Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

ʙᴇꜱᴏ 1: ᴇɴ ʟᴀ ꜰʀᴇɴᴛᴇ

Abrí los ojos con lentitud al escuchar la molesta alarma que despertaba a medio mundo. Siempre había comparado ese horripilante ruido con un gallo y un pato ahorcándose entre sí. Era lo más cercano en mi mente.

Sentí algo en mi mejilla y pude darme cuenta al momento que era el pie de Jennie. Ambos habíamos dormido en su cama. Ella de un lado, y yo del otro. Lo peor era que sus piernas estaban sobre mí, dejando sus raros pies de gladiador en mi cara.

— Jennie... — me quejé. La empujé de un rodillazo y cayó de la cama con ruido sordo. Sonríe satisfecho al notar que se estaba despertando de a poco en el suele. Bostecé —. ¿Qué hora es... ?

Jennie se sentó en el suelo y se estiró. Estaba completamente despeinada y con las ropas fuera de su lugar. No me hubiera sorprendido si un pecho se le salía de la camiseta que de había puesto anoche.

Lo sé. Sé que ustedes piensan "¿cómo es que pueden dormir juntos y aún así no tener nada de vergüenza el uno con el otro? ". La verdad, sencillamente, era de Jennie siempre había sido del otro bando. Para sus padres no había sido problema, ya que su madre era bastante liberal. Aunque no me pregunten cómo ocurrió eso, ya que no tengo la menor idea.

Salí de mis pensamientos al escuchar el chillido de Jennie. Sus ojos estaban abiertos como platos, mirando el reloj. Por suerte la alarma ya había parado. ¡Por suerte!

Me levanté de golpe al ver lo mismo que ella: teníamos menos de diez minutos para llegar a clase a tiempo. ¡Menos de diez minutos!

Un dolor punzante en la cabecera hizo ver negro durante algunos segundos. Parpadeé varias veces y solté un quejido. La resaca me estaba partiendo la cabeza. No era de embriagarme seguido. A decir verdad... ¿bebí alcohol anoche? 

Jennie imitó mi movimiento brusco y corrió al baño. Maldije por lo bajo. Me estaba orinando y ahora ni siquiera podía mirarme al espejo o algo para ver si espantaba mosquitos.

— ¡Jennie, déjame entrar! — exclamé, golpeando la puerta de aquel cuarto. No salió hasta cinco minutos después, en donde ya estaba arreglada de pies a cabeza, aunque aún con la ropa de salida de anoche. —. Gracias al cielo.

Me tomó del brazo y comenzó a arrastrarme hasta fuera de la casa, sin ni siquiera dejarme tomar un bocadillo o ir a orinar primero.

— ¡Llegaremos tarde! — dijo, luego de cerrar la puerta y empezar a correr conmigo a rastras. Le seguí el paso hasta llegar al colegio.

Ventajas de que su casa quedara cerca de aquel.

Mientras ella descansaba y tomaba bocanadas de aire, opté por ir a buscar un jugo en las máquinas. Mi garganta estaba seca y parecía abandonada desde hace mucho tiempo. No me sorprendería si tuviera telarañas en aquella.

La máquina tragó mi billete y yo mi jugo. Al menos estaba a mano con la pobre máquina oxidada.

No me había dado cuenta que todas las estudiantes fijaban los ojos en mí hasta que el timbre tocó y giré a ver a mi alrededor. Aquellos habían desviado la mirada rápidamente. 

Y eso me hizo preguntarme... ¿realmente era tan guapo como para llamar la atención de cada una de las chicas? Bueno, no tenía quejas. Aunque era extraño. Podría apostar cualquier cosa que debajo de mis ojos miel hay ojeras negras y que mi cabello está tan levantado como bombero con alarma de fuego. El que fuera rubio al menos lo disimulaba... ¿no? ¿O era al revés?

Le sonreí a un grupo de chicas, tratando de coquetear y ellas apartaron la mirada. ¿Eran tímidas...?

— Vamos, espanta chicas — Jennie se había recuperado. Había comenzado a caminar hacia nuestro salón, escaleras arriba. Tuve un poco de envidia del tiempo que ella había tenido para arreglarse.

— ¿Disculpa? Creo que la que espanta las chicas de mi lado eres tú, chica rara — Comenté siguiéndola.

Siendo honesto, no sabía la razón de mi soltería. Siempre era atento y normal con las chicas. ¿Qué tenía de malo? Según Jennie, mi única amiga en esta escuela, opinaba que yo tenía un aura muy extraña. También decía que era un bruto, al igual que mis ex novias cuando me dejaron. Nunca llegué, ni llegaría a entender a lo que se referían.

Al estar en clases, todo había llegado a ser normal, por un lado, yo prestaba atención al profesor mientras nadie se fijaba en mí. Por otro lado, Jennie leía uno de sus cómics de Marvel Azul. Y no. No sé cómo se llama esa compañía. Siempre olvido el nombre cuando Jennie me lo dice, así que opté por decirle "Marvel Azul". Es más fácil de recordar.

— Choi, ¿se encuentra bien? — Saqué mis ojos del cómic al escuchar al profesor de Historia decir mi apellido.

— Sí — contesté, confundido.

— Mejor hágame el favor de ir al baño y arreglarse un poco. Parece a punto de desmayarse.

Parpadeé y miré a mi amiga, tratando de buscar ayuda o entender algo. Ella apretó los labios, ahogando una carcajada, y se encogió los hombros.

Concluí que era un muerto viviente y que por eso era un espanta-chicas.

Me puse de pie y salí hacia el baño, tocándome el cabello para ver si aparte de despeinado, estaba quemado o algo. No había ninguna señal de incendio extraño. ¿Tan grave era como para que el mismo profesor me mandara a arreglarme?

Los pasillos y el baño parecían estar vacíos, ignorando los cestos de basura llenos y los conserjes que se detenían de hacer su trabajo para tomar uno que otro café, pareciendo profesores luego de una guerra contra una escoba y una casa llena de polvo, usando su típico uniforme, con manchas de sociedad.

«Manchas», pensé. Unos recuerdos borrosos de anoche me vinieron a la mente. ¿Había visto manchas mientras bebía como loco? Mi estómago, aún vacío, se removió haciéndome tener náuseas de tan solo pensarlo. ¿Había besado a un chico o algo así?

Entré en el baño y me olvidé de esa idea, aferrándome a la esperanza de que Jennie me hubiera detenido si habría hecho eso. 

Ahogue un grito cuando me vi en el espejo.

Estaba mucho peor de lo que creía: Ojeras negras, pelo despeinado, pálido —más de lo que ya era—, labios blancos, y un rastro de saliva seca. Si estuviera en un apocalipsis zombie, nadie podría dudar en meterme algo en el cráneo.

Suspiré fuertemente y comencé a lavarme la cara. Al verme al espejo de nuevo, ya un poco mejor, me percaté de que no estaba solo en el baño. Había un chico con pelo rojizo semejante a una chica, observándome como si en verdad fuera un fantasma. Traté de no ladear los ojos. ¿Pensaba sacar un palo y ponerme inconsciente? Porque tenía mi permiso en ese caso.

— No soy un zombie — Comenté.

El chico pareció reaccionar. Asintió y fue a lavarse las manos. Noté que sus mejillas y sus orejas estaban rojas. Tal vez un profesor también lo había sacado por confundirlo con un muero viviente.

— ¿También te mandaron a arreglarte...? — Pregunté curioso. 

Me sequé la cara con algunos pañuelos que había por allí y me acomodé la camiseta y el pantalón. Esperaba que nadie pensara que era un sucio por traer la misma ropa a la escuela dos días seguidos.

Meh, quién lo notaría, ¿no?

— N...no. Yo pedí para venir — respondió. 

Levantó la mirada y fijó sus ojos en los míos. Mi corazón no evitó acelerarse un poco. Las náuseas parecieron invadirme al ver de qué color era estos, similares a un par de adorables manchas.

— ¿Te conozco de algún lado?

Negó con la cabeza a modo de respuesta. Se giró y caminó hacia la puerta de salida del baño. Ladeé la cabeza, aún curioso. Estaba seguro de que había visto a ese chico en algún lado y esperaba, con todas mis fuerzas, que no fuera en ese bar gay aceptador de menores de edad.

Respiré hondo y me masajeé la sien. También caminé hacia la puerta, con la idea de salir e irme corriendo hacia mi salón y regañar a Jennie. De todos modos, mi plan fue arruinado por un pequeño mareo y un gran golpe contra la pared.

Me había golpeado la cara contra la pared de al lado de la puerta, solo.

— ¿E...estás bien? — preguntó el chico.

Parpadeé, tratando de arreglar mi vista y asentí. Creí estar bien hasta que la nariz comenzó a sangrarme a grandes chorros. Aún cuando me la tapaba, seguía corriendo el gran líquido rojo. Estaba seguro de que ahora, incluso con la cara ya lavada, las personas me matarían por parecerme a un muerto viviente. ¡Mira, tiene sangre en su camiseta! ¡Ha matado a alguien!

— No — contesté. Tiré la cabeza hacia atrás, esperando que la sangre fluyera un poco menos —. ¿Podrías guiarme hasta la enfermería? Temo chocarme con otra pared y pintarla de rojo.

No pude llegar a ver bien el movimiento del pelirrojo, pero supe que me había tomado del brazo tímidamente y que me había arrastrado hasta la enfermería.

¡Y bam! Para colmo, la enfermera no estaba. Menuda suerte la mía. ¿Por qué me sorprendía? Mínimo teníamos enfermera, siendo honestos.

— Gracias — murmuré, sentándome en una de las camas y observando el techo —. Esperaré hasta que llegue la enfermera. Te debo una, amigo.

— Eh... pero parece que no va a venir pronto... — comentó el chico.

Me encogí los hombros.

— Soy paciente.

— ¿No quieres que te limpie yo?

— ¿Podrías? — pregunté —. En ese caso, te debo dos.

El chico rió. No era una risa agradable como la de las chicas bonitas, pero podría haber sido peor. Escuché como abría el armario de la enfermera y sacaba algunas cosas. 

Minutos después ya no tenía sangre en mi cara y dentro de mi nariz se encontraban dos bolas gigantes de papel invade-espacios. Por suerte me quedaba la boca para respirar.

Me puse de pie y me miré al espejo. No podía quejarme. Era el mismo Soobin espanta-chicas de siempre.

— Gracias de nuevo — dije. Miré al chico y le sonreí. Le extendí la mano —. Mi nombre es Choi Soobin. Puedes decirme Soobin. ¿El tuyo es... ?

— YeonJun. Soy de segundo año, uno menos que el tuyo — Se presentó. 

De nuevo sus mejillas estaban rojas, pero no parecía estar muy tímido.

— ¿Estás seguro que no te conozco?

Negó la cabeza con rapidez. Demasiado rápido para mi gusto. ¿Cómo sabía mi año? ¿Se lo dije en algún momento? Bueno, podría ser. Mi memoria no era muy buena.

— De acuerdo... — seguí. Le solté la mano y bufé. Si no iba ahora a clase, el profesor iba a molestarse conmigo por haberme dado un pase y estar tiempo de más —. Muchas gracias.

— No hay de qué.

Asentí. Quise estrecharle la mano de nuevo en modo de agradecimiento, pero el timbre resonó en mis oídos. Tenía menos de un minuto para correr a mí salón y dar explicaciones, antes de que el profesor de fuera con los humos encendidos.

Me incliné y le besé la frente. Eso era más rápido que estrechar las manos.

Me eché a correr lo más rápido que pude hacia mi aula, subiendo de a tres escalones. Con suerte la nariz no volvería a sangrarme.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro