THE END
LOGAN
El reloj marca las cuatro de la tarde, y la luz dorada del sol inunda la sala de estar, creando un ambiente cálido y sereno. Estoy recostado en el sofá, con la cabeza apoyada en los cojines suaves. Nicki está a horcajadas sobre mí y sus manos descansan sobre su vientre, acariciando la curva con una delicadeza que me hace sonreír.
—¿Qué te parece Brunna para una niña? —pregunto, observando la forma en que su rostro se ilumina con la idea.
Nicki se queda en silencio por un momento, pensando. Sus dedos trazan círculos suaves sobre su vientre mientras asimila el nombre. — Brunna suena perfecto, —dice finalmente, su voz cargada de ternura. —Es un nombre dulce.
Sonrío, satisfecho con su respuesta, pero sé que esta conversación no termina aquí.
—¿Y si es niño? —insiste, su tono juguetón mientras sus dedos se deslizan hasta mi cabello, enredándose en los mechones con un gesto distraído.
Me inclino hacia ella, acercando nuestros rostros, y dejo que mi sonrisa se ensanche. —Sigo pensando que Logan Junior tiene su encanto, —bromeo, aunque sé que no es una opción seria. La idea de tener un hijo con mi nombre es algo que me hace gracia más que otra cosa.
Nicki ríe, y su risa es como una melodía que llena la habitación, su sonido cálido y contagioso. Se inclina hacia adelante, y siento el toque suave de sus labios en mi frente. —No podemos llamarle Logan, —me dice con un tono que es mitad regaño, mitad diversión—, sería demasiado confuso.
La miro, y en sus ojos encuentro ese brillo que siempre me atrapa, esa chispa que me hace querer hacerla sonreír una y otra vez. —Bueno, entonces podríamos ir por Liam, —sugiero, dejando que la seriedad de la elección se cuele en mi voz.
Nicki asiente lentamente, sopesando el nombre en su mente, saboreando cada sílaba. —Liam... me gusta. Es fuerte, pero tiene una suavidad que encaja. — Me encanta, amor. Brunna y Liam. Ambos son perfectos. — Su voz se quebró ligeramente, y supe que estábamos en la misma sintonía.
Nos quedamos en silencio un momento, el tipo de silencio cómodo que solo se comparte con alguien que amas profundamente. Mi mano se desliza por su pierna, trazando un camino lento hasta que descansa en su cadera. Siento el calor de su piel a través de la tela de su ropa, una conexión física que complementa la emocional.
—He estado pensando, —digo finalmente, mi voz bajando un poco, volviéndose más seria—. Necesitamos una casa más grande. Un lugar con un jardín, donde él bebe pueda jugar y correr por el jardín... —me quedo unos segundos en silencio y continúo hablando. —La corredora, me mostró tres opciones que creo que podrían gustarte.
—¿Tres casas? —pregunta, su tono con una chispa de emoción.
Asiento, inclinándome un poco más para acercar nuestros rostros. Puedo oler el ligero aroma de su perfume, mezclado con el jabón que usó más temprano, y me resulta reconfortante. —Sí, tres. Todas en Hockenheim, no muy lejos del circuito, pero lo suficientemente alejadas para que podamos tener algo de privacidad.
Ella se acomoda mejor sobre mí. —Cuéntame más.
—La primera, —empiezo, mis dedos trazando líneas distraídas en su pierna, —es una casa moderna, de dos plantas. Tiene enormes ventanales que dejan entrar la luz, un jardín grande donde Milu podría correr y explorar, y una piscina... tal vez no la más grande, pero suficiente para relajarnos en verano.
Nicki asiente, sus labios curvándose en una sonrisa al imaginarse a Milu disfrutando del espacio. —Suena bien, ¿y la segunda?
—La segunda es más clásica, —continúo, mis palabras lentas mientras pienso en cada detalle—. Tiene ese aire de casa de campo, pero con todas las comodidades modernas. El jardín es aún más grande, rodeado de árboles altos que le dan una privacidad increíble.
—¿Y la tercera? —pregunta, su voz suave y llena de expectativa.
—La tercera, —respondo, sintiendo que esta es la que más me emociona, —es una mezcla entre las dos. Es una casa moderna, pero con detalles clásicos que la hacen única. Tiene un sótano que se podría convertir en lo que quisiéramos, un estudio, un lugar para jugar, incluso un cine en casa. El jardín tiene espacio de sobra para cualquier cosa que imaginemos.
Nicki se queda pensativa, su mirada se pierde en algún punto sobre mi hombro mientras considera nuestras opciones. Yo la observo, capturando cada pequeño cambio en su expresión, cada pequeño movimiento de sus manos mientras procesa la información.
—¿Quieres que vayamos a verlas? —le pregunto, mi voz suave mientras mi mano se desliza hasta su mejilla, acariciándola con ternura. —Podríamos hacerlo antes de partir a Abu Dabi.
Ella inclina la cabeza hacia mi mano, cerrando los ojos por un momento mientras deja que el gesto la envuelva. —Me encantaría, —dice finalmente, abriendo los ojos y encontrándose con los míos, su mirada llena de una decisión firme—. Veamos las tres y luego decidimos cuál será nuestro hogar.
Siento que cada decisión que tomamos, cada pequeño paso que damos juntos nos acerca más a la vida que queremos construir. Una vida llena de amor, risas, y sí, tal vez uno o dos bebés más... pero sobre todo, una vida que podemos llamar nuestra, con un hogar que será el refugio perfecto para todo lo que está por venir.
—Pero antes... tengo hambre, —Nicki agrega con una sonrisa, aunque hay una chispa juguetona en su mirada que no pasa desapercibida. Mis labios se curvan en respuesta automática. Es imposible no sonreír cuando ella lo hace.
—¿Antojos? —pregunto, bajando la mano de su mejilla lentamente, trazando el contorno de su mandíbula. Su piel cálida y suave bajo mis dedos provoca un cosquilleo familiar que siempre me hace querer estar más cerca.
Nicki asiente, mordiéndose el labio inferior acariciando suavemente su vientre abultado. La expresión en su rostro cambia de concentración a una especie de determinación juguetona. Su lengua humedece sus labios antes de hablar, y en su mirada veo una mezcla de deseo y antojo intenso. —Algo dulce, pero no cualquier cosa, —murmura, con una seriedad que me hace querer reír. Pero me contengo, porque sé que si me río se va a enojar y no quiero lidiar con una mujer embarazada, con antojos y enojada.
—¿Helado? —sugiero, medio en broma, mientras le acaricio el dorso de la mano. Pero sé que no es lo que quiere, puedo sentirlo en la manera en que su cuerpo se inclina ligeramente hacia mí, como si quisiera cerrar el espacio entre nosotros.
Ella niega con la cabeza lentamente, sus labios curvándose en una sonrisa pícara. —No... quiero tortitas. Con mucha nata, sirope de chocolate, fresas... —cierra los ojos un segundo, saboreando la idea antes de abrirlos de nuevo y fijarlos en mí—. Y las quiero ya.
Me río bajo, encantado con su especificidad. Me inclino un poco más, hasta que nuestras frentes casi se tocan. —Podemos ir a buscar tortitas antes de ver las casas. Lo que quieras.
Nicki exhala suavemente, relajando los hombros mientras su mano acaricia el lugar donde nuestro bebé se mueve. —Necesito esas tortitas —murmura—. Y luego, te prometo que seré toda tuya para ver las casas.
La manera en que sus palabras resuenan en mi cabeza me calienta por dentro, como si hubiera algo más implícito en su promesa. Mis dedos se entrelazan con los suyos y los aprieto suavemente, deseando que este momento dure para siempre.
Mi mano permanece entrelazada con la suya, y aunque estamos hablando de algo tan simple como tortitas, el aire entre nosotros se carga de una tensión que no puedo ignorar. Su mirada, profunda y fija en la mía, me dice mucho más de lo que sus palabras alguna vez podrían. La forma en que sus labios se separan ligeramente, la respiración algo más pesada, todo en ella me llama.
—Entonces, tortitas primero, —murmuro, mi voz baja, más áspera de lo que pretendía—. Y luego... serás toda mía.
Nicki sonríe, pero hay algo oscuro y travieso en su expresión, como si estuviera jugando un juego que ambos conocemos muy bien. Sus dedos juguetean con los míos antes de soltar mi mano y deslizarla hasta mi rodilla bajo la mesa. El simple contacto me sacude, encendiendo una chispa que no necesita mucha ayuda para arder.
—Quiero esas tortitas —dice, pero su voz tiene un filo juguetón que me desafía—. Y luego... a ti
Mis ojos la devoran, recorriendo cada centímetro de su rostro, el brillo en sus ojos, la manera en que muerde ligeramente su labio inferior. No es solo un antojo de comida lo que está en juego aquí. Es ese juego implícito, esa provocación que conoce tan bien, esa conexión entre nosotros que se siente más fuerte con cada segundo que pasa.
—Vamos, —digo finalmente, inclinándome para darle un beso suave, pero firme, en los labios. Siento su suave jadeo contra mi boca, como si estuviera esperando más—. Primero las tortitas, después tú y yo vamos a encargarnos de todo lo demás.
≪•◦ ❈ ◦•≫
El rugido de los motores me inunda, resonando en mi pecho como un tambor que marca el inicio de la batalla. Estoy sentado en la segunda posición, justo detrás de Mathew. Puedo verlo frente a mí, su casco moviéndose ligeramente mientras ajusta su volante. Abu Dhabi, la última carrera del año. Todo se reduce a este momento.
Respiro hondo, mis manos tensas sobre el volante. La adrenalina corre por mis venas, mezclada con la ansiedad y la emoción. No es solo una carrera. Es la carrera. Cierro los ojos un segundo, visualizando la primera curva, la salida perfecta, mi maniobra para adelantar a Mathew. Lo he hecho mil veces en mi cabeza estas últimas horas, pero esta es la única que importa.
Las luces empiezan a encenderse, una por una. Mi corazón late al mismo ritmo. Bom. Bom. Bom.
Las luces se apagan.
Piso el acelerador a fondo. El coche se sacude bajo mí, los neumáticos chillan, y salgo disparado. Mathew tiene una buena salida, pero la mía es mejor. Siento la vibración del asfalto bajo mí, la velocidad aumentando, el rugido del motor envolviéndome. Estoy pegado a su alerón trasero, buscando la primera oportunidad.
La primera curva llega en un parpadeo. Mantengo la calma, no hay espacio todavía. Me acerco, más y más. Los neumáticos apenas tocan el piano al salir de la curva, y Mathew sigue ahí, imperturbable. Joder, es rápido. Pero yo también lo soy.
En la recta, activo el DRS. Lo tengo. Mathew cubre el interior, pero lo ataco por el exterior, frenando tarde, muy tarde. Mi corazón está en la garganta. Esto va a ser ajustado. La adrenalina me quema por dentro mientras nuestras ruedas casi se tocan. Le cierro la puerta en la siguiente curva y lo adelanto.
—¡Vamos! —grito dentro del casco, aunque nadie más pueda oírme.
El viento pasa a toda velocidad, pero ahora que estoy delante de Mathew, no puedo permitirme bajar la guardia. Los siguientes minutos son un intercambio de golpes. Mathew me ataca en cada oportunidad, y yo defiendo como si mi vida dependiera de ello. Cada vez que lo veo en mis espejos retrovisores, siento ese nudo en el estómago, esa mezcla de adrenalina y algo más que me empuja a seguir.
Concentrado, Logan. Mantente concentrado.
Cada curva es una pelea, cada metro ganado es una pequeña victoria. El calor dentro del coche es sofocante, pero mi mente está fría, calculando cada movimiento, cada frenada. Mathew está pegado a mí, una sombra que no me suelta. Es implacable, lo sé. Pero yo también lo soy.
En la vuelta 30, siento el desgaste. Los neumáticos empiezan a desvanecerse bajo mí, como si el coche perdiera agarre poco a poco con cada curva. Cada vez que pisó el acelerador al salir de las curvas, siento esa pequeña vibración, ese aviso de que algo no está bien. Mi cuerpo está tenso, cada músculo aferrado al volante, concentrado en mantener el control.
—Logan, cuida los neumáticos, estás desgastando demasiado. Necesitamos más ritmo, pero conservando —la voz de Christian suena en mi oído, pero no necesito que me lo diga.
Mi mandíbula se tensa, aprieto los dientes mientras esquivo el piano en la curva 4, casi perdiendo la trasera del coche por un instante. Maldita sea. Sé que estoy al límite, pero no tengo tiempo para cuidar de cada detalle. Mathew está detrás de mí, y su sombra es más que una presencia. Es una amenaza constante, como una pesadilla que no me suelta.
—Lo sé —respondo entre dientes, mi voz más brusca de lo que debería.
Pero Christian sigue insistiendo, su voz como una mosca que no puedo ahuyentar. —Te lo digo, Logan, si no manejas los neumáticos ahora, no llegarás al final con suficiente ritmo. Necesitas...
—¡Ya lo sé, Christian! —gruño, y me escucho a mí mismo sonando como un animal acorralado. El calor dentro del coche me abrasa, el sudor corre por mi frente, mis manos resbalan ligeramente sobre el volante.
—Solo estoy intentando ayudar, Logan, pero...
Respiro con fuerza, mis ojos fijos en la pista mientras ajusto la trayectoria para entrar en la siguiente curva. Mi cuerpo tiembla con la tensión, mi mente dividida entre concentrarme en la carrera y la maldita conversación. El coche de Mathew aparece de nuevo en mis espejos, y puedo sentir cómo se acerca en las rectas. No hay espacio para errores.
—¡Cállate y deja que corra! —exploto, mi voz rugiendo a través de la radio. El sonido de mi respiración pesada sigue el eco de mi grito, mientras el mundo alrededor parece achicarse.
Christian se queda en silencio por un momento, lo que agradezco, porque no necesito a nadie diciéndome cómo manejar esto. Siento la presión en cada hueso, en cada músculo. El coche de Mathew está notoriamente desgastado también, se mueve con menos precisión en las curvas. Su coche se tambalea ligeramente, el alerón delantero se mueve con una oscilación molesta, pero sigue ahí, pegado a mí.
Está sufriendo tanto como yo.
Pero no es suficiente. Tengo que seguir empujando. Mi cuerpo grita por un respiro, pero la adrenalina sigue fluyendo, manteniéndome alerta, mis manos apretando el volante como si mi vida dependiera de ello.
Las vueltas pasan lentamente, una tras otra, y la tensión en el aire es palpable. El rugido del motor, el sonido de los neumáticos en el asfalto, y el ritmo constante de mi respiración son lo único que existe. No hay nada más. Solo esta pelea, este duelo de desgaste y velocidad.
Mis pensamientos van de un lado a otro, entre la estrategia y la pura rabia de tener a Mathew respirando en mi nuca. Mi mente se a todo lo que he trabajado para llegar hasta aquí.
Pero entonces, siento un golpe en la trasera del coche. Apenas es un roce, pero lo suficiente para hacer que mi corazón se dispare. Mathew está ahí, tratando de intimidarme, de forzarme a cometer un error. Mi pulso se acelera, mi respiración se vuelve más pesada. El calor es insoportable, como si el coche fuera una prisión ardiente.
—Tranquilo, Logan. No cometas errores —escucho la voz de Christian de nuevo, más suave esta vez, como si intentara calmarme. No respondo. No tengo tiempo para palabras. Lo único que importa es la próxima curva, la siguiente frenada, el siguiente momento.
Este título es mío. Esta vez no se me va a escapar. Lo siento en cada fibra de mi ser, en cada músculo tenso, en cada latido frenético de mi corazón.
Mathew intenta una maniobra en la siguiente recta, pero cierro la puerta con decisión. No me vas a pasar, no hoy. La distancia entre nosotros es mínima, pero cada centímetro cuenta. Cada curva, cada frenada, cada aceleración tiene que ser perfecta. No hay lugar para la duda, no hay margen para el error.
La línea de meta se acerca. El sol empieza a bajar en el horizonte, proyectando sombras largas sobre el asfalto. El mundo exterior se desvanece. Solo existimos Mathew y yo, dos coches, dos pilotos, una pista.
Mis manos tiemblan ligeramente por la fatiga, pero no hay lugar para dudar. Mathew me ataca una última vez en la penúltima curva, y freno justo en el último momento, cerrándole la puerta. La rueda trasera derecha patina un segundo, y mi corazón se detiene. Por un instante, pienso que lo he perdido, pero el coche se estabiliza.
La última recta.
Piso el acelerador a fondo, el coche vibra, el motor ruge con todo lo que tiene. La línea de meta está a metros de distancia. Siento a Mathew justo detrás, pero no es suficiente. Cruzo la línea.
—¡Sí!— mi grito se funde con el rugido del público y el estrépito de los fuegos artificiales que comienzan a explotar en el cielo, iluminando el circuito con una lluvia de colores brillantes. Mi respiración es pesada, el cansancio se desploma sobre mí, pero mi corazón está ligero, lleno de una felicidad inmensa.
—¡Lo hicimos, Logan! ¡Eres el campeón del mundo!— La voz de Lorenzo resuena en la radio, cargada de euforia y orgullo. Su entusiasmo es contagioso, un anhelo compartido de todos en el equipo. Puedo casi ver su sonrisa a través de las ondas de radio, su alegría reflejando la mía.
Mi cuerpo está agotado, las manos aun temblando por la tensión, el cansancio se apodera de cada músculo. Sin embargo, mi corazón está repleto de una felicidad inmensa. Mientras doy la vuelta de honor, las lágrimas finalmente encuentran su camino, deslizándose por mis mejillas. Cada aplauso del público, cada grito de celebración es un eco de la batalla ganada, de los sacrificios y las dificultades superadas.
Pienso en mi madre, en el apellido que ahora tengo el honor de llevar, en el camino que ella pavimentó para mí. Ella estaría aquí, a mi lado, si pudiera. Sus enseñanzas, su amor incondicional, todo lo que sacrificó para llegar hasta aquí. Cada curva, cada frenada, cada triunfo en la pista es un tributo a ella. La dedico este título.
Y luego pienso en Nicki. En su sonrisa, en su apoyo inquebrantable, en la manera en que ha sido mi roca en cada desafío. El bebé que llevamos juntos es el símbolo de nuestro futuro, de nuestro amor. En la imagen de su cara, en la promesa de una vida juntos, encuentro una paz profunda. Ella no solo ha sido mi ancla en medio de la tormenta, sino que también ha convertido cada día en una victoria en sí misma.
Ganar el campeonato es increíble, pero compartir este momento con ella y con nuestro futuro hijo hace que esta victoria sea aún más especial. Ella es mi mayor triunfo, y hoy, juntos, celebramos no solo la carrera, sino también el hermoso viaje que estamos construyendo.
Mientras el público sigue vitoreando y los fuegos artificiales iluminan el cielo, dejo que el momento se impregne en cada rincón de mi ser. Los gritos de júbilo, el calor de la multitud, el entusiasmo de mi equipo... todo se mezcla en una celebración que parece irreal. Me permito disfrutar de esta gloria, de este triunfo que ha sido el resultado de años de sacrificio y dedicación.
Hoy, soy el Campeón del Mundo. El título suena en mi mente como una melodía triunfante, un logro que supera cualquier otra cosa que haya experimentado. Me permito absorber cada segundo de esta victoria, saborearla, y dejar que la sensación de invencibilidad me envuelva por completo.
Mi casco se siente pesado, y mi cuerpo aún tiembla ligeramente, pero la adrenalina y el eufórico alivio mantienen mis pasos firmes me llevan hasta mi equipo que está detrás de las vallas blancas. Me lanzo a mis compañeros, todos ellos vitoreando, abrazando y celebrando a mi alrededor. Cada uno de ellos tiene el brillo en los ojos de alguien que ha logrado algo grande, y yo soy el epicentro de esa explosión de alegría.
Mis ojos buscan a Nicki. En medio del caos, encuentro su rostro radiante entre la multitud. Ella está al borde del área de celebración, sus ojos fijos en mí, brillando con una sonrisa enorme de orgullo y amor. La visión de su rostro hace que mi corazón se acelere nuevamente, no por la carrera, sino por la emoción pura que me embarga al verla allí, compartiendo este momento conmigo.
Me muevo a través de la multitud, sorteando felicitaciones y palmaditas en la espalda. Finalmente, llego a su lado y, con una mezcla de ansias y ternura, la rodeo con mis brazos.
—Lo hiciste, Logan— susurra, su voz temblando de emoción. Sus palabras son un bálsamo para mi alma, y su cercanía es el anhelo que he estado esperando. Siento sus lágrimas cálidas en mi cuello, y el aroma de su perfume se mezcla con el sudor y la gasolina, creando una fragancia única que ahora asocio con victoria y amor.
—No podría haberlo hecho sin ti— le confieso, mi voz baja y quebrada por la emoción. Las palabras salen de mi boca como un susurro sincero, lleno de gratitud. Mis manos rodean su cintura, atrayéndola aún más cerca, sintiendo el latido de su corazón sincronizado con el mío.
Sus manos se deslizan hacia mi rostro, sus dedos cálidos y suaves acarician mi piel con una ternura que me hace cerrar los ojos por un segundo. Su mirada, llena de lágrimas y alegría, se encuentra con la mía. En ese instante, el bullicio de la celebración a nuestro alrededor se desvanece, dejando sólo la conexión profunda y palpable entre nosotros. Sus ojos brillan con una emoción que refleja la alegría compartida, el orgullo y el amor que hemos construido juntos.
—¿Qué quieres hacer ahora, campeón? — pregunta, su voz es un susurro lleno de ternura y sensualidad, cada palabra cargada de una promesa de intimidad.
La pregunta me hace sonreír, una sonrisa que se extiende lentamente mientras la abrazo con aún más fuerza. La sensación de su cuerpo, su cercanía, es un regalo que quiero saborear. Sus labios están a un suspiro de distancia, y no puedo evitar inclinarme hacia ella, buscando el contacto que ambos deseamos.
—Quiero disfrutar de mis vacaciones junto a mi hermosa mujer— le respondo, mi voz es suave pero firme, llena de calidez y satisfacción. Cada palabra lleva el peso de todo lo que significa estar aquí con ella, celebrando nuestro triunfo y mirando hacia un futuro brillante.
Nuestros labios se encuentran en un beso lento y apasionado, un encuentro que mezcla la dulzura con el deseo. Es un beso que habla de la victoria, del amor y del deseo de estar juntos, un roce que deja un rastro de calor en mi piel. Sus labios se mueven con suavidad contra los míos, y siento cómo la conexión entre nosotros se intensifica con cada segundo que pasa.
Finalmente, nos separamos lentamente, nuestras respiraciones entrecortadas, pero nuestras sonrisas son más amplias que nunca. La mirada que compartimos está llena de promesas y sueños, un futuro brillante que se extiende ante nosotros.
Hoy, soy invencible.
Hoy, soy el campeón del mundo.
Y en este momento, lo único que importa es disfrutar de cada segundo junto a la mujer que amo.
≪•◦ ❈ ◦•≫
¡Hola a todos! ✨
Hoy, con un toque de nostalgia, me dirijo a ustedes para anunciar que hemos llegado al final de nuestra aventura. 📚🧡
Este viaje ha sido tan especial para mí, y me llena de emoción y gratitud que hayan estado a mi lado a lo largo de esta travesía. Gracias por acompañarme en esta travesía, por compartir el viaje con los personajes en cada capítulo. 🙌🏻
Gracias por su tiempo, sus lecturas y por sus comentarios han significado mucho para mí. Espero, de todo corazón, que hayan disfrutado de esta historia tanto como yo disfruté escribiéndola.
Nos vemos en el próximo y último: el epílogo. 🎉📖
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