CAPÍTULO 44
NICKI
—¿Estás embarazada?
El estruendo seco de la puerta cerrándose resuena en mis oídos, y la pregunta de Logan se repite en mi mente como un eco interminable. El aire en la habitación parece volverse espeso, casi sólido, aplastándome con su peso. Cada respiración me resulta cada vez más dificultosa, y la verdad se cierne sobre mí como una tormenta inminente.
El silencio se alarga, y la verdad queda suspendida en el aire, desafiando mi voluntad. Mis pensamientos giran en un torbellino frenético. Quiero mentir, negar todo, decir que es Alana, pero sé que una mentira sería una carga demasiado pesada. La verdad se aproxima, implacable, y aún no estoy lista para confrontarla. Necesito tiempo para encontrar el valor necesario para confesar que soy yo, no Alana, la que está esperando un hijo. ¿Cómo se enteró? La pregunta resuena en mi mente, sin respuestas en medio de esta confusión.
—Sí, Logan. Es tuyo. —La voz de Alana corta la tensión en el aire con una claridad implacable. Se pone de pie, su expresión mezcla de compasión y firmeza. —Felicidades, vas a ser padre en ocho meses.
—¡Alanaaa! —Mi grito de sorpresa y angustia resuena en la habitación, un torbellino de desesperación y confusión. Las palabras salen de mi boca como un lamento involuntario.
Alana me lanza una mirada compasiva y un tanto resignada. —En algún momento tenía que enterarse, y creo que es mejor que sea ahora. —Su tono es suave pero decidido. Se dirige hacia la puerta, su paso firme y seguro. —Los dejo. Ustedes tienen que hablar. Adiós.
El sonido de la puerta abriéndose y cerrándose de nuevo me deja sola con Logan, y la habitación se siente aún más pequeña. El aire se vuelve denso, cargado con la tensión palpable entre nosotros. Miro a Logan, que está parado a pocos metros, su rostro una amalgama de sorpresa y confusión. La distancia entre nosotros parece ampliarse, un abismo emocional que me resulta imposible ignorar.
El malestar en mi estómago se intensifica, un nudo de nervios y estrés que me obliga a apoyar una mano en mi vientre plano, tratando de calmarme. Mi respiración es entrecortada, y cada inhalación se siente como una lucha contra el impulso de vomitar. El latido de mi corazón se acelera, resonando en mis oídos como una máquina en pleno funcionamiento, mientras me esfuerzo por mantener la compostura.
—Sí... estoy embarazada —confirmo en un susurro, mi voz temblorosa y apenas audible. Cada palabra se siente como un peso extra sobre mis hombros.
Mi mirada se mantiene fija en él, intentando leer algo en su expresión, cualquier signo de comprensión o rechazo. Mis ojos están llenos de una vulnerabilidad que no puedo ocultar, y cada palabra que pronuncio parece ser un intento desesperado de encontrar alguna solución a esta complicada situación.
—Mira, Logan —mi voz apenas es un murmullo, pero la determinación en ella es clara—. No quiero ser un obstáculo en tu vida. Sé cuánto significa para ti este sueño, todo lo que has luchado para llegar hasta aquí. Si no quieres hacerte cargo, no te preocupes, puedo hacerlo sola. —Mis palabras salen con sinceridad, aunque el dolor se refleja en mi expresión—. Solo quiero que sepas que estoy dispuesta a asumir esta responsabilidad. Lo último que quiero es que sientas que esto está interponiéndose en tu camino.
Mis manos se agitan ligeramente mientras hablo, y me paso una mano por el cabello, intentando controlar el temblor que recorre mi cuerpo. Miro a Logan, tratando de leer algo en su rostro que me dé una pista sobre sus pensamientos, pero todo sigue envuelto en una densa capa de incertidumbre.
—No sé qué hacer con todo esto —la confusión en sus ojos se convierte en una lucha interna visible. —Nunca me imaginé en esta situación. Todo lo que he querido siempre ha girado en torno a la carrera, a alcanzar ese sueño... pero ahora, con esto, todo parece diferente.
Sus manos se mueven de forma inquieta, y finalmente, se apoya en la pared, su cuerpo parece agotado por la tensión. Su mirada se desvía hacia el suelo, como si buscara alguna señal en la alfombra que pisamos. Su respiración es irregular, y el sudor se acumula en su frente, reflejando el peso de la decisión que debe tomar.
—Pensé en todo lo que he luchado para llegar aquí... y en cómo podría ser una distracción, un obstáculo... pero tal vez no es así —continúa, su voz es baja, casi como si estuviera tratando de convencer a sí mismo de algo.
El conflicto en su rostro es evidente, y por un momento, la distancia emocional entre nosotros parece disminuir. Logan se vuelve hacia mí, y aunque sus ojos aún están llenos de incertidumbre, también muestran un destello de algo más: la voluntad de enfrentar la realidad, de buscar una solución juntos.
—Esto cambia las cosas, sí, pero no de la manera que temes —dice, su voz firme aunque con una nota de vulnerabilidad. La intensidad en su mirada revela un deseo de superar el caos y encontrar un camino hacia adelante.
Logan da un paso hacia mí, y el gesto, aunque pequeño, parece significativo. Se acerca lo suficiente para que pueda ver la resolución en sus ojos, mezclada con una ternura inesperada. Las líneas de su rostro se suavizan, y por primera vez, puedo ver una chispa de esperanza.
—Nunca pensé en ser padre —admite, su voz quebrándose ligeramente—. No sé si sería un buen padre. No tengo un buen ejemplo de lo que significa serlo. Pero... —se detiene, su mirada se encuentra con la mía, y por primera vez veo un rastro de esperanza en sus ojos—. Quiero hacerme cargo, quiero estar en la vida de mi hijo. Sé que todo esto es complicado —continúa—, y entiendo si estás dolida y no sabes si puedes confiar en mí. Pero lo que más quiero es estar en la vida de nuestro hijo. Y si tú me lo permites, también quiero estar en la tuya.
Mis manos se aferran a mi abdomen, y la desesperación se refleja en mi rostro. A pesar de todo el dolor, una parte de mí quiere creer en la sinceridad de sus palabras. La lucha interna entre el resentimiento y el deseo de reconciliación me consume. No puedo evitar imaginar el futuro, la posibilidad de construir algo nuevo a pesar de los escombros del pasado.
—Lo que más quiero es estar en la vida de nuestro hijo —repite Logan, su voz ahora casi suplicante—. Y si me das la oportunidad, quiero estar en la tuya también.
El nudo en mi estómago se aprieta aún más, y las lágrimas siguen cayendo por mis mejillas. Mis manos tiemblan mientras las llevo a mi rostro, tratando de limpiar las lágrimas que no dejan de fluir. Logan me observa con una intensidad que nunca había visto antes, y puedo ver en sus ojos una mezcla de arrepentimiento y determinación.
—Logan... —susurro, mi voz quebrándose—. No sé si puedo hacerlo sola, pero tampoco sé si puedo soportar más dolor. Todo lo que pasó con Aitana... no puedo simplemente olvidarlo.
Logan niega con la cabeza, su mirada llena de urgencia.
—No la invité a Hungría —dice, sus palabras apresuradas—. Apareció sin aviso, y en Barcelona jamás me acosté con ella. Te lo juro, Nicki. Nunca quise hacerte daño, y lamento profundamente todo lo que has pasado por mi culpa.
Logan se acerca lentamente, con movimientos medidos y cautelosos, como si temiera romperme con un solo paso en falso. Su proximidad es reconfortante y aterradora al mismo tiempo. Quiero creerle, quiero aferrarme a la esperanza de que todo lo que dice es verdad, pero la duda se agita en mi interior, un recordatorio constante de las veces que he sido lastimada.
—Quiero creer que lo que dices es verdad, que quieres estar en la vida de nuestro hijo, y también en la mía —le digo, mi voz apenas un susurro, cargada de una vulnerabilidad que rara vez dejo ver.
Logan extiende una mano, sus dedos temblorosos rozan los míos con una suavidad que me sorprende. Su mirada no se aparta de la mía, y veo en sus ojos una determinación que parece inquebrantable.
—Solo te pido una oportunidad —dice, su voz firme pero llena de una súplica silenciosa.
Logan da un paso más cerca, y puedo sentir el calor de su cuerpo irradiando hacia mí. La conexión que siempre hemos tenido está ahí, palpable y fuerte, pero también está la sombra de nuestras heridas pasadas. Mis pensamientos son un torbellino de emociones contradictorias, y me siento atrapada entre el deseo de perdonar y el temor de ser herida de nuevo.
— Está bien, Logan. — Las palabras se sienten como una liberación, un pequeño acto de valentía que desafía el miedo que me ha estado atormentando.
Logan parece exhalar un suspiro de alivio, y sin previo aviso, me envuelve en un abrazo suave pero firme. Su cuerpo se siente sólido contra el mío, una promesa de seguridad que necesito desesperadamente. Sus brazos me rodean, y puedo sentir su respiración cálida en mi cuello. Me aferro a él, las lágrimas continuando su curso por mis mejillas, mezclándose con la sensación reconfortante de su abrazo.
—Gracias —susurra en mi oído, su voz quebrándose ligeramente. La sinceridad en su tono me hace querer creer en sus palabras.
—¿Cuándo tienes que ir al médico? —pregunta Logan, separándose un poco para mirarme directamente a los ojos—. Quiero estar presente en cada momento.
La mirada en sus ojos es un mar de preocupación y determinación. Hay una intensidad en su rostro que me hace sentir que realmente está dispuesto a involucrarse en todo el proceso, desde el inicio hasta el final.
Me toma un segundo responder, aun procesando todo lo que ha pasado. —Tengo una cita la próxima semana —respondo, mi voz apenas un susurro—. Es para el primer ultrasonido.
Logan asiente rápidamente, la determinación en su rostro evidente. —No me lo perdería por nada del mundo —afirma con una firmeza que parece arrastrar consigo un compromiso genuino.
La habitación, que antes se sentía pequeña y asfixiante, ahora parece abrirse, como si la tensión se hubiera disipado, aunque solo un poco. Las lágrimas han dejado de fluir, y en su lugar hay una sensación de alivio, una esperanza de que tal vez, solo tal vez, podemos encontrar una manera de reconstruir lo que se ha roto.
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