Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

2-Vidrios

Luna entró a la casa refregándose los ojos. En un segundo tomó la determinación de no mencionar lo que acababa de ver. El día transcurrió cotidiano, almuerzo de ambas con televisión de fondo, diario sobre la mesa y miradas pensativas que se intercalaban con algunos comentarios irrelevantes en comparación con toda una sensación inquietante. Al pasar algunas horas, ya llegando las seis de la tarde, las nubes blancas que habían empezado a agruparse en desmayo y obstruían el matiz del cielo, no dudaron en deshacerse en gotas cayendo desesperadas sobre la ciudad. 

Luna se encontraba terminando de forrar un cuaderno para la escuela; las manualidades le encantaban, pero su mente no dejaba ni por un momento de volar, cuando de repente, envuelta en cientos de imágenes ilusorias, sus ojos que estaban distraídos, reaccionaron al ver que la luz de la casa se desvaneció. Génesis estaba en la cocina, enseguida encendió dos velas y se dirigió hacia la mesa, descansó los platos que las sostenían y se sentó desganada.

—¡¿Tenía que cortarse ahora?! —renegó, ya que estaba en medio del preparado de un relleno de torta.

Entonces, fue en ese instante que el mutismo de una respuesta a algo tan simple la hizo observar por primera vez con relevancia, tras la luz naranja del fuego, a su hija totalmente ida y realizando algo inusual. Resulta que Luna había salido al patio y estaba allí parada bajo la intensa lluvia, mojándose sin cuidado.

—¡Luna! ¿Pero qué hacés ahí? —Sin embargo, su hija no respondió, sólo extendía los brazos y miraba al cielo sintiendo el agua caer sobre su piel, así que su madre agarró un toallón del baño y corrió hasta ella. La envolvió y la atrajo hacia adentro—. ¿Qué querés, enfermarte? —Estaba algo tiesa, pero se dejó jalar.

—Má, ¿por qué el agua está tan... ácida? —preguntó chorreando gotas en medio del living.

—¿Qué cosa? —su madre se extrañó mientras le refregaba la toalla por la espalda.

—El agua, tiene un olor raro y se siente como si picara... —Al oírla, Génesis frenó para mirarla.

—Antes el aire, ahora el agua... ¿Qué falta, la tierra y el fuego? —espetó  graciosa, y al hacerlo, un trueno iluminó todo el cielo con un ruido tenebroso que asustó más a la adulta que a la pequeña—. Mejor no hagamos enojar a la madre naturaleza. —Su broma pareció un asunto serio.

Las gruesas gotas de lluvia se escuchaban en el techo como pisadas de tal manera que se experimentaba como una anónima presencia. Luna se sentó en el sillón y mientras se terminaba de secar el pelo, se la notaba más importunada que nunca, como una mezcla entre decepción del alrededor y una inevitable actitud ida. Génesis, ahora sí no podía dejar de preguntarse sobre ello.

—¿Qué te pasa, hija?

—¿Por qué, mamá? —La pequeña regresó un poco en sí.

—Bueno... estás como rarita, pero esto de la lluvia... ¿Qué anda pasando?

Luna respiró profundo y sintió que era el momento para confiarle a su madre un poco del torbellino que tenía dentro, pero era algo tan poco cohesivo que probablemente no lo pudiera transmitir con las palabras exactas.

—No sé explicarlo, má —dijo desbordando aflicción.

—Contame lo que sea, por favor —empezó a preocuparse.

—Pero de verdad, no sé... 

Una lágrima indiscreta se deslizó por su mejilla. A Génesis la enojó bastante imaginar el posible origen de su preocupación.

—¿Te pasó algo en la escuela? —encertó. Luna negó con la cabeza—. ¿Fue tu papá o quizás tu hermano? ¿Alguno te habló mal de mí, alguno te retó por algo? Si se atrevieron a hacerte cualquier cosa, te juro que...

—¡No, má, nada que ver! Lo que me pasa es que... tuve un sueño... —Lo dijo sin más rodeos.

—¿Un sueño? —Se calmó al saber que era eso nada más—. ¿Eso es todo?

—Sí... un sueño, pero fue muy raro... —Y antes de que su madre pudiera comentar algo, Luna continuó—: Es una pesadilla... pero... no sé bien qué es... no importa.

—Claro que importa, a ver, contame, ¿qué soñaste? —intentó entenderla.

El sobresalto de esa mañana con un resultado extravagante, la tenía turbada y con curiosidad de saber qué era lo que sucedía. Ella se dispuso a contarle el sueño a su madre para ver si le decía algo razonable, o si al menos calmaba la sensación.

—Era en un lugar que no conozco... pero también me pareció que sí lo conocía... bueno, no sé... yo estaba ahí, me estaba escapando de algo, como una sombra negra... pero, al lado mío, má... había alguien agarrándome de la mano, me ayudaba —susurró como si eso fuera la luz dentro de la oscuridad—. La sombra me daba mucho miedo, y quería saber qué iba a pasar, pero, al final me desperté...

—¿Una sombra te perseguía?... ¿Y quién te ayudaba? —preguntó la madre con un tono reducido a lo infantil.

—No sé. No le pude ver la cara —enunció ella decepcionada—. Pero corríamos muy rápido, me estaba ayudando a escapar... creo que era un chico... me parece que era más grande que yo, estábamos en un bosque, creo... —exhaló—. También me acuerdo de unos ojos, no sé de dónde salían pero, estaban como en el cielo, primero eran grandes y turquesas, y después un poco distintos, de dos colores...

—Ay, hija, no te preocupes, seguramente estás mirando mucha televisión antes de dormir, vamos a empezar a no ver tantos dibujitos animados —respondió con una explicación insólitamente lógica y se acercó para friccionarle la espalda—. Sólo fue un sueño. Es típico en los niños, a tu edad me pasaba lo mismo. Ah, pero si hacía mucho berrinche, tu abuela, que en paz descanse, se enojaba y me mandaba a dormir temprano.

Génesis trató de infundir alivio con su contención bromista, y efectivamente creyó conseguirlo, sin embargo, Luna se dio cuenta de que su madre no lo entendería más que como una situación normal de una niña chiquita, y decidió desertar su intención de contarle el sentir desconcertante que había tenido todo el día sobre el alrededor y las personas. No iba a arriesgarse a que lo tomara como un berrinche y se enojara. No siguió tocando el tema.

—Sí... un sueño... —dijo, y entonces, indagó sobre otro tema—. ¿Y papá, a qué hora viene hoy?

—¿Tu papá? No sé, imagino que hoy tampoco va a venir... —pronunció con desagrado.

—¿Por qué no? —A Luna se le visualizó de repente un recuerdo de la rutina ausente de su padre que nuevamente unos segundos antes sintió no tener presente—. Digo, ¿otra vez no?

—Y no, hija... Seguro se quedó con ese amigo que, dice, le va a conseguir un mejor trabajo. Pero ya no estoy tan segura... Vos no te preocupes, pase lo que pase, no tenés que preocuparte. —Imposible no hacerlo, después de todo, era su padre y le dolía su ausencia.

De pronto, un relámpago iluminó las paredes y los muebles. Sobre una vitrina llena de adornos y periódicos apilados, Luna se percató de una fotografía que al parecer la integraban cuatro personas. Génesis se fue un momento a la cocina y Luna se paró para dirigirse a la imagen. La tomó en plena luminiscencia tenue. Estaban en una plaza, ella y sus dos padres, pero además, había un muchacho. De golpe, la misma sensación de todo el día, no lo reconoció, pero tras un pestañeo que forzaba la vista, sí, era su hermano Ignacio; cabello oscuro rapado, piel morena, ojos marrones claros y frente arrugada.

—¡Buenas! —se escuchó detrás de Luna y ella pegó un salto no prediciendo la llegada.

—¡Ay, qué susto! —mencionó soltando el portarretratos provocando que cayera y se rompiera el vidrio del mismo contra la oscuridad de las cerámicas, y sus pedazos se esparcieron mientras descubría a su hermano entrando al living, con jeans y campera mojada.

—¡Ey, princesita! —se le dirigió su hermano con un típico tono de adolescente rebelde—. ¿Qué pasó? ¿acaso viste a un fantasma?

—No te escuché entrar —dijo ella endurecida.

—¡Pero, hija! —Génesis volvió para encontrarse con ese desorden—. ¡Correte de los vidrios que te vas a lastimar! —Y ahora, viendo a su hijo cuando agarraba el plato con la vela—: ah, llegaste, hola, Nacho —se la escuchó ciertamente incómoda.

—Hola, Génesis —él también fue distante, hasta formal. Luna empezó a recordar ese hábito en su relación pero, extrañamente, y lo que para a esta altura ya no era una sorpresa, no lo había recordado sino hasta ese preciso momento en que lo estaba presenciando.

—¿Otra vez sin llamarme "mamá"? —preguntó escéptica incluso riendo.

—Costumbre... —y forzó un vocativo— má, no fastidies, ¿acaso vos no me llamás "Nacho"?

—Sí, costumbre... —repitió sin intentar ocultar su descontento—. ¿Y cómo te fue en la escuela?, dicen que quinto año es el más fácil —curioseó mientras alcanzaba una escoba y barría los trozos sobre un papel de diario extendido. Luna analizaba la falta de caballerosidad de él.

—Eso dicen, no quiere decir que sea cierto —respondió apático, perdiéndose en la cocina, buscando en la heladera algo para tomar.

—¿Te quedás a comer? —le preguntó su madre cuando lo vio.

—No, sólo vine a cambiarme de ropa, me voy con mis amigos. —Dio un largo sorbo de gaseosa—. Pero gracias de todas formas. Permiso —aludió indiferente y se marchó a su cuarto sin dar precisiones. Al pasar junto a Luna que estaba nuevamente sentada en el sillón, envuelta en la toalla, él le revolvió el cabello con actitud jodona. Después de tanta indiferencia, eso fue tierno, pero incómodo.

Génesis terminó de limpiar los vidrios y volvió a colocar el portaretratos sobre el mueble, pero realizó una pausa como si se quedara viendo la foto con nostalgia concluyente en un suspiro. Su pequeña hija lo presenció, estaba muy perceptiva de todo. A los pocos minutos, la lluvia comenzó a ceder y se escuchó la puerta de la calle cerrarse. Ignacio se había ido sin saludar. Ese golpe provocó que madre e hija se miraran extendiendo estirpes de aflicción.

—¿Qué le pasa a mi hermano? —Aunque creía saber la respuesta, no la tenía tan clara.

—Ay, hija, me gustaría poder responderte eso, pero hace tiempo ya que está muy inexpresivo, ausente... —dijo decepcionada, sentándose junto a ella—. Parecería ser cosa de hoy, pero sé que esto viene desde hace rato.

—¿Así como papá? —La pregunta de Luna la dejó helada.

—Veo que ya sos una nena grande y que podés darte cuenta de las cosas —se tiró su mecha violeta hacia atrás con cansancio—. Sí, exactamente como tu papá. No sé qué les pasa pero entre ellos se comunican mucho, a veces salen juntos, se consultan todo... y a nosotras nos hicieron a un lado... —De dramática pasó a optimista—. Pero vos no te preocupes por nada, hija... yo nunca te voy a abandonar, las dos solitas podemos salir adelante, pase lo que pase.

—Claro, nos tenemos una a la otra —dijo Luna hallando alivio en el agarre de manos que manifestaron ambas a la vez.

De repente, entre medio de la buena energía que se extendía de esas palmas unidas, como simbolizando el momento, volvió la luz.

—Bueno, Edesur no se portó tan mal, pensé que no volvía hasta mañana —bromeó y Luna se divertía—. Vamos a comer, hija, te quiero mucho.

—Yo también te quiero mucho, mamá.

—Espero que no vuelvas a tener pesadillas... —le dijo provocando en su mente el retorno de aquel sueño.

Por un momento, Luna se preguntó si no sería su hermano aquel joven que la ayudaba a escapar de la sombra negra, pero no, no estaba segura. Había algo inocente en esa actitud socarrona que lo relacionaba con la anónima identidad, aunque en realidad, el niño alucinado, sí tenía una dosis de caballerosidad, incluso protectora para con ella que, lamentablemente, le costaba reconocer en sus dos figuras masculinas familiares. El chico de su sueño, seguramente se hubiera ofrecido a levantar los vidrios rotos del suelo.

Qué día tan extraño, Luna jamás lo olvidaría. Después de cenar y compartir una agradable velada con su madre, como si luego de su charla, algo muy significativo hubiera enfatizado su apego, se fue a dormir con tranquilidad, una que no había sentido aquella mañana, y que le permitió descansar sin rastros de pesadillas. En su lugar, visualizó algunas imágenes del rostro de su amiga Ámbar, la tímida compañera que la había cautivado sin explicación. Deseaba cultivar esa amistad. 

Lo que no sospechaba Luna, era que pronto, aquel sueño turbio que la había perturbado todo un día, no acabaría con el tiempo en una simple anécdota, sino que sería el preámbulo de una historia impredecible y extraordinaria que estaba a punto de comenzar.  


Gracias por haber leído hasta acá.

Te invito a seguir entregándote a esta maravillosa historia---->

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro