8. Decatlón Académico
Después de Literatura y cinco minutos antes de que iniciara la reunión del Decatlón Académico en la sala de usos múltiples, pasé con la secretaria del director Morita, quien dijo que a esa hora tendría listo mi paquete de libros. De ahí, tuve que correr a encontrar mi casillero, el 1186 con la combinación 30-20-70, en el pasillo de con la vitrina premios y trofeos escolares.
Finalmente, corrí más rápido a la sala de usos múltiples con mi mochila colgando de un hombro. Abrí las puertas dobles con todo mi peso, haciendo que mi llegada sonara más fuerte de lo que esperé.
—Llegas tarde.
Jadeando, busqué entre las caras del grupo de estudiantes al otro lado de la sala. Una chica de tez oscura y cabello negro, con lindas facciones y ropa femenina, me miraba fijamente muy seria.
—¡Señorita Hudson! Qué bueno que encontró la sala. Pase, adelante.
Pasé de largo a la chica y me acerqué al profesor. Era un hombre caucásico con bigote y barba, y gafas ovaladas.
—Chicos, ella es la nueva integrante del equipo, Lorelay Hudson. Qué gusto tenerte aquí, Lorelay. El director Morita habló muy bien de ti. Serás una buena adición.
—Gracias, profesor.
—Roger Harrington —se presentó—. Y este es el equipo: Michelle Jones, Abe Brown —comenzó a nombrar, señalando a cada uno. Todos saludaban con un movimiento de mano o una sonrisa amable—, Charles Murphy, Cindy Moon, Ned Leeds, Peter Parker, Flash Thompson y Liz Toomes, la capitana del equipo.
—Hola —corearon todos en diferentes tonos y tiempos.
—¿Es verdad que participas en peleas callejeras?
Fruncí el ceño. No esperaba que alguien fuera a preguntármelo tan abiertamente y sin discreción. Al menos Michelle lo había hecho en privado.
—No, no es verdad —respondí.
—Te lo dije —le susurró Charles en voz alta a Abe.
—Hola —dijo la capitana cortamente—. Disculpe, profesor Harrington, pero el equipo ya está completo. Somos ocho y un suplente.
—En realidad, Sally Avril se saldrá del Decatlón, por eso no está aquí hoy —explicó el profesor, acomodándose las gafas—. Dijo que necesitaba el tiempo del Decatlón para invertirlo en sus tutorías de Español. No competirá con nosotros este año —dijo calmadamente, y luego sonrió—. Lorelay nos ha caído como un milagro, eh.
—Genial —opinó alegremente Ned Leeds, un chico de rasgos filipinos y ojos adorables.
—Eso es verdadero —afirmó Abe, tocando la campanilla sobre la mesa frente a él.
—Abe, deja de usar la campana para fines no académicos —le dijo el profesor en tono monótono.
—Bueno, igualmente tiene que pasar la prueba —insistió Liz, mirando a todos con obviedad—. Todos aquí tuvimos que pasar una prueba. Vamos a las nacionales, no las estatales. Esto es serio.
El profesor suspiró.
—Liz tiene razón. Lorelay, ¿te sientes preparada para tomar la prueba ahora? Podemos hacerla la semana que viene, para darte tiempo de estudiar.
Miré a Liz, la estudié con cuidado. Claramente no me quería en el equipo, y ya no parecía impersonal. Así que lo tomé de la misma forma y, a pesar de no estar segura de si estaría lista, asentí con la cabeza.
—Puedo hacerla ahora.
—Ese es el espíritu —felicitó el profesor—. Chicos, denle espacio a Lorelay. Liz, haz las preguntas.
Subí los escalones del escenario y me senté en el lugar de Cindy, que había estado practicando en una competencia con Abe. Dejé la mochila junto a mis pies y miré a Liz, que estaba acomodando las tarjetas de preguntas del otro lado del podio de madera.
"Competencia Nacional de Decatlón Académico. Concurso de fuerza académica. 13 a 15 de octubre. Washington DC" leí en el cartel pegado al podio.
—Serán diez preguntas. Tres errores y quedas eliminada.
—Está bien —dije, recargando los brazos en la mesa.
—No es posible ningún proceso cuyo único resultado sea la extracción de calor de un cuerpo frío a otro más caliente —leyó la tarjeta.
—Segunda ley de termodinámica.
—¿Enunciada por quién?
—Rudolf Julius Emmanuel Clausius.
—Nombre de una guarnición en una isla costera del océano Atlántico a la entrada de la bahía de Charleston.
—Fort Sumter.
—¿Cuál es el elemento más pesado en la naturaleza?
—Uranio.
—¿Qué producto cultiva más Guatemala?
—El café.
—¿Cuál es el país más grande del mundo?
—Rusia, con una extensión de 17.075.200 kilómetros cuadrados.
—Si 50 es el 100%, ¿cuánto es el 90%?
—Cuarenta y cinco.
—¿En qué lugar del cuerpo se produce la insulina?
—El páncreas.
—¿De qué estilo arquitectónico es la Catedral de Notre Dame en París?
Recordaba haber visto un documental al respecto. En ese momento le agradecí a la familia Dawson por sólo permitir ver documentales en la televisión.
—Gótico.
—¿Cuál es la expresión algebraica de la fuerza gravitacional?
—F=Gm1 m2r2.
—¿A qué es igual la constante gravitacional G?
—Es igual a 6.67 X 10-11 N m2kg2.
—¿Cuál es la expresión algebraica para obtener el valor de la aceleración g?
—g=G mTRT2.
—¿No fueron doce preguntas ya? —interrumpió Michelle, antes de que Liz leyera otra tarjeta.
—Michelle tiene razón —dijo el profesor—. Suficiente, Liz. Felicidades, Lorelay. ¡Bienvenida oficialmente al equipo!
Todos, incluso Liz, aplaudieron. Sonreí incómoda. Tomé mi mochila y me bajé del escenario.
—Gracias.
Al pasar junto a Liz, sutilmente le saqué la lengua. No la dejé reaccionar y me volteé para sentarme en la silla vacía más cercana. Sentí que un gran peso se me quitaba de encima. Faltaba muy poco para superar mi primer día en Midtown. Había afrontado el Decatlón Académico y ya reconocía los nombres y las caras de mi generación. Liz era la única que conocía de cara y nombre fuera de mi clase, debía ser un año mayor.
—Hola.
Una voz masculina, tímida y agradable, me hizo voltear la cara a la izquierda. Me di cuenta entonces de que sin fijarme me había sentado junto a un chico lindo. Tenía ojos marrones y cabello castaño, ligeramente ondulado; su mandíbula estaba bien definida, sus labios eran delgados y su nariz recta. Vestía unos vaqueros, unos tenis azules y una playera blanca con un chiste sobre átomos.
—Hola —saludé, mi voz sonando más baja de lo que planeé.
—Soy Peter. Peter Parker.
—Lorelay Hudson, pero me dicen Rory.
Él sonrió.
—Lo sé. He escuchado tu nombre varias veces hoy.
—Lo siento.
Borró su sonrisa en menos de un segundo y se movió nerviosamente.
—No, no, no. No era mi intención que sonara de esa forma. Quiero decir que eres la nueva, estoy en todas tus clases. Todos los profesores te presentaron y todo el salón ha hablado de ti. No de mala forma, no. Sólo... sólo dicen que eres la nueva y que...
—¡Está bien! —le interrumpí con los ojos bien abiertos, conteniendo mi risa— Tranquilo. Ya entendí.
Él sonrió aliviado y asintió.
—Perdón.
—No pasa nada. Estoy acostumbrada —le dije en concilio.
Peter me miró curioso.
—¿A ser la nueva?
—¡Shhh! —nos calló Liz, con ojos severos.
Apunté a Peter acusadoramente. Liz no dijo nada y volvió a hacerles más preguntas a Ned y Flash.
—¡Oye! —me reclamó Peter en voz más baja, fingiendo indignación.
Me reí.
—¡Lo siento, pero Liz me odia! No quiero darle más excusas para querer sacarme del equipo en cuanto pueda.
—No va a sacarte. Eres buena y lo sabe —me dijo—. Es sólo que el Decatlón es importante para ella y quiere que ganemos. No lo tomes personal.
—Ah —comprendí, sonriendo divertida—. Te gusta Liz Toomes.
—¿Qué? ¡No! —negó nerviosamente, evitando mirarme a la cara— Claro que no. Ella no me gusta —mintió, y finalmente me encaró. Formó una cara de horror—. ¿Soy tan obvio?
—Un poquito —le dije, haciendo un pequeño espacio entre mi dedo índice y pulgar—. ¿La has invitado a salir?
—No —dijo con obviedad—. Nunca aceptaría salir conmigo.
—¿Por qué no? —pregunté confundida.
—Porque... Es un año mayor, la capitana del Decatlón, la encargada del comité de planificación de proyectos y la anfitriona de todas las fiestas. Y es linda, inteligente, genial...
—Sí has hablado con ella, ¿verdad? —inquirí, comenzando a notar algo en espacial por la forma en que la describía.
—Algo —admitió avergonzado—. ¿Por qué?
—Curiosidad —contesté, encogiéndome de hombros.
—No es cierto. Dime —pidió.
Lo miré con las cejas arqueadas, cuestionando si estaría seguro de querer saber lo que pensaba. Él no desistió.
—Bueno, ¿estás seguro de que te gusta, o sólo es un amor platónico? Suena a que casi no la conoces, sabes de ella lo que todo mundo sabe por ser la chica popular. Es la chica popular, ¿no?
Peter parpadeó, procesando mi opinión.
—No lo había pensado así.
El timbre cortó el sonido de fondo de Liz haciendo preguntas y Ned y Flash compitiendo por dar la respuesta correcta primero.
—Pues piénsalo —sugerí, tomando mi mochila y colgándola de mis hombros—. Y habla con ella, tal vez cuando la conozcas descubras que es mejor de lo que crees.
Todos se levantaron y tomaron sus pertenencias para dirigirse a la siguiente clase. La única que fue en dirección opuesta fue Liz, ya que era de un grado mayor.
—Sí, tienes razón —dijo motivado, con una sonrisa valiente—. Hablaré con ella.
—Hazlo, tigre.
Peter se rio.
—¡Hola!
Identifiqué la voz y la cara de Ned Leeds.
—¿Vieron como le pateé el trasero a Flash?
En realidad, habíamos estado sumidos en la plática y no escuchamos nada, pero automáticamente nos coordinamos para mentir.
—Fue asombroso —dijo Peter.
—Impresionante —concordé—. Le ganaste justo y limpio.
Ned sonrió avergonzado.
—Gracias. Soy Edward Leeds, pero todos me dicen Ned.
—Rory —me presenté.
—Genial —dijo asintiendo—. Tu apodo es mejor que el mío.
—No lo sé, me gusta Ned.
Ned se sonrojó ligeramente de las mejillas. Sonreí enternecida.
—Vamos —dijo Peter, comenzando a caminar hacia la salida—. No podemos llegar tarde con el profesor Dell.
—Va a agradarte —me comentó Ned—. Le gusta mezclar la historia con lo actual. Aunque siempre habla de brujas.
—Siempre —reafirmó Peter.
—Gracias por la advertencia.
—Oye, Rory, ¿te gusta Guerras de las Galaxias?
—Eh, no lo sé. Nunca he visto las películas.
Ambos jadearon entre sorprendidos e indignados. Los miré asustada y confundida. ¿Acababa de cometer un delito y no me di cuenta?
—¡Son las mejores películas de la historia! —exclamó Ned— Tengo todas las que han salido. Voy a prestártelas.
—Gracias, porque no quiero morir en la ignorancia —bromeé.
Ned me miró con lástima.
—Tranquila, no dejaré que eso te pase.
Peter se rio al ver mi expresión. Ned era un poco dramático, pero cómico. Al final, mi primer día no resultó tan malo. Había hecho nuevos amigos en tiempo récord. Un poco ñoños, pero agradables.
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