Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Cuando se trata de ti

El lunes por la mañana, Jimin pensó que el mensaje escrito en el pizarrón era una broma de mal gusto. Y mientras sus compañeros del salón de clases se burlaban y le molestaban con comentarios fuera de lugar, el pelinegro no hizo más que borrar el mensaje, con enormes caracteres por cierto, usando el borrador del profesor que aún no había llegado.

Eres lindo, Park Jimin.
여뻐요, 박지민.

Y para colmo, había recibido un regaño por parte del presidente de la clase, Jeon Jungkook.

Al día siguiente, martes, Jimin había llegado temprano como siempre. Para su sorpresa, un cartel de esos que se abren como un pergamino y se escriben con tinta, yacía pegado al pizarrón.

—¡Eish! —se quejó el muchacho en voz baja, sin darse cuenta de que había alguien al final del salón.

Jimin se acercó al pelimenta que dormía plácidamente con la cabeza apoyada encima de la mesa.

—¡Yah! —chilló para despertarlo, provocando que el otro alzara la cabeza perezosamente—. ¡Min Yoongi!

—¿Qué quieres, Park? —se quejó el otro mientras se frotaba uno de sus gatunos ojos.

—¿Eres tú quién está dejando esos mensajes en el pizarrón? —le preguntó incrédulo.

Min desvió la mirada y observó el gran cartel que tapaba parte del pizarrón, pero hizo un gesto desdeñoso al instante.

—Yah... ¿Me ves cara de ser tan asquerosamente cursi?

Ahora que lo pensaba, era cierto, Min Yoongi era el chico más arisco y mal genioso de todo el salón. No sería el tipo de persona que haría algo así.

¿Entonces quién?, Jimin se mordió el carnoso labio inferior, pensativo.

—¿Viste a alguien más en el salón? —inquirió otra vez.

—Estaba durmiendo, Park —gruñó el otro—. Y ahora, si me permites, faltan diez valiosos minutos para que el profesor llegue, y no voy a desperdiciarlos hablando contigo —sin más, el pelimenta volvió a bajar la cabeza y se volteó para el lado contrario.

Jimin bufó, y de malhumor, se dispuso a enrollar el pergamino, lo echaría a la basura.

Me gustas, Park Jimin.
좋아 해요, 박지민.

No pudo evitar sonrojarse al observar los grandes y vistosos caracteres frente a él.

—Yah, Park…

El pelinegro se volteó a ver al chico que lo llamó por su apellido, asustándose un poco cuando vio al presidente de la clase parado en la puerta, con su inmaculado uniforme, su cabello castaño perfectamente peinado y su rostro luciendo serio.

Ay, no. Estoy en problemas.

—Presidente Jeon, no me reporte, por favor —imploró con un puchero—. Nada de esto es mi culpa.

Con un suspiro que demostraba su molestia, Jeon Jungkook entró al salón con lentitud y se sentó en su pupitre.

—Solo límpialo todo, Park.

Jimin terminó dando saltitos para despegar el cartel y no dejar rastro de nada. Sintió pena al lanzarlo a la basura, pero sentía que todo esto no era más que un juego de alguno de sus compañeros. Después de sacudirse un poco su uniforme, caminó hasta su pupitre cabizbajo pensando que tal vez, al día siguiente no pasaría nada.

Sin embargo, la mañana del miércoles le dio la bienvenida a Jimin con un nuevo mensaje de amor. Esta vez, adornado con corazones de colores y escrito en grandes hojas de papel y trozos de cartulina que fueron colgados cuidadosamente con chinchetas y algunas presillas de metal frente a la ventana del salón.

No, no. No puede ser.

Park Jimin, quiero besarte.
박지민, 뽀뽀 하고 싶어요.


En ese momento, Jimin sintió pasos fuera del aula y vio una cabellera castaña alejarse por el pasillo exterior. Echó a correr lo más rápido que pudo y logró alcanzar a un alto chico de espalda ancha.

—Disculpe…

El apuesto chico se volteó. Jimin lo reconoció porque era uno de los Sunbaes más populares del instituto: Kim Seokjin.

—¿Acaso usted…? —el pelinegro interrumpió su propia pregunta.

No podía ser tan descarado y asumir que ese muchacho era quien le estaba dejando los mensajes, por eso terminó preguntando otra cosa.

—¿Usted ha visto a alguien salir de mi salón de clases?

El chico sonrió amablemente.  

—Pues sí, de hecho. Mi hermano, Kim Taehyung. Esta semana me ha pedido que lo traiga más temprano a la escuela porque tiene que copiar las clases por otro amigo —explicó el Sunbae—. Dejó su móvil en el auto y vine a buscarlo para entregárselo. Estaba aquí hace un momento pero ya se marchó al patio.

¿Kim Taehyung? ¿El chico de la linda sonrisa cuadrada?

—¡Gracias, Sunbae! —el pelinegro hizo una reverencia y luego caminó por el pasillo para regresar a su salón.

Sin embargo, ya unos cuantos estudiantes habían ido entrando y estaban observando el mensaje colgado en la ventana mientras cuchicheaban y tomaban fotos.

Jimin corrió hasta aquellos papeles y muy avergonzado comenzó a arrancarlos para que más nadie viera, pero debido a su pequeña estatura no alcanzaba a la parte más alta. Sintió su rostro arder y lágrimas picarle los ojos, mientras escuchaba las risas burlonas y los agudos silbidos de los que iban llegando.

Una mano, de alguien más alto que él, lo ayudó a terminar de descolgar las hojas de papel, ya un poco rasgadas en los bordes.

—Presidente Jeon… —el pelinegro lo observó con ojos grandes y llorosos.

—El profesor estará aquí en cinco minutos —habló Jeon con dureza—. Les aconsejo a todos que vayan a sus pupitres y se preparen para la clase de hoy.

Después de hablar, el castaño lo miró con una expresión indescifrable en el rostro. Le entregó lo que quedaba del mensaje colgado en la ventana y se alejó hasta su pupitre.

Jimin apretó el envoltorio contra su pecho, sintiéndose muy confundido y algo cansado. No sabía qué estaba ocurriendo, pues ya habían pasado tres días en los que se encontraba con un mensaje así. ¿Acaso había alguien que de verdad estaba interesado en él? ¿Y quizá solo tenía pena de confesarse cara a cara?

Pero… ¿quién?

Escaneó el salón con todos los estudiantes ya sentados en espera del profesor, tratando de adivinar quién podía ser su admirador secreto, o su payaso bromista. De sus sospechosos iniciales, Min Yoongi quedaba descartado; ese chico era más vago que un perezoso y no se tomaría el trabajo de hacer algo con tanto detalle. La otra persona era Kim Taehyung, pero había algo que a Jimin no le cuadraba de la historia. Taehyung era un chico demasiado extrovertido y sociable, y además, tenía novia.

Otra posibilidad podía ser una de las lindas muchachas del salón, pero la forma de escribir los caracteres coreanos, aunque con trazos delicados, parecía ser de un chico. Por eso Jimin también descartó esa idea.

¿Será que… el presidente…?

El pelinegro se sonrojó y sacudió la cabeza para que aquellos pensamientos locos desaparecieran.

Jeon Jungkook era el estudiante más brillante de la clase, no por gusto era el presidente. Incluso había logrado avanzar a un salón con estudiantes mayores que él y siempre sacaba las mejores notas. No soportaba el desorden ni la indisciplina, y era muy serio y callado la mayor parte del tiempo. Imposible, no podía ser él.

La única otra persona que alguna vez había mostrado interés por Jimin, era Kim Namjoon, quien fuera rechazado amablemente por el pelinegro hacía un año. Se sintió culpable porque el muchacho le había comprado sus dulces favoritos, y a pesar de que le rompió el corazón, le insistió para que se los llevara. ¿Podría ser que el chico de los hoyuelos estuviera intentando conquistarle otra vez? Sin embargo, Jimin nunca había conocido a un ser más torpe con sus manos que aquel muchacho; no se las podría haber ingeniado para dejarle aquellos mensajes.

Después de la vergüenza del día anterior, Jimin suspiró aliviado cuando llegó el jueves al salón y no había nada fuera de lo normal. Seguro aquella persona pensó que había cruzado los límites y ya no lo molestaría más.

¡Cuán equivocado estaba!

Mientras se dirigía al área de deportes para el turno de Educación Física que le correspondía, sus ojos y su boca se abrieron de más.

Luego de un par de segundos en los que quedó obviamente aturdido, Jimin apretó los tirantes de su mochila con fuerza y frunció los labios en una mueca de frustración.

Había vuelto a ocurrir.

Frente a la cancha de voleibol donde jugaban muchos alumnos, había un muro que rodeaba un pequeño estadio en el que se realizaban las competencias entre escuelas, y precisamente ese muro, estaba cubierto de grafiti. Los caracteres habían sido dibujados con precisión y los colores cálidos y fuertes conformaban un bonito y llamativo diseño.

Park Jimin, ¿quieres ser mi novio?
박시민, 내 남자 친고 할래?


Al parecer, aquello llevaba rato ahí, pues ya a nadie le llamaba la atención. Era sabido que en aquel muro estaba permitido escribir y pintar, pero el mensaje que habían dejado para él era gigantesco. Inequívocamente, su admirador secreto no estaba jugando. ¿Quién haría algo como esto si no iba en serio?

—¡Cuidado!

Con tanta mala suerte que tenía el pelinegro, todos los posibles golpes con pelotas iban a dar directo a su persona. Se cubrió el rostro para protegerse pero un agarre firme le hizo lanzarse a un lado, esquivando satisfactoriamente el pelotazo y cayendo sobre el sudado cuerpo de nada más y nada menos que Jeon Jungkook.

El sonrojo en las mejillas de Jimin se hizo presente de inmediato.

—Estúpido Park… —se quejó el castaño bajo él—. Presta más atención a tu alrededor, ¿quieres?

Pero el mayor se había quedado embelesado mirándolo.

—¿Vas a quedarte ahí todo el día? —preguntó Jeon alzando una ceja, haciendo que el pelinegro volviera en sí.

Jimin se levantó apenado y se disculpó tantas veces como le fue posible, haciendo reverencias una y otra vez.

El menor se fue trotando para incorporarse al juego otra vez, mientras le lanzaba una mirada furtiva al grafiti del muro no muy lejos de allí.
 
Al darse cuenta de esto, Jimin estuvo casi seguro de que el presidente Jeon sabía quién había dibujado el mensaje.

Finalmente, el último día de aquella caótica semana había llegado. Y Jimin no podía esperar a encontrarse con el presidente de la clase para interrogarlo. No se iría del instituto hasta obtener una respuesta, o al menos una pista sobre su admirador secreto.

Sin embargo, Jeon Jungkook no llegó al salón esa mañana.

Durante el receso, Jimin decidió quedarse en su pupitre mientras los demás salían a merendar y conversar. El pelinegro todavía estaba algo resentido con sus compañeros por las burlas y los malos ratos que había pasado. Y en el fondo, temía salir y sufrir otra vergüenza de esas.

Ojos que no ven…, murmuró para sí.

Se dispuso a revisar sus redes sociales y de repente, un chirrido agudo le hizo encogerse brevemente; al parecer, el micrófono de la radio del instituto acababa de ser encendido.

Un carraspeo, seguido de una voz suave y profunda, inundó los altavoces en cada rincón del instituto.

—Este mensaje es para Park Jimin… el chico lindo que me gusta y que muero por besar… En verdad me gustaría que aceptaras ser mi novio…

¡Mierda, mierda, mierda!

Jimin soltó su teléfono, que cayó con un ruido sordo sobre la superficie de su pupitre. Su corazón comenzó a latir alocadamente porque… conocía esa voz, pero tenía que confirmar si su mente no le jugaba una mala pasada. Y al tiempo que su admirador secreto comenzaba a entonar una hermosa canción en inglés, el pelinegro salió disparado en dirección a la sala de sonido donde estaban los micrófonos del instituto.

La suave melodía de 2U de Justin Bieber acompañó al pelinegro en su desesperado recorrido para cruzar el patio lleno de gente, entrar al otro bloque del edificio, subir las escaleras y finalmente detenerse frente a la puerta de la sala de sonido.

Sin embargo, se quedó allí de pie. Ansioso por tocar y descubrir si era quien sospechaba, mas temeroso de interrumpir el momento.

Retrocedió un par de pasos y terminó recostado a la pared de enfrente, permitiéndose cerrar los ojos por unos instantes y disfrutar de la cálida voz que le dedicaba aquellas frases. Así, olvidó las risas y las burlas, los comentarios y las miradas; solo sentía los latidos de su corazón ajustarse a la suave y melódica voz.

🎶🎵
No hay ningún crimen
Tomemos nuestras almas
Y entrelacémoslas
Cuando se trata de ti
No seas ciego
Mírame hablar desde mi corazón
Cuando se trata de ti
Se trata de ti
🎵🎶

Cuando la música se detuvo, Jimin abrió los ojos lentamente. Sintió que dejaba de respirar al mismo tiempo que la puerta se abría.

Y sí era él. La persona más inesperada de todas.

Jeon Jungkook, el presidente de la clase.

El muchacho lo observó con aquella expresión indescifrable que Jimin había descubierto hacía poco en su rostro. Parecía como si sus facciones fueran más suaves y sus ojos más tiernos; ya no se veía tan intimidante.

Sin embargo, una duda asaltó el corazón de Jimin. ¿Y si al final todo era un juego? ¿O uno de esos retos en los que te obligan a conquistar a alguien en un tiempo record? ¿Habría alguna cámara oculta grabando sus reacciones? Era mejor no adelantarse a los acontecimientos.

—Presidente Jeon… ¿Usted…? —se sonrojó de inmediato cuando el chico avanzó unos pasos y se coló dentro de su espacio personal, tanto que Jimin tuvo que alzar la cabeza para mirarlo—. ¿Y-Yo… le gusto?

—Esa no es la pregunta correcta, Park —el castaño levantó una ceja altanero—. Después de todo lo que he hecho, es obvio que me gustas —aclaró sin rodeos y sin un ápice de vergüenza.

Eish. Este chico… Ni siquiera confesándose deja de ser tan arrogante.

—La pregunta que deberías hacerte… —se inclinó para acercar su rostro al colorado del mayor—. Es si yo te gusto.

El pelinegro abrió la boca para decir algo, pero nada salió. La cercanía del otro le aturdía demasiado y no había tenido tiempo de procesar todo aquello.

Y por si fuera poco, se escucharon pasos y voces acercándose por el pasillo. Probablemente algunos alumnos chismosos estaban de camino para presenciar la escena, pues habían escuchado todo lo sucedido por los altavoces, y el receso no había terminado.

Jimin se mordió el labio inferior, preocupado, pero antes de que pudiera decir algo, Jeon lo tomó de la mano y lo arrastró hasta la sala de sonido, cerrando la puerta tras ellos. Todo quedó en silencio y después de un momento fue que los ojos del mayor se adaptaron a la penumbra del pequeño local.

—Escucha, Park… —murmuró el chico mientras se cruzaba de brazos—. Mañana es el Día de San Valentín… Estaré esperando tu respuesta en la cafetería del centro a las cinco.

Jimin se sorprendió aún más. ¿San Valentín?

—Si no vienes, sabré que tu respuesta es no…

El mayor tragó en seco cuando el castaño volvió a invadir su espacio personal y sus labios susurraron contra su oído, erizándole la piel ligeramente.

—Te estaré esperando, Jimin… —luego inclinó su rostro y depositó un suave beso en la regordeta mejilla.

Sin más, el presidente Jeon abrió la puerta y abandonó la sala de sonido con elegantes pasos.

Jeon Jungkook estaba sentado en la mesita que había reservado hacía más de un mes para el día de San Valentín. Ese lugar era muy solicitado por esas fechas y no quería dejarlo a la suerte. Sin embargo, a pesar de lucir calmado y relajado mientras observaba el panorama festivo fuera de la ventana, su corazón latía errático y su mente dibujaba todos los posibles escenarios que podrían ocurrir. Y el peor de todos sería que Park Jimin no apareciera.

Tal vez su estrategia no había sido la mejor, después de todo no era un experto en materias de amor, y tal vez, solo tal vez, no había sido buena idea pedirle ayuda a su hermanastro Hoseok.

Y es que él nunca había sido bueno expresando sus sentimientos, pues para empezar, nunca tuvo necesidad de confesarse. Más bien las cosas le funcionaban al revés, siempre tenía chicos y chicas detrás de él. De hecho, había rechazado a varios que le pidieron una cita en San Valentín.

Para él, Jimin era el único chico que alguna vez le había removido su inalcanzable corazón; solo tenía ojos para él. No sabía por qué aquel tierno chico de mejillas regordetas y amplia sonrisa le cautivaba tanto. Si pudiera, se pasaría el día entero abrazándolo cual oso de peluche dándole mimos, cariños y besos. Lo cual era un deseo bastante absurdo considerando que su fría personalidad no iba con eso.

Pero no podía evitar que su estómago se llenara de esas tontas mariposas cada vez que veía al pelinegro hacer el más mínimo gesto. El sonido de su risa le fascinaba, sus pucheros lo mataban de ternura, y sus manitas pequeñas le invitaban a tomarlas entre las suyas. Por eso había decidido hacer algo, lo que fuera, para confesarse. Y aunque realmente consideró la posibilidad de rendirse porque estaba poniendo al muchacho en una situación incómoda, no lo hizo.

Después de lanzarle constantes vistazos a su reloj cada vez que podía, se dio cuenta de que había llegado demasiado temprano.

Faltaban diez minutos para las cinco.

¿Vendrá?

Jeon exhaló pesadamente después de mirar su reloj por enésima vez esa tarde. Una hora, había pasado una hora y Jimin no había aparecido. O bien estaba siendo rechazado, o el pelinegro seguía pensando que se trataba de una broma.

Con el rostro inexpresivo, se levantó de su asiento y se colocó su abrigo, dejando dinero debajo de la taza de chocolate caliente de la que nunca bebió.

La campanita de la puerta sonó y finalmente, Jeon Jungkook salió del lugar. Y no se había alejado mucho cuando escuchó que lo llamaban.

—¡Presidente Jeon!

El castaño se detuvo, y se volteó con el ceño levemente fruncido.

Un sofocado Jimin se acercaba corriendo a su encuentro.

—Perdón por llegar tarde… —dijo sin aliento y completamente sonrojado por el esfuerzo de correr.

Honestamente, Jeon se quedó perplejo, solo atinó a parpadear varias veces confundido. Primero, porque ahora el pelinegro tenía su hermoso cabello teñido de un color rosa pálido, rebasando el límite de lo adorable; y segundo, porque sostenía una pequeña cajita de regalo en sus manitas.

Al ver que Jeon no se acercaba, el ahora pelirrosa dio unos cuantos pasitos hasta estar frente a él.

—Ignore mi cabello, ¿sí? —murmuró con una sonrisa tímida—. Debió haber quedado rojo pero…

Jungkook tragó en seco y se sonrojó poquito cuando el chico le ofreció la cajita con cierto brillo en los ojos. Se veía tan lindo.

Cuando por fin la abrió, su sonrojo se volvió más intenso. Dentro había galletitas con forma de oso y, rápidamente, el olor a masa recién horneada llegó hasta su nariz.

—Están un poco feas… —rio Jimin nervioso—. Pero son de chocolate y saben muy bien.

El castaño lo observó con atención, inclinando un poco su cabeza antes de preguntar.

—¿Las hiciste tú?

Jimin asintió.

—Escuché que debes regalar chocolates un día como este, en especial si los haces tú mismo.

El menor regresó la vista a la cajita y las conocidas, y ya no tan impertinentes, mariposas comenzaron a revolotear en su estómago. Nunca nadie había hecho algo así por él.

De pronto, mientras mantenía la vista fija en las galletitas y pensaba en algo cursi para decir, sintió un cálido beso en su mejilla. Cuando levantó la vista asombrado, vio como Jimin le sonreía hasta que sus ojitos desparecían.

—Feliz San Valentín, Jungkook.

Y por primera vez en mucho tiempo, una amplia sonrisa se extendió por el rostro del castaño, de esas que le arrugaban las esquinas de los ojos y mostraban sus dientes de conejo.

—Feliz San Valentín, Jimin.

Fin.

Hola amores. Espero les haya gustado este Oneshot por San Valentín. Regálenme un par de estrellitas y yo les regalo mi corazón. Los amo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro