15-La noche de suerte
Aquella noche, turbios pensamientos rodeaban a los cuatro inconclusos amigos que no podían pegar ojo. Encontrarse en un sitio totalmente ajeno, sin explicaciones, pero sobre todo, con la congoja de un enigma que prometía revelar una respuesta de fabulación, se experimentaba absolutamente onírico. Cada uno de forma individual estaba rodeado por esas acogedoras alcobas de la torre a la que habían logrado subir, tan cuidadosamente decoradas y relucientes con vista al inmenso boscaje y parte del castillo cuya luminiscencia cósmica retumbaba en sus aprehensiones.
Todo un ambiente que invitaba a ofrecer un descanso placentero, sin embargo, los nervios y la locura sobrevolaban la atmósfera en un extrañamiento sin permitir alivio. Nada estaba tranquilo en el interior de esos humanos, tampoco en los líderes quienes también tenían preocupaciones por ellos, por cómo se sentirían, pero especialmente por el motivo que acarreaba su presencia.
La noche transcurrió densa y el silencio ensordecedor aprisionó el ecosistema. Estaba todavía oscuro cuando la inquieta Milena no pudo aguantar más la incertidumbre, sintió que el pecho se le oprimía, necesitaba respuestas. Se vistió rápido con los jeans, zapatillas y remera que le habían dejado sobre el suave edredón de la cama, y salió intentando no hacer ruido. Llegó a la glorieta y se asomó en puntas de pie por las escaleras. En la base de las mismas, vio de espaldas a un guardia encapuchado y con una especie de arma de fuego ensamblada.
Enseguida, sin pensarlo demasiado, buscó la puerta de su hermano y la golpeó con cuidado, luego se dirigió a las de Dylan y Ámbar para hacer lo mismo. Esperó un momento y repitió su acción, esta vez más fuerte. Caminaba de un lado al otro, totalmente intranquila. Pero en el momento en que se dignó a golpear una tercera vez, Joel abrió del otro lado. Tenía la misma sensación vomitiva en su estómago.
—Hola, ¿qué pasa? ¿Tampoco podés dormir? —le preguntó con voz baja mientras se abrochaba el cierre de su saco.
—Es imposible dormir esta noche, hermano —le dijo chocándose las uñas.
—¿Y qué hacemos?
—Necesitamos encontrar una respuesta, algo, lo que sea. —Se agarró la frente.
—¿No estarás pensando en husmear? ¿O sí? —Joel intentó ser sensato.
—¿Qué son esos golpes? —Dylan salía acomodándose el buzo que acababa de ponerse. —Ah, eran ustedes... —agregó al verlos.
—Sí, y llamá a tu hermana, tenemos que ir a investigar —afirmó Milena muy decidida.
—¿Pero cómo lo vamos a hacer? —Dylan se sintió desprevenido.
—Shh, hablen más bajito, hay alguien vigilando allá abajo —se les sumó Ámbar saliendo también con la ropa básica y terminando de atarse una trenza.
—Vení, vení —la invitó Milena cuando la vio—. Vamos a hacer lo siguiente, cada uno agarra una piedra y la tira hacia los árboles, lo más lejos que pueda, así vamos a distraer al guardia. —La chica ideó un plan en cinco minutos.
—O mejor podemos turnarnos, bajamos sin hacer ruido, tiramos una piedra y en cuanto se distrae para mirar, bajamos del todo y nos vamos por los costados —comentó Dylan, y a Milena le agradó su complicidad en el plan de indagar.
—Sí, sí, buena idea, galán.
—Esperen, bombones, ¿están seguros? ¿Y si nos descubren? El guardia no debe ser ningún tonto. —Joel no estaba tan seguro de bajar.
—El tonto sos vos, hermano —e hizo un gesto tocándose la sien— ese guardia no está ahí cuidando de que nos escapemos, está protegiéndonos de lo que pueda venir de afuera, ¿no vieron que no había nadie en el salón del castillo? No quieren que seamos vistos. Hay algo muy secreto acá, y tenemos que averiguar qué es.
—Justamente, cariño, ¿no te parece que nosotros deberíamos cuidarnos de lo que ellos nos protegen? —dedujo Joel.
—Bueno,... Sí... Pero no sabemos si no son ellos los villanos —contrarió una vez más Milena—. No te olvides que estamos acá en contra de nuestra voluntad, y las conversaciones que escuchamos... rebeldes, disturbios, ataques, ejército... ¿Qué fue todo eso?
—Y te faltó algo, nos llamaron "mundanos" —agregó Dylan.
—Sí, tal vez eso deberíamos tomarlo como de quien viene, el rubio ese no me dio buena espina —ratificó Milena.
—¿Vos qué opinás, Ámbar? —le preguntó su hermano.
—No sé... —balbuceó.
—Mirá a quién le preguntás, justo a la que no habla... —dijo Milena con hastío.
—Cuando estábamos en el salón principal —se antepuso Ámbar— vi una puerta, pero, no sé si me animaría a ir a mirar —comentó retraída.
—¿Una puerta? ¿Cuál? —interrogó Dylan.
—Ay nena, hay miles de puertas en este castillo, ¿qué tendría de llamativo? Necesitamos pensar en algo más. —Milena estaba muy intranquila y parecía tratar de inoperantes a todos.
—Estaba justo debajo del asiento del rey, cerrada con candado —la reservada Ámbar le demostró lo contrario.
—¿Qué dijiste? Repetí eso, nena —se interesó Milena.
—Eso, me pareció que el asiento podría levantarse fácilmente como una puerta —expresó tímida.
—Eso tenemos que verlo más de cerca, si está cerrada debe haber algo importante —entreveró.
—No sé, yo diría que esperáramos hasta la mañana y que ellos nos expliquen —instó Joel.
—Si hubiesen querido explicarnos algo, ya lo hubieran hecho... Ni siquiera el tal Ethan fue claro, y eso que pareció el más amable de todos —opinó Milena perpetuando la especulación.
—¿Amable? No estoy tan seguro —añadió Dylan convencido de que él los había involucrado en esto desde el momento de su aparición en la fiesta de Luna.
—Como sea, yo voy a ir a ver esa puerta. ¿Quién viene conmigo? —Milena estaba imparable.
—Yo iría, pero... ¿cómo la vamos a abrir? —preguntó Dylan con lógica.
—Un problema a la vez, amigo... ¿Me acompañás? —Se tomó la cintura.
—Yo no tengo problema, quiero saber qué esconden —dijo Dylan abriendo los ojos.
—Excelente. Vos, hermano, y vos, Ámbar... si quieren quedarse, lo entendemos.
—No cariño, yo voy. No quiero que te metas en un lío —añadió Joel.
—¿Y vos? —la miró a Ámbar.
—Ni loca me quedo acá sola —contestó con los labios temblando.
La sensación de indefinido que sentían, los impulsó a avanzar en esta idea de absurda estabilidad. Cada uno buscó entre los rincones de la glorieta una piedra, la más grande que cupiera en una mano, como si esas imprevistas dicciones que lanzaron hubieran sido suficientes para saberse el plan a la perfección. Ya con sus improvisadas armas, se asomaron decididos al inicio de la escalera, pero, de pronto, descubrieron que el guardia que los estaba vigilando debajo, había desaparecido.
—¡Esperen, no está! ¡Se fue! —aludió Milena siendo la primera en asomarse.
—¡Qué raro! —Expresó Dylan, al mismo tiempo que Ámbar y Joel se miraron suspensos.
—Mejor, bajemos ahora antes de que vuelva —indicó determinante Milena.
—No, no, hermana, no es buena idea, ¿qué tal si algo lo atrapó? —se preguntó Joel con vehemencia.
—¡Si quieren quédense, no voy a esperar un minuto más! —gritó en susurro.
A continuación, se lanzó a bajar con velocidad mientras los amigos la veían sin poder objetar, hasta que Ámbar reaccionó de miedo:
—¿Qué hacemos, la seguimos? —Su voz fue más suave que un susurro.
—¡Sí, vamos! —contestó Dylan casi como una orden.
Pero de pronto, Milena se frenó y, por efecto dominó, así lo hicieron los demás. Resulta que el guardia había regresado, saliendo de un lateral. Para su suerte, su postura se mantenía de frente al bosque y no miró hacia la escalera donde los cuatro amigos procuraron mantenerse congelados. En ese instante, Milena los miró para hacerles un gesto de silencio con su índice y les señaló la piedra como indicación de continuar con el plan. Ellos asintieron. La cabecilla, decidida, tomó fuerzas y lanzó su piedra lo más lejos que pudo con la idea de que hiciera ruido y movimiento entre los árboles, arriesgándose a que el guardia viera la procedencia de la misma y se diera vuelta. Los amigos trataron de no moverse pero sus ojos ensanchados mostraban nerviosismo.
Milena oprimió los párpados y se agachó un poco luego de su osadía, pero pasados unos segundos, no escuchó ruido ni queja, por lo que los volvió a abrir lentamente para descubrir que el guardia se había acercado más hacia la maleza. Para su suerte, el plan parecía haber funcionado. Ámbar exhaló profundo, Dylan apretó muy fuerte su piedra, Joel, sacudió una mano como liberando energía. Entonces, Milena rápidamente se abalanzó a descender intentando no pisar fuerte. Logró por fin llegar abajo, visualizó al guardia entre los árboles pareciendo buscar el origen del sonido con su arma posicionada y apuntando.
Al instante, los incitó a los demás con un gesto de mano y se escondió detrás de un alto arbusto. Dylan bajó unos escalones y se atrevió a seguir el procedimiento. Como de los tres, era quien tenía más fuerza, lanzó la piedra mucho más lejos. Eso provocó que el guardia se decidiera a trotar rumbo a la profundidad del bosque, abandonando definitivamente la entrada a las escaleras. Milena, que ya estaba abajo, pudo ver mejor el sitio despejado, entonces salió de su hueco para indicarles que bajaran. Los tres se apresuraron por los escalones y alcanzaron a Milena.
—Les dije que era pan comido —se hizo la valiente. De pronto, escucharon pasos acercándose, probablemente era el mismo guardia regresando, pero no se quedarían para averiguarlo—. ¡Vamos por ese camino! —indicó una vez más pareciendo la líder, señalando un sendero que salía del costado derecho.
—No, no es por ahí, el castillo está por donde vinimos —contrarió Dylan.
—¡Rápido, corramos! —gritó Joel en un susurro.
La noche tenía un clima muy agradable, el cielo estaba totalmente estrellado ofreciendo una luminosidad natural que escatimaba el uso de luces o antorchas. Había un silencio ancestral y cierta paz que ellos pudieron presentir en contraste con su malestar de incomprensión; simplemente una revolución de sentires encontrados. Los cuatro, ahora partícipes de la pronta averiguación de este misterioso lugar, se dirigieron al sendero de la izquierda, tratando de recordar por dónde habían venido anteriormente. Cruzaron la pasarela de hormigón y se adentraron por bifurcaciones de caminos que los llevó, no al interior como querían, sino al exterior, cerca del puente principal a entrada del castillo.
—Ay, no, sabía que era el otro camino, hubiéramos llegado directo al comedor. Volvamos —se impacientó Milena.
—Tranquila, hermana —la centró Joel— es peor si volvemos, vamos a entrar por acá, si a donde queremos llegar es al salón principal.
—Ok. ¿Cómo vamos a abrir la puerta de entrada? —cuestionó ella.
—El guapo extraterrestre lo hizo moviendo sus manos, pero nosotros... —analizó Joel dejando salir una voz aguda.
—¡Ja!, no te imagino intentándolo, debe haber otra manera de entrar —dijo Dylan moviendo su cuello hacia todos lados.
—Miren, la puerta está entreabierta —observó Ámbar animándose a decirlo bajito.
—Buena vista, nena, es nuestra noche de suerte —agregó Milena.
—Sí, pero ojo, puede haber alguien —Dylan intentó ser prudente pues no quería que el plan fallara a esta altura.
—Sí, sí, él tiene razón. Deberíamos espiar —concordó Joel.
Se acercaron agazapados unos detrás de otros. Esta vez Dylan se puso al frente, apoyó la espalda en el portón y entremetió despacio la cabeza por la abertura. Llegó a ver el vestíbulo de paredes flotantes. Para su suerte, allí no se oía ni había nadie.
—Despejado. Avancemos —indicó serio y, tratando de acelerar el asunto, comenzaron a ingresar.
—No te queda nada mal el papel de soldado —lo bromeó Milena, y Dylan se rascó la nuca.
Vieron la puerta al final del sitio. Para su sorpresa, estaba abierta de par en par, por lo que pudieron ver la sala principal tan vacía y silenciosa como si los estuviese, de alguna manera, esperando, pero la soledad que acontecía era tan pura y pacífica que se volvió un sitio ciertamente sombrío, desconcertante.
—Qué raro... —expresó Ámbar mientras avanzaban.
—¿Qué cosa? —indagó su hermano.
—Hablá, hablá, nena —la incitó Milena.
—¿No les parece raro que nos hayan dejado vigilancia en las habitaciones, pero acá no cerraron las puertas? —Se animó a cavilar mientras detuvo su paso contagiando al resto—. Además, ¿por qué no hay nadie?
—Decime alguna cosa que no sea extraña en este lugar, cariño... —añadió Joel con tono de obviedad.
—Se fueron a dormir, quizás tienen la costumbre de dejar todo apagado —dedujo Dylan.
—O quizá, son todos unos locos maniáticos que sólo querían encerrarnos a nosotros —Milena lo dijo grave.
—Puede ser, pero Luna... ella no haría eso, seguro la están obligando —discutió afligido Dylan y todos guardaron silencio, hasta que retomaron el camino.
—Muy bien, esto es lo que creo —continuó comentando Milena—... En el cumple de Lu, nos pusieron algo en la bebida a los cuatro, nos secuestraron y, dormidos, nos trasladaron a una isla en medio de la nada donde hay algo muy retorcido de lo que aún no tenemos idea... y nuestra amiguita... lamentablemente está medida en esto...
—¿En esto? —preguntó Dylan.
—¡Mafia, algún tipo de tráfico o secta!
—Shh, bajá la voz, hermana, ¿qué tonterías se te ocurren? No creo que sea nada de eso... —le pareció un disparate a Joel—. Más bien parece un parque temático de juegos medievales, aunque nada parece escenografía, todo se ve tan real...
—Sí, vamos a investigar antes de asegurar algo... —agregó Ámbar en un siseo.
—¿Creen que el tal Ethan aparezca en cualquier momento? —Ahora Dylan preguntó con cierto tono de desprecio pero al mismo tiempo trémulo.
—No, sería más probable que apareciera el malhumorado —contestó Milena haciéndose círculos con el índice entre su mentón y su labio.
—¿Malhumorado? —No entendió el hermano Maciel.
—Sí, el tal Major rarito ese... —Ella lo dijo en un tono que vacilaba entre el desdeño y el agrado.
—Ah, el que te echó el ojo... —comentó gracioso Joel y a ella se le salió una carcajada que retumbó un poco.
—Shh —la calló su hermano.
—No estoy seguro de quién se lo echó a quién... —le dijo Dylan a Ámbar en secreto y ella sonrió bajando la mirada.
Tras ladear las solitarias columnas fulgurantes de rebozado vivero floral y sentir la desértica atmósfera en intacta luminiscencia natural, finalmente llegaron a la tarima donde el asiento del rey se exhibía brillante. El fondo que se perdía por detrás parecía un atrayente agujero negro. Aunque estaba oscuro, las luces naturales de los jaspes y piedras preciosas les permitieron ver los detalles de cerca. Parecía una madera pintada y forrada con felpa, todo en dorado y azul. Poco sofisticado en comparación con la arquitectura.
—Parece que sí es una puerta —comentaron.
—Y como era de esperarse, tiene candado —apreció Dylan con desilusión, tomándolo para mostrar lo evidente. Era un gran cerrojo.
—Bueno, ya estamos acá, ahora no vamos a retroceder, además es nuestra noche de suerte —dijo Milena visualizando uno y otro borde del trono puerta.
—Me gusta tu optimismo. ¿Alguna idea de cómo abrirla? —Le dio conversación Dylan.
En ese instante, Milena puso cara de ganadora y, sin decir nada, sacó de su cabello un clip, es decir, una hebilla broche, entonces la elevó como si buscara luz, la dobló de un extremo y se apresuró a introducirla por uno de los huecos del candado...
—¿Es enserio?... —Le pareció absurdo a Joel—. ¿No vas a...?
—Por favor, silencio —lo calló su hermana con un gesto que indicaba necesidad de concentración.
Subsiguientemente, comenzó a realizar unos movimientos como si probara hacia distintos lados, y con presión hacia arriba y hacia abajo, necesitó doblar el otro extremo para encajarlo por la rendija restante. Comenzó a mover los filamentos de alambre como palanca mientras los amigos miraban alertas su vandálico acto, hasta que de pronto, el candado hizo un sonido de destrabe y, como obra de magia, se abrió.
—¡Eureka! —gritó por lo bajo Milena.
—Dale... Me estás jodiendo... —expresó Dylan.
—Genia... —pronunció Ámbar.
—Esta vez sí que me sorprendiste, hermana.
—No me agradezcan, lo vi en internet.
Ella rio triunfante con la sensación de que estaban muy cerca de descubrir algo, pero cuando intentó levantar la puerta, se dio cuenta de que era pesada. Los cuatro agarraron un extremo para ayudar a abrirla. Efectivamente una portilla hecha asiento, que sobre el suelo ocultaba un hoyo. Un cuadrado oscuro al estilo escotilla iniciaba un sitio que no podía verse, como el más indeseable abismo.
—¿Algún voluntario para bajar? —preguntó Dylan.
—Se ve muy tenebroso, chicos, tal vez deberíamos dejarlo hasta acá —se asustó Joel.
—¿Estás loco? No llegamos hasta acá por nada. Sí, da un poco de miedo, pero seguro se trata de un sótano lleno de papeles y eso es lo que buscamos, algo que nos dé respuestas.
—Siempre traigo una linterna conmigo —dijo Dylan sacándola de su bolsillo. Era una pequeña muy cómoda de portar, pero al encenderla, la luz era bastante débil—. ¿Por qué no le habré cambiado la pila? —se lamentaba Dylan.
—Bueno, va a tener que ser suficiente. Vamos a agarrar todo lo que podamos y lo traemos arriba para poder verlo mejor. Alguien tendría que quedarse acá para vigilar que no se cierre la puerta, es muy pesada como para abrirla desde allá abajo —organizó Milena.
—Ok, yo me quedo, hermana, pero no tarden, no sé qué lugar me da más miedo.
—Yo también prefiero quedarme... si no les importa... —dijo Ámbar medrosa.
—Bien, que las niñas se queden. ¿Qué decís, Dylan, bajás conmigo? —Milena estaba decidida.
—Y... dale, sí, yo voy, pero si se pone muy turbio no te aseguro que no salga corriendo.
—Con eso me basta... ¡En marcha!
—Tené cuidado, Dy —le expresó su hermana y él asintió mostrando fe.
De inmediato, Dylan se agachó para sentarse en el borde del hueco e iluminar con su frágil linterna. Parecía verse el suelo bastante cerca de ellos, por lo que podían lanzarse y caer de pie sin problema. Así lo hicieron ambos. Al frente, un corredor oscuro del que no se llegaba a ver su fin, los esperaba con cierta sensación de acecho. Comenzaron a avanzar trémulos, las paredes y techo eran de piedra grisácea con leve brillo, el suelo de un cemento blanco liso. Su poca iluminación no les permitía ver a distancia, por ello, avanzaban lento y tomados del brazo. Luego de unos cuantos minutos, Ámbar y Joel notaron que la endeble luz de la linterna había desaparecido por el camino que se perdía en el sitio subterráneo.
El arriesgado dúo secuaz conquistaba poco a poco el misterioso sendero que parecía no llegar a ningún lugar. Dylan intentaba mantener la calma, aunque su pavor era enérgico y se complementaba con el furioso deseo de revelación que había ocupado a Milena. Olía a tierra mojada mezclada con azufre.
—¿Te parece seguir avanzando? —le preguntó él.
—Sí... Todavía sí, tiene que haber algo al final —y lo tomó más cerca del antebrazo—. Me agarro para no perderte de vista, vos seguí apuntando la luz para delante.
—No parece haber nada más que un corredor –comentó Dylan.
—Los corredores están por algo. Me quiero ir de acá.
—¿Querés volver?
—No, digo de este lugar, este bosque y castillo, no tenemos idea de donde estamos y por qué. ¿Notás mi agitación? Yo sí la noté en ustedes. No es sólo por miedo, es por este aire que no parece normal. Lo de la mafia fue una hipótesis al azar, más bien creo que estamos en una especie de prueba o área clandestina, en alguna región nórdica o marroquí, si es así tenemos que salir antes de que nos maten —ordenó la amenazante información Milena.
—Che, es muy loco lo que decís, también lo pensé, supongo que esto no es un juego...
Del otro lado, la nerviosa Ámbar intentaba mirar atenta hacia todos los rincones, mientras que el intranquilo Joel, no quitaba ojo del hueco. El hecho de que después de largos minutos, sus hermanos no regresaran, ni se los escuchara, volvió más alarmante el clima. Sus inhalaciones estaban siendo cada vez más apresuradas. De pronto, la posicionada soledad tuvo una grieta cuando Ámbar vio una sombra acercarse por uno de los caminos.
—¡Joel, viene alguien! —le gritó bajito.
—Rápido, rápido, cariño, cerremos la puerta.
Con fuerza excesiva lograron cerrarla, de manera que el asiento quedó en su sitio original. Entonces, se dispusieron a esconderse detrás del mismo, justo donde la luz nocturna no daba. El oscuro sendero que ya parecía el colmo, de pronto les ofreció a Dylan y a Milena unas escaleras descendentes que llegaban hasta una alta compuerta de dos brazos.
—Te lo dije, ahí está, tiene que haber algo —y lo soltó para correr hasta ella.
—¡Ojo, ojo!
—¡Es nuestra noche de suerte! ¡Seguro vamos a encontrar algo! —Y la empujó sin titubear confiando en su racha. La gran puerta se abrió con liviandad.
—Y para variar, está abierta —comentó Dylan con suspenso.
Apenas ingresaron del otro lado, un canon consecutivo de antorchas los sorprendió encendiéndose solas, provocando que ellos tambalearan hacia atrás como una embestida invisible. Sus caras de asombro al ver lo que había allí, anticipaban como indicio un porvenir inconcluso. Mientras tanto, los temerosos escondidos trataron de mantenerse petrificados, aunque sus pechos no podían evitar su natural movimiento de hálito, lo cual requería un esfuerzo irritable.
—¿Estás segura de que viste a alguien? —Joel le preguntó en secreto.
—Sí... Te juro —respondió Ámbar.
De pronto, el sonido de unos pasos se aproximaba confirmando el avistamiento. Al parecer eran más de uno y se acercaron por el sendero perpendicular sin entrar del todo al salón. Los dos jóvenes escucharon claramente las voces de algunos seres que les parecían reconocibles, pero desde su escondite no llegaban a verlos.
—¿Cómo que no están? ¡Eres imbécil! —dijo una de las voces con bravío barítono.
—Si te pedimos vigilar, debes vigilar, escudero —dijo otra diplomática.
En ese instante Joel miró a su compañera para expresar su convencimiento de lo que le parecía:
—Son los hermanitos vampiro...
—Shh —lo calló Ámbar al mismo tiempo que le asintió con la cabeza y una expresión que indicaba el peligro que significaba eso. Enseguida acercaron la oreja para escuchar mejor.
—Lo siento, mis señores. No sé cómo pude distraerme.
—No sé cómo Joe pudo darte esta misión. Debí hacerme cargo yo mismo —indicó uno de los hermanos.
—Rápido. Busquemos en los alrededores, no deben estar lejos —indicó otro, y tras ello, los pasos ingresaron por el salón, tan cerca del trono que era muy probable que los descubriesen, pero entonces, se alejaron en dirección a la torre de las habitaciones.
—Uy... qué cerca, amiga —balbuceó Joel mientras Ámbar exhaló profundo.
—Nos buscan... —murmuró sorprendida Ámbar tratando de encontrar raciocinio.
No se supo con exactitud cuál de los dúos la estaba pasando peor, pero allí estaban ya sin vuelta atrás, Milena y Dylan encontrándose con algo tan incomprensible que auspiciaba ser lo más raro que hubiesen visto hasta el momento, lo cual, a pesar del éxito de descubrirlo, arrastraba una sumatoria de preguntas que no parecía resolver nada.
—¿Qué carajo es eso? —enunció Dylan ensanchando los ojos.
—No tengo idea —dijo asombrada y, tras una carcajada, agregó—: pero me encanta. —Y se acercó para observar de cerca.
—¿Qué? ¿Eso te gusta? Ni siquiera sabemos lo que es —Dylan no se aproximó.
—Tonto, me encanta haber encontrado algo, se los dije.
—Pero, ¿qué es? Esto no resuelve nada, al contrario, ahora tengo miles de dudas.
Lo que yacía ante sus ojos era un estante de mármol en el medio del recinto y sobre él posaba una especie de forma oval que tenía dos alas plumosas de ave cruzadas por encima. Éstas tenían muchos colores entre verde, rojo y azul, pero ahí estaba inmóvil pareciendo un animal dormido.
—Vamos a llevárnoslo.
—Milena, ¿estás loca? No creo que sea buena idea, mejor ya vámonos.
—No llegué hasta acá para irme con las manos vacías, si esto está oculto y encerrado debe ser algo importante, quizás un arma o algo así. Y si no nos quieren dar respuestas, por lo menos podemos negociar su devolución con nuestro regreso a casa.
—No te voy a negar que esa idea es muy buena, pero esto está muy heavy, no sé si deberíamos... ¿Y si está electrificado o algo?
—¡Basta de dudar, nos vamos a casa! —Y se animó a tocarlo, pero las palabras precavidas también le afectaban, por lo que oprimió sus ojos como si un reflejo le diera la sensación de riesgo. Para su suerte, no sucedió nada.
—¡Ja! Lo sabía, nada de electricidad. ¡Lo llevamos! —Entonces, lo sacó de su sitio con cuidado y, al apropiárselo, tuvo que sostenerlo con manos y muñecas. Luego se acercó a Dylan.
—A ver, dejame ver eso —dijo él perdiendo el miedo, y Milena se lo pasó con dificultad a sus manos—. Está pesadito, eh. Parece un animal disecado, pero lo raro es que su peso parece como de...
—¿De piedra...?
—De silicio...
Luego de su acertado descubrimiento, decidieron volver. El camino se les hizo más corto, ya que prácticamente, casi escapando, partieron hacia la salida. Fue entonces que se toparon con la puerta sellada y comenzaron a desesperarse.
—¡Ey! –Golpe, golpe—. ¿Qué pasa, chicos? ¡Abran! —Golpe más fuerte, contundente—. No es gracioso, chicos, ¡abran ahora!
De inmediato, la puerta se elevó revelando a Ámbar y a Joel desarrollando un gran esfuerzo para abrirla. Era realmente pesada.
—¡Salgan! –gritó Joel sosteniendo con esmero.
Milena apoyó el extraño objeto robado sobre el suelo y luego apoyó las manos para hacer palanca y salir, pero cuanto logró subir, los otros dos no pudieron sostener más y sin querer soltaron la puerta. De inmediato, los tres volvieron a levantarla para sacar a Dylan. Él pudo salir al instante, pero traía una cara de susto y enojo al mismo tiempo.
—Déjenme encerrado cuando quieran, eh...
—Perdón, no pudimos sostenerla —dijo Ámbar.
—¿Cómo les fue? —preguntó Joel.
—Encontramos esto... Volvamos a las habitaciones —exteriorizó Milena.
—¡No, por ahí no, nos están buscando allá! —comunicó Ámbar con suavidad tensa.
—¿Cómo? —expresaron los otros dos.
—¡Vamos hacia el bosque! —propuso Joel.
Los cuatro comenzaron a trotar hacia el puente de la cascada, con dirección al gran bosque bajo la luz nocturna. El viento estaba un poco danzarín y les infundía más de ese aire puro invasivo que les quitaba energía. Aún así, corrieron entre árboles, plantas y flores siderales. Algo inexplicable les marcaba el camino. Traspasaron troncos y raíces, hierba y barro. Pronto advirtieron el inmenso lago que habían visto a distancia y que, como barrera frente a su trote, no les permitió avanzar, pero al menos los alejó del avistamiento.
No parecía haber nada más allá de esa agua tan espejada y cristalina de ensueño, solamente circunvalada por una arena con infinidad de piedras preciosas en diamantinas formas y colores variopintos de una naturaleza sobrenatural, que se perdían en la lejanía de un horizonte con empinados árboles, montañas y acantilados. Sin pensarlo mucho, se dejaron caer sobre la costa pedregosa. El cansancio los asaltaba, sus pulmones parecían pequeños para resistir esa ventilación. Dejaron pasar unos minutos para recuperarse y entonces, a pesar de que estuvieron de acuerdo en anonadarse por el paraíso nocturno, reflejado en el traslúcido de las aguas quietas y las piedras, su sorpresa se focalizó en el óvalo hurtado.
—Bueno, ¿qué les parece si investigamos el objeto? —Les propuso Milena.
—Es rarísimo, a ver... pasámelo —le pidió Dylan, y Milena forzosa se puso de pie para alcanzárselo.
Él lo tomó e intentó mover una de las alas hacia afuera, pero estaba trabada y temió romperlo. Intentó con la otra y pasó lo mismo. Concluyó que se trataba de algo semejante a una máquina o aparato artificial pero con una fisonomía animal.
—¿Te das idea de qué puede ser? —preguntó Joel entre respiro entrecortado.
—No, ni idea, es la primera vez que veo algo así, parece una especie de artefacto —dijo, y de pronto, vio que, sin tocarlas, las alas se movieron al tiempo que sintió que el cuerpo de forma oval comenzó a recalentarse. Reaccionó soltando al objeto, cayendo éste sobre la superficie de abrupta preciosidad—. ¡Ay, hijo de tu madre! —expresó involuntario.
—¿Qué pasó? —se alarmó Ámbar.
—¡Se movió, les juro que se movió este horrible juguete! —aseguró él.
—¿Sí? ¿Estará vivo? ¿Qué hiciste para que se moviera? —se interesó Milena.
—Nada, le toqué un poco las alas, o lo que sea que sean esas cosas.
De inmediato, los cuatro rodearon al objeto contemplándolo expectantes de algún próximo movimiento. Pero nada sucedió. Allí seguía envuelto en sus plumadas aletas. Sin embargo, como era de predecirse, Milena, impaciente y confiada en la racha de suerte que los acompañaba, no pudo contenerse, de manera que se lanzó hasta la extraña esencia y, sin dar aviso de su acto, abrió decidida ambas alas con un tirón cortante, gritando: "¡decinos algo!". Al momento de cometer tal riesgo, retrocedió de rodillas como si se precabiera de lo que pasaría. Los amigos se taparon las caras pareciendo todo en cámara lenta. Milena comenzó a reírse, no se supo si de tranquilidad o inconformidad, al ver que nada pasaba.
De no haber sido por el gran cansancio que sentían los cuatro, hubiesen salido disparando al descubrir lo que se destapó tras la aventurada decisión de la hermana Piedrabuena. Sin previo aviso, el viento comenzó a aparecer en huracanada levantando una gran ola del lago que llegó hasta ellos rodeándolos. Los atónitos alcanzaron a ponerse de pie y agazaparse con las fauces ahogadas de espeluznante pavor.
En el centro del círculo, el objeto comenzó a iluminarse completamente. Toda la forma oval se recubrió de plumaje mientras que, de sus costados superiores, salieron dos ojos y un pico, y debajo, dos patas anisodáctilas, adoptando la forma, ahora sí más precisa, de un pájaro. Se elevó extendiendo sus alas a dos metros del suelo; los cuatro no podían creer lo que veían. El agua había formado un remolino alrededor de ellos como una celda sin escapatoria, y era tan traslúcida que permitía ver sus propios reflejos muy claramente como un vidrio de espejo.
El ave, criatura de organismo y mecánica, que estaba totalmente recubierto de brillo, apuntó los ojos hacia una curva del centro del remolino y comenzó a proyectar una luz blanca, gruesa y deslumbrante, la cual costaba mirar sin que encandilara. Poco a poco, esa misma luz se fue haciendo transparente, y los amigos estaban tan absortos que no podían expresar más que caras de atontados como si soñaran conjuntamente, pues se dejaron llevar y atrapar por lo que los envolvía.
Entonces fue cuando comenzaron a verlo, se convirtieron en los testigos de cómo su estupefacto reflejo era reemplazado por una serie de imágenes y voces como si viesen proyectar una filmación, sólo que tan cercano, que se sentía estar dentro de ella; una especie de vivencias que inyectaban sus venas desde lejos, desde tiempo atrás. El agua espejada fue el lienzo donde la luz de los ojos del peculiar pájaro les estaba apunto de mostrar verdades que jamás hubiesen imaginado.
MUCHAS GRACIAS POR LEER, ESPERO QUE TE HAYA GUSTADO.
TE INVITO A DESCUBRIR LO QUE SIGUE.
AHORA SÍ, SE VIENE LO DEFINITIVO, CONOZCAMOS LOS EVENTOS PASADOS.
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