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Capítulo 4

Luego de cenar, fuimos a ver una de las mejores atracciones de la ciudad, sobre todo porque es un espectáculo gratis.

El museo Bronx, cada primer viernes de mes, es exclusivo de artistas. En esa ocasión tocaba una banda de Jazz en vivo, así que nos sumergimos en las polifónicas melodías de los múltiples instrumentos, y perdimos un rato nuestras voces, en pos de ecos mejores, como los del saxo bohemio, que cantaba su historia, llenando de calidez la noche.

—Me gustó el concierto—comenté, cuando regresábamos.

—Yo también lo disfruté mucho. La música jazz es de mis favoritas, su identidad es compleja y no puede ser delimitada con facilidad, por tanto es libre.

Esa era la segunda reflexión de la noche que transformaba a Josh, un tipo ordinario, en alguien más "extraordinario".

—Josh...—musité deteniéndome y él hizo lo mismo. Estaba muy cerca suyo, así que el cálido vaho que se escapara de mis labios, formaba un halo blanquecino que se elevaba hasta acariciar sus pómulos sombríos—. Necesito ir al baño.

En ese momento, nos dimos a la tarea de buscar un sitio que nos permitiera acceso al sanitario, pues ya no podía contener mi esfínter uretral (esto es, me estaba orinando)

Por suerte, había una heladería abierta. No pregunten cómo, porque ni yo sé qué hacía una heladería funcionando en pleno invierno, pero ahí estaba el cartel de cono de helado gigante, reluciendo, invitándonos a entrar.

—¿Puedo pasar al sanitario?—le pregunté a la desganada empleada del mostrador, que ojeaba una revista de moda. El chicle que estaba mascando tenía más acción que ella.

—Es solo para clientes—informó, apenas levantando la vista de la página. Podía apostar que era la única revista de todo el lugar, y que ya la había ojeado cientos de veces, por el desgaste provocado en la página de la huella dactilar.

Bufé, intentando contener las ganas de soltarle un discurso, pero lo cierto es que ya no aguantaba.

—Bien Josh, compra dos malditos helados. Luego te doy el dinero—bufé, indignada y me encaminé hacia el letrero que decía "Ladies"

—¿Vainilla verdad? —Me di vuelta para mirarlo ceñuda.

—Es broma, pediré limón—Rió.

—¡No te pases!

No sé si disfruté más el helado -pese al frío y el reciente enfado- porque ya había descargado y me sentía más relajada, o porque Josh había dado en el blanco con la combinación maravillosa de limón y chocolate. Pero el sentimiento placentero estaba alojado, y la sonrisa, mientras degustaba aquellos sabores antagónicos mezclados, también.

Poco después, ya había retornado a mi apartamento.

No había habido beso, ni insinuaciones de ningún tipo al momento de la despedida y en cierto sentido, me gustó eso. La noche había sido agradable y la sensación de dicha se extendió y me acompañó un rato más. Quizá por eso, el lecho no se sintió tan vacío, aún cuando ya no estuviera a mi lado.

—No me pediste el dinero del helado. Acordamos que en todo íbamos mitad y mitad. Tienes un punto menos—espeté al pelinegro, depositando los billetes, sobre el escritorio.

Él posó sus ojos castaños en los míos.

—¡Buenos días Rossie! Espero hayas descansado bien anoche.

No entendía por qué tanto buen humor mañanero. Nadie disfruta ir a trabajar un sábado.

—Lo hice. Levantarme es lo que me molesta—Tomé asiento en mi silla giratoria.

Junto a la computadora había un café con doble crema.

Supe de inmediato que Josh lo había dejado para mí. Era un gesto útil, no como regalar flores. Estaba pasada de sueño y la cafeína ayudaría a despertarme.

—Entonces, ¿qué harás mañana linda Rossie?

Destapé mi café y di un sorbo. Se había pasado de azúcar.

—Yo aprovecharé mi día para dormir. Luego, probablemente escriba. Debo comenzar a asentar algunas de las conclusiones a las que llegué con mi investigación para no perder detalle.

—¿Mencionarás nuestra cita? Porque me parece que un solo encuentro no basta. Es decir, podrías tener un argumento más sólido, si sumas mayor experiencia—Se encogió de hombros—. Pero es solo una idea.

—¿Qué quieres hacer?

Su sonrisa se ensanchó un cien por cien. Hasta llegaba a notar el arreglo en su premolar derecho.

—Te iba a invitar a mí casa—Casi derramo el café. Casa= madre. Como si leyera mis pensamientos en las expresiones de mi rostro, añadió—. Me mudaré hoy mismo. Así que quiero que conozcas mi nueva casa. Además, quiero redimirme por no cobrarte el dinero del helado extra que compré.

Ahora que había aclarado las cosas, estaba gustosa de aceptar y eso hice.

Dedicada a YuvandeJZV

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