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XXV

" El amor es un secreto,
que los ojos no saben guardar. "






                    Incluso cuando no debía tener ninguna razón para sentirse de esa manera, Margery no podía evitar ser consciente del modo en que su piel se había puesto de gallina. Casi le resultaba imposible ignorar las pequeñas descargas de adrenalina, combinadas con accesos de esperanza, que había tratado de enterrar durante el último día. Su cuerpo estaba atento y a la expectativa.

Caminando de un lado a otro, frente la chimenea encendida, estaba jugando con la pequeña figura del lobo entre sus manos desnudas, mientras lo esperaba. No se había molestado en ponerse los guantes, sabiendo que Geralt no correría peligro con ella en caso de que sus pieles, por alguna razón que esperaba que sucediera, entraran en contacto. Las miró, sosteniendo el pequeño objeto que le regalaron en el pueblo y, por una milésima de segundo recordó la manera en que él la tomo de la mano para hacerle saber que la maldición no le haría daño. Sabía que deseaba que esa noche volviera a pasar algo parecido.

Se mordisqueó el labio inferior, apenada por sus pensamientos cuando sabía que ni tenía el derecho a siquiera considerarlos.

En cuanto la idea de que quizás se vería demasiado interesada en el hecho de que podían tocarse, se detuvo por completo y miró hacia el mueble donde tenía los accesorios. Por más que lo que intentaron tener juntos había llegado a su prematuro final, no quería demostrarle más deseos de tocarlo cuando sabía que quizás él difería en ello en la actualidad. Así que, sin perder otro segundo, caminó decidida hacia el lugar, dejando el pequeño lobo de madera clara sobre la mesa donde tenía algunos de sus dibujos y fue a ponerse los guantes. Una vez los agarró, se sintió tonta, porque al mismo tiempo resultaban totalmente innecesarios.

Retrocedió unos cuantos pasos y miró con exasperación hacia el techo. Tenía que aceptar que se sentía incluso más nerviosa que esa tarde, cuando estaba esperando al rey Damien para ir a Lyriton.

Fue a sentarse frente al espejo, dejando los guantes a un lado y después agarró el pequeño frasco de vidrio con la lavanda y valeriana, vertiendo un poco del mismo en sus muñecas. El olor golpeó sus fosas nasales y, como si se tratara de una silenciosa canción de cuna, sus músculos se relajaron y le ayudó a calmarse con mayor facilidad. Luego agarró el cepillo y comenzó a pasarlo por su cabello, a pesar de ya haberlo hecho hacía unos minutos, pero necesitaba hacer algo para pasar el rato. El tiempo avanzaba con demasiada lentitud a comparación de sus acelerados latidos.

A los pocos segundos, unos cuantos golpes en las puertas la alertaron y casi se levantó de un salto, su rodilla golpeando la madera. Hizo una mueca adolorida y se sobó la parte afectada, para después caminar hacia la entrada de sus aposentos a permitirle la entrada a la persona.

—Eh... buenas noches —saludó al tiempo que se hizo a un lado para dejarle pasar.

No podía estar segura, pero por un pequeño instante, creyó haber visto al brujo tomar una profunda bocanada de aire en cuanto pasó al lado de ella.

Antes de cerrar las puertas, desvió su mirada hacia el pasillo y se asomó, queriendo asegurarse que no había todavía nadie alrededor. Tenía entendido que los guardias estarían en constante movimiento por su ala, encargándose de vigilar cada espacio, por lo que no le fue duro darse cuenta que el rivio se había escabullido en el momento indicado, con tal de evitar terribles comentarios. Los dos sabían qué sucedería si palabra sobre la presencia de Geralt en la habitación de la princesa a altas horas de la noche provocaría en La Corte.

—¿Dijiste algo? —Inquirió ella al creer que el hombre había susurrado. Solo había alcanzado a entender unas cosas entre 'siempre' y 'bien', pero no estaba del todo segura.

Geralt dejó unos frascos sobre la mesa sin mirarla devuelta y se aclaró la garganta. Lucía como alguien que había sido atrapado diciendo o haciendo algo que no debía.

—Tú, uh, aquí siempre huele a lavanda.

—También valeriana —agregó con rapidez, como si aquel fuera un dato importante —. Blanche me da las esencias para no tener pesadillas o... controlar los ataques de pánico. —De inmediato cerró los ojos, arrepintiéndose de haber abierto la boca en primer lugar a la vez que él se volvió a verla. No eran cosas que le agradara contar a nadie en específico, y ahí estaba ella, con la boca suelta ante el brujo —. ¿Te molesta el aroma? Porque puedo intentar... —Calló al ver que él negó con la cabeza, desviando sus ojos ámbares de su rostro hacia algo más que captó su interés.

El silencio se asentó en el espacio y ninguno de los dos volvió a hablar. Margery respiró y asintió también, tratando de calmar los nervios que azotaron su estómago y fue a sentarse en el mueble, frente a la mesita donde el brujo había puesto sus pociones. No las reconocía para nada ni tampoco sabía qué harían, sin embargo, recordó las palabras de Geralt en el pasillo.

Sin darse cuenta, había comenzado a pensar en aquella noche en la biblioteca, cuando ella le había dicho que lo quería por segunda vez. Comprendía si el hombre no deseaba ni siquiera hablar con ella en esos momentos, reconociendo que sus palabras fueron mucho más fuertes y quizás demasiado adelantadas. ¿Qué podía saber ella sobre el afecto romántico? ¿En verdad sería algo de lo que se daría cuenta si lo sentía o no? ¿Alguna vez él lo sintió y por eso parecía manejar la situación millones de veces mejor que ella? Lo más seguro es que solo se había avergonzado a sí misma y era la culpable de que él no pareciera soportar estar cerca suyo en la misma habitación.

Su silencio y distancia eran las respuestas más claras a ello.

A pesar de sentir su corazón desprenderse de su pecho ante esas ideas, más le impresionó la falta de movimiento por parte del peliblanco. La pelirroja frunció el ceño confundida y volteó a verlo. Lo encontró inclinado sobre una mesa de madera junto a una silla, observando lo que había sobre la misma.

Le tomó solo un segundo caer en cuenta lo que él estaba viendo. Se levantó con rapidez y abrió sus ojos de sobremanera, esperando que la muerte llegara pronto a ella. No había manera de que pudiera soportar tal vergüenza. Si morir por eso fuera posible, no tenía dudas de que estaría siendo enterrada en el Bosque de Las Sombras al amanecer.

—Con su permiso —habló moviéndose con agilidad para agarrar el dibujo y el lobo en sus manos, luego los escondió detrás de su anatomía, aunque sabía que ya no tenía caso hacerlo.

Geralt parpadeó y la miró directo a los ojos, cierta duda pintando sus rasgos ante las rápidas acciones de la joven mujer.

—¿Ese es un lobo?

—E-es una figurita, de madera tallada... —Tensionó la mandíbula, sabiendo que sus mejillas le estaban haciendo competencia a su cabello y que quizás las llamas colaboraban a acentuar su rostro ya encendido —. O sea, sí es un lobo, y además de eso tengo un águila, un gorrión, un oso. También creo que hay un león por ahí.

Él asintió con lentitud, mirándola detalladamente al rostro, esperando encontrar alguna señal de mentira en el mismo. Al final pareció entretenido al encontrarla tan clara como el agua del nacimiento de un río. La princesa estaba nerviosa y era terrible mintiéndole a él, lo que causó que cierta sensación de comodidad y aprecio se instalara en sus entrañas.

—¿Y ese es un dibujo mío?

—No —volvió a mentir entre dientes, dando un paso hacia atrás y sin corresponderle la mirada.

—¿Entonces lo puedo volver a ver? —Insistió, su voz saliendo baja y cercana a un susurro.

—Por supuesto que no.

Geralt alzó las cejas con sorpresa y ladeó la cabeza, como queriendo invitarla a hablar más a la vez que buscaba que lo mirara devuelta. Margery se removió en su sitio y prefirió observar su habitación, esperando encontrar la forma de salir de aquella situación que resultaba tan terrible para ella. No recordaba que el brujo fuera tan insistente y deseó que dejara todo olvidado en un parpadeo.

No sucedió.

—Creo que ese es un dibujo mío, princesa.

—No, solo es alguien q-que también es un brujo y se parece a ti, pero es por la armadura... y las dos espadas... y la cadena... y un poco el cabello, tal vez. —Resopló cerrando los ojos y agachando la cabeza antes de subirla y mirarlo finalmente a los ojos —. Bueno, quizás sí sea lo que crees que es, pero solo me gusta dibujar personas. Quería practicar un poco —se excusó con un tono de voz algo agudo, debido a la agitación que su corazón se estaba encargando de inyectar en su cuerpo.

La mirada de Geralt sobre ella era suave, demasiado suave e intensa, cálida incluso. Las llamas de la chimenea encendida parecían solo agregar más brillo y dorado a los irises del rivio. La pelirroja tragó saliva con dificultad, atrapada en el momento, donde sus ojos ahora resultaban físicamente incapaces de dejar mirar los ajenos, su cuerpo casi picando, rogando por más cercanía. 

Otro silencio cayó sobre ellos, mucho más pesado que el anterior, hasta sofocante. Solo se escuchaba el crepitar de la leña. Margery parpadeó casi hipnotizada y Geralt soltó un suspiro.

—Estoy jodido —murmuró él negando con la cabeza y agachando la mirada.

Un nudo se hizo presente en la garganta femenina.

—No era mi intención ofenderte —habló de inmediato, tratando de disculparse. Dejó la figura sobre la mesa y después prosiguió a doblar el dibujo en sus manos temblorosas —. Lo voy a quemar y prometo no volver a hacerlo.

—Princesa.

—Por favor acepta mis más sinceras disculpas —dijo cortésmente, tratando de calmarse y mostrarse impersonal. Era de aspecto urgente que lo lograra pronto.

Se giró y emprendió camino hacia la chimenea, pero al momento de estirar la mano que sostenía el pergamino, la misma fue atajada por otra. Pequeñas corrientes de electricidad se dispararon en su piel y subió la mirada hacia Geralt, sus labios entreabiertos y una notoria sorpresa en sus ojos ante las acciones del hombre.

—No me has ofendido.

La princesa boqueó unos segundos antes de volver a hablar.

—No tenía derecho de hacer esto sin tu aprobación.

—Me lo quedaré —le avisó llevando su mano hasta la de ella, sin molestarse en dejar de acariciarla hasta tomar el dibujo —. Solo para asegurarme que no lo quemarás una vez me retire.

Margery parpadeó tontamente y asintió con lentitud, insegura de qué más decir o hacer al respecto. Dejó caer su brazo a un lado de su cuerpo y se balanceó sobre sus talones. Después sus ojos terminaron parando en las pociones que trajo él.

—Entonces... —dijo la princesa, esperando a que el brujo le diera indicaciones sobre qué hacer con los menjurjes que había traído.

—¿Hmm?

—¿Qué se va a hacer con eso? —Señaló hacia la baja mesa y Geralt parpadeó, como si apenas recordara la razón por la que estaba en los aposentos de la pelirroja en primer lugar.

El peliblanco carraspeó y asintió, caminando hacia la pequeña sala para reorganizar las cosas.

—Lo más seguro es que los símbolos estén conectados unos con otros —comenzó a explicar —. Algunos son más visibles y superficiales que otros.

—Necesitas verlos todos —concluyó ella acercándose al mueble para sentarse.

El brujo pareció tragar saliva y Margery se preocupó al notarlo tan incómodo. El pequeño chuzo de ansiedad se clavó en su pecho al pensar que, una vez más, había cruzado la línea al dibujarlo. De pronto él solo estaba siendo amable con ella porque sabía que le gustaba dibujar. No podía pensar en algo más que eso. No se lo podía permitir.

—Si están en tu cuello y hombro, probablemente vayan encadenados hacia tu espalda, siguiendo un patrón —dijo en voz baja y ella alzó las cejas.

—Y necesitas verlos todos —repitió más para sí misma a la vez que sintió su estómago revolverse, empero Geralt asintió.

La princesa apretó los labios en completo silencio, su mirada yendo a parar en las pociones. La simple idea de que él la viera semi desnuda, incluso si solo era la espalda —que hasta lo podía considerar como una segunda vez—, había hecho que sintiera la sangre hervirle de los nervios.

Nadie, ni en un millón de años permitiría que tal cosa sucediera. Si su madre se enterara, de seguro encontraría la manera de ejecutar al rivio o mandar todo un ejército en su contra. Ella misma sabía que no era apropiado, nadie, después de lo sucedido en la torre la había visto tan vulnerable y no estaba segura de cómo reaccionaría a ello esa noche.

—Juro en mi honor que no miraré nada más —prometió él de repente al percibir el aura nerviosa de la fémina.

Margery asintió ante dichas palabras, que no hicieron más que acelerar su corazón, como si todavía eso fuera posible. Se levantó de su sitio y le dio la espalda al brujo, corriéndose el cabello hacia el lado donde no tenía la cicatriz, posándolo sobre su hombro izquierdo. Miró un poco hacia atrás.

—Los lazos terminan aquí. —Señaló con su mano derecha la zona baja de su espalda —. ¿E-es... está bien?

Geralt se quedó en silencio, quieto por completo mientras la observó. Ella se removió y se giró un poco más para mirarlo, casi temblando ante su falta de respuesta.

—Sí —suspiró él.

Margery pasó la lengua por sus labios, sintiéndolos resecos de repente. Parpadeó varias veces y llevó ambas manos hacia su espalda para comenzar a deshacer los nudos con experta fluidez. La posición le resultaba algo incómoda, pues normalmente ella recibía la ayuda de Sarai para ello. No obstante, no dijo nada y continuó con su trabajo, negándose a pedirle asistencia a Geralt al instante.

Sintió movimiento detrás de ella y no pasaron más de cinco segundos cuando las manos masculinas tocaron las suyas por segunda vez en la noche. Se detuvo de golpe, quedando cual estatua en su lugar. No sabía si continuar como si el rivio no estuviese justo detrás de ella, con su lenta respiración golpeando con íntima suavidad la parte trasera de su cabeza, o si debería dejar que él terminara de ayudarle.

—¿Confías en mí? —Preguntó en un murmullo, casi pegando su nariz contra las hebras rojizas para inhalar aquel aroma que desprendía la princesa y que, a su vez, resultaba tan embriagador para él.

Sus labios temblaron apenas abrió la boca para contestar.

—No es para nada apropiado estar haciendo esto delante de un hombre —señaló, tratando de recordárselo a sí misma y un poco a él. A pesar de ello, una pequeña sonrisa se hizo presente en su cara —. Pero sí. Creo que confío demasiado en ti.

Una pequeña sonrisa también curvó los labios masculinos, acompañando la de Margery. Los dos cómodos de repente con la presencia del otro en tal estado de confidencialidad. Los dos con medias sonrisas iluminando sus expresiones, en sintonía sin saberlo.

Muy lentamente, la pelirroja soltó los cordones y dejó que él tomara el control de ello. Con cuidado, no queriendo asustarla, empezó a tirar de los lazos. Pronto, el vestido se aflojó en la parte superior de la figura femenina y parte de la pesada tela se deslizó hacia adelante, la espalda de Mary siendo visible. Con la ayuda de una de las manos del rivio, este comenzó a correr más el vestido, descubriendo el hombro derecho a medida que lo hacía.

Apenas Margery sintió que Geralt rozaría la cicatriz, instintivamente lanzó su mano izquierda para detenerlo. Su respiración se aceleró y la inseguridad atacó sus entrañas como el más terrible veneno del momento. El estómago se le revolvió de mala manera y dio un paso hacia adelante para alejarse de él.

El hombre mantuvo las manos en el aire por unos segundos, antes de dejarlas caer, extrañando la suavidad de la piel ajena; extrañado por el cambio tan abrupto.

—¿Princesa?

—Es horrible —contestó, cerrando los ojos al sentir las lágrimas acumularse en ellos.

—¿Qué?

—La cicatriz —explicó y luego inhaló hondo para terminar de hablar —, es horrible.

Geralt se acercó y se posicionó en frente de ella, obligándola a mirarlo al rostro con su sola presencia.

Era una circunstancia algo extraña para ambos. Ella, teniendo la espalda descubierta, sus brazos sosteniendo el vestido para evitar que cayera por completo y él, tranquilo y respetuoso con ella, manteniendo sus manos para sí y su mirada en sus ojos. Se sentía tan agradecida por ello, porque no era ningún secreto que muchas mujeres pasaban por muchas desgracias en manos de los hombres. Sin saberlo, algo en su interior le aseguraba que confiaba en él hasta con los ojos cerrados.

—Estoy seguro que no hay nada de ti que pueda ser horrible.

—¿Ni siquiera la cicatriz o las consecuencias de la maldición? —Sintió la necesidad de preguntar, al recordar que él ya había visto cómo se volvían sus manos cada cierto periodo de tiempo.

—Nada.

Soltó un suspiro y asintió, permitiendo que tales mentiras blancas se asentaran en su corazón y reforzaran su seguridad. Bajó la cabeza, dio media vuelta y caminó hasta el mueble, donde se sentó para después recostarse sobre el mismo bocabajo. Terminó de quitarse la manga derecha del vestido y posó su mentón sobre su mano izquierda, dejando la derecha libre para los símbolos. La tela de la ropa quedó debajo de ella, cubriendo todo lo necesario. Trató de igualar su respiración al escucharlo moverse y dejar una silla a su lado para él sentarse.

Escuchó los sonidos de los frascos de vidrio chocar unos contra otros. Escuchó el chisporroteo de la leña en la chimenea y sus acelerados latidos. Cerró los ojos y luego los abrió de golpe al sentir la punta de los dedos de Geralt, bañados en un líquido viscoso, trazar la cicatriz en el hombro y después dirigirse a su espalda. Las pociones eran frías y quizás ayudaban un poco a su cuerpo encendido de nervios. Se mordisqueó el labio apenada, al darse cuenta que estaba disfrutando de la situación más de lo que debería.

—Estás bastante callado —comentó, esperando poder distraerse de las caricias sin patrón del brujo.

—Estoy pensando.

Margery volvió un poco más la cabeza para mirarlo y lo encontró concentrado en restregar los ungüentos sobre su piel, pero algo le quería asegurar que no estaba pensando necesariamente solo en eso. 

—¿Qué piensas? —Inquirió, deseando escuchar todo con un interés que no fue pasado por alto por parte del peliblanco.

Pasados unos segundos, los movimientos de Geralt llegaron a un final y él se enderezó, girándose a dejar los frascos de nuevo sobre la mesa. Lucía tan reacio a contestar que, por una milésima de segundo, la princesa creyó que no recibiría ninguna clase de respuesta. Al final ella optó por correr el rostro y dejar apoyada su mejilla izquierda sobre su muñeca y observar el alfombrado suelo.

—En la biblioteca... —Empezó a hablar, volviéndose a llevar la atención de la fémina con rapidez —, ¿es verdad lo que dijiste de tu corazón?

—No es tu culpa —se afanó a dejar en claro —. Me permití tener demasiada esperanza. Y eso es solo mi culpa.

—Semanas atrás estabas agradecida por volver a tener esperanza —le recordó él y a la mente de la pelirroja llegaron recuerdos de sus primeras interacciones. En ese preciso momento le parecían tan lejanas como irreales.

—Esto es diferente, Geralt —dijo y después se mordisqueó el labio —. Fue más fácil aceptar que tendría una muerte prematura porque así ya no sería un peligro para nadie —explicó con suavidad, sus ojos pegados a las sombras móviles que se proyectaban en el piso —. Fue mucho más sencillo que tener que aceptar que tú...

Sus palabras se ahogaron de repente y apretó los dientes con fuerza, sintiendo un ardor expandirse por los lugares en que las pociones fueron esparcidas sobre su piel. Cerró los ojos y sus manos se hicieron puños, el resto de su cuerpo igual de adolorido y endurecido.

» Geralt —gimió con esfuerzo ella.

—Lo sé —dijo con gentileza, acallando un poco su respiración acelerada a la vez que fue posar una de sus manos en la espalda baja de Margery —. Pronto acabará, lo prometo. Respira hondo.

Si la princesa no hubiera estado tan concentrada en esperar que el ardor y la molestia terminaran pronto, tal vez se habría dado cuenta que el pulgar masculino comenzó a hacer suaves círculos sobre su piel en un intento de calmarla. Trató de seguir las instrucciones del rivio, en medio del mareo que sentía que dominaba su anatomía en incómodas oleadas de fuego. Su cicatriz, que era el símbolo más notorio de su piel, escoció con insistencia y tuvo que frenar sus manos para no rascar con desespero la zona.

Pero justo como él dijo, las sensaciones desaparecieron de forma gradual, dejando como residuo una ligera incomodidad más sencilla de sobrellevar. Soltó el aire contenido y se relajó una vez más, entregándose a la comodidad del mueble en una fuerte necesidad de descanso que la azotó de un momento a otro.

Una vez más, volvió a sentir la mano de Geralt recorrer su hombro y espalda, siendo mucho más cuidadoso que antes, consciente de que la piel estaría sensible ante el mínimo roce. Pasados unos pocos segundos, él se detuvo de golpe y frunció el ceño, una sombra oscura atravesando su mirada. La pelirroja se volvió a observarlo al no percibir movimiento de su parte y se dio cuenta que estaba en completo silencio.

—¿Qué sucede? —Preguntó ella tratando de levantarse, pero el intento quedó a medias cuando su piel protestó en contra.

El brujo fue a detenerla con suavidad y la obligó a volver a quedar en la anterior posición.

—Necesitas esperar un poco más antes de moverte.

—Geralt, qué estás viendo —exigió, comenzando a preocuparse.

—Necesito saber los nombres de las personas que hicieron la cicatriz.

Un nudo se hizo presente en la garganta de la princesa.

—¿Por qué? —Preguntó en voz baja.

Él la miró de reojo por un momento, antes de volver a posar sus orbes en la piel descubierta. Una vez más, con sumo cuidado, señaló lugares específicos, mientras al tiempo nombraba cada símbolo.

—Aquí dice sangre, descendencia, protección, sin magia y... este. —Posó la punta de su dedo, cercano a la sobresaliente marca —. Conectado a la cicatriz, es diferente. Es relativamente nuevo a comparación de los otros.

Margery frunció el ceño, confundida y con más preguntas generándose en su cabeza. Nada de lo que el rivio estaba diciendo contestaba a las dudas que tenía, solo había creado muchas más, a las cuales no creía que pudieran tener respuesta esa misma noche. O en los días inmediatamente siguientes.

—¿Es el hechizo que nos mostró Blanche?

—Está modificado. Empieza como escudo protector igual al de la carta, pero cambia casi que por completo —trató de explicar, a sabiendas de que no sería suficiente.

—No entiendo —resopló la fémina —. ¿Es por la cicatriz?

Geralt negó con la cabeza y la miró directo a los ojos.

—Los que te hicieron esto no buscaban romper la maldición. —Los ojos de la princesa mostraron horror puro al escucharlo. No podía creer que había sido sometida a tales prácticas para nada —.  Con la cicatriz destruyeron el resto de los símbolos que quizás completarían el hechizo que leyó Blanche. Ellos parecían querer modificarla para transferirla a alguien más.











Todavía no me creo que se me fue todo un capítulo en Meralt xdd
MIREN TODO EL CONTENIDO QUE LES REGALO. Algunos dirían que soy demasiado buena :) o demasiado mala, dado que no sé como encontrar un balance jajajajaja

Espero que les haya gustado el capítulo tanto o más como a mí.

Hubo muchos momentos interesantes jijijij

¿Qué opinan sobre lo que han encontrado Geralt y la princesa al final?
¿Mas dudas? ¿Posibles respuestas?

No olviden dejar su voto y comentario para animarme a continuar con la historia ^^

¡Feliz lectura!














a-andromeda

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