6-Eres una princesa
Fue un punto de inflexión, se quedó estupefacta mirándolo como jamás miró a nadie. El joven, debía tener unos años más que Luna y se distinguía con una imagen incitantemente respectiva. Su piel era nacarada y en su rostro demostraba un terso cutis que, expuesto a la luz, hacía radiar unos imponentes ojos turquesas de un estilo peculiarmente rasgado, los cuales la miraron a profundidad y le provocaron un escalofrío diversamente estimulante.
Levantó sus borrascosas cejas moteadas y batió su mollera, haciendo que el flequillo que abrigaba su frente desenredara el aire. Se le proporcionaba un plus a sus bellas facciones cada vez que hacía aquel gesto de acomodarse. Sus labios romboidales, al desenvainar esa sonrisa austera, se allegaron a sus pómulos induciéndole un sutil estilo en lindura. Diciéndolo en otros términos, Luna no se esperaba algo así.
Fue una considerable suspensión la que ella se adueñó para observarlo, pero de inmediato, parpadeó reaccionando y maravillada le preguntó:
—¿Sos Ethan?... Claro, todo concuerda... ¡Lo sabía, ahora lo entiendo!... Bueno en realidad no entiendo nada, pero... yo me escuché gritar ese nombre, y no sé por qué... pero tenía la impresión de que era tuyo, lo sabía, estaba segura de que las dos cosas se conectaban, no podía ser de nadie más, en mi sueño lo grito... —explicó desahogando el asunto que nunca había podido mencionar en voz alta, mientras él la dejaba hablar—. Esperá, entonces... ¡Por supuesto, sos el chico de mis sueños!...
Ethan delineó un arco con los ojos y los dirigió hasta abajo al mismo tiempo que hundió las manos en los bolsillos laterales de su pantalón, indicando por primera vez cierta incomodidad.
—Quiero decir —se corrigió— sos el chico que aparece en mis sueños... ¿Cierto?
—¿No lo ves, Luna? —despabiló aquel ademán para volver a colocarse en cualidad de ser misterioso y empoderado—. Claro que yo soy quién sueñas y quién corre a tu lado escapando por el bosque... —dijo calmo, y antes de que ella le pudiera contestar, Ethan confirmó—: sí, sé lo del sueño...
—¡¿Cómo podés saberlo?!
—¡Puedo meterme en tu mente! —contestó repentino acercándose rápidamente unos pasos, adoptando un rostro sombrío que a Luna le hizo subir sus hombros inclinándose para atrás. Verlo tan de cerca era un impacto doloroso y lujoso a la vez—. No es cierto... —prosiguió Ethan—. Te escuché cuando se lo contabas a tu madre, una vez hace años —diciendo esto, se apartó.
—Claro, ya me imagino que me estuviste siguiendo desde que tengo memoria —Luna lo dijo ciertamente molesta.
—Exacto, pero, no solamente lo sé por eso... Si lo sé es porque sucedió... Tu sueño es un recuerdo —reveló.
—¿Cómo? —se quedó sin voz—. ¿Qué decís, un recuerdo, ese sueño es un recuerdo? ¿Eso pasó de verdad? No es posible. No puedo creerte —negó acompañada de su cabeza.
—Tu sorpresa no me extraña... Pero entiende que justamente por esa razón es que te he estado vigilando.
—¿Vigilando? —Luna aceleró la compunción hirviente de sus venas.
—Siguiente pregunta... —Por el contrario, él mantenía aquella templanza abrumadora.
—Bien, no tengo idea de lo que está pasando —dijo inquieta— pero esta es mi siguiente pregunta: ¿recuerdo de qué, de dónde? ¿Por qué me seguís? ¿Qué es lo que querés?
—Esas fueron tres preguntas... —articuló él con seria entonación de burla.
—Maldición... —Luna lo miró hartada.
—Está bien, de acuerdo —continuó Ethan—. Luna, escucha. Yo estoy aquí para cuidarte, soy tu protector.
—¿Protector?... —sus respuestas sólo le generaban más preguntas—. ¿Sos... Dios o algo así?
—No, para que me entiendas, la energía que lo representa a él protege a todos, yo sólo te protejo a ti...
—¿Me protegés? ¿De qué o de quién?
—¡Alto! Eso es algo que no puedo contestarte... —dijo sacando una mano del bolsillo para negar con su índice.
—¿Por qué no?
—Porque... si me permites, preferiría que... lo descubrieras por ti misma...
Para este punto, ella podría haberle expresado que no le creía ni una sola palabra, pero se mentiría a sí misma, ya que en el fondo, la teletransportación la tenía refulgiendo en todo su cuerpo.
—¿Qué es ese acento raro que tenés? Suena como a... doblaje de película, aunque no estoy segura... pero no sonás igual a mí —apreció y él sólo sonrió.
—Es que no soy de aquí, Luna, tampoco tú lo eres, sólo que te has adaptado a la modalidad del país que te han elegido como escondite.
—¿Sos una especie de loco o algo parecido? —Ella no pudo asimilar la información que le brindaba.
—¿Loco? No, de hecho me autopercibo como uno de los más cuerdos de mi especie...
—¿Tu especie? —le echó una mirada extrañada—. Realmente no sé a qué te referís. Mejor ni me digas porque ya estoy alucinando —se aplastó los mofletes con las manos—. Suponiendo que hiciera de cuenta que no escuché todo lo que dijiste, al menos me gustaría saber, ¿por qué eras una imagen borrosa? Es decir...
—Sucede que yo... —la interrumpió—. En realidad tengo prohibido que sepas todo esto y que me veas, que me reconozcas, Luna. —Abrió grande los ojos.
—¿Reconocer? ¿Cómo, yo ya te conozco?
—Te lo acabo de decir, lo de tu sueño pasó de verdad. Es que acaso... ¿No te acuerdas de mí ni un poco? —preguntó pareciendo nostálgico y con expectativa. Luna comprimió el desquiciado gesto como informando "aunque quisiera es obvio que no". Ethan asintió aceptando y, corriéndose el flequillo que el viento le traía a su cara, prosiguió—: Mira, olvídalo, no puedo hablar sobre eso.
—¿Pero por qué lo tenés prohibido? ¿Quién te lo prohíbe?
—No podría responderte de forma sencilla. —Se dio vuelta cruzándose de brazos.
—Esperá, no entiendo, si tenías prohibido que yo me enterara de todo esto, y que te reconociera, ¿cómo es que sí podía verte? No tu cara, pero sí sabía que estabas ahí rondando, es la razón por la que ahora te seguí...
—Esta sí es una buena pregunta... —Y comenzó a explicar con un tono de susurro—: Fuera de mi prohibición, tenía un cierto anhelo de que supieras toda esta verdad, por lo que inconscientemente no me aseguré de ser discreto cuando te observaba —asomó un guiño.
—¿Toda esta verdad? ¡La única verdad es que no entiendo nada, no entiendo qué está pasando! ¿Quién sos? Está bien, te llamas Ethan, pero... ¿quién sos?
—¿Aún no lo sabes, Luna? Ya lo te dije, te protejo... Aquello de lo que escapábamos... —pareció alterarse al fin, pero lo descartó—. Soy tu amigo, nos une la fraternidad y sellamos un compromiso único.
—¿Mi amigo? ¿Un compromiso? ¿Cómo? Si no te conozco... ¿O sí te conozco?... ¿De qué escapábamos? ¡Ay no entiendo, explicame! —descomprimió impertérrita.
—¡Luna! No harás más que marearte —le aproximó una mirada enfática que la hizo atajarse—. Se agotó el tiempo, así que escucha. ¿Por qué crees que si lo tengo prohibido, estoy igualmente frente a ti? Te lo voy a decir. Noté desde hace años, cuando me descubriste observándote, cuánto querías saber la verdad, por eso es que me tomé el atrevimiento de este momento, antes de lo debido, es que ya no podía soportar ver cómo te desesperabas por saber, cómo sufrías por entender lo que te sucedía, y además... —gimoteó airoso—... Yo te hice una promesa, por eso estoy ocasionando este encuentro, para informarte que tienes que comenzar a recordar antes de que ellos decidan por ti.
—¿Recordar? ¿Una promesa? ¿Quiénes son ellos?
—Tu sueño, ese sueño persistente, es el punto de partida que me permitió saber que algo de ti y tu historia aún vivía en tu mente, entonces, siendo tu protector, ya no podía dejarte sola ni negarte la verdad de tu recuerdo, es el último de una vida pasada, ojalá hubiese sido algo feliz, pero, Luna, no puedes ignorarlo, a partir de ahora, tienes que hacer un esfuerzo por recordar todo el resto, sé que puedes hacerlo, confío en ti, no lo olvides, tu sueño es la esperanza para que recuperes la memoria de tu pasado, y cuando lo hagas, obtendrás la paz que deseas. Es muy importante que lo logres.
—¡Maldición! ¿Pero qué estás diciendo? ¿Y por qué esperaste tanto tiempo para acercarte y contarme todo esto?
—Comunicarnos no estaba planeado, ni siquiera que me descubrieras... Pese a la prohibición que conlleva, decidí que ocurriera a causa de tu incomprensión, sólo esperé el momento apropiado...
—¡No entiendo lo que me decís, estoy mareada, por favor, ¿podrías empezar de nuevo, o ser más específico?!
Ethan se le arrimó decidido y descansó sus manos en los hombros de ella mientras no pudo evadirlo sino expresar rigidez desbaratando las pupilas sonrojadas en impacto. Su torso ancho expandía un aura escudera con la que no parecía difícil querer resguardarse.
—Siempre voy a estar cuidándote, me alegra mucho que nos hayamos visto y conversado... No se lo cuentes a nadie, o creerán que estás loca, será nuestro secreto —sonó amigable, místico.
A continuación la soltó, ejecutó nuevamente esos indefinidos movimientos, esta vez sobre un árbol, y aquel túnel ventoso surgió de repente. Luna entendió que era hora de regresar.
—¡Esperá, Ethan, todavía no quiero irme, necesito saber de qué estás hablando! ¡Quiero saber dónde estamos ahora, qué es este pasaje luminoso, ¿acaso es un truco?!
—¡Ya lo recordarás!
—¡¿Cómo voy a recordar?!
—Busca en los elementos, Luna, busca en el agua, en el aire, en el fuego y en la tierra, presta atención a sus señales...
De inmediato la rotó para nuevamente empujarla hacia el conducto, pero antes se le acercó al oído para culminar con un arrullo:
—Eres una princesa, Luna... —esas palabras significaban mucho más que un simple elogio.
—¡¡¿Qué?!! ¡¡Ethan, esperá!! ¡¡Ethan!! ¡¡Esperá!!
Por más que gritara, el resultado fue vano, Luna viajó por aquella anomalía de colores arcanos y formas indefinidas. Resultaba imposible no desesperarse por la fuerza psicodélica con la que era arrastrada. Cayó al suelo por segunda vez, abrió los ojos y descubrió que había aterrizado sobre un pasto húmedo y no tan suave.
Los aromas y el sonido volvieron a la normalidad. Salió inestable entre los arbustos, reconoció la plaza de la avenida cercana a su casa. Estaba teniendo un colapso mental, un estallido de emociones que desconocía ser capaz de producir, mantenía el efecto de una descarga eléctrica tras haber metido los dedos en el enchufe. Súper enredada y enardecida se enunció: "¡¿Qué carajo acaba de pasarme?!"
Regresó a casa como pudo, esquivó a Génesis que desde la cocina le preguntaba cómo le había ido, pero ella dio respuestas automáticas que forzaban normalidad y subió hasta su habitación para tirarse sobre la cama como si llevara toneladas sobre su espalda. ¿Un pasado había dicho? ¿Su madre sería parte de él? ¿Qué papel jugaban su padre y su hermano? No estaba dispuesta a terminar con un chaleco de fuerza como en las películas que solía ver. Si esto era producto de su inconsciente queriéndole anunciar los miedos de zonas afectadas, sintió que si lo resolvía como el tal Ethan había indicado, le daría un cierre al asunto y podría liberarse.
No podía contar los detalles, pero intentó descargar un poco del plúmbeo que traía atascado en sus omóplatos. Particularmente esa semana tras los paranormales eventos que boicotearon su realidad, había comenzado a sentir un dolor punzante debajo de sus hombros, un estrés opresivo que le acaparaba toda su espalda. Estaban las dos amigas reunidas cuando hizo el intento.
—Ámbar... ¿Te parece que soy... rara?
—¿En qué sentido?
—En ninguno en específico y la vez en todos, ¿te parezco así?
—Yo soy la rara, ya sabés... —asumió mirándose los blancos dedos de la mano.
—Me refiero a que, a veces me quedo tildada, me decís algo y me hago gigantes en la cabeza... —disfrazó Luna.
—Y pensé que la imaginativa era yo... —murmuró tímida.
—Je... Enserio, a veces tengo la sensación de irme a otro mundo, como si apareciera frente a mí de golpe, es un segundo y luego se va. No tengo la menor idea de qué es, ¿pero cómo decirte?, todo me da vueltas...
—¿Y esa sensación es linda? —indagó Ámbar.
—¿Linda? Sí, pero a la vez... un poco triste, no sé por qué. Me gusta y no me gusta estar ahí —fue sincera.
—Creo que eso me pasaba...
—¿Sí? ¿A vos?
—De chica sobre todo, mamá me llevó al pediatra, todo me daba vueltas de una forma agradable y horrible...
—Hmm, no me acuerdo que me contaras sobre eso.
—Fue antes de conocerte, como a los cinco años.
—¿Y qué era?
—Decían que era laberintitis —comentó.
—¿Laberintitis?
—Sí, cuando te quedás dormida pero no te dormís del todo y sentís vértigo, quién sabe, o tal vez esquizofrenia... ja, ja, no mentira, pero los médicos dicen por decir...
—Ahh, así que todo te daba vueltas... —Luna quería comparar y sacar conclusiones—. ¿Pero también sentías una sensación de nostalgia de algo no vivido...? —preguntó y su amiga la miró dubitativa, sin contestar—. Qué loco suena... no me hagas caso...
—No, no es loco para nada... A veces, si me pongo sensible con las cosas simples, siento que algo me transporta a otro lugar, a otra época, es una sensación de nostalgia de algo no vivido como decís... —analizó—. Capaz hay algo, una parte de nosotros que no se siente parte de este lugar...
Con su voz tierna y aterciopelada parecía profesar palabras mágicas para los atentos oídos de Luna que esperaban ansiosos por una respuesta que desencadenara los grilletes de su liosa mente.
—Vos sí que me entendés, muy raras nosotras –se rio Luna sabiendo que no había resuelto nada, pero al menos, entendía que era posible que cada persona desconectara de la realidad de diferentes maneras; su amiga entre el sueño y la vigilia o frente a las cosas simples de la vida, mientras que ella, con un sueño concretizado en el mundo físico. ¿Esquizofrenia? ¿Laberintos vertiginosos?
—¿Vamos el viernes al cine? —la sacó de su cavilación.
—Uh, el viernes quedé con los chicos... —se reubicó en la fachada de la rutina.
—Ah, sí, Milena y Joel, tus amigos.
—Son una verdadera fiesta esos dos, tendrías que animarte a venir un día con nosotros.
—Puede ser, más adelante.
—Está bien, ahí ves cosas que no son de niños... —le dijo. Ámbar no contestó—. Son cosas que hacen chicos de nuestra edad —sonó a que quería traducirle algo que probablemente su amiga aún no entendería.
—Si te referís a lo que hacen con Dylan cuando estoy dormida o leyendo, no te preocupes, ya sé de qué cosas hablás —comentó inesperadamente sin pudor.
—¡Ámbar!... —Luna se rio nerviosa sin saber dónde esconder su repentino ruborizado de pómulos. No esperaba que su retraída e inexperta mejor amiga fuese avispada en el asunto y se descobijara con algo a lo que temía por su aprobación—. Veo que ya nos descubriste. ¿Te molesta?
—No, está bien, no hay motivo para molestarse.
—Gracias, de verdad, me sacás un peso de encima, no sabía cómo decirte, y en realidad vos ya lo sabías... —admiró su letrada personalidad, cautelosa y correcta.
—Tranquila... Ya sé que se gustan.
—Sí, estamos enamorados, pero no le digas a nuestras mamás, me da vergüenza todavía, es demasiado pronto y yo prefiero esperar a que seamos más grandes.
—Olvidate, no voy a decir nada... —Ámbar, perceptiva, pensaba que más que enamorados estaban hormonales.
Ahora que había neutralizado un problema de su interior, reconciliándose con la amistad que parecía pender de un hilo desde que decidió chocar sus labios con los de Dylan, sintió que podía enfocarse de lleno en la averiguación inminente de las fases de su mente perturbada, atrapada en un presunto pasado olvidado. Según Ethan, el extraño personaje recortado de una incongruencia, su sueño tenaz remitía a un recuerdo, y ella estaba dispuesta, a partir de ahí, a tratar de apoderarse de más, pero el gran problema para hacerlo era cómo y a través de qué. ¿Los cuatro elementos había dicho? Sí, eso, los cuatro elementos...
Muchas gracias por haber leído hasta acá.
Espero que puedas contarme qué te está pareciendo.
Continúa---->
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