CAPÍTULO 47
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LOGAN
Despierto en medio de la noche, extendiendo la mano al lado izquierdo de la cama en busca de Nicki, pero me doy cuenta de que estoy solo. Me siento, refregándome los ojos, y noto que Milu tampoco está sobre la cama. La luz tenue del baño se filtra por la puerta entreabierta y escucho un jadeo ahogado. Veo a Milu sentada fuera del baño, con las orejas en alerta.
Me levanto de la cama, mi corazón acelerado por la inquietud, y camino hacia donde está Nicki. El sonido de una nueva arcada me atraviesa como un puñal.
—¿Amor? —pregunto con voz temblorosa, abriendo la puerta lentamente. Milu entra corriendo y veo a Nicki inclinada sobre el inodoro, vomitando. —Cariño... —entro deprisa, sintiendo una oleada de miedo y empatía.
Me arrodillo a su lado y le sostengo el cabello, mi mano acariciando suavemente su espalda en un intento de consolarla. —Estoy aquí, cariño. Todo va a estar bien.
Nicki intenta responder, pero otra arcada la interrumpe. Me siento impotente viendo su malestar, deseando poder hacer algo más que simplemente estar a su lado. Sus hombros se sacuden con cada espasmo, y cada vez que su cuerpo se tensa, mi corazón se rompe un poco más. El sonido de sus arcadas resuena en el pequeño baño, y el eco de su dolor parece llenar todo el espacio.
Finalmente, las arcadas cesan y Nicki se deja caer hacia atrás, apoyándose en la pared del baño. Su rostro está pálido y sus ojos se ven cansados, llenos de una fatiga que me rompe el corazón.
—Lo siento —murmura con voz débil—, no quería despertarte.
—No te disculpes —le respondo, tomando una toalla húmeda y limpiando suavemente su frente—. Estoy aquí para ti, amor. ¿Quieres que te traiga algo? ¿Un poco de agua?
Ella asiente débilmente, sus ojos llenos de agradecimiento. Me levanto y voy a la cocina, llenando un vaso con agua fría. El silencio de la noche se siente pesado, roto solo por el sonido del agua corriendo y mis pensamientos llenos de preocupación.
Cuando regreso, la encuentro todavía apoyada contra la pared, con Milu acurrucada a su lado, ronroneando como si intentara consolarla también.
—Aquí tienes —le digo, entregándole el vaso con una sonrisa tranquilizadora.
Nicki toma un sorbo, sus manos temblando ligeramente. Me siento a su lado, envolviéndola con mi brazo y atrayéndola hacia mí. Puedo sentir la fragilidad en su cuerpo, y el miedo y la preocupación en mis pensamientos se intensifican.
—Esto es horrible —susurra, recostando su cabeza en mi hombro—. Siento que no puedo más.
—Lo sé, amor —le digo suavemente—. Esto es temporal. Estoy aquí contigo.
Sus palabras y su tono me desgarran el alma. Verla así, tan vulnerable, es una de las cosas más difíciles que he tenido que enfrentar. Pero también sé que es fuerte y que juntos podemos con esto.
—Voy a cuidar de ti —añado, acariciando su cabello—. Pase lo que pase, no estás sola en esto.
Ella cierra los ojos, y veo una lágrima rodar por su mejilla. La limpio con mi pulgar, sosteniéndola con firmeza pero con ternura.
Nos quedamos así, abrazados en el suelo del baño, encontrando consuelo en nuestra cercanía. Milu se acurruca más cerca, su presencia calmante y reconfortante. La noche puede ser larga y difícil, pero mientras estemos juntos, sé que podemos superar cualquier cosa.
—¿Te sientes mejor? —le pregunto después de un rato, observando sus ojos cerrados y su respiración más tranquila.
—Un poco —responde con un suspiro—. Gracias por estar aquí.
—Siempre —digo con determinación—. Ahora, vamos a la cama. Necesitas descansar.
La ayudo a levantarse con suavidad, asegurándome de que no haga movimientos bruscos. Mi mano va firme en su cintura, guiándola con cuidado mientras caminamos de regreso a la habitación. Sus pasos son lentos y cautelosos, y yo ajusto mi ritmo al suyo, sintiendo el peso de su cansancio y el temblor de su cuerpo.
Cada vez que Nicki se mueve, la escucho emitir pequeños suspiros, un sonido que mezcla agotamiento y alivio. Milu, que ha estado observando todo con ojos inquietos, se mueve a nuestro alrededor con una mezcla de preocupación y ternura. La veo saltar sobre la cama, moviendo su cola con entusiasmo reprimido, y luego se acurruca en el borde, mirando hacia nosotros con sus ojos llenos de afecto.
Entramos en la habitación, y la luz suave de la lámpara de noche proyecta una calidez reconfortante. El espacio está en calma, envuelto en una atmósfera tranquila y serena que contrasta con el caos del baño. La cama, con sus sábanas arrugadas y almohadas dispersas, nos espera como un refugio acogedor.
Cuando llegamos al borde de la cama, la ayudo a sentarse con cuidado. Nicki se desploma lentamente, su cuerpo agotado, y yo me deslizo junto a ella, rodeándola con mis brazos. Mi mano va directamente a su espalda, frotando suavemente para aliviar el dolor que aún parece persistir. La siento tensa al principio, pero pronto su cuerpo comienza a relajarse contra el mío, como si el contacto físico y el calor de mi cuerpo le ofrecieran un pequeño rincón de paz.
Me recuesto junto a Nicki, y el peso de la noche cae sobre nosotros como una manta de tranquilidad. Mi mano roza su vientre, un gesto instintivo, buscando calmarla, pero también buscando consuelo para mí mismo. Siento su respiración hacerse más lenta, más regular, y mi propio pecho se relaja al compás del suyo.
—¿Estás cómoda? —pregunto, mi voz suave, casi un murmullo en la quietud de la habitación.
—Sí, mucho mejor ahora —responde con un susurro que apenas rompe el silencio de la noche.
Me inclino hacia ella, depositando un beso ligero en su frente. El roce de sus labios es suave, un contacto fugaz que me deja un rastro de calor en la piel. Me acomodo mejor a su lado, tirando del edredón para cubrirnos a ambos, asegurándome de que esté bien abrigada. Milu, se acomoda en su lugar habitual, arriba de la cabeza de Nicki, como si entendiera que también tiene un rol en este pequeño círculo de protección que hemos creado.
—Duerme un poco —le susurro a Nicki, con un tono que refleja todo el afecto que siento por ella. —Yo estaré aquí toda la noche.
Mientras la observo, mis pensamientos comienzan a vagar hacia un lugar oscuro, lleno de dudas. La habitación está sumida en una quietud que parece amplificar cada uno de mis temores. Mi mente regresa, inevitablemente, a la misma pregunta que me ha estado atormentando desde que supe que seríamos padres: ¿Cómo seré como padre? Y con esa pregunta en mente el sueño finalmente me vence.
Estamos en la cocina, bañados por la luz suave de la mañana que se filtra a través de las ventanas, creando un halo cálido y reconfortante alrededor de nosotros. Nicki, a pesar de parecer mucho mejor hoy, todavía lleva el cansancio grabado en sus ojos. Ella está sentada frente a mí, hablando con Milu, que se ha acomodado a su lado en la silla. Milu le maúlla en respuesta, como si entendiera cada palabra que dice.
Mientras las observo, mis pensamientos vuelven a girar en torno a la misma pregunta que me atormenta desde que supe que sería padre. ¿Cómo seré como padre? La imagen de mi propio padre aparece en mi mente, rígido, distante, siempre más preocupado por mi éxito en la cada carrera que por mi bienestar emocional. Para él, nunca era suficiente. Ganar una carrera solo significaba que había otra en el horizonte, otra oportunidad para mejorar. Nada era perfecto, y ese estándar inalcanzable era la única medida que conocía.
Crecí sin un padre presente, con una madre que me fue arrebatada demasiado pronto. Desde los diez años, he estado prácticamente solo, aprendiendo a navegar por la vida sin una guía real. La soledad y el abandono moldearon mi existencia, y ahora, el miedo de que esos mismos fantasmas persigan a mi hijo es una sombra que no puedo ignorar.
Acaricio el borde de mi taza de café, dejando que el calor se filtre en mis manos mientras observo la escena frente a mí. Nicki sonríe a Milu, acariciándole la cabeza mientras la gata cierra los ojos, disfrutando del cariño. Esta escena debería tranquilizarme, y en cierta forma lo hace, pero también me recuerda la enorme responsabilidad que tenemos por delante. Quiero ser el mejor padre posible, pero a veces me siento perdido, sin un manual que me diga cómo hacerlo.
—Milu, eres una consentida —dice Nicki con una sonrisa que ilumina su rostro. Su voz es suave y llena de amor, un contraste reconfortante con el peso de mis pensamientos.
Milu le responde con otro maullido, como si estuviera de acuerdo. Nicki ríe, y el sonido de su risa es una melodía que llena la cocina y calma mis inquietudes momentáneamente. Verla feliz, aunque sea por un instante, me hace sentir una mezcla de ternura y preocupación. Sin embargo, el cansancio aún acecha, recordándonos que este camino no será sencillo.
Mientras la observo, me siento asfixiado por el peso de mis propias dudas. A lo largo de mi vida, he estado obsesionado con ser el mejor en lo que hago, con cumplir con las expectativas de un padre ausente que nunca estuvo allí para guiarme. La idea de no estar a la altura, de repetir los errores que me atormentaron durante mi infancia, es una sombra constante. Me pregunto si seré capaz de proporcionar el tipo de estabilidad emocional y presencia que nunca conocí. ¿Qué pasará si mi hijo o hija siente la misma ausencia y vacío que yo experimenté? El miedo a fallar me aprieta el pecho, y a veces siento que el peso de mis propias inseguridades amenaza con aplastarme.
Nicki se gira hacia mí, sus ojos llenos de esa profunda comprensión que solo ella puede ofrecer. Su mirada parece penetrar todas mis barreras, desnudando mis pensamientos y temores más íntimos.
—¿Estás bien? —pregunta con suavidad, su tono lleno de preocupación genuina. Su voz es un ancla en medio de mi tormenta interna.
Asiento, intentando mantener una sonrisa que no quite el peso de mis pensamientos. Pero sé que mi mente está a kilómetros de distancia, atrapada en un laberinto de dudas y miedos.
—¿En qué piensas? Estás muy callado —dice, inclinando levemente su cabeza hacia un lado. Su sonrisa es diferente a todas las anteriores, una sonrisa que me electrifica, que explota en mi corazón como un rayo inesperado.
La ternura de su gesto me golpea, y la preocupación que me ahoga parece suavizarse, aunque solo sea un poco. Me inclino hacia ella, intentando articular mis pensamientos mientras su mano descansa sobre la mía, ofreciendo un contacto tranquilizador.
—Solo... pensando en cómo seré como padre —admito, mi voz temblando un poco—. A veces, me asusta no estar a la altura de lo que se espera de mí, especialmente cuando recuerdo lo que me faltó en mi propia vida. No quiero ser como mi padre.
Nicki se levanta de su asiento con una gracia natural que siempre me sorprende. La veo acercarse a mí con una decisión palpable en cada paso. Me envuelve con sus brazos, su calor y cercanía enviando una oleada de consuelo a través de mí. El contacto es inmediato y reconfortante, un anhelo tangible en su abrazo.
La rodeo con mi brazo, atrayéndola aún más cerca, sintiendo la suavidad de su cuerpo contra el mío. Mi otra mano se desliza por su espalda, acariciando su piel en movimientos lentos y tranquilos. El pulgar traza pequeños círculos en la parte baja de su espalda, un gesto de ternura y apoyo que busca aliviar la tensión que siento en el pecho. Cada caricia es un intento de comunicar mi amor y mi compromiso sin palabras.
—Cariño, ¿cómo puedes pensar eso? No eres cómo tu padre. —Su voz es un susurro reconfortante, su tono lleno de una firmeza que calma mis dudas—. Te hiciste responsable cuando te di la salida facíl. Ya eres mejor que tu padre. Anoche ni dormiste por preocuparte por mí, por nosotros.
Sus palabras se deslizan suavemente en mi corazón, asentándose con una verdad que comienzo a aceptar. Nicki toma mi mano y la coloca suavemente sobre su vientre, que comienza a sentir un leve abultamiento. El contacto es tan tierno como revelador. La sensación de su piel cálida bajo mi palma y el sutil movimiento de su respiración me inunda de una oleada de emoción y esperanza. El vínculo físico entre nosotros en este momento es un recordatorio tangible de la vida que estamos construyendo juntos.
—Ya eres un maravilloso padre —continúa, su voz cargada de sinceridad—. Solo tienes que creerlo. Tu preocupación, tu dedicación, todo lo que haces por nosotros... lo demuestra.
Nicki se dirige a Milu con una sonrisa cariñosa, y el maullido de la gata responde, como si comprendiera perfectamente el tono afectuoso de su dueña. —¿Verdad, Milu? —dice con una risa suave—. Papi Logan ya está haciendo un gran trabajo, ¿verdad?
Milu maúlla nuevamente, y Nicki ríe con una alegría genuina, su risa llena la cocina como un eco de esperanza. Aunque el cansancio aún es evidente en su rostro, la felicidad de este momento nos envuelve, ofreciendo un respiro en medio de los desafíos que enfrentamos.
—Ves, incluso Milu está de acuerdo —me dice Nicki con una sonrisa, su mirada se dirige hacia la gata que la observa atentamente—. Y yo estoy aquí para ti, siempre.
—Nunca había pensado en eso de esa manera —admito, mirándola a los ojos, el brillo en su mirada y la suavidad de su expresión me invitan a dejar atrás mis inseguridades—. Quiero ser todo lo que no tuve. Me asusta no estar a la altura, que tal vez mis errores puedan afectar a nuestro hijo o hija.
Nicki se acerca un poco más, colocando una mano en mi muslo con un gesto de comprensión y apoyo. Su tacto es cálido, tranquilizante, y me ayuda a conectar con la realidad en lugar de perderme en mis temores.
—No tienes que ser perfecto. Lo que viviste te ha hecho fuerte y comprensivo —dice con calma, su mirada penetrante—. Eso es precisamente lo que hará de ti un gran padre. Sabes cómo se siente la ausencia, y eso te da la capacidad de estar más presente y ser más cuidadoso.
La sinceridad en sus palabras, junto con el roce de su mano en mi mejilla, me llena de una sensación de paz inesperada. Me inclino hacia ella, absorbiendo la calidez y el apoyo que ofrece.
—Gracias, amor —murmuro.
Ella me ofrece una sonrisa dulce, y su mirada se vuelve hacia Milu, quien está dando pequeños saltitos hacia nosotros. La gata parece estar disfrutando la atención, y el ambiente en la cocina se llena de una tranquilidad reconfortante.
—Bueno, si Milu y yo estamos de acuerdo en que estás haciendo un buen trabajo, entonces debe ser verdad —dice con un tono juguetón—. Y si eso no es suficiente, siempre podemos hacer un pacto: te recuerdo lo increíble que eres cada vez que lo necesites.
Me mira con una sonrisa que ilumina su rostro y su mano se desliza por mi cuello hasta que encuentra mi mandíbula. Su gesto es tierno y lleno de cariño, y siento cómo la calidez de su tacto me envuelve. Nicki se inclina lentamente hacia mí, y sus labios se posan sobre los míos en un beso suave y lleno de ternura. El contacto es tan delicado que me sorprende y me conmueve al mismo tiempo. El sabor de su labio y la suavidad de su piel me envuelven en una sensación de calma y conexión. La forma en que sus labios se mueven con los míos es un mensaje de amor y apoyo, un recordatorio de que estamos en esto juntos, sin importar las dificultades que puedan surgir.
Nicki se separa ligeramente, su mirada aún fija en la mía, y el calor de su abrazo sigue envolviéndome. Sus ojos están llenos de una mezcla de afecto y determinación, y su sonrisa permanece, como si dijera que, juntos, podemos enfrentar cualquier cosa.
—Gracias por ser tú —susurra, su voz cargada de sinceridad—. No importa lo que pase, siempre estaré aquí contigo.
Me inclino hacia ella, capturando sus labios en un beso más profundo, más intenso. Siento cómo nuestros cuerpos se acercan aún más, el calor de su piel contrastando con la frescura de la mañana. Sus labios, suaves y tentadores, se mueven con los míos en un ritmo apasionado que parece desafiar el tiempo.
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