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XXXIII

(Escuchen la canción en multimedia cuando vean esto: «»)






"     Con la tierra
sus cuerpos celebran
nupcias sangrientas.     "
—Julien Vocance.






                    Un rebote la hizo despertar de repente y abrió los ojos con rapidez. Se removió en su sitio como pudo, pero el dolor de sus piernas, cuello y espalda le complicó la tarea y una mueca se formó en su cara. Se llevó las manos a restregarse los ojos, todo con tal de quitarse los restos de sueño que mantenía sus párpados pesados, y trató de cuadrarse mejor en el lugar en el que estaba incómodamente recostada. Otro bote se presentó y fue cuando por fin cayó en cuenta que estaba en el interior de un carruaje.

Lo último que Margery recordaba era haber estado petrificada al interior de la tienda de un campamento de Alysion, su espalda contra la mesa y en el suelo. Frente a ella, aquel hombre que hizo de sus días en la Torre Norte un suplicio y le hizo desear numerosas veces que la maldición acabara con su vida de una vez por todas. Le había sonreído y llamado aquel apodo que tanto malestar le producía con tan solo escucharlo. Hasta la fémina pudo reconocer el placer que le causó a él volver a dirigirse a ella.

Oh, cuánto deseaba que todo lo acontecido fuera una sola pesadilla que pasaría a segundo plano una vez se levantara a cumplir con sus deberes. Empero ella sabía que aquel no era el caso, y que sus deseosos pensamientos seguían siendo demasiado inmateriales.

—Hasta que por fin despiertas, pajarito.

Todo el cuerpo de la princesa tembló al escuchar su voz y se levantó como pudo de su lugar. Al estar en una posición sentada, ignoró el mareo que le provocó la acción súbita y observó, con ojos sorprendidos y asustadizos, el interior del transporte. Miró por la ventana y se dio cuenta que estaba oscuro, por lo que se preguntó cuánto tiempo en realidad habría pasado desde que estuvo consciente en aquel asentamiento. Por último, su mirada cayó sobre el rostro del contrario, su estómago apretándose con tan solo reconocer sus rasgos incluso en la oscuridad.

La verdad era que había dibujado sus facciones tantas veces que, por más que le molestara, sabía que de alguna manera, podría retratarlo hasta con ojos cerrados.

—Danek —murmuró, su anatomía echándose hacia atrás por puro instinto.

El nombrado sonrió y se inclinó hacia el frente, apoyando sus codos sobre sus rodillas y acercando su rostro al de la pelirroja, quien ya no podía retroceder más. Sabía que con esa simple acción invadía el espacio que ella quería mantener, y a él no le importaba en absoluto. Aquella era su forma de establecer cuál de los dos llevaba las riendas de la situación y el hombre se regocijaba en esa idea.

—Así que sí me recuerdas —comentó, su voz saliendo lenta y baja, como si de un secreto se tratara —. Me siento halagado.

La princesa no hizo ningún comentario al respecto, demasiado asustada y estupefacta como para que palabras se formaran con coherencia en su cabeza, mucho menos en su boca. ¿En qué momento su vida se había convertido en eso? Tenía la sensación de que en cualquier segundo vomitaría, su mente tratando de poner orden a los pensamientos que cruzaban, una y otra vez. Eran repetitivos, eran insistentes, sin embargo, de alguna forma le resultaban claros y no como los restos de una pesadilla al despertar, que en ese instante deseaba que fuera así.

Un mal sueño.

Pero ninguno de sus sueños le había hecho justicia a la imagen de carne y hueso que tenía al frente. En ningún dibujo pudo plasmar la oscuridad y maldad que lo rodeaba.

¿Por qué no estaba muerto? ¿Sus padres acaso le mintieron sobre la ejecución? Blanche era quizás la que se había encargado de hacerle creer que nunca más se tendría que preocupar por volver a cruzar camino con uno de ellos. Ella aceptó sus mentiras porque era lo último que le quedaba para no perder la cordura. ¿Será que los reyes le dieron esas órdenes a la maga porque no pudieron controlar las acciones de Los Cuervos, empero sí podían controlar las reacciones de la princesa?

Al final tomó la decisión de hablar sus dudas, o al menos intentarlo. Por más que sus instintos le gritaran que no debía cruzar palabra con el hombre de capa oscura, cabellos negros y mirada tan profunda como carente de emoción, aparte de diversión o autosuficiencia por tener a la fémina en ese estado, lo hizo.

—¿Cómo...? —Tragó saliva, incapaz de completar la frase.

Pero él entendió a la perfección, pudiendo leerla mejor que cualquier libro abierto del continente. De seguro él también estaba esperando aquella pregunta de parte de la princesa, pues su expresión fue señal suficiente de ello.

—No pueden matarte si piensan que ya estás muerto. —Sonrió victorioso y se enderezó para después cruzarse de brazos —. Tenemos mucho que hacer. Pero antes, la llevaré con su majestad.

Dicho eso, la puerta del carruaje se abrió y fue cuando apenas notó que se habían detenido. Había estado tan concentrada en no dejar que el malestar se apoderara de ella y trasbocara en el trayecto, por no dejar que un ataque de pánico floreciera de un segundo a otro, que la noción de desplazamiento quedó completamente en el olvido, hasta ese instante.

Danek se adelantó y se bajó del transporte sin esperarla, pero ella alcanzó a escucharlo dar órdenes a los soldados para que la sacaran de ahí. Margery apretó sus labios y miró hacia la ventana del lado contrario de la salida, pero apenas asomó la cabeza, los rostros de más soldados alysianos le dieron la bienvenida, caminando de un lado a otro, llevando sus armaduras puestas. Tragó saliva, sintiendo cómo la impotencia llenó sus venas y su rostro se enrojeció de la frustración.

Toda la situación era un fiasco para ella y sabía que estaba condenada.

No tenía ni la más mínima idea de dónde se encontraba. Y, si sus recuerdos no la engañaban, muchos más transportes habían estado presentes en el campamento, pero por el momento solo alcanzaba a visualizar unos cuantos. Aquello le hizo cuestionarse sobre el plan que el enemigo había formulado para llevársela. De seguro se habían dividido en distintos grupos para tomar caminos diferentes. Eso fue algo que comprendió que cualquier rey haría para despistar a sus adversarios.

Damien se había encargado de comentarle eso a ella, pero al mismo tiempo, Margery no era la única persona que lo sabía.

Antes de que pudiera pensar algo más, el grito de un soldado la sobresaltó y tuvo que salir del vehículo por sí sola, no deseando que nadie más la tocara. Su mínimo alivio, por moverse bajo sus propias reglas, fue interrumpido una vez que sus zapatos hicieron contacto con la tierra húmeda, porque sin esperar otro segundo, dos hombres agarraron sus brazos, uno a cada lado. De ahí comenzaron a arrastrarla al interior de una fortaleza, cuya construcción y piedras no hicieron más que causarle escalofríos.

«»                    Su corazón pegó un salto apenas el interior del lugar se encerró alrededor de ella. Las antorchas estaban encendidas, sin embargo, habían demasiados lugares que todavía quedaban a oscuras. Dicha oscuridad prometía problemas, pesadillas y desagradables sorpresas. Margery nunca había visto algo que arrojara tanta maldad y frialdad. Hasta creía que podía asegurar que la luz del sol no sería capaz de penetrar la roca hasta el interior del castillo.

Ambos guerreros la guiaron a través de largos corredores, hasta que pronto llegaron a un espacio que parecía ser el gran salón. La alfombra que cubría el suelo era de ese mismo verde oscuro con la serpiente plateada llevándose toda la atención, por toda la longitud de la misma. Banderas flanqueaban a ambos lados del lugar, pero lo que más llamó la atención de la pelirroja, fue una solitaria bandera de Mercibova, colgando en la columna más cercana al trono. Sobre el mismo estaba Eustace de Alysion, esperándola pacientemente de pie frente a su asiento. Al comienzo de los pocos escalones, se encontraba el Cuervo, observándola también.

Apenas estuvo cerca, los soldados la empujaron hacia el rey y él sonrió con descaro. La mercibonense trató de endurecer su mirada y no la bajó ni desvió.

—Princesa Margery, ¡qué encantador de tu parte unirte a nosotros!

Pero ella ignoró su saludo cínico.

—¿Se rebaja tanto como para secuestrar a una princesa en su propia tierra? —Cuestionó con rabia.

El castaño oscuro pasó de largo la exclamación de la fémina y sus ojos fueron a parar en sus guerreros.

—¿Qué hay de Geralt de Rivia? —Preguntó alzando el mentón con altanería —. La información que recibimos fue que estaría acompañándola, así que solo me queda asumir que está muerto.

—No se encontraba con ella, majestad —respondió uno de ellos.

Eustace lució horrorizado ante la contestación recibida y, para agregar más dramatismo a su fingida reacción, una mano fue a parar sobre su pecho inflado. Margery no pudo hacer más que mirarlo con el ceño fruncido y su propio pecho oprimiéndose al pensar en el brujo. Aunque no se arrepintiera de haberlo mandado a asegurar el bienestar de su hija, tenía que admitir que deseaba que las cosas se hubieran desarrollado de otra manera. Presentía que el peliblanco estaría culpándose de alguna forma u otra en cuanto se enterara de lo sucedido.

—¡¿Tu precioso brujo te abandonó, dejándote desprotegida y abierta a la toma?!

Pero la princesa solo se preocupó por no temblar, plenamente consciente de la ropa —o más bien, escasez de la misma— que tenía puesta. Trató de no dejar que sus palabras le afectaran como él esperaba, incluso cuando la persona que cruzó su cabeza al segundo siguiente no fue exactamente Geralt, sino una hermosa y fuerte mujer, cuyo rostro pasó de estar salpicado en pecas a estar manchado de sangre. La mujer que se había quedado atrás para tratar de protegerla y falló.

El monarca bajó los pocos escalones que los separaban y se deslizó hacia la pelirroja. Su propia mano enguantada fue a parar en la mejilla ajena, pero Margery reaccionó y retiró su cara. La expresión de diversión de Eustace desapareció en una exhalación y se atrevió a tomarla con exagerada fuerza de la mandíbula, para poder acercar su rostro al de él. Ella apenas exclamó una queja, pero no pudo decir o hacer nada más. Si tan solo hacía intento de alzar sus manos al rostro del rey, sabía que su amenaza tendría consecuencias y ella no tenía fuerza como para recibir otro golpe al rostro por el simple hecho de querer defenderse.

—Te dije que algún día te arrepentirías de haberme negado mi única petición —murmuró entre dientes en la cara femenina —. Además, he oído que el rey Damien de Amcottes se ha encariñado bastante, tanto como para despojarse de su guardia personal y cedértela. No tengo dudas de que el pobre hombre desea casarse contigo, sin saber que has estado compartiendo información valiosa con uno de mis aliados.

Lágrimas se acumularon en sus ojos cuando la idea de que quizás ella misma había colaborado con su propia captura, llenó su cabeza. El arrepentimiento de haberle pasado toda esa información a Ivo, apenas comenzó a asentarse en ella.

Si Eustace sabía todo lo que Margery le había contado al rey timatenense, ¿también sabría de ella y Geralt? ¿Lo sabría todo?

—Así que dime, princesa... ¿Crees que todavía vendrán a salvarte, una vez que sepan que los has traicionado, nos hemos casado y yo haya tomado tu virginidad?

Aquello le heló la sangre y la primera lágrima bajó por su mejilla, perdiéndose en los guantes del hombre que todavía la tenía agarrada de la quijada.

—¿En verdad desea casarse con una mujer en contra de su voluntad? —Discutió a pesar de que su voz se quebró al final de la pregunta, procurando no dejar que el doloroso agarre en su rostro le impidiera hablar por completo.

El castaño sonrió y por fin la soltó, dando un paso hacia atrás. Las manos de la pelirroja fueron de inmediato a acariciar la zona afectada, movilizando su maxilar inferior, sin desviar sus ojos de los del rey.

—Haré lo que me plazca —dijo él a modo de respuesta.

Entonces la pelirroja no aguantó más y con un gruñido alzó sus manos desnudas hacia el hombre, pero a medio camino fueron atajadas. El rey la tomó de las muñecas y de inmediato el corte que tenía en una de ellas comenzó a sangrar una vez más. La obligó a bajarlas con brusquedad y volvió a acercarse a ella, su rostro serio e impaciente. Su agarre sobre la ya lastimada piel no cedía ante los tirones que la fémina usó para tratar de liberarse.

» Cuidado —siseó Eustace —. No me tientes a buscar maneras no convencionales de comenzar con nuestra noche de bodas antes de que estemos casados.

Su amenaza congeló a Margery hasta los huesos. Su cuerpo se puso rígido y la respiración se le cortó de la impresión. Trató de recuperarse pronto, pero ante la complacida mirada oscura del hombre, supo que había fallado en el intento. Él estaba disfrutando de sobremanera su paralización ante la situación.

—Eso pensé —se burló soltándola una vez más, luego llevó su atención hacia sus hombres —. Llévenla a sus nuevos aposentos. Tú. —Señaló a Danek, quien había permanecido en completo silencio, observando todo desenvolverse ante él —. A primera hora comenzarás a trabajar en la maldición para poder realizar la boda mañana mismo.

Los ojos de la princesa se abrieron con horror ante lo escuchado y los mismos fueron a parar en la figura silenciosa de Danek. El pelinegro le dirigió una mirada corta para después asentir y hacer una reverencia ante el rey alysiano.

No había forma de que pudiera escapar o ser salvada antes del día de mañana. Eso lo sabía ella, lo sabía todo el mundo. Después de todo, nadie de su gente sabía en dónde se encontraba, no tenían ni idea de dónde se escondía Alysion, haciendo del plan de Eustace completamente exitoso en cada detalle.

Margery se las arregló para mantener la calma mientras los hombres la comenzaron a arrastrar una vez más por los pasillos. Eran demasiado oscuros y eso la hizo sentir aún más incómoda.

Fue entonces cuando comprendió que este lugar sería su nuevo hogar por el resto de su vida. Ni siquiera la maldición parecía ser peso suficiente para cambiar el designio del monarca de Alysion, lo que daba la impresión de que el hombre había pensado absolutamente todo. La presencia de Danek resultaba más relevante a comparación del crédito que ella había querido darle en un principio. Así la meta fuera quitarla o transferirla —particularidades que ni siquiera le importaban ahora— de alguna manera, ella quedaría libre, indefensa ante las manos de un terrible hombre. Este castillo se convertiría en su nueva Torre Norte. Ella sería la reina de un rey malvado, criando niños que serían concebidos por abuso.

No pasó mucho tiempo antes de que fuera introducida al interior de una habitación y encerrada en la misma. Sorpresivamente, era un poco más amena y cálida que el resto del castillo, dentro de las posibles circunstancias. Tenía lo mínimo acomodado en el espacio, junto a un fuego calentando el lugar del frío nocturno.

Las débiles lumbres iluminaron su figura y no hicieron más que recordarle el aspecto que tenía desde hacía horas, una vez sus ojos miraron sus extremidades y ropa. Margery caminó hasta sentarse enfrente de la chimenea, mirando las llamas moverse sin cesar, sin seguir un patrón establecido. Al escuchar el seguro ser puesto en la puerta, se dio cuenta que no le quedaba nada más que hacer, y fue cuando por fin se quebró por completo.

Abrazó sus rodillas hacia su pecho y se balanceó en esa posición, desesperanzadas lágrimas brotando una y otra vez de sus cansados ojos.

Y lloró, y lloró y lloró.

Lloró como si la vida le dependiera de aquel hilo conductor a la rendición. Lloró como si el alma se le pudiera ir en esas gotas cristalinas. Lloró porque esperó tontamente que lo vivido se evaporara junto a aquellos lamentos. Lloró porque sintió que no podía hacer nada más.

Así que lo decidió. Terminaría con aquel tormento. En la primera oportunidad que encontrara, agarraría la primera daga o espada que estuviera a su alcance para usar en sí misma.

Eustace quería casarse con ella a modo de venganza, pero también porque sabía que su padre Eliastor jamás iría en contra de ellos si veía a su hija en medio como prisionera. También estaba segura de que la usaría en negociaciones con el rey Damien de Amcottes y que Ivo de Timatand formaría parte de las mismas para terminar de destruirla a ella y a su familia. Apoderarse del ejército más fuerte de esa parte del continente aseguraba victoria en todos los aspectos posibles que se le presentaran.

Un alma ambiciosa y sedienta de poder que no comprendía ni sabía manejar la justicia, tampoco tenía oportunidad de ser satisfecha.  Y justo por todo eso, no dejaría que Alysion la usara como soborno en contra de la gente que le importaba.

Con aquellos pensamientos pesimistas, pero firmes, trató de acercar aun más su cuerpo a las llamas, buscando el calor de las mismas, pues su piel estaba helada y erizada. Quizás si la dejaban el tiempo suficiente ahí sola, se congelaría a muerte. Tal vez ni siquiera necesitaría de algo filoso para terminar con su vida, las circunstancias precarias lo harían por ella. Su cuerpo cansado y magullado se lo estaba haciendo saber en silencio.

Al caer el primer trueno, el sonido la sorprendió y la luz blanca del fenómeno natural iluminó momentáneamente el resto de la habitación. Se dio cuenta que estaba lloviendo, gracias a los ligeros, pero insistentes golpes de las gotas contra la ventana cerrada. El siguiente trueno rugió al tiempo que su corazón, compartiendo y comprendiendo su ánimo.

El tiempo no se detuvo y la princesa se mantuvo en el mismo sitio. Ignoró la cama y las cobijas que habían sobre la misma. Permaneció en la misma posición con la mirada fija en la chimenea ya apagada. Se negaba a aceptar cualquier objeto de consuelo o comodidad que ese reino le proporcionara. De todas formas sabía que en ninguna hora restante de la noche conciliaría el sueño por completo o con comodidad, pues se encontraba demasiado asustada, aterrorizada y nerviosa como para que su corazón lograra calmarse.

Así que solo se dedicó a pensar en su familia, en Sarai, en Jaskier, en Cirilla, en Geralt, en Jensen y... en Sybilla.

Sybilla lo supo desde un principio. El enemigo había escogido dejarla a ella con vida y terminar con el pelinegro. La demostración de la pelirroja por no querer que nada le sucediera a Jensen, fue la excusa perfecta para firmar su sentencia. Sybilla siempre supo que cualquier acto de heroísmo terminaría solo con más muerte, pero respetó el deseo de la princesa incluso cuando no debía. Incluso cuando la fémina de mirada verdosa no lo había comprendido aquel entonces.

Imágenes de todo lo sucedido ese día llenaron su cabeza y, ante el silencio que la rodeó, la tormenta de afuera siendo su único testigo y la fogata apagada representando su inexistente esperanza, se dejó caer por completo al suelo. Continuos sollozos brotaban de sus labios, preguntándose en qué momento las lágrimas dejarían de salir, en qué momento dejarían de hacer doler su corazón.

La valiente guardia amcottesa tomó su decisión de ofrecer su vida por la de alguien más.

Así que Margery también tomó la decisión de tomar su propia vida para la de los demás, encontrando consuelo y honor en ello.



Sus ojos se abrieron de golpe cuando distinguió gritos de hombres a las afueras de los aposentos en los que estaba encerrada. Sus rugidos hacían ecos a través del castillo y se filtraban por la rendija inferior de las puertas hasta sus oídos. Escuchó también sonidos de pasos, personas corriendo de un lado a otro con sus armaduras tintineando con cada movimiento. Se sentó y trató de concentrarse para ver si lograba comprender alguna de las conversaciones que también eran intercambiadas, queriendo encontrar alguna luz que le pudiera dar información sobre lo que sucedía allá afuera, pero las palabras resultaban indistinguibles para ella.

Entonces las puertas se abrieron de repente y por ellas ingresó Danek.

Su cuerpo reaccionó rápido y retrocedió hasta casi llegar a la chimenea, sus manos siendo las primeras en ensuciarse con las cenizas. Su único deseo en ese instante era mantener toda la distancia posible, lejos de él. El simple pensamiento de que aquel hombre le pusiera las manos encima de nuevo le aterrorizaba. Por puro instinto, su mano izquierda fue a apoyarse sobre su hombro derecho, recordando la cicatriz que portaba de por vida gracias a él y sus experimentos. Transferir la maldición, romperla, deshacerla, transformarla, lo que quiera que fuera su meta, Mary jamás perdonaría tal atrocidad hecha en ella.

—Aseguren a la princesa y tráiganla conmigo —ordenó a los dos guardias que también se adentraron al cuarto después de él.

Mientras que los dos hombres se acercaron y la alzaron por los brazos, Margery se preguntó una vez más qué estaría pasando afuera. ¿Estarían bajo ataque? Y si así era, ¿quién sería?

Una pequeña llama de esperanza se encendió en su pecho, pero trató de calmarla. No había manera de que su gente supiera tan pronto dónde se encontraba, además no le sorprendía si sería otro enemigo de Alysion, pues estaba segura que le sobraban. De todas formas, era desalentadora la posibilidad de que a su vez, no fuera un aliado de Mercibova o Amcottes.

Al salir a los pasillos, los gritos fueron más nítidos, pero no pudo ver mayor cosa al fondo del corredor de su izquierda, porque pronto fue arrastrada hacia el lado contrario. Los soldados que la sostenían la llevaban a pocos pasos detrás del pelinegro, cuya capa oscura se regaba hacia atrás, dando la impresión de que en vez de caminar, se deslizaba sobre la piedra del suelo con tremenda fluidez y sutileza, flotando en su camino. Movió su cabeza hacia atrás, tratando de ver algo o a alguien, sin embargo, fue justo cuando doblaron por una esquina a su derecha y lo único que pudo ver fue el muro de piedra.

El enemigo de tu enemigo es tu amigo. Fue uno de los tantos consejos y enseñanzas no planificadas que Damien compartió con ella en reiteradas ocasiones, sobre todo cuando se ponía en su papel de espectador en sus prácticas con Sybilla. Necesitaba un poco de astucia y tener algo sobre lo que poder negociar con los desconocidos, buscarse protección y una salida segura de ese castillo. Pero antes tenía que intentar perder de vista al trío que la estaba transportando a otro sitio. De ninguna manera se quedaría a solas con Danek una vez más.

Las memorias que cosechó en la Torre Norte fueron incentivo suficiente para que una nueva fuerza se apoderara de su cuerpo.

Sin siquiera comprender bien cómo sucedió, a pesar del dolor que le siguió a su movimiento, alzó sus manos y con un esfuerzo que creyó que no sería suficiente, alcanzó a siquiera rozar la mejilla de uno de los guardias. El hombre la soltó de inmediato, llevándose sus manos a la cara, sin embargo, Margery no esperó a ver si caía muerto o no y, con la mano ahora liberada, la llevó al rostro del restante, quien no supo reaccionar con rapidez, y pronto la princesa se encontró corriendo hacia la fuente de las luchas.

Escuchó el grito del pelinegro detrás de ella, pero no se volvió a verlo. Lo único que le importaba era alejarse.

Cuando volvió a cruzar por la esquina que ya había pasado, notó que al fondo del pasillo se estaba desatando una pelea, pero gracias a la escasa luz, no pudo distinguir a nadie en específico. Trató de afanarse para escabullirse por un lado, sabiendo que, si era cuidadosa, la concentración de los soldados jamás pasaría a ella, empero antes de que pudiera seguir avanzando, un jalón de su cabello le volvió la cabeza hacia atrás y la hizo caer con fuerza. El aire fue expulsado de su cuerpo y el dolor del impacto de su espalda contra la fría roca del piso la dejó quieta y con los dientes apretados.

—No creerás que te volverás a ir, pajarito —siseó el cuervo agachándose para inclinarse sobre ella —. Me costaste a mi querida Jassica. Ahora es hora de recolectar mi paga.

La princesa ignoró sus palabras y las palmas de sus manos fueron a parar a la cara del hombre de ojos negros. Esperando su reacción, el alma pareció abandonar su cuerpo cuando notó que no hubo ningún cambio en él. El contrario soltó una carcajada y la tomó de las muñecas, quitándoselas de encima y levantándola de tirón. De su traje sacó una cuerda de cuero negro y aprisionó sus manos. En cuanto el material hizo contacto con su magullada piel, pudo sentir el calor que desprendía. Trató de removerse, pero el amarre le quemó en el pobre intento y un gemido lastimero se escuchó de su parte.

—Tiene magia —murmuró ella, volviendo a sentir que cualquier oportunidad por escapar se desvanecía en frente suyo.

—Y veo que has aprendido más de tu maldición —comentó, empujándola consigo para retomar el anterior camino —. Es bueno saber que aquella carta en ese libro inservible funcionó.

Sus ojos se abrieron ante la realización y comprensión de sus palabras.

—Sabes de la hechicera y lo que hizo. —Se relamió sus labios resecos, su mente trabajando con rapidez, prefiriendo concentrarse en eso que en el hecho que de él cumpliría su trato con el rey de Alysion —. Sabías que, en caso de yo encontrarla primero, no tendrías maldición sobre la cual experimentar.

Danek resopló con burla mientras se siguieron desplazando a través de los laberínticos corredores. Al momento en el que tuvieron una escalera de piedra al frente, comenzaron a ascender, sin importar la oposición de la princesa. Su cuerpo tembló en protesta, negándose a avanzar a como diera lugar. No quería volver a ser encerrada en otra torre, pero sus súplicas corporales no eran suficientes ni de mínimo interés para el hombre.

—Esa mujer murió hace cientos de años —respondió jalándola otra vez, provocando que el cuero en sus muñecas se calentara y la quemara. Se detuvo por medio segundo solo para ver la expresión de la pelirroja y cuando lo hizo, una sonrisa ladeada apareció en su cara —. ¿No decía eso en la carta? —Preguntó con fingida sorpresa, antes de domarla a una sonrisa que la hizo tiritar —. Supongo que omitir información importante es mi especialidad.

—¿Qué es lo que vas a hacer? —Inquirió a medias, tratando de procesar que ya no podría hacer nada.

—Terminaré de modificar la maldición para hacer la transferencia —contestó con simpleza.

Era notorio que confiaba plenamente en lo que él y el rey Eustace habían acordado, porque de no ser así, Margery estaba segura que no habría obtenido una respuesta tan clara o determinada.

En cuanto terminaron de subir las escaleras, una puerta de madera con diferentes partes reforzadas con hierro, le dio la bienvenida. Su corazón se saltó un latido y por un corto instante olvidó que no estaba en Mercibova. No se veía bajo la capacidad de encontrar algo que resultara diferente a experiencias pasadas. Había llegado a su nueva Torre Norte y el terror de aquellos recuerdos combinados con el presente material, calaron hondo hasta su alma.

Danek abrió la puerta con unas llaves que portaba en su ropa y la movió consigo para introducirse al espacio, después se giró a cerrarlas con un pesado candado. Unas pocas velas iluminaban el lugar y había una amplia mesa de madera lisa que estaba posicionada en el centro. La misma se encontraba desprovista de objetos, aparte de unas cuerdas cuyos nudos dejaban espacio para aprisionar sus manos y sus tobillos, que a su vez estarían amarrados a las patas de la mesa.

Vaya, mantener recuerdos terribles enterrados era tarea difícil por sí sola, pero ver aquello no le ayudaba en nada.

—Por favor... —murmuró dando unos cortos pasos hacia atrás, incapaz de desviar su mirada del escenario tan familiar como angustioso, que se presentaba ante ella una vez más en su vida.

—No te preocupes, pajarito —consoló con ironía, pasando una mano envuelta en un guante oscuro por la mejilla de la pelirroja, secando una solitaria lágrima en el proceso —. Con tu colaboración todo terminará antes de lo que imaginas.

Al terminar de hablar, la volvió a agarrar de los hombros y la empujo en dirección a la lisa superficie, pero Margery se removió con insistencia. A pesar de saber que su fuerza —o la ausencia de la misma por el gran desgaste corporal y emocional— sus ojos se movieron frenéticos alrededor, buscando algo que le ayudara. En cuanto su mirada se topó con un frasco que contenía algo extraño en el interior, antes de pasar por su lado, sus pies se plantaron con fuerza en la piedra del suelo.

Forcejeó y, mientras que Danek trataba de seguir moviéndola hacia la mesa, ella se concentró por tomar el recipiente entre sus manos, haciendo gran esfuerzo por no dejar que las ampollas de quemaduras en sus muñecas le impidieran cumplir con su objetivo. Una vez lo logró, sabiendo que no esperaba que ella se girara a él, estrelló el vidrio contra su cara de un solo movimiento.

El líquido viscoso se adhirió a la piel masculina y el chillido que el Cuervo lanzó al aire la dejó casi sorda. Sin importarle en lo más mínimo lo que eso hacía, esquivó sus desorientadas manos que intentaron volver a agarrarla, dando un salto lejos de él. Aprovechando aquella ventana de oportunidad, corrió hacia la puerta para escapar, pero apenas estuvo a unos pasos de la misma, se detuvo de repente cuando un fuerte golpe, seguido de un estruendo, la arrancó de sus bisagras de hierro.

Retrocedió atontada, por poco evitando que la madera reforzada le cayera encima. Sus ojos se abrieron estupefactos y todo su universo se removió, en cuanto reconoció a la otra persona que se encontraba del otro lado con espada en mano.






AAAAAAAAAAHHHHHH AL PARECER POR FIN LLEGARON AL RESCATE LPM!!!!!
¿Alguien sabe cómo saldrán de esa?

Si antes creían que las cosas estaban descontroladas,
pues lamento decirles que no es nada con lo que se viene a continuación.

Como siempre, espero que les haya gustado el capítulo.
Muchísimas gracias por todo el apoyo que le dan a esta historia.
No olviden votar y dejarme saber qué les ha parecido el cap en los comentarios.

Instagram: andromeda.wttp

¡Feliz lectura!






a-andromeda

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