dos
Jungkook terminó de ponerse sus zapatos y respiró profundo antes de salir del apartamento. Cuando lo hizo, algo tintineó y se dio cuenta de que una bolsa colgaba de la manija de la puerta. Era la misma bolsa que le había dejado ayer en la noche a su vecino, y sonrió mientras echaba un vistazo a su interior. Ahí ya no quedaba nada más que los contenedores lavados y secos. Dejó la bolsa adentro de su casa y salió con prisa para tomar el ascensor. Se encontró con el señor Jisung, cuyo cabello blanco y barba negra, le parecía un exceso de confianza en sí mismo.
—Buenos días, señor —saludó, haciendo una reverencia al tiempo que entraba.
—Buenos días. ¿Pudiste conocer a tu vecino?
Jungkook hizo un mohín berrinchudo y pinchó el botón que iba al sótano.
—No me abrió la puerta, pero recibió la comida. ¿Cree que lo tiró a la basura o se lo comió?
—¿Dejó los contenedores vacíos y lavados?
—Si —respondió, atento al hombre.
—Entonces le gustó. Si no hubiera sido así, lo hubiera devuelto.
Jungkook sonrió, sintiéndose conmovido.
—Gracias por sus consejos, señor Jisung.
El hombre rio, tocándose el bigote al tiempo que negaba con la cabeza. Había visto en el chico un aura tan inocente, tan gentil, que no pudo evitar darle consejos sobre Taehyung en cuanto Jungkook le mencionó que le llevaría comida para presentarse formalmente. No mencionó que fuera autista, pero sí que podía ser muy directo y con una organización excepcional.
—Adiós —dijo cuando el ascensor se detuvo en el primer piso. Jungkook hizo una reverencia y cerró las puertas para bajar más rápido.
En el sótano, sacó las llaves del casco negro que llevaba pendiendo en su muñeca y encendió la motocicleta. Antes de subir, revisó su reloj de mano y resopló al notar que iba retrasado a sus clases. ¿En qué momento había decidido estudiar biología? Es decir, aún le gustaba la idea, pero que tuviera que rendir matemáticas con un conjunto de otras materias que le parecían una perdida de tiempo, lo estaban volviendo loco. También estaba la cuestión de madrugar todos los malditos días, de lunes a viernes hasta el mediodía. Se levantó temprano durando más de diez años en primaria y en secundaria, para seguir esa rutina. Si bien podría haber tomado sus clases por las tardes, le agradaba la idea de tener el resto de la tarde libre para sus trabajos o, mejor aún, para sus ensayos con su banda musical. No todo era tan malo, aunque si tenía sus peros.
Manejó por cerca de veinte minutos hasta el parqueadero de su universidad y corrió puertas adentro, ataviado con el casco y la tira de su maleta que le caía del hombro cada minuto. Su primera clase era química general y ya estaba sintiendo la presión de la asignatura sobre sus hombros. Más adelante vio a Jiwoo, la guitarrista de su banda, una alumna ejemplar y con dedos mágicos para el bajo. Estudiaba ingeniería civil y habían tomado algunas clases juntos, las únicas en común.
—¿Ya miraste el reloj? —preguntó Jungkook, tomándola por sorpresa. Ella guardó su móvil y sonrió.
—Llegamos tarde, ¿qué podemos hacer? —Jungkook rodó los ojos y exhaló fuerte—. ¿Qué tal tu mudanza? Perdón por no haber ido a ayudar, mamá quiso que me quedara en la tienda. Ya sabes, quincena.
El pelinegro asintió, aligerando las piernas, notando a Jiwoo pensativa, con su estrambótico peinado de dos trenzas tiesas que le daban un aspecto rudo y, al mismo, tierno. Sonrió y le tocó el cabello, dándose cuenta de que estaba completamente engominada.
—¿No te pesa la cabeza? —averiguó y Jiwoo le dio un golpe en el pecho.
—Cállate. ¿No me veo bonita? Yo creo que me veo bonita —dijo, entornando los ojos con una sonrisa curiosa en el rostro, dramática.
Si Jungkook era resuelto y seguro de sí mismo, incluso a la hora de usar faldas y ropa de mujer, era por Jiwoo. Ella era su ejemplo a seguir. Ella lo había ánimo a ser él mismo, a usar lo que le gustara y hacer lo que hiciera feliz a su corazón.
—¿Quién toca la puerta, tú o yo? —preguntó la chica cuando se detuvieron frente al salón.
—Tú luces más ruda que yo. El profesor ni siquiera pondrá mala cara si te ve.
Ella chasqueó la lengua y dio dos fuertes golpes a la puerta. Jungkook se hizo a un lado, cruzado de brazos. Para comenzar, el profesor ni siquiera debería de cerrar la puerta si le molestaba tanto ser interrumpido.
Alguien abrió la puerta, uno de los estudiantes, la dejó abierta y fue a su puesto mientras el profesor le daba una mirada rápida desde el escenario. Jiwoo y Jungkook corrieron a sentarse y permanecer callados durante la clase. Quizás el profesor se había acostumbrado a que ellos dos siempre, desde el principio del semestre, llegaban retrasados.
Después de química general, fueron directamente a matemáticas y luego tuvieron un receso. Jiwoo pinchó un pedazo de pollo y lo masticó con desgana, sintiendo que su cerebro se requemaba por tantos números, al igual que Jungkook.
—¿Vas a ir a esas clases particulares de matemáticas?
—No entendí bien lo que quisieron decir los chicos —admitió el pelinegro, bebiendo su leche de plátano. Después de las clases muchos habían estado platicando sobre unas clases extras, ya que muchos no lograban —por más de que explicaba— entenderle al profesor actual.
—Al parecer hay un profesor al que la universidad le permite dar clases extras aquí, en la tarde. Dicen que es muy bueno y es muy dinámico.
—Pero tú no irás.
Jiwoo se encogió de hombros.
—Soy muy buena en matemáticas.
—¿Y yo no?
—Eres un desastre. Ni siquiera te sabes las tablas de multiplicar.
Jungkook hizo un ruido ahogado en su boca y frunció los labios.
—No es mi culpa, pero voy a pensarlo.
—Deberías de tomar esas clases. Puedes quedarte y ver que tal. Algunos iban a hacer lo mismo hoy. Ya casi se acerca los exámenes y no vas a querer perderlos. Imagínate volver a ver matemáticas —comentó, soltando una carcajada.
A Jungkook no le hacía gracia, las matemáticas en serio le provocaba dolor de cabeza. Incluso había tomado una pastilla antes de sentarse a comer.
Después del receso y terminar con tres horas de estudio, Jungkook esperó por dos horas en la biblioteca para repasar sus apuntes del día de hoy y verificar que tareas tenía. No siempre había sido ordenado en ese asunto, pero había descubierto meses atrás que, entre más ordenado fueras con tus clases de la universidad, mejor te iría en los semestres, y eso que recién iba a finalizar el primero.
Subió al tercer piso del bloque B más tarde, y buscó el salón en el que el profesor impartía las clases extras. Esperó afuera, así como todos aquellos que querían ver cuan viable era gastar unos wones de más por esas clases.
A las cuatro en punto, Jungkook vio por el rabillo del ojo a una persona atrás de él, que luego cruzó el salón a zancadas hasta detenerse en la parte de adelante, con libros bajo el brazo y una maleta negra colgando de su hombro. El iris de Jungkook se dilató al instante en cuanto lo vio, su pulso emocionándose al igual que un revoltijo en su estómago. El profesor era un hombre alto, de contextura delgada, finas facciones y ojos intimidantes, pero sonrisa bonita, quizás un poco distorsionada, como forzada, pero era un cuadrado inusual y bonito. El cabello corto, plateado, le hacía ver la piel más clara y Jungkook suspiró maravillado. El profesor era hermoso. Y por un segundo, se preguntó si todas las personas que estaban esperando por él adentro del salón, estarían allí solo para verlo.
—Escuché que es autista —escuchó mencionar a alguien—, pero no parece.
—¿De verdad? —cuestionó una chica y enseguida Jungkook la vio empinándose para ver sobre el hombro de un chico, no muy lejos de donde él estaba—. Se ve normal.
Jungkook resopló, sintiéndose irritado por una razón: porque creyeran que los autistas debían verse todos iguales, como lo pintaban en las novelas; no todos eran superinteligentes ni tenían problemas relacionándose con las personas.
Se llevó las manos a la cabeza e intentó mantener varios mechones rebeldes en su chongo, a la vez que prestaba atención a los movimientos del profesor. La forma en como explicaba era fácil de entender, más Jungkook no pudo prestarle atención cuando se perdió en su voz profunda y circunspecta. Y por un momento —mientras lo contemplaba fijamente— creyó que él le devolvía la mirada, evitándola de forma brusca y absurda a los pocos segundos. Lo que lo hizo sonreír, sintiendo que su estomago estaba lleno de mariposas y su cuerpo entero se estremecía.
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