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ʙᴇꜱᴏ 5: ᴇɴ ʟᴏꜱ ʟᴀʙɪᴏꜱ


Nunca había visto a alguien con tanta expresividad en su rostro, hasta que vi la cara del enano (no tan enano). Sus ojos se habían abierto por completo y sus mejillas, junto con sus orejas, estaban completamente rojas. A pesar de que no era una vista tan novedosa...

¿Podía ser más... adorable?

— ¿Po-Por qué? — tartamudeó —. Apenas me conoces...

Ladeé la cabeza ante su pregunta. ¿A qué se refería? ¿No se había visto al espejo? ¡Era la persona más tierna y linda que había visto en mi jodida vida! Sus ojos, su cabello, su insoportable manera de hacer las cosas...

Esperen, ¡estoy hablando de un chico!

— ¿Recuerdas que... em... yo soy homofó-?

— Sí, eres un homofóbico de mierda — me interrumpió. Me empujó con fuerza, así que no me quedó otra opción que darle un poco de espacio personal —. Y no sé por qué actúas de esa manera, yo-

— Ya te dije la noche que te conocí — comenté —. Odio a los gays, pero tú eres especial.

— ¿Por qué?

— Porque... — traté de pensar en una respuesta razonable — eres tú...

YeonJun desvió la mirada al escucharme. Al principio pensé que lo había ofendido, pero las simples palabras que salieron de sus labios resonaron por mis oídos. Era la primera vez que me sentía tan feliz. 

— Sí, pero... nada de bromas. 

Tuve ganas de abrazarlo con todas mis fuerzas, Aunque, sin embargo, como mi cuerpo aún no se acostumbraba a estar cerca de alguien como él, preferí evitar aquel movimiento. A veces los impulsos hacían muy mal. Aparte, él no querría que vomitara encima, ¿verdad?

— Nada de bromas — accedí sonriendo —. Lo juro.

Ambos escuchamos el timbre que daba temrinaba la anteúltima clase. Antes de que pudiera decir algo, el pelirrojo se acercó a mí y me besó en la mejilla, poniéndose de puntitas. No pude reaccionar a tiempo, ya que mi cuerpo se había puesto rígido en el lugar.

— Adiós — susurró, para luego irse corriendo. 

Con mis piernas temblorosas, tuve que subir las escaleras y caminar hacia mi aula. No entendía si mi complejo de gelatina se debía a mi estómago o a mi disconformidad son ese saludo. ¿Por qué "adiós"?

¿Iba a ser la última vez que lo vería este día? ¿No lo vería luego de clases?

¡Se supone que soy su pareja! Debía estar con él a todas horas, ¿verdad? ¿O era muy intenso?

Era la primera vez que salía con un chico, así que no sabía exactamente cómo actuar. Pero, si Jennie podía salir con personas de su mismo sexo, yo también podía, ¿cierto?

— Oye, Soobin, ¿estás bien? — Jennie me estaba picando con el lápiz. Desde que ella volvió, Jessi se sentaba con una nueva amiga que había hecho. No me quejé —. Pareces en shock. ¿Viste un fantasma?

— Algo así — susurré. Por suerte, el profesor ni siquiera nos estaba prestando atención —. Creo que vi a mi padre.

Sentí como mi mejor amiga me observó con sorpresa, sin verla. No era de esperarse que su boca estuviera más abierta que la de un pitón.

— ¿Cómo? ¿Dónde? ¿Él no se había ido...?

Asentí varias veces.

— Me refiero a que lo vi en mí mismo — expliqué, suspirando —. No me considero gay ahora, pero tal vez en el futuro lo sea. Sinceramente, las chicas ahora ni siquiera consiguen mi atención.

Escuché un sonido sordo de parte de Jennie y, al verla, noté como una sonrisa completa estaba dibujada en su rostro. Sus ojos brillaban al extremo y parecía estar a punto de subirse al banco y bailar para strepteasse.

— Felicidades — dijo solamente. 

Me guardé lo que pensaba, ya que sabía lo que iba a suceder. Luego de clases, si iba a mi casa, ella llegaría con un pastel gigantes con penes de chocolate y me diría: "¡Todos son para ti!". Nunca se me pasó, pero no estaría de más imaginar aquello. Mejor estar preparado para lo peor.

Al terminar las clases, mis pensamientos seguían inquietos por el saludo que me había hecho YeonJun tiempo atrás. Me molestaba un poco la terrible idea de ni siquiera poder devolverle el saludo. Es decir, él fue el que me besó la mejillas y me dijo "adiós", mientras que yo solo me quedé quieto mirando al espacio exterior.

Sin más, guardé mis cosas y, sin evisarle a Jennie, me fui corriendo hacia donde se suponía que era el aula de YeonJun.

Aún no había salido, por lo que me dispuse a esperarle fuera de aquella. 

Sus compañeros me miraban; unos con rareza, y otros con sorpresa, lo que me pareció extraño. Que yo lo supiera, no era una persona popular como para que las personas me miraran de ese modo. ¿Tal vez tenía algo en la cara...?

— ¿Soobin? — La voz de mi actual pareja me hizo salir de mis pensamientos. No lo había visto salir, pero ahora se encontraba enfrente mío, sonrojado, junto con Lisa —. ¿No-No vas a casa?

— Voy con Jennie — la chica pelirosa se despidió de nosotros, pasando por mi lado e ignorándome —. Hasta mañana.

Me pregunté si realmente Jennie no había traumatizado a la chica. Aunque, ellas salían, ¿verdad? Luego de las clases. Y como ellas salían, ¿por qué nosotros no?

— Te acompañaré a casa — le dije rápidamente a YeonJun. 

Siguió observándome con sorpresa, cada vez más rojo. 

— ¿Por qué? —preguntó.

— Porque soy tu pareja, obviamente. Y quiero que llegues bien — contesté —, y solo confío en mí para ello. 

— Está... está bien.

YeonJun comenzó a caminar hacia la salida y lo seguí. Fue un trayecto largo y silencioso, pero, por alguna razón, no me desagradaba. Es más, me gustaba la idea de estar a su lado sin tener la presión de tener que responder preguntas... o pensarlas.

Aunque no sabía sus pensamientos. ¿Le molestaba o agradaba el silencio? ¡Había tantas alternativas!

Era la primera vez que salía con un chico, y también era la primera vez que me sentía tan bien conmigo mismo.

¿Por qué estaba tan nervioso, entonces?

— Entonces — comencé —, ¿vives por aquí?

— Sí, vivo con mi padre. Aunque ahora está de viaje. 

Observé su mano de reojo y, con disimulación, llevé la mía hacia aquella con suavidad. Su piel era suave y cálida, como aquellas que deseas tener siempre. No era un tacto normal. Para mí, YeonJun era especial y, por lo tanto, su tacto también. Pero no nos dejemos llevar por las palabras. Él no era muy diferente a los gays —creo— o las niñas caprichosas que se quejaban por todo. Era una persona, un humano, común y corriente, el cual, teniendo dicha normalidad, era especial para mí.

Yo recordaba ese sentimiento. Jennie me hablaba de aquel. Se llamaba amor. Y no podía nergarlo, por ningún medio. Ya había tenido días de sobra para pensarlo. 

Me gustaba YeonJun.

Mi mano finalmente se entrelazó con la suya y mi corazón comenzó a acelerarse. Temía que mi estómago me obligara a lanzar mi almuerzo, por lo que no accedí a otra cosa mayor. Quería y necesitaba darle una buena imagen a él. Tenía que demostrarle lo especial que era como para que estuviera con una persona que odia a los de su tipo. 

— Bu-Bueno... aquí es — sus palabras me sacaron de mis íntimos pensamientos. 

Traté de no bufar decepcionado cuando me soltó la mano para abrir la puerta. ¿Acaso no podíamos quedarnos, quietos, disfrutando el tacto del otro?

Aunque, bueno, era verdad que hacía frío, ¿debía abrazarlo?

— Entonces... ¿quieres entrar? — preguntó.

Pensé en cómo me regañaría mi mamá por salir como mi padre y en todo lo demás. Pensé en cómo mi mejor amiga se burlaría de mí y cómo estaría haciendo algo que a una persona promedio como, le haría vomitar. Entonces fue cuando vino mi respuesta:

— Claro. Tú ya conocer mi casa, ¿no?

No le había prestado atención a mi alrededor debido a su presencia. Sin embargo, cuando el sonido metálico del portón — que él había abierto — resonó, mi cerebro obligó a mis ojos a notar lo que antes había sido invisible por andar de distraído.

¡Era una jodida mansión! Y no una pequeña u hogareña, sino una del tamaño de una manzana entera. Tenía desde columnas hasta estutas y arbolitos con formas de animales. 

— ¿Vives aquí? — pregunté sorprendido.

— Sí. Mi familia es millonaria en sí y blah, blah, blah. ¿Entras?

Mi boca debió estar muy abierta, ya que en cuanto quise responderle, la sentí seca. Lo seguí por unos pasillos elegantes — en un jodido parque — y por otras cosas más que ni siquiera podría decir. No veía a ninguna persona ni a ninguna mascota gigante, por lo que no me preocupé mucho.

Habríamos tardado unos cinco minutos en caminar desde la reja hasta la puerta principal y, de alguna forma, aquello me dejó más sensible de lo que estaba.

— Espera, ¿por qué trabajas en un bar gay si tienes todo esto? — pregunté mientras entrábamos. La duda había aparecido de la nada.

— Porque quiero estar con Lisa...

— Qué buen amigo — comenté. 

Rió en voz baja y sonreí al escucharlo. No recordaba haberlo escuchado reír antes debido a su humor extraño, así que me alegré.

— ¿Quieres algo de beber?

— No, no — respondí. Dejé mi mochila en unos de los sofás y me senté en una de las sillas. Al parecer, estábamos en un comedor gigante —. Aunque gracias.

YeonJun se hallaba de pie lejos de mí. Al principio pensé que era porque le desagradaba, pero, sus mejillas sonrojadas respondieron por sí mismo.

Hey, ven aquí — susurré. Hice una palmadita en mis piernas, indicándole que quería que se sentara sobre mí. 

Nunca lo había hecho con una chica, pero sabía que esto les parecía tierno. Bueno, al menos a ellas. O eso era lo que Jennie me había contado.

Aún cuando pensé que iba a negarse, caminó hacia mí con paso tranquilo y se sentó como si en verdad mis piernas fueran de asiento. Mi cuerpo, gracias a Dios, había accedido ante ello sin molestar. Mi estómago tenía una sensación bonita y mis labios no borraban aquella sonrisa tonta que tenía desde que él había aceptado ser mi pareja.

Apoyó su espalda contra mi pecho y abracé su cintura, recibiendo su calidez y aroma casi de inmediato. Su cabello reojizo me pareció suave, así que me dispuse a peinarlo con cariño y cuidado de no molestarle.

Al parecer, le gustó tanto como a mí. Sus ojos se cerraron con lentitud y su respiración se fue haciendo cada vez más tranquila, como una pequeña persona y adorable. Lo que él era en su totalidad.

— Soobin... — murmuró minutos después. Giró un poco su rostro y me observó directamente a los ojos.

En estos instantes, me sentí la persona más nerviosa e insegura del mundo. Aceptaba que gustara YeonJun y que pudiera estar con él, tomados de la mano y abrazados. Sin embargo, aún cuando sus ojos se apegaran a los míos y sus labios rojos brillaran, no podían estar seguro de sobrevivir a un beso de su parte.

Mi cuerpo no parecía reaccionar ante mis pensamientos, ya que mis ojos se fueron cerrando, al igual que los de él, y mi rostro fue acercándose cada vez más al suyo. Nuestras narices rozaron de a poco, acercándonos cada vez más y más. Podía sentir su respiración contra la mía.

Entonces, un ruido domoníaco me hizo sobresaltar y abrir mis ojos. Me despegué de él para mirar a mi alrededor y lo único que pude ver, fue una especie de hurón caminar hacia unas escaleras.

— Odi — gruñó YeonJun. Él estaba, aparte de decepcionado, enojado.

— ¿Tu hurón? — pregunté para cambiar de tema. Mis ojeras debían estar rojas por el momento vergonzoso —. ¿No se llamaba Soobinie?

Sus mejillas pasaron de rosado a un rojo oscuro.

— ¿Te-Te diste cuenta?

— ¿Que vistes como chica para conquistar a tipos como yo? Sí — respondí, sonriendo —. Me enamoré de tus dos caras, YeonJun. 

Debí decir algo muy cursi, ya que escondió su cabeza con rapidez en mi pecho. Reí ante eso, ya que me había parecido lo más tierno que él había hecho hasta ahora.

— ¿Te vas a quedar a dormir? — Su pregunta me sorprendió —. Me da miedo estar en casa solo...

Me mordí los labios para no reírme de nuevo. Eso había sido la excusa más tonta que escuché en mi vida. Aunque, vamos, ¿a quién no le alegraría ello? Ni siquiera llevaba un día con él, y me tenía la suficiente confianza como para invitarme a dormir en su casa. 

Sin usar demasiada fuerza, llevé una de mis manos hacia sus muslos y una hacia su espalda, levantándolo como el princeso que en verdad era. 

— ¿Dónde está tu habitación? — pregunté.

Me abrazaba con fuerza mientras sus ojos brillantes y sus mejillas hacían una combinación perfecta. Sus manos se aferraban a mi camisa y, no pude evitar observalo con detalle. 

— Escaleras arriba, segunda habitación a la derecha. ¿Ocurre algo? — bufó —. ¿Puedes dormir en mi habitación también? Es que hace frío...

— Ocurre que... Dios, ¿sabes lo que has hecho?

Él parpaderó, confundido.

— ¿Qué hice?

Me enamoré de ti, ¿eso responde tu pregunta? — confesé.

¿Iba muy rápido? No importaba, su rostro sonrojado fue lo más hermoso que vi después de mis palabras.





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