uno
El señor Jisung sonrió en cuanto lo vio entrar al lobby y le hizo una señal para que apurara el paso mientras sostenía las puertas del ascensor. Cuando Taehyung entró, guardó su móvil en el pantalón e hizo una reverencia como saludo y agradecimiento.
—¿Vas a volver a salir? —preguntó el hombre, pulsando el séptimo piso seguido del onceavo.
—Ya terminé mi trabajo —contestó escueto el menor, mirando la punta de sus zapatos—. ¿Y usted?
—También iré a descansar.
Taehyung asintió, pensativo.
—La señora Choi se mudó ayer temprano —comentó, arrugando el entrecejo—. Me irrumpió el sueño. ¿Tenía prisa?
El señor Jisung soltó una carcajada.
—No, no tenía prisa. Me dijo que se iría al amanecer para no molestarte, pero veo que su sacrificio fue en vano.
—Ah. Pudo haberse mudado más tarde.
—Es cierto, aunque era domingo, y tú estás todo el día en casa.
—Sí, tienes razón.
Las puertas se abrieron en el séptimo piso y Taehyung volvió a hacer una reverencia antes de salir.
—Por cierto, ya tienes un nuevo vecino. Se mudó mientras no estabas para no incomodarte. Es un jovencito muy amable. Hablé con él sobre el ruido y dudo que te vaya a dar problemas.
Taehyung asintió, sonriéndole poquito antes de seguir su camino. Echó un vistazo a la puerta de al frente al tiempo que sacaba su llave y la metía en la cerradura.
Seguramente le dijo que soy autista y debe tratarme con respeto, pensó mientras ponía su clave y abría la puerta.
El señor Jisung era amigo de su padre, lo conocía de toda su vida y era consciente de que sus intensiones no eran malas cuando mencionaba su condición a cualquier persona que se mudara al departamento de al frente, pero él no quería un trato especial, no creía merecerlo. Vivía como cualquier otra persona y estaba bien.
Adentro, se quitó los zapatos, seguido de las medias, colgó su maleta en el perchero y caminó hacia el baño. Allí metió las medias en una cesta de ropa sucia, se lavó las manos e inspiró profundo antes de dirigirse a la cocina, sacando un vaso para servirse agua. Era la misma rutina al llegar a casa y le había ayudado a no olvidarse de la hidratación. Cuando terminó, fue por su maleta y extrajo un paquete de exámenes que debía de revisar.
El celular le vibró en el bolsillo de su pantalón y lo pescó de inmediato, dejando el paquete sobre el comedor.
Hora de comer, era su alerta. Lo apagó y volvió a dejarlo en el bolsillo. Caminó hacia la nevera y miró de arriba abajo el vacío que había. Se quedó de pie un rato, analizándolo. Debía de haber anotado que necesitaba mercar, pero esta semana había estado tan estresado que lo olvidó.
Lo. Olvidó.
Arrugó el entrecejo y cerró las manos en puños. Tiró la puerta con fuerza y volvió a quedarse estático, culpándose por haberlo olvidado. ¿Qué cenaría? ¿Qué desayunaría? No sabía que tenía que comer hasta que sonó la alarma, y ahora que lo sabía, no podía no hacer nada.
El timbre sonó y aguantó la respiración un microsegundo. No esperaba a nadie. Si era su padre se decepcionaría al ver su nevera vacía. Exhaló bajo, contenido, y caminó hacia la puerta, encendiendo la pantalla a un costado.
Ladeó la cabeza, viendo la cara de un joven que sonría y se movía de un lado a otro, balanceando una bolsa en su mano. ¿Quién era esa persona? Cuando el individuo retrocedió un paso, se dio cuenta de que vestía como mujer y torció el gesto. Llevaba una falda negra con un corte al costado que le dejaba a la vista parte de su muslo, junto con una camisa ajustada de tiras cruzadas atrás de su cuello, dejando parte de su abdomen y brazos descubiertos. El cabello lo tenía largo, sobre el hombro, peinado, pero ligeramente rebelde, que enmarcaban su rostro de facciones suaves y, a la vez, duros. Ambas cosas tan contrarias y que, a la final, se unían para crear algo perfecto. Aunque usaba ropa de mujer, seguía manteniendo una masculinidad interesante.
—¿Sí? —dijo, presionando el botón del altavoz.
El chico anchó los ojos y se quedó quieto, ligeramente nervioso.
—Ah, soy el vecino. Me llamo Jeon Jungkook.
Taehyung movió los dedos de sus manos, impaciente, esperando que el chico dijera algo más, pero no lo hizo.
—De acuerdo. —Hizo una pausa, agregando antes de soltar el botón—: Bienvenido, Jungkook.
Dio media vuelta y volvió a la sala. Luego lo recordó, era momento de comer. Y antes de volver a la cocina, el timbre sonó por segunda vez. Se quedó quieto, pensativo. El timbre volvió a sonar después de un corto silencio y lo obligó a volver a la puerta.
—¿Sí? —soltó, irritado.
—Bueno, es que... ¿No quieres abrirme la puerta?
—¿Por qué haría eso?
El chico se mordió el labio inferior y alzó su mano, mostrando la bolsa.
—Quería conocerte y... Traje comida —agregó con una sonrisa tímida.
—Mhm. ¿Es como una ofrenda de paz?
—¿Qué? —El chico reprimió una carcajada y asintió confundido—. Sí, es eso. Creo.
—Bueno, justo ahora no tengo intensiones de conocerte, pero si me interesa la ofrenda. Puedes dejarla en mi puerta.
El chico miró la manija, seguido de la bolsa. Volvió la vista arriba y mostró su pulgar, dejando la bolsa allí colgada.
—Espero conocerte después, hyung.
Cuando volvió a su apartamento, Taehyung abrió despacio la puerta, estirando la mano para tomar la bolsa y llevarla adentro. Tenía buen olor y aún estaba tibio. Las comidas no las disfrutaba ni caliente, ni frías, le gustaban en un punto medio. Dejó los contenedores sobre las encimeras de la cocina y abrió cada una. Kimchi, arroz, carne y un postre. El Kimchi esperaba que no estuviera tan picante porque el picante no lo soportaba, lo odiaba y lo hacía enojar, así que tomó unos palillos y metió en su boca un trozo del tamaño de un grano de arroz.
Tenía la sensación de que aquello picaba, más no lo hacía en realidad. Y extrañado por eso, tomo un trozo más grande y lo masticó despacio; fue lo mismo. Sonrió y siguió por el arroz y la carne. No le gustaba cuando la carne sabia a carne, le gustaba que estuviera condimentada hasta perdérsele poquito el sabor original del animal, y esta carne sabia a todo menos a carne, lo que anchó su sonrisa y lo hizo levantar las manos arriba, emocionado.
Cuando se terminó la comida, observó el postre. No le gustaba el dulce que te empalagaba, pero el postre estaba en un punto medio, con un dulzón suave que alegró su estómago.
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