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CAPÍTULO 2

NICKI

El caos de mi nuevo departamento en Hockenheim me rodea mientras intento desempacar mis maletas. Cajas medio abiertas y objetos dispersos crean un laberinto por el que debo abrirme paso. Milu, deambula por todo el departamento, su curiosidad palpable en cada paso que da. Maúlla con entusiasmo, como si estuviera narrando sus propias aventuras en cada rincón. Esta tarea de desempacar y ordenar había estado pendiente desde que llegué a Alemania hace un par de días, pero entre la emoción del nuevo trabajo y los preparativos, apenas había tenido tiempo de comenzar.

—No puedo creer que tengas la oportunidad de trabajar un año para Aether Racing. Es el sueño de todo hombre —comenta Enzo a través del teléfono, su voz llena de admiración.

—Gracias, supongo —respondo con un suspiro, colgando un abrigo en uno de los ganchos de la pared, mis manos moviéndose con rapidez mientras trato de mantener el orden en medio del caos—. Si quieres, podríamos intercambiar puestos.

—Sabes que me encantaría, pero Lorenzo se daría cuenta de inmediato de que no soy su adorable hija —añade Enzo con un tono sarcástico, su risa resonando a través del auricular.

—¿Cuál es la gracia de ver a veinte pilotos dando vueltas en una pista por dos horas? —pregunto con exasperación, mientras intento persuadir a Milu para que no se suba a una estantería llena de frágiles objetos—. ¡No, Milu, bájate de ahí! ¡Vas a botar...! —mi frase se interrumpe bruscamente por el sonido de un estruendo, seguido por el choque de un jarrón que se hace añicos en el suelo, el agua derramándose y las flores que compré esta mañana esparcidas por todas partes. Todo gracias a la curiosidad insaciable de mi gata.

—Te dije que no tuvieras un gato naranja —murmura Enzo al otro lado de la línea, su voz llena de resignación.

—No es naranja... —respondo mientras me levanto y me dirijo hacia la sala, mis pasos rápidos y decididos.

—En su otra vida, quizás lo fue. No puede ser tan traviesa —comenta Enzo con un dejo de humor en su tono.

Sacudo la cabeza con una mezcla de frustración y diversión mientras me arrodillo para recoger los pedazos de cerámica esparcidos por el suelo. Milu se acerca a mí con una expresión de inocencia en su rostro felino, frotando su cabeza contra mi mano como si estuviera diciendo "Lo siento, Karen".

Suspiro resignada, pero no puedo evitar sonreír ante su adorabilidad. Aunque a veces me vuelva loca con sus travesuras, no cambiaría a Milo por nada en el mundo.

—Tu padre debe estar contento de tenerte cerca nuevamente —comenta Enzo, su voz suave y reconfortante a través del teléfono.

Mi relación con mi padre, Lorenzo, es más que excepcional, es un lazo tejido con hilos de admiración y respeto mutuo, a pesar de nuestras diferencias en cuanto a intereses. Lorenzo Rossi, una figura imponente en el mundo de las carreras, lleva consigo el peso de una leyenda viva en la Fórmula 1. No solo fue un piloto magistral en su tiempo, sino que su destreza se extendió a su rol como director ejecutivo de Aether Racing, guiando al actual campeón de la temporada pasada, y ex piloto de F1, retirado apenas el año anterior. Su presencia en cualquier sala repleta de aficionados al motor irradia un aura de respeto y admiración.

A pesar de su apretada agenda y sus constantes viajes, mi padre siempre ha encontrado tiempo para estar presente en los momentos importantes de mi vida. Recuerdo vívidamente cómo, desde mi más tierna infancia hasta mi tumultuosa adolescencia, nunca faltó a un solo evento escolar, a una función de teatro o a una competencia deportiva en la que participara. Su compromiso inquebrantable se manifestaba no solo en su presencia física, sino también en su atención plena, siempre dispuesto a escucharme, a alentarme y a celebrar mis logros, grandes o pequeños.

Cuando tomé la decisión de estudiar Relaciones Públicas en la Universidad de Syracuse en Nueva York, su respaldo fue palpable en cada gesto, en cada palabra. No solo mi padre, sino mi madre también, se mantienen firmes a mi lado, apoyándome en cada travesía, conscientes de que aunque no siempre estén de acuerdo con mis elecciones, eso es innegable, al final del día, es mi vida la que estoy viviendo.

Después de limpiar el desastre causado por Milu, decido tomarme un breve descanso y me dirijo al balcón. El aire fresco de la tarde acaricia mi rostro mientras observo el bullicio de la ciudad que nunca duerme. Los autos zigzaguean por las calles, las luces parpadean en los edificios altos y el sonido constante de la vida urbana me envuelve.

Cierro los ojos por un momento, dejando que la brisa me traiga un poco de calma. A pesar de que mi futuro laboral parece un desafío que preferiría evitar, estoy decidida a hacer lo mejor que pueda. Después de todo, trabajar en el equipo de mi padre podría ser una oportunidad para demostrar mi valía más allá de los estereotipos.

Cuando regreso al departamento, Milu está jugando con una bola de estambre que se ha desenrollado por toda la sala. Me observa con sus grandes ojos verdes, como si estuviera desafiándome a regañarla. No puedo evitar reír ante su comportamiento travieso mientras me acerco para recoger el desastre una vez más.

—Eres todo un caso perdido, ¿sabes? —le digo con una sonrisa cómplice, mientras deslizo suavemente mi mano sobre su cabeza, transmitiendo ternura y complicidad a través del gesto. Sus ojos brillan con diversión y afecto mientras asiente, suavemente inclinando la cabeza en respuesta a mi gesto cariñoso.

Milo ronronea satisfecho, como si estuviera orgulloso de sus travesuras. A pesar de los desafíos que pueda enfrentar en el trabajo y en la vida en general, sé que tener a Milu a mi lado hará todo un poco más fácil. Él puede ser un pequeño tornado de caos, pero también es mi compañero leal y mi fuente inagotable de alegría.

Con esa certeza en mi corazón, me preparo para enfrentar lo que sea que el futuro me depare, con Milu a mi lado, listo para hacer de cada día una aventura.

≪•◦ ❈ ◦•≫

La alarma suena estridente a las 5:45 a.m., rompiendo bruscamente el silencio de la habitación. Con un suspiro, estiro el brazo y apago el molesto sonido antes de que despierte a todo el vecindario. Me siento en la cama, aún medio adormecida, y me froto los ojos, tratando de despertarme por completo.

Con un esfuerzo sobrehumano, me obligo a levantarme de la cama y me dirijo al baño. El agua caliente de la ducha me despierta por completo, y mientras me visto con mi mejor conjunto profesional, Milu me observa desde su cama con curiosidad, como si estuviera preguntándose por qué diablos me levanto tan temprano.

—Lo siento, amiga, pero hoy es un día importante —le digo, dándole una caricia en la cabeza antes de salir de la habitación.

En la cocina, me preparo un café fuerte para ayudarme a enfrentar la mañana. El aroma del café recién hecho llena la habitación, reconfortándome con su familiaridad. Mientras lo sorbo lentamente, repaso mentalmente el plan para el día: la presentación del AT4 seguida de una larga jornada de trabajo en la sede de Aether.

El aire gélido de la mañana me golpea al abrir la puerta de mi departamento, haciéndome jadear mientras camino hacia el ascensor.

El trayecto hacia la sede del equipo Aether Racing está tranquilo a esta hora temprana, con las calles apenas iluminadas por las farolas que destellan en la oscuridad. El rugido distante de un motor rompe la quietud de vez en cuando, recordándome que, a pesar de la hora, la ciudad nunca está completamente dormida.

Camino con paso firme hacia la entrada principal de la central, decidida a llegar a tiempo para la presentación del monoplaza. Saco mi credencial de prensa del bolso con un movimiento fluido, preparada para escanear la credencial en el lector, frunzo el ceño al ver la gran X roja que aparece, negando la entrada.

—Genial... —susurro para mí misma, sintiendo la frustración crecer en mi pecho.

Un guardia de seguridad se acerca hacia mí, y me dirijo hacia él con una mezcla de esperanza y resignación.

—Buen día señorita, ¿Me puede indicar dónde se dirige? —me pregunta con cortesía, pero su mirada escrutadora me hace sentir como si estuviera siendo interrogada bajo un foco brillante.

—Buen día, me dirijo a la sala donde se hará la presentación del monoplaza —respondo, tratando de mantener la calma a pesar de la creciente frustración que crece en mi interior.

—Lo siento, pero solo puede entrar personal autorizado —dice el guardia con tono firme, como si no hubiera espacio para discusiones, su postura es rígida y su gesto serio.

Ruedo los ojos, dejando escapar un suspiro de exasperación mientras siento como la tensión se comienza a acumular en mis hombros. —Lo sé, soy parte del personal. —replico, sacando mi credencial y mostrándosela con un gesto rápido de la mano.

El guardia examina la credencial con una mirada escéptica, su ceño fruncido en un gesto de confusión y desconfianza.

—Lo siento, pero su nombre no aparece en nuestra lista del personal autorizado para el evento. ¿Podría decirme su nombre completo, por favor? —me pide, su voz firme pero con un dejo de incertidumbre.

—Nicolette Rossi Belmonte. —Respondo.

El guardia frunce el ceño, consultando algo en su dispositivo antes de levantar la vista hacia mí con una expresión indecisa, sus labios apretados en una mueca.

—Lo siento, señorita Rossi, pero no encuentro su nombre en nuestros registros. Tendré que pedirle que espere aquí mientras verificamos su identidad con el departamento de recursos humanos. —anunció, su tono profesional pero con un toque de disculpa.

Respiro profundamente, tratando de contener mi frustración. ¿Cómo es posible que haya algún tipo de error? Esto no puede estar sucediendo en el día más importante de mi carrera hasta el momento. Me cruzo de brazos sobre mi pecho, esperando que el guardia verifique mi identidad. Sacando mi celular, comienzo a escribir un mensaje a Enzo, quien probablemente aún esté durmiendo, mis dedos moviéndose con rapidez sobre la pantalla en un gesto de impaciencia.

Nicki:
No estoy en los registros del personal 🙄 (7:55 AM)

Justo cuando estoy a punto de enviar el mensaje, escucho la voz de Simone acercándose a mí. Levanto la vista de mi celular y suspiro, mi mirada buscando algún indicio de solución en su rostro tranquilizador. Simone, la esposa de mi padre, se detiene a mi lado con una sonrisa tranquilizadora, su postura relajada transmitiendo una sensación de calma que contrasta con mi propia ansiedad.

—Cariño, ¿qué haces aquí? Deberías estar en el hangar, la presentación ya comenzó, y tu padre quería presentarte al piloto con el que tendrás que trabajar —dice con una calma que intenta calmar mis nervios.

Levanto la vista de mi celular y suspiro. —Hola Simone, no estoy en la lista del personal y están verificando mis datos.

Simone, se acerca al guardia, con una calma y seguridad que contrastan con mi propia ansiedad. Observo cómo intercambian algunas palabras en voz baja, mientras el guardia asiente ocasionalmente, aparentemente tomando nota de lo que Simone le está diciendo.

La relación que tengo con mi madre es igual de increíble que la que tengo con mi padre. Aunque nunca se casaron y solo fueron pareja en su adolescencia, el destino los volvió a cruzar tras un tiempo sin hablarse. Recuerdo escuchar su historia de amor adolescente, llena de pasión y desafíos, como si fuera un cuento de hadas moderno. Pero a diferencia de los cuentos, su historia tuvo sus altibajos y pausas prolongadas. Sin embargo, el universo conspiró para que se reencontraran, y ¡bum!, nueve meses después, nací yo.

A pesar de que cada uno ha seguido su camino y ha formado su propia familia, el lazo que nos une es innegable. A veces me pregunto qué habría sido de ellos si hubiesen seguido juntos, pero luego me doy cuenta de que tal vez no sería la misma persona que soy ahora. Y, aunque nuestras vidas están entrelazadas de manera diferente, el amor y el apoyo que me brindan son incondicionales.

—Ya está resuelto, cariño. Parece que hubo un error en la actualización de los registros y tu credencial, pero todo está en orden ahora. Puedes pasar —me dice con tono reconfortante.

Siento un enorme alivio inundar mi cuerpo mientras agradezco a Simone con una sonrisa.

—Intente pasar nuevamente su credencial, por favor —pide el guardia de seguridad.

Con mi credencial en mano, paso por el lector una vez más, esta vez sin encontrar ninguna objeción. La luz verde parpadea, indicando que tengo permiso para acceder al interior.

Cuando entro al hangar donde se está llevando a cabo la presentación, el ambiente está cargado de anticipación y emoción. Los flashes de las cámaras parpadean frenéticamente, iluminando el espacio con destellos de luz. La sala está llena de personas, todas expectantes por presenciar el momento culminante del evento.

En el centro del escenario, el AT24 reposa majestuoso, cubierto por una tela que oculta su diseño audaz y distintivo. La tensión en el aire es palpable mientras esperamos el momento de la revelación.

Con un gesto ceremonial, Rossi se acerca al AT24 y retira la tela que lo cubre. Un murmullo de asombro recorre la multitud cuando los colores negro, rojo y toques dorados del logo de Aether Racing Team F1 brillan con intensidad, destacando su elegancia y sofisticación. Es un tributo a la historia y una afirmación del compromiso del equipo con la excelencia y la innovación

El AT24 brilla con una luz propia, su diseño aerodinámico y sus líneas elegantes capturan la atención de todos los presentes. En este momento, puedo sentir la emoción y el orgullo abrumador en mi pecho mientras observo cómo el monoplaza se convierte en el centro de atención de la sala. Es un momento que quedará grabado en la memoria de todos los presentes como el inicio de una nueva era para Aether Racing Team F1.

Me pierdo en el discurso, pero mis ojos no pueden apartarse de la maravilla del monoplaza ante mí. El chico a mi lado continúa con su explicación sobre las características del vehículo, pero apenas lo escucho. Aprecio su gesto, aunque sé que recibiré un informe detallado en mi correo electrónico con la misma información que me está proporcionando. Mi ceño se frunce involuntariamente, una señal de mi distracción mientras me sumerjo en la contemplación del impresionante automóvil.

—No, pero te di un resumen del discurso dándote detalles importantes de lo que dijo respecto a las mejoras, para que quedes bien en tu trabajo —me reprocha, su tono un tanto forzado.

—Yo no te pedí nada. Si hablaste, fue porque tú quisiste —respondo con brusquedad, sin apartar la vista del monoplaza, mis palabras cargadas de desdén.

Sus manos, antes relajadas a los costados, ahora se tensan ligeramente, sus dedos se aferran con fuerza al borde de su chaqueta en un gesto de contención. Puedo ver la tensión en su postura, su cuerpo se vuelve rígido, como si estuviera luchando por mantener la compostura ante mi actitud desafiante. Sus labios, que antes estaban curvados en una sonrisa burlona, ahora forman una línea firme, su expresión endurecida por mi falta de cooperación.

—¿Siempre eres así? —me pregunta con sarcasmo, su voz cargada de exasperación.

—¿Así como? —pregunto, sin siquiera molestarme en mirarlo, mi tono desafiante. Mis gestos son mínimos, apenas me encojo de hombros.

Sé que lo estoy sacando de sus casillas; su cuerpo tenso lo delata. Los músculos de su mandíbula se tensan imperceptiblemente, y sus ojos brillan con una chispa de irritación reprimida. Intenta mantener la calma, pero los pequeños gestos traicionan su verdadero estado de ánimo, revelando la incomodidad que mis palabras han provocado en él.

—¿Tan amable? —repite con ironía, su voz ligeramente tensa.

Lo miro fugazmente, captando el destello de rabia en sus ojos que intenta ocultar. —No estoy siendo amable —respondo con firmeza, mi mirada desafiante. —Ahora me preguntarás, ¿acaso no sabes quién soy yo? Sintiéndote ofendidito, para luego fingir que eres un piloto campeón mundial y vienes aquí porque eres el mejor del mundo. Y ese tipo de cosas que dices para ligarte a las chicas en la discoteca y solamente eres un mecánico. —lo miro fijamente, desafiándolo con mi mirada—. ¿Me equivoco?

Su expresión se endurece aún más, sus cejas se fruncen ligeramente y sus labios forman una línea tensa. Puedo sentir la tensión en el aire mientras espera mi respuesta, sus ojos buscando los míos en un desafío silencioso.

—Te equivocas. Soy piloto, pero no soy campeón mundial —responde con un dejo de amargura.

—Qué pena —mi tono es condescendiente mientras me alejo en dirección a mi padre, que acaba de bajar del escenario. Siento su mirada clavada en mi espalda, puedo imaginar su rostro de desconcierto. Es de esos rostros que parecen familiares, pero no logras ubicar de dónde.

Mi padre me recibe con una sonrisa, aunque puedo percibir un atisbo de disgusto en su voz cuando señala mi tardanza.

—Cariño, llegas tarde —comenta con un tono amable, pero su mirada revela una leve tensión en sus rasgos.

—Lo siento, la credencial no pasaba y tampoco aparecía en el sistema. Simone me encontró en la entrada y me ayudó a entrar. —explico, observando cómo una vena comienza a marcar su frente, señal inequívoca de que está comenzando a frustrarse por cualquier contratiempo. —Ya está todo solucionado, la credencial funciona.

Mi padre suelta un suspiro de alivio, relajando el ceño y dejando escapar la tensión acumulada. Sus ojos brillan con curiosidad mientras cambia de tema.

—¿Qué te pareció el monoplaza? —pregunta, su interés palpable en su voz y en el brillo de sus ojos.

—Es simplemente espectacular, papá. Tan hermoso y elegante, esos toques dorados le dan un toque único. ¿Crees que corre tan bien como parece? —pregunto con una sonrisa juguetona.

Mi padre frunce el ceño. —Pues míralo con tus propios ojos. —Dice mientras caminamos a la pista.

—Vamos a verlo. —mi sonrisa se amplía y mi padre frunce el ceño por un momento, pero luego me devuelve la sonrisa y Simone suelta una leve carcajada.

El sol se cuela entre las nubes, derramando su cálido resplandor sobre la pista. El rugido de los motores llena el aire, vibrando en mis huesos mientras caminamos hacia el monoplaza. Cada paso me acerca más a la adrenalina, al bullicio emocionante del evento.

Al llegar al borde de la pista, me detengo un momento para admirar el monoplaza de carreras. Sus líneas aerodinámicas parecen desafiar la gravedad, y los detalles dorados destellan bajo el sol. Es una belleza mecánica en su máxima expresión.

—Es impresionante —murmuro, dejando que la emoción se refleje en mi voz.

Mi padre asiente, con una sonrisa radiante. —Y espera a verlo en la pista. Te aseguro que no te decepcionará.

El rugido del monoplaza se desvanece gradualmente, dejando un silencio cargado de anticipación flotando en el aire. Los mecánicos se afanan con destreza alrededor del auto, levantándolo con precisión y llevándolo al garaje. Observo con fascinación cada movimiento, cada gesto coordinado mientras el monoplaza es maniobrado con elegancia.

Con un aire de confianza arrolladora, el piloto emerge del auto. Cada movimiento suyo es calculado, radiando seguridad en cada movimiento.

Primero, se quita los guantes con movimientos fluidos, seguido por el casco, revelando su rostro. Reconozco instantáneamente a Logan, el mismo chico que estuvo a mi lado durante la presentación de su monoplaza. Su cabello oscuro cae de manera desordenada sobre su rostro, algunos mechones cubriendo parte de su frente. En un aspecto sexy y salvaje que lo hace irresistible. Sus ojos brillan con una chispa de arrogancia mientras se encuentran con los míos, provocando un cosquilleo en mi estómago.

Involuntariamente, mi boca se seca y siento la urgencia de tocar su cabello para confirmar si es tan sedoso como parece. Observo cómo se mueve con gracia, mientras habla con mi padre, su sonrisa es fascinante, su rostro se ilumina demostrando cuánto ama lo que hace.

—Nicki, acércate —llama mi padre, su gesto indicando que me una a ellos.

Logan eleva la cabeza al escuchar mi nombre, y sus ojos, intensos y penetrantes, buscan los míos con una mirada llena de determinación. Un destello de diversión atraviesa su mirada mientras sus labios se curvan en una sonrisa ligeramente arrogante, un gesto que no puedo evitar encontrar irresistible.

—Mañana será la presentación oficial, pero ya que estamos aquí te presentaré al piloto con el que trabajarás. Aunque creo que aquí las presentaciones están de más... —murmura mi padre, palmeando el hombro de Logan.

Miro a mi padre interrumpiendo, sin entender sus palabras. —¿Cómo así? ¿De dónde lo conozco?

Logan me responde con una mirada desafiante, como si estuviera disfrutando de este pequeño juego entre nosotros. —¿No me recuerdas, vecina? —responde con un tono de tristeza fingida, su sonrisa juguetona, mientras me repasa con su mirada de pies a cabeza.


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