Diez
Tenía los dedos magullados y los antebrazos amoratados. Últimamente estaba más inquieto y, al no poder controlarlo, había optado por hacerse daño a sí mismo. Su padre estaba preocupado y su tía se sentía culpable, sin embargo, seguía pensando que lo mejor para su sobrino era que se mantuviera alejado de Jungkook. Tal vez Taehyung había recurrido a ella para desahogarse días antes después de lo ocurrido en Halloween. Tal vez, su tía, era la razón por la que había decido cortar todo lazo con el menor.
Y eso lo estaba matando, de alguna manera.
Cada que Jungkook llevaba comida a su puerta, Taehyung estaba de pie al otro lado, mirándolo desde la pantalla. Por supuesto que su mayor deseo era abrir y sentir la mano de Jungkook contra la suya, porque se había acostumbrado, de alguna manera, a ese tacto, pero había decidido que no quería sufrir, mucho menos, verlo sufrir a él por su culpa. De algo era consciente, y es que su trastorno también arrastraba inocentes. A veces él ni siquiera podía controlarse ni entenderse... Justo ahora, no lograba organizar sus pensamientos.
Exhaló con fuerza y se masajeó la cabeza con las yemas de sus dedos. El deporte había dejado de interesarle, sin embargo, ahí estaba en el sofá, con el balón que Jungkook le había regalado hace un tiempo sobre su regazo. Lo analizaba, como si algo fuera a cambiar.
¿Debía de devolvérselo?
No. Él se lo dio. Lo que se regala no se quita, había escuchado alguna vez.
La carta que Jungkook había metido hacía tres días bajo su puerta, seguía intenta en su mesa. De cuando en cuando la leía, la hacía bolita y la arrojaba con furia a algún lugar de su sala. Se golpeaba la cabeza y horas más tarde recapacitaba, la desarrugaba y comenzaba a sentirse extrañamente conmovido.
La alarma para comenzar a preparar su cena resonó en el lugar y Taehyung comenzó su tarea. Se puso guantes, lavó las verduras y cortó algo de carne, mirando de vez en cuando el monitor junto a la puerta. Pronto, cayó en la cuenta de que Jungkook no había dejado comida allí.
—¿Se le olvidó? —musitó.
Se sentó a comer y beber.
Al día siguiente, para su sorpresa, Jungkook no apareció en su puerta. Tampoco en los cuatro días posteriores a ese.
Cuando volvió de su trabajo, se mordió el dedo pulgar con ímpetu y tocó a la puerta de Jungkook. Había dejado de encontrárselo, incluso. Eso era extraño. Esperó por unos largos segundos hasta que abrieron la puerta. Una chica alta y esbelta, de cabello salvaje y ojos gigantes, le sonrió con ánimo.
—¡Hola!
Taehyung arrugó la nariz por el fuerte perfume de la mujer y se llevó los dedos a la nariz, formando una pinza. La mujer puso mala cara.
—¿Y Jungkook?
—¿Quién?
—Jungkook, ¿dónde está?
—¿Acaso huelo mal? —refunfuñó la mujer—. Eres muy grosero, ¿sabes? No puedes hacer esos ges-
—¿En dónde está Jungkook? —volvió a preguntar, esta vez en voz más alta, fría.
—Yo que voy a saber. Pregúntale al casero —dijo, fulminándolo con la mirada y, seguido a eso, cerrado la puerta con fuerza; tanta que Taehyung se estremeció.
Volvió al ascensor y presionó el undécimo piso. Allí, tocó la puerta del apartamento del señor Jisung. Se sentía mal, muy mal. No logró entender que era toda esa vorágine de emociones que de repente lo estaban golpeando, pero se sentía adolorido.
—¿Taehyung? —preguntó el hombre, sorprendido de verlo frente a su puerta.
—Señor Jisung, ¿por qué no me avisó que habría una nueva inquilina en mi piso?
—Ah, sí. Lo siento mucho Taehyung, dijo que se mudaría mañana, pero llegó de repente esta tarde.
—¿Y Jungkook?
—¿Qué? —El hombre parpadeó lento—. Oh, sí, Jungkook. Dejó el apartamento hace dos días. ¿No te diste cuenta? —Jisung rio un poco—. Ese chico. En serio estaba preocupado por ti, incluso se fue sin que lo notaras.
Empuñó sus manos con fuerza, las venas de su cuello resaltando y su piel convirtiéndose en rojo vivo. Jisung cerró la boca e hizo el amago de tocarlo, pero el menor retrocedió con violencia, dio media vuelta y bajó a su apartamento.
Cuando cerró, lo hizo con fuerza, jaló su cabello y se mordió la boca. Terminó sentando en el suelo, acurrucado como un niño con la frente contra el suelo. Gritó por mero impulso y, minutos después de su ataque de rabia, se irguió y botó aire. Sudaba y sus ojos estaban lagrimosos. Se limpió, buscó su móvil, desbloqueó el contacto de Jungkook y lo llamó.
El menor descolgó a los pocos segundos.
—¿Hyung? ¿Está todo bien?
—¿Te mudaste? ¿Te mudaste sin decírmelo? —Silencio—. Hay una desagradable mujer al otro lado. Odio su perfume y no me gusta su cara. ¿Vas a regresar? —De nuevo, silencio—. ¿Jungkook?
Lo siguiente que escuchó fue el desagradable pitido de la línea. Jungkook había terminado la llamada. Frunció el ceño y apretó el móvil en su mano. Sí, lo insultó en todos los idiomas que se le eran conocidos. Luego, tomó su bolsa y salió del apartamento. Cuando subió a su auto y no logró insertar la llave a la primera, golpeó el volante y esperó un taxi afuera del edificio mientras resoplaba.
Su cabeza punzaba.
Se detuvo cerca del bar en el que Jungkook solía tocar con su banda y lo buscó entre el poco gentío que había. La única persona que alcanzó a reconocer fue a Yoongi, quién no pudo reprimir su sorpresa.
—¿Taehyung?
—Hola. Lo siento, estoy buscando a Jungkook.
—¿Jungkook? Él... Bueno, no sé...
Cuando, sin querer, dejó la vista clavada en el fondo del bar y Taehyung siguió su dirección, se pellizcó la mano. Jungkook estaba en la mesa con un lindo chico frente a él. Se reían inclinados sobre la madera, tan cerca para secretarse, que a Taehyung le pareció que se besarían en cualquier momento. Una ola de sentimientos desagradables lo invadieron y se sintió fatal. Sin embargo, siguió avanzando, hasta detenerse frente a los dos jóvenes.
Jungkook lo miró con temor y asombro.
—¿Hyung?
—Hablemos afuera —dijo con extraña calma.
—Pero yo estoy-
—Por favor.
El menor miró a su amigo y, cuando este asintió, salió junto a Taehyung. El silencio repentino, el frío que parecía masticar la piel, y el ruido lejano de todo, hizo el momento incómodo.
—¿Me colgaste por él? —preguntó Taehyung, sin mirarlo. Estaban enterrando sus uñas en las palmas de su mano—. Estábamos hablando y de repente me colgaste.
—No estábamos hablando —se defendió el menor—. Tú, estabas hablando —añadió con sorna.
—No me respondías.
—Porque no quería hacerlo.
—¿Y por qué no?
Por primera vez, Jungkook giró a verlo. Taehyung lo notó tenso, la línea de su mandíbula afilándose y sus ojos oscureciéndose.
—¿No puedes intentar entenderme? —soltó con la voz retenida. Incluso furioso, intentaba no perturbar al mayor. ¿No podía verlo?—. Me hiciste a un lado, dijiste que desapareciera de tu vida. Bien, ¡eso hice! ¿Acaso está mal que decidiera no rogarte más?
Taehyung pasó saliva, bajando la cabeza. Era egoísta, esa era la palabra correcta, porque nunca se le había pasado por la mente todas esas cosas que eran tan lógicas. Claro que Jungkook llegaría al límite en algún momento.
—Lo lamento.
—¿Lo lamentas? Hyung... —Dio un paso adelante—. Me destruiste el corazón. Ni siquiera me diste oportunidad de nada. Solo decidiste que ibas a hacerme a un lado como si fuera un desechable.
—Eso no... Estoy confundido.
—¿Tú? ¿Tú estás confundido? ¡Ah! —exclamó con enojo, medio girándose para tomar una bocana de aire—. ¡Soy yo el confundido! Soy quién hizo justo lo que pediste: alejarse, y ahora, ahora estás aquí y dime ¿Qué debería de hacer?
—Estás enfadado —dijo a nadie en particular, pero Jungkook lo escuchó y torció el gesto. Taehyung, sencillamente, intentaba leer sus emociones—. Y probablemente dolido. ¿Me odias ahora?
—¿Qué?
—Tú, ¿me odias ahora? —preguntó más seguro, mirándolo fijamente—. Yo... Me cuesta mucho entender las emociones. Y estaba tan alterado que no me detuve un segundo a analizar la situación, a pensar en lo que tú podrías estar sintiendo. —Tomó aire, botándolo con fuerza—. Justo ahora, creo que estoy enfadado, triste y... ¿Decepcionado? Sí, eso, estoy decepcionado de mí mismo.
—Hyung... —Mencionó Jungkook, notando al mayor con la mirada perdida y aterrada. Se estaba esforzando tanto por ordenar sus emociones que comenzaba a desbordarse. Lo tomó de las manos, logrando llamar su atención—. Hyung, está bien, lo entiendo.
—¿Ya no estás enfadado?
—Lo estoy. —Taehyung arrugó la nariz—. Pero me temo que verte hace que me sienta un poco menos enfadado.
—Está bien estar enfadado —concilió el mayor, de repente recordando las palabras que su padre solía decirle—. Lamento que mis palabras te hayan herido. Yo... Lo que siento es tan confuso... Perdón, Jungkook.
—¿No debería de creerte cuando quieras sacarme de tu vida?
—No, por ahora. Solo necesito tiempo, pero no quiere decir que me hayas dejado de interesar.
El menor sonrió con beatitud y miró fijamente al mayor.
—No me mudé por ti. Lo hice porque mi padre me lo pidió. Estuvo un tiempo viviendo en el extranjero y volvió a Corea hace una semana... Vivo con él por ahora. ¿Qué tal es tu nueva vecina?
—Tremenda —soltó y Jungkook rio poquito—. No, en serio. Tiene un perfume que me irrita para comenzar.
Jungkook miró atención como Taehyung se cruzaba de brazos y ponía cara pensativa y malgeniada.
—Hyung, ¿puedo abrazarte?
Taehyung dejó los brazos laxos a los costados y cerró los labios con fuerza. Posteriormente, tomó aire y asintió. El abrazo no lo sintió incómodo ni mucho menos ajeno. Se sintió como si estuviera en casa.
—Extrañaba tu olor —admitió el mayor en voz baja, con los ojos cerrados—, tus abrazos, tus manos... Tú en general.
—Hyung, ¿crees que tengamos la posibilidad de ser algo más oficial?
—¿Hablas de ser novios?
—Sí.
—Ok.
Jungkook se retiró bruscamente, mirándolo con ojos grandes.
—¿Eso es todo? ¿Así de fácil?
—Sí, eso creo. Es decir, si quieres tiempo-
El menor se quedó en blanco, dubitativo, más Taehyung no reaccionó a eso. Finalmente, volvió a abrazarlo y le besó la coronilla, sintiendo el cuerpo contrario tensarse por ese gesto.
—No quiero tiempo, lo quiero ahora. ¿Está bien para ti?
—Está bien para mí.
FIN
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