26-Ceremonia de Lurianbella
Las puertas de entrada al salón principal recibieron la furia desencadenada. Al fondo del frondoso camino, el cual estaba adornado con fluorescentes guirnaldas para la ceremonia, el rey Joe se encontraba formando un círculo. Los demás integrantes, que le regalaban su atención, ofrecieron sus frentes a la llegada del Major de quien pudieron notar el extraño tono eléctrico de su aura. El Minor y su asistente Zohar desarmaron el grupo con pasos de avance; las guerreras Brisa y Tyame se mantuvieron diplomáticas, mientras Luna suspiró en búsqueda de clemencia y Ethan estiró su postura intermedia entre la confrontación y la retaguardia. Parecía que acababan de reunirse, casi como si completaran.
—¡Hijo! ¡Ya estás aquí! ¡El ataque...! —se le dirigió Joe.
—¡Necesito hablar contigo, abuelo! —lo interrumpió aguijoneando su mirada.
—Luego, ahora debemos frenar esto —masculló nervioso—. ¡Minor, guerreras, por favor...!
—Tu ejército se encargará. ¡Me debes una conversación, abuelo! —gruñó con ojos venenosos.
—Entiendo, hijo, pero será luego, ahora deben...
—¿Debemos? ¡Somos protectores ahora, ¿qué se supone que debemos hacer?! —Su molestia erupcionaba más fuerte que una granada.
—Podrán dividirse las misiones... Haremos lo que sea necesario para... —La deliberación del rey encerraba una incertidumbre indivisible.
—Señor, mensaje de Ánker, me necesita allá —avisó Brisa revisando su transmisor.
—Bien, escuchen, cada uno seguirá con su rol en la medida que se requiera, pero no pueden descuidar a los elegidos, ellos son su prioridad ahora. Entrenamiento y protección —lo aclaró de su propia boca.
—¿Custodiamos la torre entonces, abuelo? —preguntó el Minor.
—¡Sí, vayan, protéjanlos! —consintió—. ¡Ethan, llévate a Luna a su alcoba y quédense alertas!
Un corto lapso transcurrió desde que los líderes y las guerreras se turnaron para vigilar la torre con guardias y para ir a la zona del ataque. Por fortuna, el incidente se había logrado controlar. Se trataba de un grupo pequeño de rebeldes que habían desobedecido los acuerdos con respecto al último disturbio llevado a cabo en "El Centro". De cualquier manera, nadie estaba tranquilo.
Hacía algunas noches que el rey Joe estaba teniendo pesadillas. Le anunciaban algo terrible que no podía visualizar con claridad, sin embargo, la distorsión de sus predicciones pitonisas, se alumbraba siempre al final de estos sueños, exactamente al despertar, vaticinando algo conciliador y positivo. Nunca había tenido visiones claras sobre el futuro, pues éste era incierto, pero aún siendo anciano poseía el don que lo había acompañado a lo largo de su vida, la de intuir lo bueno y lo malo a través de los sueños, lo cual les había otorgado una confianza férrea a los habitantes.
Esa noche, quería presentar otra verdad a los jóvenes elegidos de su nieta, quería mostrarles su mundo tal cual era, con su vitalidad y bienaventuranza. Como últimamente eran el blanco de variados e impredecibles ataques, creyó en la posibilidad de que no todo saliera como se esperaba, pero se fiaba de su intuición final. Horas previas se originaron los desencadenantes.
Los guardias que se posicionaban en las entradas del castillo, desembocaduras de los senderos, no se percataron de evitar el paso a quien solía ser bien recibido, pues ignoraban la indecencia que estaba generando en su interior. Con esa procedencia mal habida, se entremetió cual vándalo que es consciente de su infracción. La esencia viva que calificaba al Espejo de las intenciones como una extensión del alma del rey, se sintió de improvisto innecesariamente importunada. Reflejó al ser que se acercaba con actitud enfurecida, casi como un ataque que pudo notar en la adrenalina que expandía el sudor de sus manos y frente. Sin duda, no se acercaba con buenas pretensiones. El espejo se bloqueó de inmediato.
Un golpe decidido importunó al vidrio mágico y de su reliquia en forma de nudillo salieron chispas, pues no pudo quebrarlo ni atravesarlo. Volvió a golpear, como si supiera que con esa furia el espejo se convertiría en muro. Esta vez gritó a su gusto:
—¡Ey, rey Joe, vamos, déjame pasar, quiero hablar contigo!
Era el insistente Unriam Lambert que nuevamente se metía por los caminos del castillo. Pero justo en ese instante, fue difícil pasar desapercibido por los modales de la fiel Elisa.
—¡Señor Lambert! ¡¿Pero qué está haciendo?! ¡No puede venir así! ¿Otra vez merodeando? —Se acercó arrastrando su largo vestido verde y con una actitud indignada.
—Servil Elisa, necesito ver al rey. ¡¿Dónde está?! —Elevó las cejas con furor.
—Ahora no puede atenderlo. —Elisa sintió arrepentimiento de no avisar a los guardias sobre él.
—Eso mismo dijo la otra noche y esperé bastante ya. ¡Dígame dónde está! —Su insistencia se estaba volviendo irritable.
—Atendiendo asuntos importantes, ¿es que acaso ignoras a los rebeldes? Hemos tenido un altercado esta mañana —respondió ella con pesadumbre.
—Eso no es novedad para mí, ni para el rey... Imagino que esos asuntos que dices tienen que ver con algo más —Unriam estaba lejos de calmarse aunque intentó aparentarlo.
—Es un tema privado que sólo concierne a los líderes —dijo cruzándose los antebrazos.
—Pero, Elisa, querida y servil Elisa —de irritable cambió a una amabilidad falsa—. Soy Unriam, soy amigo de la familia, ¿por qué no confías en mí? —Se le notaba la bronca queriendo salir por los poros.
—Lo siento, joven, no tengo autorización para decir nada.
—¿Qué pasa, Elisa, se trata de esos humanos invitados? —preguntó con una voz muy segura que a ella la hizo dudar a favor de él.
—¿Cómo?... ¿Usted sabe de los humanos? —interrogó ajustándose los lentes.
—Claro que lo sé... de hecho —se aclaró la garganta— Kemuel Seráfica me invitó la otra noche a pasar al comedor con ellos.
—¿El líder Major? ¿Seguro? —Esta vez dudó en su contra.
—Sí, ¿quieres preguntarle? —se arriesgó.
—Por supuesto, sería bueno que él me lo confirmara. —Ella no cedería, pero en cuanto tuvo la intención de moverse, el joven se le adelantó.
—Ey, Elisa, espera, ¿qué tan buena idea es que lo molestemos ahora que seguramente está muy concentrado en estos asuntos privados? —El insistente la miró falso, ella, seria y dubitativa—. Si no fuera cierto lo que te digo, ¿cómo podría saber sobre ellos?
—Sí, supongo que es cierto. —Con la información que poseía quiso creerle, después de todo era amigo de la familia.
—¿Entonces? Cuéntame, ¿cuáles son esos asuntos importantes? —Se acercó confianzudo y apoyó sus manos sobre las de ella, la miró conquistador imitando el liderazgo, no igualándolo—. ¿Tienen algo que ver con Lurian?
—Bueno, así es, son importantes. Esta noche tendremos un evento privado. —Ella se persuadió por un momento, pero enseguida se apartó de su forzada galantería—. ¡Por favor, tenga el recato de no venir a interrumpir si no es invitado, no olvide que estarán los líderes y habrá guerreros, es todo lo que diré! ¡Ahora le pido que se retire, por favor, y no vuelva hasta dentro de unos días si no quiere que le llamen la atención! —La infalible Elisa se percató de no dar detalles, sin embargo, desconoció que con aquel reto le estaba dando más que suficiente para ocurrírsele puntualizar una idea atroz.
—Claro, servil Elisa —dijo Unriam y se fue caminando como si paseara.
Mientras tanto, esa misma tarde, los cuatros amigos estaban cada uno encerrado en su habitación de la torre. Luego de semejante mañana agitada entre asignaciones forzosas y la explosión, eran un manojo de inquietud. Faltaba poco para que viniesen a buscarlos y acudir a aquella ceremonia pactada. Dylan estaba recostado, jugando con su linterna, la prendía y apagaba como si le sirviera de terapia de nervios. También tocaba mucho su acutángulo anillo en forma de gota, sintiendo curiosidad. Estaba a punto de quedarse dormido, el sonido la naturaleza ayudaba, sin embargo, su vista llegó al mobiliario que le habían agregado, un armario acicalador.
La tecnología era su fuerte, así que se levantó y espió la hora, ciento veinte minutos aún para el evento. Tenía tiempo de sobra para vestirse, pero era mejor estar listo de antemano. En sus puertas solapeadas metálicas había un mensaje cuyas letras, en principio, parecieron jeroglíficos, pero al acercarse, se le decodificaron para su entendimiento; decía "Ingresar descalzo", así que se dispuso a hacerlo, se sacó las zapatillas y las medias, y con prudencia entró.
Una vez allí, aquellas puertas se cerraron solas y, si bien eso lo asustó un poco, de inmediato se maravilló con la magia futurista que observó dentro. El suelo parecía funcionar de sensor que al sentir su peso, toda una pantalla revistiendo a su forma se encendió y en ella se reflejó un mensaje que, además, una voz en off reproducía: "bienvenido; piensa en la ocasión y te armaré un ropaje a tu gusto". Entonces analizó, "¿pensar en la ocasión? Ah, claro". Así que se concentró y se imaginó una reunión formal, junto al rey, junto a los amigos y protectores, y junto a Luna.
De repente la pantalla empezó a dar vueltas rápidamente como un remolino, eso lo mantuvo tenso, pero entonces, el difusor frenó y lo mostró reflejado como un espejo. En la imagen se vio vestido con una camisa azulada de pintitas blancas, un pantalón negro selecto y zapatos elegantes. Estaba realmente interesante, bastante adecuado para la ocasión, pero entonces se miró a sí mismo y descubrió que, aunque la pantalla sí lo mostrara, en realidad no lo llevaba puesto.
Hizo movimientos y aquello funcionaba como espejo de un vestidor; le pareció genial. De pronto, apareció otro mensaje, uno que era una pregunta con opciones que la voz en off también leyó: "¿El traje es de tu agrado? Sí, me lo quedo / No, descartar". Entendió enseguida de qué se trataba esto, pero el traje lo había convencido, así que presionó la respuesta afirmativa.
Al instante apareció otra pregunta con opciones: "Vestirme yo mismo / llevarlo puesto". Por las dudas, apretó la primera. Entonces un último mensaje decía: "Gracias, un placer haber ayudado". A continuación, todo se oscureció y las puertas se abrieron. Salió y en una sección adjunta a la máquina, había un colgadero donde estaba enganchada la reciente vestimenta. "Wow", pensó, "es como una realidad virtual transportada al mundo físico. Tengo que contarle a Ámbar". Dylan se asomó por el balcón e intentó llamarla.
—¡Che, Ámbar! ¡¿Estás ahí?!
Ella estaba sentada y pensativa con su joya. En cuanto lo escuchó, se asomó.
—Sí, hola Dy, acá estoy.
—¿Estás aburrida? —La notó sin energía.
—No, más bien nerviosa... ¿Y vos? —Descansó sus manos en la baranda.
—Escuchá, tengo algo para comentarte que te va a encantar.
—¿Sí? ¿Qué cosa?
—El armario futurista, no sabes lo bueno que está... Te juro, entrá con tranquilidad y te va a hacer imaginar la ropa, entonces te la diseña —sonaba entusiasta y de ciencia ficción.
—¿Enserio? ¿Te animaste a entrar? —Una peculiar curiosidad.
—Sí, me llamó la atención y dije "ya fue", había que ver qué onda —dijo tapando el sol con la mano, el que se estaba yendo por el horizonte.
—Ah, parece estar bueno.
—Buenísimo, a mamá le encantaría un armario así —le salió decir sin pensar en cuánto tiempo no la verían. Ella bajó la mirada—. Te noto desanimada. —Pero su aflicción, más que por la familia, su hermano sospechó otro motivo—. ¿Qué tal te trató tu... protector?
—Bien... —sintió vergüenza de esa pregunta—. Me explicó algunas cosas, nada más...
—¿Segura? ¿No me mentís? Mira que si te hace algo, me lo podés decir y vas a ver cómo lo enfrento y no me importa que sea un líder... —Lo dijo tocando un puño cerrado sobre la palma contraria.
—No, tranquilo, de verdad... fue... dentro de todo... amable... —Le costaba mirarlo directo, así que se miró las uñas—. ¿Y Brisa?
—Bah... bastante bien... qué se yo... es algo ruda.
—¿Qué tanto cuchichean ustedes dos? —Apareció Milena por el otro balcón. Ellos se asomaron a ver—. Ah, ya sé, no me digan... ¿Están hablando del malhumorado, verdad? —Ellos no respondieron y Milena continuó—. Contanos, contanos ¿Cómo se comportó el tal Major?
—Bien... —dijo Ámbar y ellos la miraron fijamente, incitando continuidad—. ¿Por qué me preguntan lo mismo? —Se agarró su trenza para enredarla entre sus dedos.
—Bueno, todos nos quedamos preocupamos —señaló Milena con una mano en la cintura—. La verdad es que su presencia es temible... No, no es la palabra que busco... es, digamos, imperial... y vos tan... —eludió y continuó—. Nadie esperaba que te tocara con él, si me lo daban a mí, lo tendría cortito, cortito... —Ya todos sabían de la personalidad de Ámbar, pero resultaba ciertamente molesto que se lo recalcaran como si ello fuera un defecto.
—¿Y el Minor, qué tal? —se animó a preguntar, simulando normalidad en su ánimo.
—¿Zadquiel? Es pan comido. Superaré sus expectativas. —Emprendida, miró al cielo.
—¿De qué hablan? ¿Aburridos también? —Se les sumó Joel por su balcón.
—Acá comentando de los protectores —dijo Dylan—. ¿Qué tal la tuya?
—Thyame Lascurian, oh, es una diosa. Súper femenina, y tiene un lomazo... —Su expresión fue sincera—. Bueno, Brisa también...
—Sí, supongo —apuntó Dylan rascándose la nuca— sobre todo alta.
—Miralos, ahí presumiendo a sus chicas —tonteó Milena—. ¿Y nosotras qué? Nuestros hermanitos no se quedan atrás, eh... ojo, ¿o no, Ámbar?
—¿Qué cosa? —Pareció no prestar atención a sus palabras.
—Ay, no te hagas... ¿Me vas a decir que tu protector no está re bueno? —dijo sin recato, y los muchachos se miraron entre sí.
—No sé, no me fijé... —se molestó Ámbar acomodándose el pelo salido, detrás de una oreja.
—Ay nena... por favor... si está como para... —Seguramente diría algo zafado así que su hermano la frenó.
—¡Milena... Basta!
—¿Qué, qué dije? ¿O no, Dylan, que están guapos? —Intentó complicidad en su razón.
—Sí, son facheros... —contestó despreocupado—. Hablando de facha... le decía a mi hermana que usé el ropero, está genial. Pensás en la situación y te lo crea. Úsenlo, más que tenemos la ceremonia esta. —Volvieron sus ojos maravillados por la tecnología.
—Ah, el roperito ese, sí —pensó Milena—. Bueno, es cuestión de probar, imaginar, imaginar.... les aviso que voy a deslumbrar chicos, no se impacten —dijo coqueta.
—Ay, bombón, no exageres, recordá que es una reunión formal, un acto. Además, no lo necesitás, siempre estás de infarto —comentó Joel con dientes de aparatos ortodoncistas.
—Ya sé, ya sé.... pero algo que no me deje atrás. Vos también, Ámbar, usá la imaginación, animate a mostrar... lo que sea que tengas ahí... —Lo dijo acariciándose los bordes de su cintura, cosa que a la tímida le desagradó—. Que los prodigiosos no nos vean como simples humanas.
—Veré qué puedo hacer... No estaba pensando en eso —expresó restando importancia.
—¿Ah no? ¿Y en qué pensás? —le preguntó.
—En cómo nos tienen de muñecos de trapo de acá para allá en medio de ataques, bombas, amenazas... —sinceró cuánto miedo traía encima.
—Dios, es verdad... —respondieron.
Ninguno se había detenido a caer en cuenta de que, a excepción de la firma de aquel acuerdo con el proyecto Phantasos, no habían tenido ni voz ni voto.
—Es totalmente desconsiderado lo que están haciendo con nosotros, ese proyecto fue una fachada, y nuestras vidas ¿no valen por ser "mundanos" como nos llaman? —se replanteó Milena.
—Tal vez Joe sea un tanto egoísta con tal de salvar a su reino... —se sumó Dylan—. Hasta Luna parecía darnos órdenes... Por momentos la desconozco —sonó desilusionado.
—Tal vez, solamente están desesperados por ayuda —trajo a colación Joel—. Si todo es cierto, vamos a aprender a usar los poderes y a pelear como soldados. Es algo que aún no me lo imagino, pero ya estamos acá, hay que intentarlo.
—Puede que sea divertido, pero somos unos esclavos... Chicos, no se dejen intimidar por sus protectores, yo por ejemplo, pienso quejarme de todo lo que no me parezca —dejó en claro Milena.
Más tarde, el clima intuía algo impaciente rodeando los rincones, despojando todo buen augurio, desmintiendo el supuesto control ceremonial. Detrás del gran castillo, había caminos que conducían a otra parte del bosque, éste se presentaba con vegetación tornasolada en dorado y plateado, y traspasándolos, se llegaba al hábitat de la especie Seráfica, la Ciudad de los ángeles, un sitio diferenciado de las parcelas humanas, en el cual se vislumbraban formas de árboles gigantes empinados, de cuyas ramas salían viviendas, como madrigueras, o al mejor estilo adornos de árbol de navidad.
El embroncado Unriam Lambert, se dirigió allí, donde tenía su casa, al igual que otros ángeles, sobre árboles, miles de ellos que invadían aquella tierra. Como no estaba permitido usar las alas en público desde hacía tiempo, subió a su vivienda en aquellos vehículos de formas geométricas creados por humanos, de manera que el ambiente estaba vuelto de ciencia ficción fantástica.
Las diferentes ubicaciones en dichos sobrenaturales árboles, no se medían en términos de clasistas, como sería esperable en la humanidad, sino que las casas más altas eran habitadas por los ángeles que prestaban servicio al reino como guerreros, protectores, guardianes y escuderos/sirvientes, es decir, quienes accedían a los beneficios del lago con una reliquia con el poder de dominar los elementos; mientras que en las casas más bajas, vivían el resto de su especie, cuya misión era trabajar la tierra y generar recursos, embarcar a las deidades nacientes y también extraer la energía renovable del lago espejo, una que nunca dejaba de nacer y que tenía muchos beneficios para las creaciones tecnológicas humanas. El rey Joe ya se los había explicado a los elegidos, en Cylareos, cada uno aceptaba su misión y trabajo siendo que las condiciones eran adecuadas; la única diferencia entre unos y otros era esa jerarquía entre los miembros del reino y los habitantes.
Bajo la sombra de la tarde, allí estaba Unriam en su alto hogar. Descansó y meditó un rato, manteniendo una expresión que no pronosticaba nada productivo para la perpetuación del bien, pero más tarde, bajó hasta la tierra y acudió a una cita detrás de grandes rocas. Resulta que había reunido a algunos humanos que hacía años se habían opuesto a la unión de Géntila y Abel y que luego de su partida parecían haberse calmado gracias a Joe. Sin embargo, Unriam les había estado hablando en sentido contrario, les había confirmado que la princesa Lurian había vuelto y que se la estaban ocultando con un fin secreto y perjudicial, pues eso iría en contra del destino y no sería nada bueno. Al mismo tiempo, les contó que habían traído humanos mundanos con ella, y que lo mejor sería que pronto un ángel se uniera en matrimonio con la princesa para equilibrar toda posible desestabilización.
—Si son importantes para Joe, imagino que sería terrible que algo malo les pasara —les comentó mordaz.
—¿Qué está pensando? ¿En algo malo, señor? —Los humanos, aunque de acuerdo con sus argumentos, temían sobre el costo moral.
—Yo no diría malo, sino consecuente, pero por una buena causa. Créanme, después de esto, los líderes confiarán en mí y sabré qué pasa con Lurian. Luego del fallecimiento de su hermana, ella por ley es mi prometida, nuestra unión perpetuará el equilibrio, pues ambos somos ángeles.
—No olvide que ella es mestiza, señor.
—¡Es una seráfica! Yo completaré esa parte que no es pura, soy el único que puede hacerlo. Haremos justicia esta misma noche.
Minutos más tarde, un palpitar pronunciado se manifestaba una hora antes de la misteriosa ceremonia. Ámbar miró los vestidos colgados del armario que ya estaban a disposición. El blanco era de un encaje muy llamativo; el azul, un poco simple en sus detalles; el naranja, muy escandaloso en color y tela. Interesantes, pero ninguno para la ocasión, así que, con intención de premeditar el momento, entendió que lo mejor era hacer caso a su hermano y probar el ropero mágico.
Se aproximó, abrió las puertas, con nervios de lo imprevisto, se metió. La pantalla y voz en off le dieron la bienvenida. Por ahora todo marchaba bien; ver que no parecía tan difícil, la tranquilizó un poco, entonces se puso a imaginar. Visualizó un acto en el salón del castillo, pensó en la formalidad, pero también en dos locuciones que la influenciaron, la de Milena, "demuestra que no eres simple", y la de su protector, "vístete adecuadamente como mi aliada", y eso, sin querer la hizo pensar en mucha desfachatez. Al abrir los ojos, se vio reflejada con un vestido negro particular. Sobre sus piernas medias de red y falda muy corta, sobre su torso, un top sucinto de gran escote, con mangas acampanadas. Botas de taco aguja y muchos apliques plateados en su cuello y muñecas. Ni hablar del maquillaje gótico que la acompañaba.
—No, no, no... No es lo que tenía en mente. —Se asustó al verse como una bruja y tocó la pantalla la cual empezó a dar vueltas. "Ay no, ¿qué hice? ¿Lo rompí? Vamos... funcioná".
Para su suerte se frenó y apareció el mensaje de "aceptar" o "eliminar". Por supuesto, tocó la segunda opción. Entonces empezó a imaginar nuevamente. Esta vez, sólo pensó en verse elegante con su propia esencia, no dejándose influenciar más que por su propio gusto y estilo. Entonces apareció, un trajecito de vestido y blazer color lavanda. El vestido era ceñido en la cintura con un listón bordado y una falda suelta caía hasta por debajo de sus rodillas, la tela estaba labrada con flores blancas. Por encima, el blazer era suelto y de mangas tres cuartos. En los pies, unos delicados zapatos lilas con apenas un poco de taco. Se vio muy elegante, adecuada, perfecta. Así que colocó "aceptar" y "vestirse ella misma".
Por otro lado, a Milena, el vestido se le apareció enseguida, tenía muy en claro lo que quería ponerse. No pensó en la ocasión en sí, sino que visualizó la forma y el color en su mente, y allí estaba. Un enterizo hasta las rodillas de escote de corazón y mangas largas, en rojo. Sus pechos y piernas se exhibían ampliamente, lo cual la hacía sentirse adecuada aunque probablemente no lo estuviese. Ella aceptó llevarlo puesto, de manera que al salir del ropero, literalmente estaba vestida, y del costado del mismo, apareció colgada la ropa que traía puesta al entrar. "Necesito uno de estos en casa", pensó.
Mientras tanto, Joel probó varias opciones, en general le aparecían trajes muy formales, entonces, alrededor de la quinta vez, probó imaginar un poco de glamur, y con ello, logró confeccionar un atuendo de pantalón sobrio y un chaleco sin mangas muy atractivo en terracota. Por fin se convenció, aunque optó por vestirse él mismo.
Aproximándose la velada, dentro del salón principal del castillo, había algo secreto y vallado que auguraba los objetivos premeditados de los líderes, y en los que Joe había arriesgado sus intuiciones. Milena, una vez lista, y sabiendo que sólo faltaban diez minutos, concluyó los últimos detalles de su maquillaje y salió de la habitación hacia la terraza. El color de su vestido se volvió rojo de fósforo con la luz vespertina.
Se asomó a mirar por las escaleras pero no vio a nadie más que el mismo escudero de siempre dando su frente al bosque. De pronto, se percató de que Dylan salió también. El efecto acuoso que un gel le dio a su cabello combinó con su camisa azul de pintitas blancas; lo hizo verse interesante.
—Hola... —saludó ella—. Wow, no estás nada mal, amigo. —Lo vio apuesto, y mientras él se acercaba, dio una vuelta sobre sí misma—. ¿Y? ¿Opiniones? —Dylan la miró rápido de arriba a abajo, notó su sensualidad expuesta.
—De infarto... como dijo tu hermano —le comentó gracioso y humilde. Ella sonrió. En ese momento, venía caminando Joel, con su chaleco terracota que hacía juego con los troncos de los árboles.
—Bueno, bueno... ¿Pero quién es este muchacho tan guapo? —comentó su hermana, provocándole una sonrisa sustanciosa.
—Ay, gracias, ¿y esta diva de dónde salió? —le respondió lúdico, y Dylan miró hacia el cielo negando y extendiendo sus labios hacia los extremos.
De pronto, pareció que ninguno notó unos pasos acercándose, sino hasta que percibieron su presencia. Allí estaba Ámbar. El viento le volaba su blazer lavanda como una fina capa. Los tres la miraron, vieron la señorita que la hacía y la delicadeza que propagaba; no les salieron las palabras. Ella se tomó las manos por delante y bajó la cabeza diciendo en un susurro:
—Hola de nuevo, chicos.
Le levantaron la mano respondiendo el saludo. Probablemente decirle un halago, sería más incómodo para ellos que para la engalanada joven. Ahora sí, había llegado la hora. El guardia subió y les dijo que los acompañaría al castillo. Su dicción fue pausada cuando los vio tan elegantes y arreglados.
—¿Y nuestros protectores? —preguntó Milena, y el guardia, que no pudo evitar mirarla completa, respondió:
—Los esperan allá.
Entonces, fueron rumbo a la fortaleza. En el camino, se preguntaban entre ellos de qué se trataría esta ceremonia, pero había nerviosismo y ansias rodeando sus auras. Ser los protagonistas de un acto en otro mundo, para seres sobrenaturales, posiblemente no era fácil de digerir. A ello, se le sumaba que tampoco sabían con seguridad para qué o para quienes se habían arreglado, y el hecho de que sus protectores, que de por sí eran extravagantes, los vieran decidiendo ese acicalamiento, generaba una expectativa que se sentía en el calor de las venas.
Dentro del zaguán de paredes anti-gravitacionales, descubrieron que la gran entrada al salón estaba cerrada con cadenas. El guardia que los guiaba les indicó que esperaran allí y, sin dar tregua de objetar, los dejó solos junto al silencio del anochecer y la tenuidad de la luz lunar que dibujaba formas con las sombras de las altas flores colgantes. Había mucha falta de sonido proveniente del otro lado, lo cual se volvió más extraño de lo que se podía esperar.
—Uy, cuánto misterio —expresó fastidiada Milena, tras esperar unos instantes sin avistamiento alguno—. Yo les digo, si en diez no aparece nadie, voy a golpear puertas.
—Sí, estoy de acuerdo —murmuró Joel—. Pero esperemos veinte, por las dudas.
—Paciencia, ansiosos, esto parece ser importante —dijo Dylan pensando en Luna.
De repente, a través del silencio impaciente, los ecos de unas pisadas derivadas del puente, resonaron como ilusión para sus oídos y estados de ánimo. Resulta que llegaron las guerreras, vistiendo enterizos negro y cromado respectivamente con hombreras de punta, escotes como armaduras y capas cortas. Tyame llevaba el amarillo cabello recogido y maquillaje exuberante, su traje era muy ajustado, mientras que Brisa, con cabello suelto y sin una gota de pintura, traía el traje más suelto, sobre todo su pantalón que parecía palazzo. Los rostros de los cuatro se apaciguaron aunque no así sus energías internas.
—Qué proporción más atinada de oropel... —comentó Tyame, luciendo sus pulseras. Y Brisa, que la miró con rareza, agregó:
—Se ven bien, pronto entraremos al salón. Esperemos que estén listos —asintió hosca colocando sus brazos por detrás de la espalda.
Entretenidos con las miradas que admiraban la apariencia de unos y otros, Joel y Tyame se saludaron y, yéndose hacia un costado, intercambiaron elogios, mientras que Brisa y Dylan, aproximándose por otro, comentaron reacios sobre la tarde poco descansada. Milena, no pudiendo con sus ansias, caminó hacia la puerta de la entrada de la recepción, buscando lo obvio, y para su suerte, lo encontró enseguida.
—Hola, Milena. —La voz relajada del príncipe líder Minor, Zadquiel, le llegó por detrás de los hombros. Volteó entusiasta y lo visualizó acompañado de su asistente, Zohar. Su protector llevaba camisa borgoña y extensa capa labrada, su sirviente, túnica bordada en ocre. Los vio muy distinguidos.
—Pero bueno, ya me estaba preocupando que no llegaban —dijo creída y confianzuda como si aquello fuera una cita. Los dos muchachos se miraron entre sí—. Se ven bien, muchachos... ¿Qué dicen de mí? —Sonrió luciendo su cuerpo con una pose de modelo.
—Exuberante, ¿verdad, Zohar? —comentó el Minor con superficialidad.
—Por supuesto, muy bonita... —A su asistente, la figura de ella pareció interpelarlo más que a nadie, pues lo dijo entre medio de un ajuste de garganta.
A continuación, ingresaron a la recepción. Ámbar, que estaba apoyada sobre uno de los rincones fijos, se irguió al verlos entrar con el impulso de la probable llegada de quien ahora era su protector, pero no estaba entre ellos, así que volvió a apuntalar sus omóplatos y cruzarse los brazos mientras observaba cómo se relacionaban unos con otros, sintiendo inquietud de no animarse a involucrarse. El Minor Zadquiel saludó con un apretón de manos y hubo un intercambio sacudido con la guerrera Tyame; no pudieron evitar echarse unos ojos imantados.
De pronto, con su mirada perdida en un punto fijo, Ámbar empezó a notar que un viento pronunciado pero de una temperatura calurosa, la encontró entre sus telas y piel, entonces, la figura alta y sofisticada apareció de la nada, saliendo tal vez de aquel espacio sideral que ocupaba las paredes. Al fin había llegado el enigmático líder Major, con un rostro serio y poderoso, sin embargo, ella no se dio cuenta de su presencia hasta que él caminó avasallante por el salón, vistiendo chaqueta de altas solapas y extensa capa púrpura, pero sobre todo, cuando le echó una mirada de costado que, desde su cabeza bajó hasta sus pies, para volver a subir y guiñarle un ojo que la perturbó entre lo hermoso y siniestro que ese gesto significaba.
Haciendo ruido con sus botas llegó hasta el frente. Ya todos se habían callado al verlo y notar su exclusividad que expandía dardos de temor y atracción.
—Bienvenidos otra vez —les dijo con voz astral—. Vamos a entrar al salón, formemos una fila.
—¿Una fila para qué? —Se atrevió, como era de esperarse, la impaciente Milena.
—¡Hagan el favor de obedecer! —Agrandó sus disímiles pupilas.
—Vamos, o no querrás hacer enojar a mi hermano —le sugirió el Minor, tomándola del codo.
—Sólo pregunté, qué malhumorado es —le contestó bajito a su protector. "Y bello", pensó.
Mientras los demás no se atrevieron a decir palabra, se fueron acercando a la puerta y colocando unos detrás de otros, en una fila de a dos.
—¡Ámbar! —La llamó su protector, y ella se exaltó del susto. Luego le hizo un gesto con la cabeza señalándole que debía acercarse junto a él para la fila. Ella trotó de inmediato cubriéndose de nervios. Se ubicó a su lado, eran claramente los primeros frente a la puerta. El Major notó el temor de ella en la postura encorvada y las manos unidas por delante con el cuello bajo, pero él sólo se rio de aquello, con una sonrisa que, además, anunciaba un siguiente triunfo con el asombro venidero.
Fue entonces que ante la vista de todos, con un movimiento de palma enguantada, algo invisible salió que comenzó a desunir las cadenas y, por consiguiente, dar paso a la apertura de la puerta. "¿Qué clase de poder era ese que hacía mover las cosas?", se preguntó la trémula Ámbar, mientras su hermano y amigos asomaban sus torsos para asombrarse. Y como si todo estuviese calculado, a medida que se abría, llegaron por el mismo espacio sideral, unos cuantos guardias para posicionarse de lado. Los amigos los miraron sorprendidos, entonces, el Major emprendió la marcha hacia el interior que estaba muy iluminado y con bruma. Los dúos marcharon hacia el salón y una vez dentro, Zohar, que estaba último, entornó la puerta y se posicionó allí.
De repente, la bruma comenzó a desaparecer al mismo tiempo que un montón de aplausos comenzaron a escucharse y finalmente visualizarse. Resulta que sobre los costados del camino, había muchas presencias sonrientes y festejando la entrada de los elegidos. Una alfombra larga como pasarela llena de luces, y público ovaciónándolos como si fueran modelos o celebridades. Ellos no podían dejar de ver hacia un lado y otro, invadidos de lo que parecía cierta multitud, pero lo más interesante fue descubrir por fin, sobre la tarima, a su amiga Luna, vestida con una llamativa blusa verde agua de amplios volados y estampas ceñida a la cadera, que caía como vestido largo sobre calza oscura y altos tacos. Traía el pelo muy arreglado y un maquillaje de tonos celestes. Ella también los estaba aplaudiendo con una sonrisa.
Los amigos la contemplaron con agrado, sobre todo Dylan que no podía creer lo bella e importante que se veía su amor de la infancia. A su lado estaba Ethan, manteniendo una esencia oscura con su chaqueta de gabardina solapada y de grandes bolsillos, muy selecta, que lo hacía verse más atractivo de lo común. A Milena no le dio pudor quedarse viéndolo, a Ámbar le costó fijar los ojos.
Por último, estaba el rey, Cándido Joe, trajeado de blanco y, al igual que todos, aplaudiendo con una amable expresión, a la par de su servil Elisa, con su largo vestido de grabados. Los amigos tenían la misma incertidumbre, como en telepatía, se preguntaban por qué estaba toda esa gente, pues se suponía que su presencia debía ser cautelosa. En cuanto llegaron cerca, los aplausos concluyeron, las luces se apaciguaron, y entonces empezaron a notar la realidad de su percepción, no se trataba ciertamente de una multitud, sino de algunas presencias reunidas por diferentes grupos, la cuestión de amplitud se debió a los espejos colocados como decoración sobre la parte de tierra y vegetación.
—¡Bienaventurados los ojos que pueden verlos, sean bienvenidos, queridísimos humanos! —Joe empezó a hablar en voz muy alta y potente—. Los hemos reunido esta noche para poder presentarles, con orgullo y honor, a cierta porción de nuestros habitantes, nuestros aliados, quienes aún confían y respetan mis políticas y decisiones. A su izquierda, Ánker Iby, el jefe de nuestro ejército y su cuartel mixto que conforman a nuestros guerreros.
Entonces visualizaron al hombre, tenía el pelo rapado, ojos marrones, bigotes y barba corta afeitada a lo candado, un cuerpo trabajado en exceso, y llevaba un uniforme militar, de un enterizo que parecía un traje hecho para una película futurista, con un arma al estilo ametralladora colgada en sus hombros. Él se adelantó para asentir honorable, aunque su manera de ser parecía suelta y ducha, incluso mascaba algo con la boca abierta, movimiento que hacía bailar a su destacable argolla puntiaguda colocada en su ceja diestra, como piercing.
Los amigos, entre la incertidumbre y la novedad, reaccionaron también asintiendo; les pareció el típico milico que no da cabida a nada. El Minor y la guerrera Tyame también saludaron con su cabeza de forma muy relajada, mientras que el Major, en lugar de asentir hacia abajo, lo hizo con su mentón hacia arriba. Por su parte, Brisa, levantó su muñeca y desatando su rudeza se demostró sacudida.
—Menudo jefecito... —se dijo para sí Milena viéndolo de arriba abajo.
—¡A su derecha, quiero presentarles a un grupo selecto en el que confío ciegamente, hombres y mujeres, ángeles y humanos, que prestan servicio a nuestro reino! —Y comenzó a describir cada categoría—. Los guardianes/escuderos, en su caso, ángeles, son quienes vigilan el castillo en posiciones estratégicas, pero también se encargan de detener y llevar ante la justicia a todo aquel que cometa actos ilícitos. Al mismo tiempo, tenemos a nuestros asistentes/sirvientes, en su mayoría humanos, son nuestros servidores, serviles de todo tipo que siempre están a disposición. Ya conocen a Zohar y a Elisa, por ejemplo —los señaló—. Y por último, tenemos a los protectores; siempre han sido ángeles, la naturaleza de Seráfica necesita de ellos para proteger a los miembros de la realeza, son los guardaespaldas personalizados, se otorgan a los niños y jóvenes hasta que tengan edad y conocimiento para defenderse por sí mismos. —Su tono formal cambió a abuelo meloso—. Por ejemplo, mis nietos gemelos, no los han necesitado nunca, porque han sido fuertes desde siempre. —Milena lo miró al Minor Zadquiel y le dio una palmada suave sobre su hombro, él la observó sin expresión. Ámbar, involuntariamente, posicionó su mirada sobre su protector, pero no lo vio a los ojos, y él notándolo, sin quitar la postura al frente, sonrió divertido—. Bueno, también ya conocen el caso de mi nieta y el valiente Ethan Kemblast, él es el primer humano que ha tenido el trabajo de protector, y lo ha hecho muy bien por cierto. —Le hizo un gesto amistoso. Ethan no quitó las manos de sus bolsillos y sonrió mirando hacia abajo. Luna también se incomodó, mientras Dylan pareció fastidiarse.
—Valiente y guapo, ¡esa es mi amiga! —se dijo para sí Milena.
—Todos ellos trabajan en y para mi castillo, son nuestros aliados, claro que no son los únicos, contamos con muchos más en todo el reino, pero hay que ser lo más discretos posibles, son los únicos que sabrán, por el momento, la verdad sobre ustedes, son aptos, dispuestos a alegrarse por su llegada, aliados a mi forma de intuir las cosas. —Y Joe pasó de dirigirse a los adolescentes amigos, al público presente, diciendo algo inolvidable—. ¡Queridos aliados, les presento a Ámbar, Dylan, Milena y Joel, los elegidos de Seráfica! ¡Un arma a nuestro favor, una esperanza para defender este mundo! ¡Para defenderlo de los rebeldes y del mal que se avecina bajo el nombre de Lot! —Y aplausos y silbidos aparecieron con un sonido más fuerte y fraternal que nunca. Se sentían como famosos; para los Piedrabuena fue una sensación de estrellato, para los Maciel, agradable, pero intensamente vergonzoso.
—¡Muchas gracias! —gritó Milena saludando y tirando besos hacia todos lados.
Cuando todos se fueron callando, el rey continuó su discurso.
—¡Amigos! Ahora sí, ha llegado el momento de presentarles a nuestra fuente vital que, como sabrán, no sólo se manifiesta en las reliquias, sino también en... —Y tras una pausa expectante lo dijo como algo muy importante—. Las deidades.
De pronto, todos los seres que eran ángeles cerraron los ojos, entre ellos Luna, el abuelo Joe, la guerrera Tyame y los líderes, entonces, así concentrados, provocaron que de la nada comenzaran a aparecer figuras platinadas de luces sin género específico, como si las estuviesen llamando o invocando. Cada vez eran más y más, se hallaban esparcidas por doquier bajo el cielo negro adornado de estrellas que lograban un paraíso nocturno. Deambulaban sobre el aire y alrededor de los presentes.
Los cuatro atónitos, eran los únicos desconocedores de lo que eran y representaban estas figuras paranormales completamente brillantes. Cuando les pasaron cerca, Milena, impresionada por ver que no llevaban rostro, se agarró del brazo del Minor; Joel se agachó tomando la cintura de Tyame al ver que no tenían pies sino que su luz se perdía hacia abajo como fantasmas; Dylan puso sus antebrazos como defensa chocando su espalda con la de Brisa en cuanto notó que una de las figuras lo rozó y no se sintió nada; y Ámbar, al verse acorralada por tres figuras que hicieron un círculo muy cerca, se tapó la cara espiando a través de los dedos, colocándose detrás de su protector, quien se divirtió de aquello. Luna, por su parte, al ver la impresión de sus amigos, le regaló un gesto de aflicción a Ethan, quien le respondió con mímica de "dales su tiempo".
—¡No se asusten, amigos! —indicó el rey Joe, y las deidades que paseaban cerca de ellos se alejaron hacia los costados.
—¿¡Qué son estas cosas!? —Milena concretó su asombro al atreverse a preguntar. Sus presencias les habían dejado una extraña sensación optimista y pacífica.
—No son cosas, hija, son nuestras deidades, ya les había hablado sobre ellas, son todas las emociones del bien, en su forma personificada —explicó Joe.
—Claro, me queda clarísimo —comentó sarcástico Joel—. Adoro la sensación.
—Ah bueno, pero si lo que menos parecen son personas —añadió Dylan enarbolado en el aura benigna.
—¿Emociones? —Ámbar, estupefacta, se preguntó para sí, y su protector pudo escucharla.
—Abuelo, debes explicarles mejor, o no querrás que alguno se desmaye... —Murmuró arrogante el Major.
—Mi hermano tiene razón, no olvides que ellos vienen del otro mundo, abuelo —agregó Luna.
—Está bien, comprendo su impresión, pero no deben temerles, les explicaré. —Y bajó de la tarima para acercarse a ellos. De fondo nació un murmullo provocado por los presentes fundamentado en las obvias reacciones de los elegidos—. Verán, como ya saben, Seráfica es el reino del bien, aquí nace, se representa y equilibra gracias a la existencia de ángeles seráficos, los mayores seres que encarnan y simbolizan la benevolencia y justicia del mundo humano, de su mundo.
—Sí, sí, sí, eso ya nos quedó claro, son deidades —interrumpió Milena.
—Estás en lo cierto, hija, ellas representan los sentimientos —continuó hablando Joe—. Verán, ustedes los humanos, son capaces de generar y llevar emociones buenas y malas, les dan vida a través de sus sentires y acciones, son la fuente vital de ellas, pero aquí, los ángeles seráficos somos sus guardianes y los responsables de su perseverancia y equilibrio, y de esa manera nos convierten en los máximos representantes del bien. Gracias a haber nacido en esta tierra de deidades, somos los encargados de proporcionarlas, de hacerlas nacer y prevalecer. Por eso, su mundo y el nuestro están en simultáneo —explicó una vez más con un tono tan relajado que se sentía libre.
—Recuerdo toda la explicación que nos dio, pero no está mal un refuerzo —Joel estaba estupefacto aunque no era el único.
—No entiendo, ¿ustedes no generan emociones por sí solos? —indagó Dylan, mirando directamente a Luna.
—Sí, claro que sí. Ya lo hemos hablado. Nosotros las guiamos en estado puro, y nuestras leyes legendarias nos amparan para su protección.
—Claro, también dijo que era necesario lo malo en la medida justa. Sé que ya nos explicó, pero es confuso. —Milena estaba ansiosa por comprender.
—Aquí predomina la bondad. ¿Ven toda la seguridad que acabamos de presentarles? No creerán que es por casualidad. Ya saben los peligros con los que contamos y nunca se sabe cuando el mal puede surgir, y es nuestro deber mantener siempre el equilibrio —comentó redundantemente el rey.
Las imágenes de luces circulaban por el sitio, la deidad del amor iba sonriente y distraída, la alegría bailando, la armonía dejando una estela perfecta, la ternura acariciando las paredes y flores, la confianza avanzaba decidida ante los demás, y la tranquilidad, marchaba serenamente, entre otras que también hacían lo suyo. Después de esa travesía receptora, había llegado el momento cúlmine de la ceremonia. Joe regresó a la tarima y expresó otro discurso.
—¡Ahora, queridos presentes, quiero compartirles el último, pero más simbólico motivo de esta reunión. El regreso de mi nieta! —Ella no esperaba ser anunciada, así que se sorprendió con un pequeño sobresalto—. ¡Ya saben que tras la terrible tragedia de una noche, en la que perdimos a mi otra nieta, sus energías han quedado compenetradas gracias al poder de gemelas, por lo tanto, en su honor y memoria, hemos decidido renombrar a nuestra sobreviviente, con un nombre de solemnidad reconocible: "Lurianbella"! —Resonó con un eco invasivo que atravesó todo el salón—. ¡Y pase lo que pase, enfrentándose a quienes tengan que enfrentarse, y a donde quiera que vayan, siempre llevarán presente este nombre, sabiendo que es la princesa y futura reina de Seráfica! —gritó algo desaforado, tanto que todos retomaron los aplausos, con ínfulas, silbidos, gritos.
Luna se sintió entusiasmada por las ovaciones con su nuevo nombre. "¡Lurianbella!", "¡Lurianbella", pero sobre todo por sentir que tenía un pueblo unido, que sus amigos eran bien recibidos y que entrenarían y juntos vencerían a todo mal. Lo imaginó perfecto mientras su abuelo la abrazaba. Por encima de su hombro pudo ver la sonrisa de Ethan y sus ojos turquesa posicionados en ella.
Así fue cómo el rey Joe les presentó a su seguridad y la fuente vital de su naturaleza, al mismo tiempo que renombró a su nieta. Todo estaba encaminado en aquella compartida y agradable ceremonia, aunque esa predicción anunciante de atrocidad pegada a un final fructuoso, que había tenido Joe, estaba a punto de manifestarse. Alguien se acercaba por los senderos de afuera y llegaba con aliados para llevar a cabo un plan que ponía al descubierto al mal en exceso. Ya estaba en marcha para desatar el caos.
¡¡GRACIAS POR LEER!!
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