11-Una espiral
Repudiando no pertenecer a este mundo, odiando las injusticias sucedidas en su tierra natalicia, obtuvo el remanso de quitarse toneladas de cuerpo y alma cuando entregó aquellas joyas cristalinas. No había cuestionado los verdaderos fines a causa de no sospecharlos, pues ante la falta de detalles asumió que tan sólo se trataba de una recompensa retroactiva que la naturaleza de su reino le proporcionaba para darle consuelo a la profanación de su genética.
Sació el sentimiento de ofrecer algo especial. Había pasado una semana y Luna se encontraba próxima a regresar a clases. En su habitación, escribía las últimas tareas intentando mimetizarse con su vida. No había estampa más reconfortante para ella que la de la cotidianeidad para paliar la nefasta verdad.
De repente, el viento ingresó por la ventana apenas elevada, impactando directo sobre aquella puerta falseada de su ropero. El sonido, como una señal mágica, le hizo recordar la última vez que había recibido la compañía de su "ángel guardián" o, más oficialmente, su protector. Sonrió admirada pensando en la lealtad de sus actos con respecto a ella y se avergonzó al mismo tiempo por sus descaradas manías pintadas de seriedad.
El hilo de aire, cual cinta celulosa, persistió en golpetear con vaivén y la hizo regresar de su bagaje mental. La penosidad se posó en sus tendones al recordar la última escena. El topetazo no era melódico, persistía en asordar el ingrido, de manera que se levantó a cerrar la ventana, sin embargo, un escalofrío recorrió su espalda, usualmente adolorida, al percibir que la puerta, ya sin maniobra de ninguna corriente natural, seguía fluctuando de un lado al otro.
Volteó lentamente para descubrir el fenómeno. Entendió que partir de aquel suceso vencedor de recordar ese pasado tormentoso, ella tenía apetencias de los acontecimientos futuros, pero respetó las decisiones que las autoridades le habían preparado, sin embargo, tener bajo su manga aquel conocimiento, era sentirse entre la espada y la pared; por un lado lo paranormal no la asustaba, pero por otro, torturaba sus especulaciones sobre cómo proceder o lidiar con ellos. Decidió enfrentarlo y dirigirse hacia la puerta, abrirla sin reparo y develar el misterio. Allí no había nadie.
Corrió los abrigos para provocar espacio visible entre medio, pero no encontró presencia alguna. De pronto, cuando estaba a punto de convencerse de que la psicomatización había hallado sitio en su autoestima, debajo de una caja de zapatos vio un movimiento de reojo. Avizoró con párpados entrenados de maravilla y se encontró frente a un discreto sobre negro saliendo de allí. Se agachó dentro del mueble para tomarlo con todo el apremio que su ansiedad le permitía. Lo sostuvo con impacientes manos. Abrió y leyó la nota:
La última vez que te vi no tuve oportunidad de decirte que has crecido varias tallas...
Luna se refregó los ojos al ver la prolijidad del trazo manuscrito y cubrirse de incomodidad ante la socarronería de sus palabras. Continuó yéndose a sentar.
No agradezcas lo de las reliquias, espero que te sientas mejor. Solamente una cuestión quisiera atreverme a solicitarte, princesa. Permíteme ir a tu fiesta de quince, es un momento importante y quisiera acompañarte. No te preocupes, seguiremos con lo acordado, me presentaré como Thomas, tu amigo del viaje de egresados; me imagino que nadie podrá molestarse por eso, además, no me quedaré mucho tiempo, lo prometo... Si estás de acuerdo, es muy fácil, agrégame a tu lista de invitados, y el resto se dará por añadidura... Si no quieres, lo entenderé...
PD: Relee si lo necesitas. Esta carta desaparecerá con la fuerza del viento en cuanto la apoyes sobre la mesa de luz. No podemos dejar evidencia de nuestro crimen...
Luna tragó una risa por efecto divertido y accedió a leer una vez más. Luego guardó la carta en el sobre y divagó en los motivos que acarreaban a Ethan para querer estar presente con todo y lo que eso significaba, entonces recordó que el cumplimiento del plazo de su estadía estaba pisando los talones de dicha jornada, y entendió que él querría llevarle novedades determinantes sobre el porvenir. Depositó el rectángulo de papel en el mueble cerca del velador.
Ingenua de que lo dicho ocurriera tan deprisa, advirtió el entusiasmo desafiante del que era víctima su sensibilidad y exhaló analítica sobre dar su consentimiento, sin embargo, no tuvo oportunidad de vacilar, ya que la carta de repente salió planeando como avioncito de papel hasta chocarse contra el vidrio cerrado de la ventana. El sobre quería salir como pájaro enjaulado, en consecuencia, Luna transigió la mística maniobra corriendo a darle paso y ésta salió con vuelo trastabillado de albatros gigante ante una pista corta contra el viento, hasta desaparecer. Todo había sucedido como una premonición conjurada, y con ello, le había dado su consentimiento.
Desde aquellos principios de agosto, hasta fines del año, donde el trabajo académico aceleraba el ritmo por los exámenes conclusivos, Luna no había experimentado aparición alguna, lo que la hacía concentrarse en sus obligaciones estudiantiles, y a la vez impacientarse y estar a la mira de cualquier momento sorpresa. Sin embargo, la noche anterior a su fiesta, una variante decisiva se le presentó. A través de la oscuridad, su mayor miedo y enigma de la infancia, acompañada de persecución, llanto y gritos de ayuda, vio al monstruo, la imagen espesa y turbia ocupando la hermosura de un cielo nocturno en un reino escondido. Vio también a aquel filo convertirse en sangre al correr por el cuello de una mirada dispar que se congeló para siempre en su memoria.
El ambiente de la más pura benevolencia corrompido, profanado con una traición familiar, condenado a la inmundicia. Una atmósfera silvestre y espiritual réproba, clamando por urgentes enmiendas. La destrucción de un sitio sagrado, el caos. Esto no era un sueño; el mal que aquejaba a aquel lugar lo sintió en sus propias venas, la desesperó estar tan lejos. Sobresaltó todas sus fibras sollozando, pensando en la necesidad de regresar y, conjuntamente, con el ya asumido evento de que estaba por cumplirse el plazo, después de nueve años, y se ruborizó de desespero al declararse un dolor intensificado en sus omóplatos.
Corrió al espejo con el torso descubierto para en una torcedura observarse. Le pareció vislumbrar por primera vez unos moretones alineados, como golpes internos. Esto no era normal, pero para alguien como ella sí lo era. Estaba dispuesta a indagar sobre el asunto en cuanto se encontrara con su facilitador de incógnitas. Cansada y como pudo, volvió a acostarse.
Un soplo que hurgaba impaciente entre las colgaduras algodonadas del ventanal que exhibía un tranquilo amanecer, le oscilaba relajante su cabello, quien acostada con sus manos de apoyo tras su cabeza, con expresión neutra de pensativa, contemplaba la prenda formal que descendía desde una percha por el vertical de su ropero, mandado a confeccionar por una modista vecina. Se perdía en su mente, en su infinidad de misterios, y observaba el vestido, miraba cada uno de sus detalles, sus colores, su centelleo, su leve movimiento que el viento le provocaba. Le resultaba apacible tenerlo frente a ella, le provocaba distintas emociones, la volvía ansiosa y entusiasta, pues el día había llegado, la jornada de sus quince años era esa misma noche de marzo. Se sentó en el vértice de la cama con una mirada lúcida sobre su bella indumentaria.
El corsé de seda tornasolado en azul, violeta, rojo y verde, tenía un encaje floreado en un plateado luminoso; era ajustado al cuerpo con un escote en forma de corazón que se unía detrás del cuello dejando una espalda apenas descubierta. Eso la preocupó, no quería exhibir sus moretones, por lo tanto, se apresuró por tomar retazos de puntilla y coserlos al ruedo del corsé cubriendo hasta el bordado que terminaba en la cintura. Nadie podría cuestionar querer ponerle su propio retoque. La falda, con una elegante caída era también tornasolada recubierta por un delicado tul celeste lleno de canutillos de brillantes multicolores que daban el aspecto de piedras preciosa. Sus sandalias eran blancas con perlas, y para adornar sus manos llevaría unos lindos guantes hasta los codos.
Aquel día los invitados se preparaban para la ocasión. Dylan se puso una camisa azul abotonada con un negro pantalón formal, y zapatos con suela. Alrededor de las siete se estaba arreglando frente al espejo del baño estirando para atrás sus cortos ondulados cabellos con gel, cuando de repente vio sus manos y recordó el anillo, aquel obsequio invaluable que tenía guardado, entonces sintió que era importante llevarlo puesto en esta oportunidad.
Ámbar estaba terminando de delinearse los ojos, ya estaba casi lista, tenía puesto un vestido fucsia largo hasta las rodillas de caída volátil, y unas sandalias plateadas que dejaban ver el esmalte lila de las uñas de sus pies. Sintió que le faltaba un toque más para estar lista, por supuesto pensó en el collar que su amiga le había obsequiado y al colgárselo y mirarse, su reflejo le informó que ya era toda una señorita.
A pocas cuadras, Milena estaba terminando de ponerse su vestido, una prenda en rojo y negro cuya minifalda le ajustaba sus caderas, y llevaba unos zapatos de punta oscuros muy altos. Sus orejas estaban desnudas así que no dudó en colocarse aquel arete especial que le habían regalado. Joel también estaba casi listo con su pantalón negro de vestir y su camisa marrón, en esta ocasión, sintió que estaría bien usar la pulsera de su amiga.
Alrededor de las veintiún horas, el salón estaba casi lleno, las mesas redondas con manteles blancos hasta el piso, los caminos turquesas, las sillas revestidas, la recepción funcionando con el personal, la música suave de fondo y las voces de la gente conversando de forma agradable; todo junto creaba el ambiente de una sobria fiesta. Carolina, vestida con un traje elegante bordó, ya estaba con sus hijos dispuesta en una mesa cercana a la principal, y pudo ver de lejos a Génesis muy impaciente, las terminaciones platinadas de su vestido negro se arrastraban por el piso de un lado al otro en su acelerado caminar. Se le acercó a saludarla y detrás de ella apareció Araceli, con su blusa color crema y su largo pantalón recto. Las madres invitadas conversaron plácidamente.
—Parece que todos pensamos igual hoy —dijo Milena al ver las reliquias puestas sobre las pieles blancas de los hermanos Maciel.
—Luna se va a poner contenta de que estemos usando lo que nos regaló —aportó Joel señalando su muñeca.
—Es que no había mejor ocasión que esta para usarlo —sostuvo Dylan.
—Muy cierto —dijo Milena—. Y qué guapo estás, eh... ¿Verdad, hermano?
—Se ve divino —comentó Joel.
—Ya lo sabía —bromeó Dylan y agradeció apretando los ojos.
—Y miren quién salió de su escondite —Milena se dirigió a Ámbar que no levantaba mucho la cabeza—. ¿O no, Joel?
—Claro, definitivamente un bombón.
—Para vos todos son bombones, ja, ja —rieron.
Y así se quedaron conversando en la recepción mientras los invitados iban llegando. Entre riquísimos canapés, fondues y tragos, la hora más esperada arribó al salón. Tras un cortinaje con el dibujo de dos alas de ave fénix que le había hecho pintar su madre, ingresó la cumpleañera. Pensaba que estaría hermosa con algún tipo de alas que la adornaran. Había elegido una canción del anime Sakura Card Captor. Se veía como un ángel en la desemejanza con su arreglo mordaz. Era toda una mujercita crecida. Los aplausos no eran la única causa de su emoción; sus lágrimas encerraban mucho más, un universo de fronteras tentadoras de exploración ignota y magnánima.
Todos se acercaron a abrazarla y a entregarle flores. El hecho de ser parte de otra situación típica de la sociedad actual en la que vivía, le resultaba un tónico abrasivo. Cuando fue al encuentro con su madre, le fue difícil soportar la sonrisa en ella, ya que sabía que probablemente muy pronto se le borraría. Besos, rosas, abrazos, balbuceos en sonrisas de arcoíris luminosos que desconocían los rostros, y finalmente el vals.
Arrancó dando los primeros pasos con su padre Cristian, a quien podía verse fundido con la situación, lo cual a Luna le resultaba un poco intolerable, pero en el fondo, le agradecía el probable disimulo. Luego llegó Nacho, hermano impuesto al que veía esporádicamente cuando recordaba que tenía un deber familiar. A Luna le agradó reencontrarlo y admiró su persistencia de años. Balaceó con la cadencia de una hamaca con todos quienes la encontraron en los giros.
Después llegó el turno de Dylan, quien primero la abrazó hasta casi descontracturarla provocando en ella una carcajada de felicidad. Luego valsaron con una mirada de profunda confianza y nostalgia de los años compartidos, que a ella le fascinó, aunque sabía que no le era del todo sincera y eso le generaba una inmensa amargura que deseaba, en algún tiempo, poder resolver. En cada vuelta se sintió adeudada con un futuro que iba palpitando lentamente los aromas añejos que su cerebro nunca olvidó, suscitando el temblor en su alma. Le regaló sus acuosos ojos hasta concluir. Él estuvo a punto de besarla, no obstante, no quiso exhibirla, fue respetuoso; lo más grave que expuso fue el choque de frentes durante algunos segundos. Inevitable la ovación animándolos a más, sobre todo quienes lo sabían o lo sospechaban.
La música fue perdiendo volumen anunciando que se terminaba y Dylan se fue a sentar, mientras muchos seguían creando parejas de baile alrededor. Sin embargo, nadie se había dado cuenta en qué momento una figura extrañamente llamativa de traje negro compuesto por elegante saco y camisa de solapas hacia arriba, apareció detrás de ella para tomarla y enroscarla en un agarre suave y pausado. Los nervios repentinos la ruborizaron, estampando la humedad de su rostro. Una sensación inexplicable surgió en el salón junto con el inusual muchacho que acababa de ingresar.
No dudó esta vez en cómo tomarla para deslizarla por la pista. Ella entregó la voluntad y se dejó desplazar mientras concentraba toda su atención en el impacto de su fisonomía sin transfigurar. Del joven Thomas Morris Atsakuri sólo quedó el nombre, porque en ese momento, la gran sorpresa para Luna fue volver a ver en crudo a Ethan Kemblast, crecido y espléndido. Un rostro que recordaba de un niño. No había boina ni gafas disfrazando su identidad a la que la había acostumbrado.
Su ovales ojos turquesa como faroles eternos contrastando con el azabache de su disperso cabello, y sus refinadas facciones transparentes le revolvieron todo, la hicieron tener sentimientos encontrados, confusión insostenible. Intentó despabilar aquel sentimiento con un amague de indagación sobre el asunto de su espalda; rifó su dicción a consultar sobre el lapso planeado, pero estaba suspendida en el asombro y las palabras no le salieron.
—¿Quién es? —preguntó Dylan a Milena que justo la tenía cerca.
Ella entremetió su mirada por el tumulto pero apenas logró verlo. Le pareció atractivo a distancia.
—Ohh, qué facha... Cuidadito que no te roben a tu chica —jugó codeándolo y sembrándole cizaña.
Él no respondió, mantuvo su tensión celosa hasta que el par dejó de balsear, pues la música movida comenzó a ocupar la pista y todo el mundo usó el espacio que titilaba de fosforescencias. No se podía esperar que Ethan bailara esos ritmos cumbieros de la realidad argentina, de manera que fue a sentarse a la mesa que le habían designado entre compañeros de colegio. Al mismo tiempo, Milena y Joel, que estaban cerca de Dylan, lo arrojaron a la pista empujándolo hacia Luna; prácticamente lo obligaron a bailar con ella, y él, poco acostumbrado, hizo lo que pudo entre risas, aplausos y vitoreo. Casi todos estaban siendo parte de la escena de bailanta jovial hasta que una persona no soportó por demasiado tiempo el pudor de la exposición. Ámbar, mientras todos festejaban y meneaban las caderas, incluso las madres, decidió ir a sentarse a su mesa con la excusa de querer agua.
El salón adoptó un estado caleidoscópico que parpadeaba colores en la tenuidad. Cuando ella llegó a la mesa, incluso con el riesgo de ser descubierta e incitada a regresar, bebió de su copa mientras forzó una espalda más recta y desinteresada, fingiendo que no le importaran las opiniones de quién la descubriera fuera de la concentración, pero no era cierto; tímida por extraña genética, detestaba no ser valiente ante la situación social que acontecía. Deseaba lanzarse, apretujarse con toda esa masa de cuerpos desvergonzados sin tener tanto miedo, pero no sabía cómo expresar divertimento sin sentirse ridícula, así que su pretensión era esperar a que fueran su madre o su hermano quienes la acompañaran o la incentivaran, después de todo, sólo necesitaba un empujón, casi como obtener permiso.
Desfilaban las canciones fuera del repertorio de su agrado cuando después de apoyar el vaso, su mirada mecida por uno u otro sitio que le hiciera acelerar el tiempo, con la más inesperada de las casualidades, se estrelló con la presencia lóbrega y atractiva sentada justo en la mesa de frente, quien ya parecía haber estado observándola de antemano como si hubiesen tenido prometido el momento.
Fue bastante obvia al no resistirlo e inclinar sus pupilas lejos de su alcance, sin embargo, de reojo, pudo notar que él no hacía lo mismo, así que dubitativa y discreta deambuló la vista por sus confines. Ethan anudó sus ojos sobre ella. Cuando inadvertida le correspondió logrando acomodarse como si se quedara pensativa e importunada, él le echó una sonrisita tierna y sugerente que una vez más le imposibilitó la resistencia. Giró entonces la llave sobre su vulnerabilidad haciéndola sentir extremadamente penosa, colocando su cuerpo en pose cohibida, pero también, extrañamente pavorosa de interés, nadando en el masoquismo de padecer la situación mientras se contentaba.
Ella espió astutamente entre el acomodo de un mechón de pelo, y él aprovechó ese delgado camuflaje para introducirle un guiño atractivamente juguetón. Por un segundo, Ámbar pensó equivocarse y que en realidad no la estaría buscando a ella, pero al corroborar disimuladamente que alrededor no había nadie más, fue aumentado una capacidad tan intensa de sensación como una fantasía pasajera que nunca nadie había igualado. Él le regaló esa forma de mirar como queriendo guardársela en el bolsillo. Ella se sintió intimidada en el permitido que se dio de apreciar sus turquesas ojos lobunos.
—¡Ámbar, vení! —la llamó su madre—. ¿Qué hacés ahí sentada? ¡Dale! —Carolina la agarró de la mano para sacarla de la silla y hacerla parte del baile.
La chica Maciel, aunque penosa, sabiéndose el posible interés de alguien desconocido, comenzó a actuar unos pasos, pues digamos que ser tímida era su personalidad, pero, que se lo pusieran en evidencia, le hacía sentir el doble de molestia. Intentó superarlo un poco, tenía en claro que a los chicos les solía gustar la extroversión, y en cada movimiento que compartía con su mamá ensayando elocuencia, buscó la misma ubicación aquella, proveedora de su motivación, sin embargo, no lo volvió a visualizar.
El chico había sido casi un fantasma, más como el de la ópera que un poltergeist; una dosis de irrealidad parecida a la proporcionada por las historias de ficción. Como fuera, la había hecho sentir una variante esperanzadora para animarse a cambiar al mismo tiempo que la hizo sentirse absurdamente fuera de sí.
Después de eso, la fiesta transcurrió con normalidad. Alternó cena y baile. La protagonista había leído un mensaje de agradecimiento sin hacer distinciones con la tradición de velas. Luna no volvió a ver a Ethan en toda la noche, imaginó que si él no había creado un momento para conversar, significaba que aún no era el tiempo, e intentó no buscar su paradero, además, quería hacer de cuenta que no era alguien más especial que el resto, pero también imaginó que seguramente ya se habría ido.
Bailó animosa y descolocadamente los ritmos con todos los que pudo. Vivió su condición humana hasta desahogarse como si en el fondo asumiera que pronto se acabaría. En cierta medida todo parecía que iba a salir a pedir de boca, sin embargo, nadie esperaba lo que estaba a punto de ocurrir en plena fiesta, haciendo brotar un intersticio, una lumbre cósmica entre dos realidades que los llevarían por caminos insospechados de fantasía inmensa.
Una de las últimas tandas de baile estaba a punto de terminar, cuando llegó el momento. De la más impredecible nada, algo paulatino ingresó entre los espacios de la gente. Se diseminó una fragosa suspensión de partículas higroscópicas transformándose en una bruma densa, un fenómeno atmosférico incoloro, pero subyugante, que se esparció invadiendo cada rincón. Lo más extraño fue que empezó a ensombrecer todo, y nadie parecía notar la anomalía, cada cual actuaba con normalidad.
La neblina comenzó a ser intensa; cualquiera lo configuraría como el humo de las máquinas expendedoras de gotas líquidas, pero Luna empezó a sentir el fenómeno con un presentimiento que no se decidía entre el bien y el mal. El escenario se volvió inquietante para ella. Esto no era normal. ¡De repente, apagón! La energía eléctrica abandonó el lugar trayendo una oleada de silbidos quejosos hasta volver al sitio claustrofóbico. Los cuatro amigos, inducidos a encontrar cobijo en sus propios brazos, también notaron lo paranormal del acontecimiento, no así el resto de los presentes.
En ese momento, Luna sintió la intensidad del despliegue que estaba haciendo callar a todos, a ponerlos en cámara lenta hasta suspenderlos en el tiempo, dormitar, petrificar. Si permitía que esto se expandiera podría ser grave. Entendió de inmediato que lo extraordinario prevenía de su mundo, y ahora sí deseó encontrar a Ethan deliberadamente. Caminó a los empujones entre el tumulto que empezaba a sumirse en los somníferos efectos respirables, puestos con intencionalidad y sin opción.
—¡Permiso, déjenme pasar! —gritó, pero las personas a su alrededor se quedaron quietas y endurecidas, eran estatuas paralizadas en el espacio-tiempo. Comenzó a asustarse.
—¿Qué está pasando, Lu? —escuchó a Milena llamándola.
—¿Hola? ¡Che, ¿qué pasa que nadie reacciona?! —escuchó a Dylan.
—Acá estoy, Dy, no encuentro a mamá —escuchó a Ámbar.
—Ay, chicos, ¿por qué nadie más habla? —escuchó a Joel.
Ningún otro presente respondía sus llamados de súplica que reverberaban en el silencio desolador.
—¡Chicos, no se preocupen, enseguida va a volver la luz! —les dijo Luna intentando calmarlos.
—¡No veo nada, carajo!
—¡Correte, ¿por qué no te corrés...?
—¿Qué pasa? ¿La gente se quedó dura o qué mier*?
—No, no, pará boludo. ¡Esto es imposible!
—¿Están todos muertos?
—Es una joda, ¿verdad? Contrataste un show.
—¡Ay, la puta madre! ¡¿Qué está pasando?!
—¡Cálmense, por favor! ¡No pasa nada! —persistió Luna, sabiendo que en realidad estaba ocurriendo lo que temía.
De repente, cayendo en cuenta de que solamente ellos cinco habían quedado despiertos, una luz los sorprendió. No era el suministro eléctrico, pertenecía a la irradiación de un conjuro. Junto con el destello que les cegó los ojos, un viento arremolinado les molestó el panorama y no les permitió tener posibilidad de ver el estado momificado de los presentes, en su lugar, vislumbraron por primera vez un aura mucho más tenebrosa. Los colores psicodélicos empezaron a darle cuerpo a la bruma en una forma espiralada que los horrorizó de prodigio. Ante ellos se presentó un portal de vapor sidéreo, con la bencina anegada de alcanfor en cada helicoide implotando.
Con el corazón desorientado comprimieron unos gestos de impresión mortífera. La desesperante sensación inexplicable era abismal, de precipicio, infinita, no les cabía en el pecho la inmensidad del universo reducida a la capacidad del salón de fiestas y mucho menos de sus cerebros. Lo peor fue lo que vieron aparecer detrás de los escudos de sus antebrazos. Del revuelo tempestivo a lo ciclónico, cuatro figuras espectrales con largas vestimentas encapuchadas atravesaron el bucle paralizando su aliento; dos de ellas eran más altas, una de las cuales desperdigaba un poder percibible.
Sin ser capaces de encontrarle lógica a la afectación, cada una de las arcanas presencias se deslizó como locomotoras hacia los chicos quienes reticentes intentaron escabullirse, pero el sarcófago de carácter hermético adoptado en el tumulto humano no hizo más que obstruirlos y atraparles la defensiva. Alcanzados, hicieron volutas alrededor de ellos y, despidiendo el consentimiento, los tomaron atajándoles las composturas estupefactas de pánico. Como una inducción electromagnética sintieron la guía que se les daba hacia aquel caracol humeante.
Fue casi llegando a la inexplicable nebulosa giratoria, cuando sus reliquias adoptaron un brillo especial, como si un encendido propio o un reflejo de los colores externos se confundieran en una irracionalidad. Los cuatro chicos gritaron desconsoladamente y desaparecieron por la espesura con sus tenebrosos invasores. Así se perdieron en el viaje por el revuelo de una incongruencia áurea que se envolvió sobre sí misma achicándose hasta evaporarse, sin dejar un ápice de rastro.
La electricidad del lugar volvió al instante y todos los presentes recuperaron su estado natural tan pronto que nadie notó lo que había sucedido. La música, las luces de colores, la fiesta continuaba, sin embargo, Carolina no encontraba a sus hijos, ni Araceli a los suyos. Se juntaron para preguntarse mutuamente por ellos. Entonces las dos vieron a Génesis llegar por una puerta interna y fueron a su encuentro.
—¿Génesis, viste a...? —Se detuvieron al ver su estado—. ¿Estás bien?
Tenía los ojos hinchados, llorosos, preocupados como si agonizara.
—Sí, claro, es sólo emoción —creó una sonrisa artificial—. Esperé este momento por mucho tiempo y fue mucho el sacrificio.
—Ahh, te entiendo, es emocionante que tu niña cumpla quince –se enterneció Carolina.
—Exacto, todo estuvo planeado... —asomó Génesis con un sinsabor que denotaba más de un significado.
—Disculpá, Génesis, ¿viste a los chicos? No los encontramos, de hecho, tampoco estoy viendo a Luna por ningún lado —Araceli acrecentó su preocupación.
—Bueno, las estaba buscando para contarles acerca de eso.
—¿Qué pasó? —preguntaron las dos madres al unísono.
—Vieron cómo es Luna con sus amigos preferidos, así que se los llevó a continuar la fiesta a otro lado -desembrolló a medias.
—¿Cómo a otro lado? ¿A dónde? ¿Van a estar bien? —le pareció raro a Carolina.
—No se preocupen, ellos están bien—. Respiró intentando recuperarse. Es una sorpresa entre amigos...
GRACIAS POR HABER LEÍDO.
LLEGÓ LA HORA DE VIAJAR A CYLAREOS.
¡¡NO TE PIERDAS LOS DETALLES DE ESTE MUNDO PRÓXIMAMENTE!!
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