Miro el concreto debajo de mis palmas, gotas de agua salada bajando por mis mejillas hasta mi barbilla, líquido vital color escarlata de sabor metálico se escurre por mis labios y toso una vez más, salpicando más de éste en la fría acera.

  Escucho un grito distorsionado y las sirenas de una ambulancia a lo lejos, como ecos venidos de un sueño, aunque pronto todo se vuelve borroso. 

  Con cuidado y despacio voy cerrando mis ojos, el grito vuelve y esta vez logro entender algo como "resiste", aunque estoy muy cansado como para que me importe.

  Tomo una última gran bocanada de aire, imágenes de un hermoso cabello color carbón y orbes avellana parpadeando en mi mente antes de que la oscuridad me trague por completo.

  Decido en cuestión de segundos que, si voy a irme a manos de un adolescente con una pistola y un callejón oscuro, tener la cara angelical de Nico di Angelo en mente es la mejor forma de partir.

  Y no me gustaría de ninguna otra manera.