, ahí parada.

—Se fue de Soley por unos días.

El comentario me hace titubear.

—¿Q-quién?—finjo no saber a quién se refiere.

—Si cambias de opinión —Abrió la puerta— Búscame en los toboganes de agua. 

Me guiña un ojo y ambas nos reímos, me tira un beso al aire cerrando la puerta. 

Dejo escapar un suspiro encogiendo mis hombros . Tomo mi libro del modular cruzando las piernas sobre la cama mientras me consuelo a mi misma de que seguramente después de leer caiga en un profundo sueño.

_____________________________________


Había pasado una hora y cuarenta minutos desde que Valerie salió de mi habitación. Y sé por qué la idea de leer y dormir estaba absolutamente lejos de realizarse.

La música y gritos retumban como si la fiesta estuviera en el apartamento.

Me cubro con la almohada mis oídos cuando el karaoke inicia por alguien que al parecer está agonizando.

Escuché una carcajada al otro lado de mi ventana que se me antojo molesta, al parecer eran un grupo fumando.

¿Es que acaso el maldito lugar no era lo suficientemente espaciado?

Arrugué el entrecejo sentándome en la cama, dando patadas para apartar la arrugada sábana de mi cuerpo.

Rodé los ojos cuando me encontré maldiciendo como mi tía. Al parecer no solo compartimos la forma de vestirnos.

Él no estará

Una vocecita me susurra en la cabeza.

¿Podría? 

No. Será mejor que me duerma.

Sólo distracción.

Maldición si. 

—¡Si que puedo hacerlo, por todos los cielos tengo 23 años! —me doy ánimo en voz alta.

—¡Así se habla, nena!

—¡Cierra la boca, mis tíos duermen!

—¡Lo siento! 

Cubro con mis manos una carcajada que sale de lo más profundo de mi, al darme cuenta que estoy hablando con la sombra de un chico en mi ventana.

Busco mis zapatillas, y desecho la idea de cambiarme. Esta noche seré como alguna vez fui. Esa Maggi que tenía sueños y proyectos pero que solía divertirse.

A la que todavía no habían destrozado.

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