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ʙᴇꜱᴏ 2: ᴇɴ ʟᴀ ᴍᴇᴊɪʟʟᴀ

Las clases transcurrieron con la mejor normalidad posible. Jennie, por su lado, seguía leyendo cómics —los cuales escondía detrás de los libros—, y yo hacía cualquier tipo de dibujos extraterrestres detrás de mí carpeta. Y no, no eran dibujos de aliens, sino de una persona que apenas conocía el nombre de Picasso.

No sentí presión alguna hasta que sonó el receso, por alguna razón.

Con mi mejor amiga nos sentamos en la misma mesa de siempre, a un rincón de las ventanas que daban al patio. No estaba muy cómodo allí, pero no podía quejarme comparando a las demás maderas con patas.

— Oh, Dios — susurró Jennie a la mitad de su sándwich de puro queso tal ratón. Tomó mi brazo y comenzó a sacudirlo para que me prestara atención —. Es ella, Soobin. ¡Es ella!

— ¿El exorcista? — pregunté bromeando.

No me hallaba en un gran momento, ya que estaba cansado por la noche anterior. Mi cerebro no tenía gana alguna de procesar o recordar de quién podría hablar o referirse.

— No, no. La chica del bar. ¿Recuerdas que la salvé de que se cayera ayer?

— No.

— ¡Oh, maldición! ¡Creo que me vio! — exclamó emocionada —. ¿Crees que me tome como alguna acosadora?

Fue recién cuando dirigí los ojos a donde ella los había puesto. Dos mesas enfrente nuestro, a la izquierda del buffet, se hallaba una chica con cabello rosado. Mi rostro tranquilo no cambió hasta que noté quién estaba a su lado.

— Creo que solo te tomará como una acosadora si le sonríes — contesté —. Conozco al chico de al lado. Me llevó a la enfermería cuando la nariz me sangró.

Y como si hubiera escuchado lo que dije, los ojos del pelirrojo se pegaron a los míos por unos segundos. No fue mucho ya que desvío la mirada, pero en ese instante sentí un pequeño revuelto en mi estómago. Esperaba que no fueran vómitos... ni alguna otra cosa.

— ¡¿En serio?! — gritó Jennie en mi oído.

Asentí con lentitud a modo de respuesta. Desde lejos, podía notar como las orejas del tan YeonJun se volvían rojas, camuflándose con su cabello. ¿Las personas no lo confundían con un fósforo?

— ¡Pues ve y haz que me presente a la chica!

— ¿Qué? — pregunté, confundido. Observe a mi amiga y, como si no fuera obvio, en su frente tenía escrito: "quiero salir con esa chica" —. ¿En verdad?

— ¡Sí, sí, sí! ¡Por favor!

Los ojos castaños de Jennie se encendieron como una pequeña lámpara, cosa que no pude evitar detallar. Ella se veía de esa manera solo cuando uno de los personajes de Cómics DC aparecía vivo en carne y hueso en una película.

— De acuerdo...

Me levanté de la silla, olvidando mi almuerzo, y me dirigí a la mesa en donde se encontraban YeonJun y la tal chica que Jennie quería avisar.

Tal vez le estaría por deber otro favor al chico.

— ¡YeonJun! — dije con mi mejor sonrisa. Me senté a su lado y le rodeé los hombros como si lo conociera desde hace años —. ¿Qué tal?

Él abrió los ojos por completo, sorprendido. Sentí cómo su cuerpo se tensaba un poco. ¿No le gustaba el tacto ajeno?

— Bien...

— Ella es mi amiga, Jennie — agregué señalando a su lado.

— ¡Mucho gusto! — dijo ella. Miró a la chica con cabello rosa y la saludo con un beso en la mejilla —. Mi nombre es Jennie. ¿Y el tuyo es...?

— Lisa.

Sonreí orgulloso de mi amiga y me dispuse a prestarle atención a los movimientos de sus coqueteos. En verdad aprendía mucho de ella.

Mi cerebro pareció dar un vuelco en cuanto la tal Lisa me observó. Me percaté de sus ojos distintos. Eran raros. Uno de cada color.

Y mi mente colapsó. Fue como si me echaran un gran balde de agua helada.

Mis recuerdos de la noche anterior habían vuelto. Y mi brazo aún seguía en los hombros del chico gay.

— Tú eres del chico del bar — dijo la pelirosa, ignorando a Jennie, como si aún estuviera con el alcohol en la sangre —. Es extraño que estés abrazando a un chico gay, considerando tu fobia.

Al principio sentí calor. Luego frío, y por último nada. Sabía que estaba dudando y que me faltaba menos de un paso para desmayarme.

Yo... Estaba tocando a una persona gay.

Hoy había besado en la frente a una persona gay.

Había dejado que una persona gay me cure la nariz.

Saqué mi brazo con lentitud de sus hombros y me levanté enseguida del asiento. Sin mirar al pelirrojo, parpadeé y me tapé la boca en un acto impulsivo.

Era repugnante.

— Li-Lisa... — Escuché a YeonJun quejarse, pero ni siquiera giré para verle la cara. Estaba asqueado.

Mi estómago se comprimido y tuve la primera arcada. Instintivamente, me giré y corrí hacia los baños. Lo último que había escuchado de ellos, había sido un ligero 'torpe' de parte de Jennie.

Esperaba al menos, que no le haya arruinado el coqueteo con mis vómitos de resaca. El alcohol nos había jugado una mala pasada a ambos.




Horas después de haber vomitado, agradecí que mi madre estuviera de viaje. El profesor había entendido mi actitud de ebrio estúpido, para más tarde enviarme a cada temprano.

Como de alguna forma debía distraerme de aquellos recuerdos morbosos, decidí hacer un trote nocturno. No era de hacer deporte en a la noche, pero no tenía otro cosa qué hacer. Los deberes me los había perdido y no se los podía pedir a Jennie, ya que ni siquiera los había copiado o visto. Eso era lo único malo de tener a una amiga vaga, geek, y gamer. 

Empezaba bien mi ritmo. Cómo aún era verano, la noche estaba perfecta y no se notaban ladrones o personas sospechosas de las cuales dudar.

Todo iba perfecto, según lo planeado, hasta que me tocó pasar a un lado del bar que casi me hizo perder mi hermoso hígado.

Aumenté la rapidez de mi corrida, sosteniendo mi estómago por el mero recuerdo.

Y como si Superman estuviera del lado malvado, algo rozó mi nariz sin que pudiera ver qué era. Por lo que pude procesar en los primeros segundos, concluí que alguien había lanzado algún objeto en mi bello rostro.

Por supuesto, me detuve para ver quién era el estúpido causante.

Bajé la cabeza y noté un celular de última generación en el suelo. Estaba sonando con un tono altamente irritable, un número desconocido en la pantalla táctil, que de suerte no se había roto.

Sin más, lo tomé, curioso.

— No contestes — Oí a mi costado, una voz conocida.

En cuanto giré para ver de quién se trataba, los esfuerzos por no tener arcadas se fueron a la tumba de Voldemort. Allí mismo, a menos de tres metro en frente mío, se hallaba el gran chico gay de mis pesadillas: YeonJun.

— Ah... ¿Esto es tuyo? — Pregunté.

Pregunté tragando saliva y extendiéndole el celular.

— Sí, tíralo. Deshazte de él. — Contestó con una mueca. Al parecer aún no me había reconocido por las luces no muy deslumbrantes del lugar.

Arqueé ambas cejas, extremadamente confundido. La maravilla que tenía en mi mano debía valer bastante... ¿Y él me pedía que lo tirara? ¡Estaba loco! Una razón más para detestar a las personas de su tipo.

— ¿De verdad?

— Sí — respondió. Y como si en verdad no le importara, bufó y abrió la puerta del bar para poder entrar.

— No, espera — Lo tomé del brazo y lo obligué a que observara.

Su mueca se hizo más visible al verme. Alejé mi mano rápido, esperando que no malentendiera las cosas. No era como si quisiera tocar a alguien como él.

— ¿Tú de nuevo?

— Eh, eso debería decir yo — me quejé, ignorando la musiquita del teléfono —. No puedes tirar esto.

— Dije que te lo regalo.

— Si no quieres que esta persona te llamé, solo pon bloquear. — comenté.

No es como si me importara lo que él hiciera, pero no podía aceptar un regalo de él. Tampoco podía aceptar que lo tirara. Sería un gran desperdicio. Es decir, mi celular valí menos de la mitad de esa cosas. ¿Era en serio lo que estaba haciendo?

— No puedo hacerlo, me seguirá llamando — farfulló desviando la mirada.

Ladeélos ojos.

— Entonces solo inventa una tonta mentira. ¿Cuál es tu problema?

— No... No puedo. Es difícil.

¡Tontos gays! Nunca podían hacer nada. ¿Acaso debían hacer todo por ellos?

En cuanto el celular sonó de nuevo, contesté la llamada.

— No llames más a éste teléfono — dije rápidamente, sin dejar hablar a la otra persona del otro lado de la línea.

— ¿Yeonjunie? ¿Quién habla? — Escuché. Empalidecí cuando noté que era la voz de un chico, joven, masculina —. Dame con YeonJun, por favor.

Mire al gay, extrañado. ¿Ese chico era un acosador o algo por el estilo? ¡Qué desperdicio de humanos!

— No, no te pasaré con él — contesté —. Y ni siquiera se te ocurra llamarle de vuelta, llamaré a la policía, ¿me has oído? Deja de acosarlo.

— Soy su ex, tengo derecho — dijo el chico en línea.

Fruncí el ceño de inmediato. ¿Su ex? Oh, por favor. Que fuera su ex no significaba que tenía derecho alguno de acosarlo o molestarlo. Por algo le cortó, ¿No?

— Y yo su novio, deja de joder — balbuceé.

Antes de quedar como un cordero en disfraz de lobo, corté y le devolví el celular al pelirrojo. Sus ojos estaban abiertos como platos.

No me percaté de lo que había hecho hasta que mi cerebro enfrió.

De nuevo, había metido la pata bien profundo. ¡Dije que era el novio de un chico! ¡¿Estaba drogado?! ¡¿Qué demonios me ocurría?! 

Oh, Dios. Fue un impulso. Por favor, fue un impulso... Tranquilo SooBin. Solo fue un impulso. Eso te pasa por ser generoso. Por ser un idiota generoso.

— Aclaro que fue una mentira — comenté con rapidez.

— Pe-Pero... ¿No eras homofóbico? Se supone que me tienes asco.

«Y mucho» tuve ganas de decir.

— Oh, no. Los vómitos de hoy fueron por el alcohol de ayer — expliqué. En parte era verdad. Tuve vómitos por el alcohol, aunque aquellos se aceleraron gracias a él.

Esperen... ¿por qué estaba mintiendo un poco? ¿Por qué me estaba justificando?

El frunció el ceño.

— No te creo.

— ¿Por qué? — Pregunté.

Infló las mejillas. Por un momento creí que eso se vería tierno en una chica.

— Porque no.

— ¿Y cómo puedo probártelo?

— Y yo que sé — gruñó.

Bufé y, cobrándole todos los favores que le debía, me incliné y le besé la mejilla. Luche contra mi estómago, mi cerebro y mi sentido común.

¿Ves? No me asqueó — mentí. 


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